¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

lunes, 29 de abril de 2019

212). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: LA MEJOR ENCOMIENDA DEL SIGLO XIX.


Y, si, querido reportero, comienza D. Cosme el relato, ahora le hablaré de la que sin duda era, y con gran diferencia, la mejor y más rica encomienda de la región manchega a primeros del siglo XIX… y esa Encomienda, usted lo habrá supuesto ya, no era otra que la nuestra, la de Manzanares; y le digo, “que era”, porque dejó de serlo en ese mismo siglo, al desaparecer, como cualquier otra encomienda del Reino, tras el proceso desamortizador de Mendizabal que, mediado ese siglo, acabó, definitivamente, con todo el patrimonio de las Ordenes religioso-militares que, desde la Edad Media, habían sido entes muy principales de lo político, lo social, lo económico, lo militar y lo religioso en el Reino de España... 

Toda esa etapa histórica, y su consecuencia en transformaciones profundos de las relaciones de poder y también en cambios de propiedad o pérdidas patrimoniales, se sucedieron en toda España a partir de aquel proceso desamortizador, iniciado en 1836, y en su momento hablaremos más de ello en relatos venideros, pero, ahora, en éste, toca centrarse en como era, y estaba, en elementos patrimoniales y estado financiero la encomienda de Manzanares allá por los inicios del siglo decimonónico.

La encomienda de Manzanares, sigue D. Cosme, tenía en el año 1800 varios inmuebles propios; a saber: el Castillo o casa de la encomienda que, aparte tener funciones de cuartel de carabineros en aquel primer tiempo del siglo XIX, estaba dedicado mucho más a labores propias de casa de encomienda, es decir, almacenaje de productos en especie, provenientes de los diezmos, en cualquiera de los cuartos, silos y bodegas, destinados a ese fín en su interior… Como eso, dada la riqueza de nuestra encomienda y, por tanto las grandes cantidades de producción a controlar todos los años, era imposible hacerlo solo en las dependencias del Castillo, este se ayudaba de la llamada “Casa del Bosque”, pegada a sus muros del saliente, que poseía almacenes, graneros, cuadras y alguna bodega que complementaba la cabida del castillo. Además, sigue D. Cosme, a cien pasos del lado saliente del Castillo, la encomienda tenía desde el siglo XVI una gran casa de labor, conocida como “Casa de la Tercia”, construida por el Marqués de Priego, que podía contener en sus almacenes y bodegas hasta treinta y cinco mil fanegas de trigo y cereales y más de diez mil arrobas de vino, también obtenidas de los diezmos que venían obligados a dar los propietarios, o los arrendadores de terrenos propios de Manzanares y de su encomienda.

 También, como inmueble propiedad de la encomienda estaba el castillo de Moratalaz, en cuyo paraje el Conde de Aguilar, se construyó una casa, donde vivía largas temporadas, que se conoció desde entonces en el pueblo, por esa razón, como la “casa del Conde”. La encomienda también poseía una edificación en la Mesnera y varias casas en la dehesa y monte de Siles con portales, cocinas, cámaras; caballerizas;. Corralillos; garañoneras;.pajares; destetes, cercados, toriles, zaurdon y la antigua casa del alcaide con un palomar. 
Ermita de Sta. Elena, Siles.

La ermita de la Magdalena, quedaba frente a esas casas, a quinientos pasos, tal como se va a la fuente, y a mano izquierda de ella. La dehesa de Siles, a primeros del XIX, aunque privativa del infante D.Antonio Pascual estaba arrendada a un tal Domingo Posadillo en 30.000 reales, a los que había que añadir, en el montante total que recibía la encomienda unos 15.000 reales al año en la producción de los álamos, la leña, etc… La dehesa de Madara, también estaba arrendada a varios vecinos de Daimiel, obligados a pagar diezmos a nuestra encomienda, cifrados en unos 4.000 reales al año. Aparte los inmuebles referidos antes, sigue D. Cosme, la Encomienda de Manzanares, podía definirse como un territorio que incluía los aledaños de la villa más el término del poblado de Moratalaz… Quedaba abarcada, continua D. Cosme, en un gran semicírculo desde el Quejiar, el Barraco y la Madara por el Norte, hasta los parajes de Cuarto Alto y Salinero, siguiendo luego por la linde con el término de Daimiel y después llegaba a Ureña, siguiendo hasta la venta de Borondo;.. todo ello comunicado por la vereda de Moratalaz,…. 

Dehesa de Siles.

Desde la villa, como ahora, se podía llegar hasta el Monte de Siles y su entorno por el camino del Moral, que dejaba a ambos lados los terrenos de la dehesa de Matamediana:..Siles era lo más rico de la Encomienda; una frondosa dehesa, dividida en ocho cuartos: Sierrezuela, Grande, Carcetera, Chico, Magdalena, Fuente, Castillo y Fuente de Viveros. Sus montes carrasqueros contenían una gran arboleda de encinas, chaparrales, álamos, olmos, árboles frutales y zonas de huerta. Todo posiblitado, por el agua de su fuente,.. Hacia el Sureste, por el deslinde con Membrilla, se llegaba a San Marcos y El Seminario, para, desde allí, enlazar con los parajes de La Bachillera y Herrera; quedando en el centro de ese área, hasta la cañada del Guadiana, la dehesa de la Mancha, extendida por la altura de la casa del alcaide Don Juan, hasta la Venta de Quesada, donde finalmente se encontraba otra vez con la cañada de Moratalaz y el Quejiar, cerrando el círculo de la Encomienda de Manzanares. 

