¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

lunes, 8 de febrero de 2010

Aventuras de Cánovas, EL MANIFIESTO DE MANZANARES, por Fernando Gil Mariscal.


Entre los muchos documentos de mi padre, de los que voy seleccionando las crónicas que intuyo puedan tener más interés, encuentro un documento mecanografiado, que por su contenido histórico paso a reproducir. Parece ser que fue publicado en el diario MADRID, con fecha 8 de Junio de 1954.



Fechado el 7 de Julio de 1854, cumple en estos días su noventa y nueve aniversario. Sabido es que fue obra de Cánovas, aunque él no tuviera en gran aprecio dicha obra, pero los historiadores no suelen dar detalles. Según la versión corriente, tras la indecisa "batalla" de Vicálvaro, en la que culminó el "pronunciamiento" del General O'Donell contra el gobierno del General San Luis, aquél marchó hacia Aranjuez, donde el día 4 de julio lanzó una proclama que a vueltas de muchos vivas a la libertad, terminaba diciendo: " Al banquillo de los reos los restauradores de los frailes ". En Villarubia de los Ojos le alcanzó Cánovas-quien seguramente le convencería de la ineficacia de tales vulgaridades - y llegados a Manzanares, redactó Cánovas y firmó O'Donell el famoso Manifiesto en que se pedían reformas fundamentales en las leyes electoral y de imprenta, rebaja de los impuestos, respeto a la antiguedad y al mérito en los empleos civiles y militares, descentralización administrativa, Trono sin camarilla que le deshonre, Milicia Nacional, cortes Generales .....

Don León Muñoz Cobo, recientemente jubilado de la carrera fiscal, es un magistrado, de señorial estirpe, que supo hacer compatibles las severas funciones que ejerció con la afición a las bellas letras y a los estudios históricos. A la buena amistad con que me honra, debo el conocimiento de este episodio, investigado en sus andanzas judiciales y que publicó en la revista de Jaén, "Don Lope de Sosa" el año 1914. También se hace eco de él su última obra sobre Cánovas, el Sr. Fernández Almagro.

Según Muñoz Cobo, O'Donell legó a Manzanares de riguroso incógnito, hospedándose en casa de Francisco González Elipe. A los dos o tres días, mal vestido, polvoriento, con la fatiga del largo caminar por carretera, penetrante, de estatura erguida de ceceo andaluz pronunciadísimo, de hablar vehemente y atinado, que en los primeros instantes de su locuaz amenidad, producía la sublime impresión del genio. Aquél hombre era D. Antonio Cánovas del Castillo. Cambiadas las primeras impresiones con O'Donell, que impaciente le esperaba, encargose del Manifiesto; lo escribió en poco rato sobre el poyete de una ventana que le servía de mesa o pupitre, en la casa número seis de la Calle Empedrada, domicilio del alcalde en funciones, D. Pablo González Calero, a presencia de éste y de D. José Mulleras; y después de escrito, anotó sus bases o puntos principales en las hojas de un librillo de papel de fumar. Firmado el Manifiesto por O'Donell, que a su lectura prorrumpió en grandes manifestaciones de entusiasmo y alabanza en honor de aquél joven amigo suyo de pensar tan profundo y de razonar tan elocuente, salió Cánovas para Jaén por la carretera de Andalucía, encendido entre las corambres de aceite de un carro y con la consigna de que si le sorprendían, rompería el documento y se tragaría el librillo de papel de fumar. En Jaén, con el mayor secreto, dio el Manifiesto a la imprenta de D. Antonio López, en la calle del Obispo, esquina a la de Merced Baja y una vez impreso, corrigió las pruebas y se llevó los ejemplares a que después se repartieron por toda España. Programa o Manifiesto que puso fin a la Década moderada y fue la marcha de la revolución que dio el gobierno del General Espartero, y la cartera de guerra al general O'Donell.

¿ Pero, cómo este joven, un tanto desastrado, pudo a sus veintiseis años - puesto que no tenía más - verse convertido en el hombre de confianza, en el asesor político del conde Lucena, del futuro duque de Tetuán ?. Esto lo cuenta D. Antonio María Fabié, hijo del que fue Ministro de igual nombre. Dimitido O'Donell de la Capitanía General de la isla de Cuba, por las repercusiones de la revolución del 48, necesitó de persona perita que arreglara los papeles que había traído de La Habana para justificar su situación y entonces su sobrino D. Carlos O'Donell, alférez de Caballería, le presentó como el más indicado a su íntimo amigo Cánovas, que en plena adolescencia era ya conocido por sus excepcionales dotes y su talento hizo lo demás.

Por cierto, que esta amistad íntima con el sobrino y heredero del general O'Donell, tuvo un eclipse de treinta y cuatro años, iniciado en el mismo 1854 del Manifiesto. Y fue que Cánovas, que tenía tiempo para todo, coincidió en un baile de la calle de la Flor con el joven O'Donell y ambos quisieron llevarse a una andaluza muy guapa y alegre, conocida por el mote de la " choriza ", triunfando en el empeño O'Donell, que todavía trató de dar una bofetada a Cánovas. Por lo demás, este segundo duque de Tetuán - que no perdió la inclinación a los argumentos contundentes, pues siendo Ministro de Estado en 1897, abofeteó en pleno Senado a un senador, - sabio y venerable catedrático - fue incondicional adicto a Cánovas del Castillo. Ministros con él, en sus últimos gobiernos no aceptó a su muerte jefatura alguna y formó en el grupo de los llamados " Caballeros de Santo Sepulcro ".

Y para que no tengamos que preguntárselo a nadie, el Sr. Fabié nos cuenta también que la "choriza" murió en París, como gran señora, acompañando al duque de Baños, Ramón Meneses, el famoso amigo del rey D. Francisco y mancebo que fue de la botica de la abuela de Fabié, en Sevilla, de donde le despidieron por sus aficiones pecaminosas.


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