¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

miércoles, 28 de abril de 2010

Una cabra destruye los ahorros de una familia.


El 9 de Enero de 1959, Melchor Díaz-Pinés Pinés, enviaba a la Agencia Efe la siguiente información local.



En una importante quintería del término municipal de Manzanares, una inquieta cabra ha destruido en un momento, los ahorros de una humilde familia labradora, conseguidos con mucho esfuerzo a lo largo del año.



Estos labradores habían terminado de realizar la venta del cochino que había cuidado con esmero hasta conseguir diera en la romana sus catorce arrobas, bien pesadas. Convertidos estos afanes en dinero, había recibido esta familia más de 3.000 pesetas que la mujer, como cajera, descuidó por un momento, dejándolas sobre una silla. La mala fortuna se alió con esta buena mujer ya que una cabra de su propiedad que andaba suelta, se avalanzó sobre los billetes y se los comió al instante.



Por mucha rapidez que la rumiante empleó, no pudo pasar desapercibido por parte de la labradora, que se arrojó inmediatamente sobre el animal, en el último intento de impedir que lo engullera pero las pesetas estaban ya en el cuerpo del animal.



Toda desesperación, la mujer empezó a dar gritos en demanda de auxilio a su desventura, acudiendo su esposo y algunos vecinos de la quintería que ante la consumación de los hechos, poco pudieron hacer para recuperar el importe de la venta del cochino. Alguno de los presentes aseguraba que la solución era sacrificar al animal por si aún podía recuperarse algún billete y aunque rotos y deformados, pudiera hacerse el cambio en el Banco de España pero no tuvieron mucho eco sus palabras, entre los lloros de la mujer que lamentaba el descuido cometido.



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