Así las cosas, sigue D. Cosme, en el año 1801, se hizo en España una relación del valor liquidativo de las Encomiendas de las cuatro Ordenes religioso militares, resultando ser la nuestra de Manzanares la que obtuvo mayor valoración; estimándose su rentabilidad líquida en 192.607 reales anuales, más de 25.000 reales/año que la segunda en renta, la conocida como “Claveria”; y entre 2 a 8 veces mayor que otras encomiendas regionales, como: Socuellamos, La Solana, Almodovar, Valdepeñas o Membrilla. No es raro, por ello, que nuestra Encomienda estuviese regentada, desde que reinaban los borbones, por infantes de la Casa Real, de manera que, los susodichos infantes, se garantizaban unos pingues ingresos para su pecunio…, termina, con ironía, D. Cosme, su razonamiento. 

A comienzos de Siglo, el Comendador de Manzanares era el infante D: Antonio Pascual de Borbón, que extendió su mandato desde su nombramiento en 1771, hasta su muerte en 1817, poco después de acabada la Guerra de la Independencia, convirtiéndose en uno de los Comendadores más duraderos de nuestra encomienda manzagata… Encomienda que, como entidad jurídico-adminsitrativa, dejó de existir tras la Desamortización de Mendizabal, que liquidó las posesiones de las Ordenes militares del Reino.de España, aunque de eso no le comentaré ahora, pues dará enjundia y contenido a otros relatos.. 
Casa de la Tercia.

D. Antonio Pascual, sigue D. Cosme, tenía 45 años al iniciarse el siglo XIX, y parece ser que, a ojos de quien le conoció, era una persona afable y bondadosa, aficionado a la caza y la ebanistería, y aunque, quizá, no poseía muchas luces, eso no impidió que el Rey Carlos IV le concediese, a primeros del siglo XIX, el título de Generalísimo de sus ejércitos. Era, desde luego, noble en espíritu y trato personal. El Párroco de Manzanares, D Pedro Alvarez de Sotomayor, que “se las tuvo tiesas” con él por aquel tiempo, como tendremos ocasión de saber en algún relato próximo; sin embargo, en marzo de 1801, decía de D. Antonio, que: “miraba a los vecinos con particular amor y caridad”, añadiendo…. “las virtudes de liberalidad y munificencia que se advierten en su Alteza”. De todos modos, continua D. Cosme, el infante D. Antonio, como sus predecesores de la Casa de Borbón, parece ser que solo visitó Manzanares y nuestra encomienda en alguna ocasión, de hecho solo se sabe de su presencia segura en Manzanares en el año de 1796, con motivo de un viaje de toda la familia real para visitar una serie de nuevas villas en Sierra Morena. Por tanto, el verdadero muñidor de la encomienda, prosigue Don Cosme, era su Administrador principal que, a primeros del XIX, se llamaba Don Martín Urquiaga y Aguirre, que vivía en el Castillo y controlaba con gran eficacia las finanzas, ayudado por un Contador, Francisco García Márquez, y un escribano, Don Ramón Ibañez. Los tres funcionarios, por mor de sus cargos, eran a su vez los claveros del archivo de la encomienda y debían estar los tres presentes, con sus correspondientes llaves, para extraer, consultar, y volver a guardar, los documentos de la encomienda en su cofre, cada vez que resultaba necesario, siguiendo un procedimiento ancestral que se perdía en la noche de los tiempos…

En 1800, las cuentas correspondientes al último quinquenio del siglo XVIII, mostraban que las rentas de la encomienda, arrojaban un montante anual medio líquido, de 402.010 reales de vellón, que equivalía entonces a algo más de 40.000 ducados, lo que ratificaba el título de encomienda más importante de la región a la de Manzanares, en aquellos primeros albores del siglo decimonónico... Una de las obligaciones curiosas de las encomiendas, sigue D. Cosme, eran las llamadas congruas, un dinero que se otorgaba a las parroquias para que, éstas, pudieran hacer frente a las necesidades más perentorias de los menesterosos y pobres de solemnidad. 

También, de manera habitual, sigue D. Cosme, la encomienda otorgaba, directamente, a las puertas del castillo, en un acto ritual propio de aquel tiempo, limosnas en especie a los pobres. En nuestra villa, a inicios del Siglo XIX, estas dos obligaciones fueron uno de los primeros “caballos de batalla” de Sotomayor durante sus dos primeros años de ejercicio en Manzanares. Don Pedro, consideraba absolutamente escandaloso que la encomienda más rica del territorio fuese tan rácana con los más necesitados y con quien más los ayudaba que era su parroquia. Este estado de cosas, llevó a Sotomayor a enfrentarse con determinación a los responsables de la encomienda, algo que iremos conociendo en sucesivas crónicas. Por ahora, prosigue D. Cosme, le diré que, en lo que hace referencia a la congrua parroquial, antes de la llegada de Sotomayor a Manzanares, era de 8.000 reales, a repartir entre el párroco y sus dos tenientes, Después de todas las peticiones y litigios que Sotomayor mantuvo con la encomienda, esa citada congrua fue considerablemente aumentada, quedando establecida en la cifra de 18.000 reales… 

En cuanto a limosnas directas de la encomienda a los pobres, la llegada de Sotomayor a Manzanares, también cambió las cosas de manera radical. Para ilustrar esto, baste decir que hasta 1799 se daba a los pobres pan cocido a la puerta del Castillo, por un servidor de la Orden, llamado Antonio Manzanares; y tras la llegada de Frey D. Pedro, se cambió la limosna a la cantidad de 350 fanegas de trigo y 50 de centeno, que se repartían a los menesterosos por los administradores y el párroco, conjuntamente…estaba claro que Sotomayor no se fiaba demasiados de ellos, aclara irónico D. Cosme…El caso fue que, como ejemplo, en 1798, antes de Sotomayor, el valor de lo entregado era de unos 1300 reales, mientras que en 1800, primer año completo de Sotomayor en Manzanares, lo entregado por la encomienda, superó los 12.000 reales…
Y ya puede usted dar fin al relato, que creo sirvió para bosquejar las cosas más importante de la mejor encomienda de la Mancha a inicios del Siglo deciminónico



211). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: PATRIMONIO ECLESIAL AL INICIO DEL SIGLO XIX.



Mi querido cronista, inicia D. Cosme su diserto, una de las cosas que hizo este Siglo XIX en Manzanares, fue provocar una gran transformación en muchos de nuestros inmuebles más significados: Más de uno cambiaría mucho en su aspecto y totalidad, algunos desaparecieron, varios se recrearon y otros aparecerían como nuevos elementos patrimoniales de Manzanares. La guerra de la Independencia, el proceso desamortizador de Mendizabal y el desarrollo industrial, explican mucho de esos cambios en el discurrir del siglo; aunque debe usted añadir a esas razones, sigue D. Cosme, el imperecedero espíritu vital y emprendedor de nuestro pueblo como condicionante causal necesario. 

Iremos conociendo esos cambios, continúa, a lo largo de los relatos que vendrán; pero como estamos haciendo en los precedentes, en el que ahora comienza, le citaré a vuelapluma cual era el estado de los elementos patrimoniales de carácter eclesial en la villa, al inicio del siglo decimonónico, haciendo referencia, si es que al caso viene, que seguro vendrá, comenta redundante D. Cosme- al devenir evolutivo de cada uno de ellos en esa centuria. .y no le extrañará a ud, que cite en primer lugar a la Catedral, el más valioso de todos; y lo mejor que puedo decirle es que, en ese siglo tan cambiante; y a veces tan dañino para ese patrimonio, la Catedral no sufrió cambios de consideración, ni por dentro ni por fuera. Hoy, en 1912, está, en lo esencial, tal como estaba a primeros del Siglo XIX. La gran belleza de su frontispicio, la magníficencia de su retablo mayor y los lienzos que lo flanquean; el conjunto del ábside, el crucero y las capillas laterales de su nave , lucieron todo el siglo XIX, para orgullo de manzanareños y admiración de visitantes forasteros. 

En la guerra los galos la respetaron, aunque usaron como almacén dependencias del Templo y su Torre como vigía de la llanura circundante. El proceso desamortizador no afectó a la Catedral, pero en 1855 se produjo un hecho significativo de su historia; al quedar bajo la advocación exclusiva de Nuestra Señora de la Asunción, por trasladarse a la Ermita de la Virgen de Gracia la imagen de la patrona de la villa. En los dos grandes conventos de Manzanares, si que hubo cambios en su patrimonio. El Monasterio barroco de las Monjas Franciscas ocupaba toda la manzana de 4200 metros cuadrados, delimitada entre la plazuela de las Monjas, las calles Doctor, Monjas, y el tramo del callejón de la Hoz, llamado “segunda vuelta de monjas”.Esa manzana contenía la Iglesia; el Convento; las casas del vicario y del santero, la sacristía y una gran huerta.

 Por 1800, habitaban el convento 12 a 16 monjas y 3 o 4 legas; era abadesa Sor Rosa del Espirítu Santo y vicario Don Juan Briceño. La guerra no alteró el convento, pero si la desamortización de Mendizabal, que casi acaba con su historia. De toda la manzana, tras el proceso, solo quedó propiedad de la congregación, el monasterio, la Iglesia y la zona vividera de las monjas, pasando a manos privadas las casas del vicario y del santero, otras partes de la manzana y el gran jardín lindante con la segunda vuelta de monjas.. En la segunda mitad del Siglo XIX, se vivió en el Monasterio su episodio legendario más conocido, el de la monja vidente y estigmatizada Sor María Jesús. De ella, y alguna otra leyenda, daremos cuenta en algún relato, para complementar la historia del Monasterio. 

El Convento de los Carmelitas, sigue D. Cosme, construido en 1587, con el mecenazgo de la familia Salinas y el impulso de Santa Teresa de Jesús, tuvo peor suerte, al ser destruido totalmente por los invasores franceses en 809, concluyendo, así una larga historia de más de dos siglos. Poco ha quedado documentado de cómo era ese convento que ocupaba toda la manzana frente al castillo, limitada entre las calles del Carmen, la parte de la callejuela de la hoz, que alcanzaba el castillo desde la Plaza de la Santa Cruz, y la calle del Zacatín donde estaba su fachada sur-poniente. Sabemos que el convento tenía un enorme huerto-cementerio, donde recibieron sepultura muchos miembros de la nobleza local, en particular de la familia Salinas. Del interior del convento, no existen planos, aunque hay una referencia escrita de D. Antonio Ponz, en 1771, que dice que su Iglesia tenía un bello retablo, adornado de pilastras corintias y flanqueado por sendos lienzos de Santa Teresa y San José. En 1800, era Prior del Convento frey Diego de Cristo. La comunidad  se componía de 10 a 12 frailes y 3 o 4 legos. El Convento tenía un prestigioso colegio de Teología moral, un seminario y una biblioteca. Su iglesia era centro de confesión y comunión de la nobleza de la encomienda, al estar el Castillo enfrente.. Los frailes colaboraban con el clero local en el auxilio a moribundos y en predicaciones en la Catedral, aunque esa actividad fue limitada por Sotomayor, al estimar éste que era competencia exclusiva de la parroquia. 



Ermita de la Veracruz.
En 1809, sigue D. Cosme, el mando militar francés decidió fortificar el castillo; y, para ello, derribaron el Monasterio y la Ermita del Santo Sepulcro, adyacentes a la fortaleza, reutilizando sus materiales en la tarea de parapetarla, reforzando sus defensas.. En aquel año 1809, acabó de ese modo abrupto la trayectoria histórica del Convento de Carmelitas Descalzos de Manzanares... En lo referente a las Ermitas, al inicio del Siglo XIX, sigue D. Cosme, la de Nuestra Señora de Gracia, conservaba la categoría de más importante y grande de la villa. Pocos cambios sufrió a lo largo de la centuria, salvo que, en 1804, se cercó su contorno, para aislar su cementerio. Ni la guerra de Independencia, ni la Desamortización influyeron en su patrimonio. Sin embargo, es de destacar que, en 1855, se trasladó a su altar mayor la imagen de Nuestra Señora de Gracia, hasta entonces sita en la Catedral de Manzanares. La Ermita situada junto al castillo, continua D. Cosme, que en su fundación, tenía la advocación de San Gregorio Ostiende, paso a llamarse Ermita del Santo Sepulcro en el siglo XVIII, por ser punto final de las procesiones de Vía Crucis de Semana Santa, razón última por la que el sitio que ocupaba fuese conocido como “el calvario”.
Parroquia de la Asunción, con el mercadillo delante.

Corrió la misma suerte que el Convento de Carmelitas, siendo derruida en 1809; aunque, en este caso, la Ermita se reconstruyó en 1847, según se cuenta con una morfología similar a la que tenía antes de su destrucción, pero quedando, bajo la advocación de San Blas, siendo hoy día una de las ermitas más populares de nuestro pueblo de Manzanares. Al inicio del XIX, la Ermita de San Sebastian, la más vetusta del antiguo casco urbano de Manzanares persistía activa... languideció en la guerra y, tras la desamortización, fue adjudicada al Marquesado de Salinas, quedando integrada dentro de la mansión. Como recuerdo, su espadaña corona la esquina de la Calle del Carmen con la de Don Pedro. La Ermita de San Isidro, muy popular en el siglo XVIII, sigue D. Cosme, ubicada en el Parterre del Paseo del Río, vivió de manera efímera el inicio del siglo XIX, corriendo igual suerte que la del Santo Sepulcro, al ser derruida por los galos en ese año 1809… 
Ermita del Cristo de las Agonías.



La Ermita de la Vera Cruz, a fechas de inicio del Siglo XIX, dice D. Cosme, era más pequeña que hoy día, con una sola nave que tenía entrada por la calle de San Antón, A esa fecha, al contener la venerada imagen del Cristo Arrodillado, con su culto muy impulsado por el párroco Sotomayor, era la Ermita más visitada por los paisanos; y se había constituido en centro neurálgico de la Semana Santa de Manzanares. Sotomayor reorganizó todos los cultos y procesiones de Semana Santa a primeros de ese siglo XIX. Al final del XIX, se produce una gran reforma y ampliación de esta Ermita, que cambió su aspecto y tamaño a como es hoy día. Pero, sigue D. Cosme, de toda esa evolución, hablaremos en otros capítulos de este siglo XIX. 

Vecina a esta ermita, en la Plazuela de San Antón, relucía, a primeros del XIX, la recién reformada Ermita de San Antón, quizá la más bonita de Manzanares, y una de las más devocionadas por ganaderos, labradores o quien quisiera implorar por el campo y los animales. Sus fiestas de Enero estaban inmersos en la cotidianidad de la villa, pero irían creciendo en popularidad durante el siglo.. Su aspecto no sufrió cambios en esa centuria. Igual cabe decir de la antiquísima Ermita de Santa Quiteria a inicios de aquel Siglo XIX que ya estaba bajo ordenanzas de la Cofradía de Nuestra Señora de la Paz.. Ubicada al lado de la Plaza del Chorrero, se mantuvo en su aspecto e interiorismo sin grandes cambios, más allá de reparaciones necesarias, que ante la ruinosa situación de la ermita hubo que realizar al final de aquel siglo XIX, tras permanecer cerrada al culto seis años. Desde ese momento, la Ermita ya solo se nominó Nuestra Señora de La Paz… 

Al final de la calle de San Juan, esquina a Monjas , estaba la Ermita de San Juan, que había contenido un hospital infantil en el siglo XVII. En 1800, solo mantenía su función de Ermita, con advocación a San Juan, y una Cofradía muy activa en Semana Santa. En esa ermita también se veneraba la imagen de Santa Bárbara… Poco a poco, durante el siglo XIX, mermó su actividad, quedando en desuso al final del siglo... Hace un año, en 1911, sigue D. Cosme, el alcalde, Sr. D. Antonio Rubio, ha ordenado construir sobre sus ruinas unas escuelas públicas, concluyendo así la historia de esta ermita... Aparte de esta relación de ermitas de la villa, en el extrarradio de la población estaban, la pequeña ermita de San Cristobal, casi un humilladero, que ya por 1800 se conocía como Ermita del Cristo de la Agonía. Hoy, frente a ella, apreciamos el flamante coso taurino del pueblo… pero, esta ermita, es conocida por ser el punto de encuentro de Nuestro Padre Jesús del Perdón, traído en procesión hasta allí por gran parte del pueblo y Sotomayor al frente, con las tropas del General Sebastiani, el viernes santo de 1809,.. encuentro en el que este general abrazó la cintura del Cristo con su fajín, en gesto de perdón, que ha quedado para siempre en la historia de nuestro pueblo de Manzanares. 
Vieja imagen del Patrón de Manzanares, en 1912.

Otra ermita, ya en ruinas en 1800, era la de San Marcos, situada al noreste de la villa en los cerros de ese nombre. La imagen de San Marcos se guarda desde el siglo XVII en la Ermita de la Virgen de Gracia, y desde allí, sigue D. Cosme, cada año, en el día de San Marcos se organizan romerías, con caballeria enjaezada y paisanos vestidos de romeros, que recorren con la imagen del santo a hombros, la calle Virgen de Gracia, para luego subir por la calle que lleva el nombre del santo hasta los cerros donde están las ruinas de su ermita, Alli, festejan al santo, comen y beben, regresando a la tarde, atravesando los olivares que dan nombre a la calle que los continua, tras cruzar el camino de La Solana, hasta la ermita de la Virgen de Gracia, donde dejan al santo, terminando la romería...

La pequeña ermita de la Magdalena, en Siles, hubo de ser restaurada durante el Siglo XIX, por el deterioro natural que el paso del tiempo conlleva. En la segunda parte de la centuria, esta ermita comenzó a recoger el culto a San Isidro, tras la pérdida de su ermita original.... 
Ermita de Sta. Elena, Siles.

La ermita de Nuestra Señora de la Consolación en el paraje de Aberturas, en 1800 era la más suntuosa de todas las ermitas extramuros de Manzanares; de siempre, estuvo compartida por cuatro villas, y tenía tres bonitas puertas de acceso, la del mediodía para los paisanos de Valdepeñas, la de poniente para los del Moral y la de oriente para los de Membrilla y Manzanares Otras ermitas del extrarradio, de las que solo quedaban en 1800 vestigios ruinosos, eran las de Santa Ana, al lado del Azuer, a la altura del Puente de la Reina, y la más antigua del término de Manzanares, la de San León, en el entorno del Torreón de Moratalaz.

Valga con lo escrito, concluye D. Cosme, para dar conocimiento del Patrimonio eclesial de este gran pueblo de Manzanares a primeros tiempos del Siglo XIX, tras lo que daré paso a otra crónica que ilustre como estaba el Patrimonio de nuestra Encomienda en esos primeros años del siglo decimonónico.



domingo, 21 de abril de 2019

210). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: DE CALLES Y DE VIDA… PRINCIPIANDO EL XIX.

Tal como le dije, comienza D. Cosme la crónica, para saber cómo era el interior de la villa y su vida, me voy a referir a las calles principales de Manzanares, allá por 1800..: …sus nombres de entonces, casas, establecimientos y gentes que se encontraban en sus recorridos. 

Empezaré por el eje viario más bullicioso de la villa, el de más tránsito humano; y donde estaban la mayoría de sus magníficas posadas. La gente que llegaba a la villa por el camino de Andalucía, transitaba ese eje urbano, desde el Paseo del Río, donde encontraban la famosa “Posada del Río”, frente al Parterre… luego entraban a la villa por la calle de la Cárcel que, aparte la prisión que le dio nombre, estaba llena de comercios, talleres y posadas, como la del Marques de Salinas, o la “Posada del Toro”: Comerciantes, herreros, alfareros, zapateros, barberos, guarnicioneros, mesoneros y gentes variopintas, creaban un escenario muy activo todo el día,.. La calle era cruzada por la callejuela de la Hoz, también muy vivaz, con sus posadas,y fraguas. 

Cada día, gente forastera salía de las posadas, a primeras horas, llevando mercancías en carros a la Plaza para poner sus productos a la venta en alguno de los puestos… Calle cárcel arriba, se llegaba a las casas esquineras con la Plaza, dotadas de escudos en sus fachadas, que hablaban de la nobleza de sus habitantes, como los de la familia Cabreros de León. La calle de la cárcel, sigue D. Cosme, se abría allí a la Plaza, el núcleo más vital, donde se disponía el mercado de Manzanares. También era el sitio donde caporales y mayorales contrataban jornaleros para el campo y lugar de celebraciones y festejos: ferías, teatro, carnaval, procesiones, juegos taurinos, etc…

Desde la esquina de la calle de la cárcel con la Plaza, quedaba a la vista , ya en 1800, el inicio de la calle Empedrada, con la mejor perspectiva de su recién acabada primera casa, que hacía esquina con la Plaza; mansión perfectamente integrada en su arquitectura, y en la que destacaba un precioso minarete coronando la esquina de su piso superior; uno de los más bellos escenarios de la villa. Esta casa pertenecía entonces a Don Josef Pérez Pintado, administrador de rentas reales, siendo adquirida, tras la guerra de la independencia, por una familia relevante de la villa, de apellido Mulleras. En la planta inferior de la casa, había entonces una afamada tienda de mercería y comestibles, propiedad de Ramón Merino Valdivieso, que fue ajusticiado en la guerra contra el francés, y su negocio destruido. La calle Empedrada, sigue D. Cosme, llamada así por ser la única con suelo de guijarro; era también la única que tenía faroles de aceite para iluminar su trayecto, algo que denotaba su carácter de arteria principal de Manzanares. 

Calle de la Hoz.

Personajes relevantes de la villa: presbíteros, regidores, ediles, notarios, miembros del cabildo, abogados, médicos, boticarios, administradores y gente noble o adinerada, habitaban sus casas, entre las que destacaban la llamada casa de Carrillo, propiedad del Conde de casa Valiente; las casas del vínculo, y algunas otras del cabildo o de prósperos comerciantes, como Juan Sánchez Blanco o Bartolomé del Valle, arrendatario del pozo de la nieve,.. En general, sigue D. Cosme, era calle casi más de ciudad que de pueblo, algo que se vislumbraba solo con apreciar los atuendos del personal y el aspecto de sus comercios y establecimientos, en contraste, por ejemplo, con el aire más pueblerino de la gente y de los negocios de la calle de la Cárcel… Tal como esta última, Empedrada era cortada por el tramo más septentrional de la callejuela de la Hoz, que cuando se dirigía hacia la fachada norte de la Catedral, se llamaba, Calle de la Iglesía... 

Más adelante, sigue D. Cosme, en la siguiente esquina, relucía el escudo del condado de Aguilar, recordando que allí estuvo la casa del último Comendador calatravo de nuestra villa, D. Iñigo de la Cruz, conde de Aguilar... Luego, Empedrada se seguía de casas solariegas y comercios, hasta la “Plazuela del Rosado”, donde había herreros, de los que el taller del más afamado, D. Francisco Rosado, daba nombre a la plazuela y tramo de calle que salía de ella hasta la calle Virgen de Gracia- Esta Plazuela era lugar de parada de diligencias y carros. antes de continuar recorrido... y también era el punto de recogida del correo y las postas. La calle Empedrada, en ese punto, giraba a la izquierda, para ir a terminar en la “Plazuela de los Paradores”, casi sin solución de continuidad entonces con la Plazuela del Rosado,(por lo que se confundían o se les daba el mismo nombre), Ahi abocaban: Empedrada, Trompas, Fiscalas y la calle Toledo. Nunca nombre mejor elegido, sigue, ya que en la plazuela, por esa confluencia de calles transitadas por personas, carros y ganados, existían posadas y fondas; la “Posada de los Caballeros”, de D. Juan Merino, la “Posada de Carrillo” al lado y, adentrada en la Calle Toledo, esquina a Lope, la “Posada del Mayorazgo”. Desde allí, la Calle Toledo, llegaba a la Plaza de la Virgen de Gracia, donde confluían la calle de los Serranos, el camino de La Solana y los caminos de Madrid y de Toledo, que daba nombre a esta calle. En su trayecto, algunas casas reputadas, como la de D. Antonio Sánchez Blanco, terminando en la posada de Triviño, y,en la plaza Virgen de Gracia, .al otro costado. 
Escudo del Condado de Aguilar C/ Empedrada.

En este repaso a las calles de Manzanares en 1800, sigue D. Cosme, me ocuparé ahora de una calle histórica, entre el Castillo y la Plaza Pública, me refiero a la más antigua de esta villa, la del Carmen, eje principal de Manzanares en sus tres primeros siglos, hasta que la Plaza pública, se erigió en el punto más activo de la villa en el siglo XVI. En la Calle del Carmen, el Castillo o Casa de Encomienda, en 1800, estaba en pleno apogeo, pues nuestra encomienda era la más pingüe de la región. Por eso, el acondicionamiento del Castillo estaba adaptado a tareas administrativas y almacenaje, más que a militares; algo que cambiaría drásticamente tras la invasión gabacha. En 1800, la calle del Carmen era una vía tranquila, comparada con la actividad del eje Cárcel-Empedrada-Toledo… Tenía en su trayecto a la plaza, casas solariegas y palacios de las familias más nobles del pueblo, con magnífica escudería en sus fachadas, pero la vida en ella era pausada Por las mañanas, los trabajadores de las tierras de esas familias, salían de la villa a su laboreo diario, volviendo al atardecer, mientras los patrones hacían vida en sus casas, saliendo poco al pueblo,.. solo aparecían por la calle algunos “mandaderos”, yendo a la Plaza al ateo o a algún otro encargo, lo que concretaba un escenario de poca actividad callejera en las horas centrales del día. Por ejemplo, el convento de los Carmelitas, que ocupaba toda una manzana, no translucía otra vida que la que podía imaginarse llevaban dentro los monjes. Nada hacía prever que, antes de 10 años, ese convento y su historia, así como la pequeña Ermita del Santo Sepulcro, al lado del Castillo, serían destruidos por los galos, apostilla D. Cosme.

Escudo Conde de Sevilla La Nueva, C/del Carmen.


La misma quietud se observaba en el antiquísimo hospital de Manzanares y en el caserón lindante del Conde de Sevilla la Nueva; o, más allá, en los edificios más emblemáticos de esa calle, incólumes al paso del tiempo, el Palacio Marquesado de Salinas y la Casa de los Merinos, de las más antiguas de la villa, Al lado del Marquesado, languidecía la Ermita de San Sebastián, la más vetusta de Manzanares, y luego se sucedían más casas solariegas, hasta que la calle terminaba en la Plaza, donde algunas tiendas o comercios se seguían de otros ya en la Plaza Pública...

 Merece la pena ahora, querido cronista, sigue D. Cosme, destacar alguna de las calles de aquel casco antiguo, que partían de la calle del Carmen…Por ej, la llamada “calle Real”, la más larga de la villa en aquel momento, ya que se extendía desde la calle del Carmen hasta el Camino de la Solana... Para aquel entonces ya se la conocía como “calle de las monjas”, por el convento de Franciscas, construido dos siglos antes en dicha calle. Pero, la calle destacaba por sus bellas y armoniosas casas solariegas, quizá las más bonitas de la villa y, también por el imponente “Palacio de los Ochoa”, al poco de su comienzo,, con una preciosa fachada que lucía en todo su esplendor. .Por lo demás, aunque había alguna fragua o taller, la actividad en la parte más noble de la Calle Real, hasta el Convento, era, en 1800, pausada y similar a la de la Calle del Carmen, ya que en sus bonitas casas vivían gentes tan aristocráticas como la de aquella, y la vida era muy parecida.. Paralela a esa calle Real, según nos acercamos a la Plaza, sigue D. Cosme, otra calle histórica del casco antiguo, que en 1800 ya se llamaba “calle del Doctor”, en honor del médico titular de la villa, a mitad del XVIII, D. Francisco Gimeno, que habitó una casa de esa calle; que, en 1800, pertenecía a otro paisano, Lorenzo Garcia, quien la compró al hijo del doctor, junto a una finca en el camino de Siles, también conocida como “Finca del Doctor”. 

La Posada del Río.

Además, la calle formaba parte de la manzana que ocupaba el convento de Franciscas y poseía la casa más antigua de las que se conservan del Lugar de Manzanares, antes de ser villa, Parece ser, que esta casa formó parte de la muralla que se construyó a mediados del Siglo XIV,..es conocida como la “Casa del Santo”, siendo imagen característica de Manzanares, su antiquísimo balconcillo de madera... Luego, la calle del Doctor seguía su curso, hasta abocar en la “plazuela de la Cruz del Pósito”, en la calle de ese nombre, y terminaba en la calle del Carmen... 

Ahora le hablaré, querido cronista, del espacio urbano y de la vida de la “calle Ancha” y sus aledaños en 1800...otra calle histórica de la villa, que se originaba en la Plaza, al costado poniente de la Catedral, en la Cruz de Piedra del atrio posterior. Desde allí, la calle hacia honor a su nombre, pues, sin duda, era la más ancha de la villa y se extendía hasta la Plaza del Chorrero en el entorno del Corral del Concejo y de la Ermita de la Virgen de La Paz… Luego la calle se continuaba en el llamado “camino de Arenas”, saliendo de la villa,. Era típico que los labriegos se concentraran en la Plaza del Chorrero, para, teniendo a la vista el reloj de la torre, cuando este marcaba las ocho o las nueve de la mañana, partir a sus respectivas tierras. La calle Ancha tenía en 1800 mucha vida, pues contaba con varios establecimientos comerciales y, además, en la calle de San Antón, con la que hacía esquina, se encontraban, en la plaza del mismo nombre, frente por frente, dos de las ermitas más visitadas del pueblo, la de la Veracruz, que aún no tenía entrada por la calle Ancha, y la bellísima de San Antón, recién reformada. En la esquina de Ancha con calle Rodríguez, estaba la llamada “Posada de Zamorano”. La calle Ancha, según se iniciaba en la Iglesia, era cortada por la callejuela de la Hoz y, en el siguiente cruce, por el eje que formaban las calles Mayorazgo y Trompas, por donde transitaba el ganado trashumante al cruzar la villa... La calle del Mayorazgo se iniciaba en el Paseo del Río y terminaba en la calle Ancha, en cuya esquina estaba la mansión blasonada del Mayorazgo de los Quesada-Treviño que le daba nombre.. . Desde la calle Ancha, hasta la calle Toledo, se extendía la calle de las Trompas, llamada así, desde mucho antes, en memoria de dos bellas hijas de la familia Lopez-Trompo, que vivían en la mansión de la esquina de esa calle con la calle Ancha, desde más de un siglo antes; casa que, luego, fue heredada por otra gran familia manzagata de apellido Corchado, descendientes de los López Trompo, cuyo escudo enseñorea la fachada que da a la calle Ancha.. Desde allí, a su final, la calle Trompas tenía varias de las mejores casas solariegas de Manzanares, empezadas a construirse del Siglo XVII. en adelante, por nuevos hacendados que ya no tenían cabida en el antiguo casco urbano de la villa.

Y de usted por terminado, querido plumilla, este relato que, aunque imposible de contar en él por completo todo lo que se podría decir de las calles de este glorioso Manzanares, y de sus vidas, en 1800, si creo ha ido de bastante para dar idea de lo más importante de lo pretendido. Y no se preocupe si algo quedó en el tintero, que este Siglo decimonónico tiene tanto que contar, que cosas no contadas de calles, casas y vidas aun habrán de gastar mucha de su tinta….



sábado, 20 de abril de 2019

209. RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: INICIANDO UN SIGLO XIX TRANSFORMADOR.

Para darnos idea de cómo el Siglo XIX transformó a Manzanares y a sus gentes, me dice D. Cosme para iniciar esta crónica, le haré una semblanza de la villa a primeros de ese siglo, para mejor entender su evolución a lo largo del citado siglo decimonónico… 

Manzanares, a fecha de 1800, continua D. Cosme, era una villa tranquila, que según un informe parroquial contaba con 2.071 vecinos y 5.671 habitantes adultos (“almas de comunión”) a los que había que añadir los conocidos como “párvulos”, con lo que la cifra total de habitantes era de, más o menos, unos 8.000. Dicha población, se componía sobre todo de labradores de terreno propio y jornaleros por cuenta ajena, que faenaban casi toda la semana, haciendo vida en cualquiera de las “Casas de Quintería” de los campos de nuestra encomienda, por lo que la mayoría de la población de la villa estaba habitualmente fuera de los contornos del poblado. También existían paisanos que trabajaban dentro del pueblo en oficios subsidiados a la agricultura y las tareas del campo y su producción; bodegueros, herreros, molineros... aunque ya en esta época, todavía previa a la industrialización de la segunda mitad del XIX, ya había cada vez más vecinos que también desarrollaban su actividad cotidiana dedicados al comercio, la artesanía, trabajos administrativos y profesiones liberales, como abogados,o médicos, así como una considerable cantidad de miembros del clero y el cabildo eclesiástico. 

De todo ese paisanaje, conoceremos bastantes cosas genéricas, y alguna más específicas, referidas a personajes concretos, que merezcan dar su nombre en algún relato próximo. Considerando, ahora, como era nuestra villa en cuanto a su fisonomía y constitución urbana, lo primero a comentar, sigue D. Cosme, es que Manzanares era manifiestamente más pequeño que el que podemos contemplar a fecha de hoy… Por entonces, continua D. Cosme, la mayoría de sus casas eran de planta baja, y las que tenían piso superior, como muchas de las casas solariegas del casco antiguo eran generalmente de techado bajo, de tal modo que la perspectiva de la villa, a las afueras aplanadas y extendidas de la llanura manchega, era una pequeña mancha plana de casas encaladas, destacando sobre ellas nuestra magnifica Torre… Y, para que se haga usted idea de lo dicho, según la costumbre de entonces, la “medida en pasos” desde el centro de la Plaza a la casa del paisano más alejado quedaba a unos quinientos o seiscientos pasos…y el perímetro del casco urbano de la villa, efectuada por algún oficial del Ayuntamiento, era de… “diez y nueve veces ciento noventa pasos”… Ese contorno del poblado, en su parte norte, sigue D. Cosme, lo constituía la larga “calle de los Serranos”, que desde el Paseo del Rio, donde se iniciaba, cortaba en su recorrido el denominado “camino de las cruces” y, luego, el final de la calle Ancha… que se seguía hacia el norte del llamado. por entonces “camino ancho de Arenas”,. Todas esas vías urbanas confluían a la atura de la actual Plazuela del Chorrero, el Corral del Concejo, y la Ermita de la Virgen de La Paz; quedando algo por encima, en el extrarradio, y en la contiguidad del camino de Arenas una manzana de casas en torno a la denominada calle Donas… 

Ermita de Altagracia.


La calle de los Serranos tenía abundantes huertos a ambos lados de su extensión..y, tras cruzar la plazuela del Chorrero, se continuaba hasta terminar, haciendo esquina, con el final de la calle Toledo, en el límite nordeste de la villa, donde estaba la famosa posada de Triviño con su molino de aceite. Ese cruce de Serranos con Toledo, sigue D. Cosme, era un punto cardinal de la villa, porque ahi confluían las cañadas reales de Soria y Cuenca.. y allí también se iniciaban dos vías trascendentales; por un lado, el camino Real de Madrid, que comenzaba en lo que hoy es el Paseo de la Estación, que a esas fechas no tenía el obstáculo de las vías del tren, ni del propio edificio de la estación y, divergiendo ligeramente desde su inicío, en la pequeña plazuela a donde llegaban y salían todas esa calles y caminos, se continuaba el camino.de Alcazar de San Juan, transitando en sus primeros metros por lo que entonces ya era conocido en la villa como “vereda”, por ser el camino habitual del ganado transhumante, que llegaba desde la parte sur de Manzanares, atravesando las calles de Mayorazgo, Trompas y Toledo…. 

En el margen derecho de la calle Toledo, antes de acabar en la vereda, -sigue D. Cosme- el pueblo terminaba en la Plaza de la Virgen de Gracia, donde destacaba su gran y bella ermita, un humilladero con su cruz y el cementerio más grande del poblado, que como ya sabe usted, hubo de ser vallado por aquel tiempo, en base a una normativa de salud pública de 1804… El contorno de la villa en dirección saliente, sigue D. Cosme, se continuaba desde la Plaza de la Virgen de Gracia, en la calle del mismo nombre, y ésta, a su vez, en la de San Juan, a cuyo final se encontraba la ermita de que daba nombre a la calle… las calles paralelas del Toledillo y de La Tercia, se extendían luego hasta el Castillo, completando el contorno saliente de la villa. Al final de la calle de la Tercia, estaba la enorme fachada posterior de la casa que daba nombre a la calle, donde se recogían los diezmos de nuestra Encomienda, que a primeros del siglo XIX, todavía mantenía su actividad jurídico-administrativa y recaudatoria. 
Plaza Mayor.

La calle de la Tercia terminaba en el lateral este del castillo, y saliendo ya de la población, se continuaba, al sur en un estrecho camino en dirección Membrilla. Los lindes del sur de Manzanares eran entonces, el lado meridional del Castillo y su Plaza, con la pequeña ermita del Santo Sepulcro, y el convento de los Carmelitas, Entre la Plaza del Castillo y el Convento de los Carmelitas Descalzos, la calle del Carmen daba salida hacia el Sur al camino principal de La Membrilla. La parte más oeste del convento de los Carmelittas, sigue D. Cosme, iniciaba el contorno poniente de la villa, contiuándose en la calle San Isidro, que acababa en la Plazuela del mismo nombre, enseñoreada por la coqueta ermita de San Isidro, un bello entorno, de los más populares de la villa en ese primer tiempo de siglo XIX, que lamentablemente sería destruido por los franceses al final de la primera década de esa centuria…

La calle de San Isidro, sigue D. Cosme, se continuaba por el Paseo del Rio, que completaba el contorno poniente de Manzanares, cerrando el círculo perimetral que estamos comentado, al terminar su recorrido en el inicio de la calle de los Serranos. El Paseo del Rio, no solo era la porción mas larga del contorno oeste de la villa, era vía de paso del ganado transhumante a la aldea por la calle Mayorazgo o alguna otra vía perpendicular; y también era la salida natural y nexo de unión de la villa a los puentes y a la vega del Azuer, al abocar en él, desde el interior del casco urbano las calles:.. Duran, Cárcel, Mayorazgo, San Antón, Granados, Feria, Tejeras y Serranos…

Por si eso fuera poco, el Paseo del Rio era entrada y salida natural de la villa a los Caminos de Andalucía, Bolaños, Almagro y Daimiel. El contorno de Manzanares, a principios del Siglo XIX, salvo en este costado poniente, pegado a la madre nueva del Azuer, que fluía paralela, quedaba rodeada por eras, donde las labores de trilla, con su aparataje, las mulas y los paisanos que faenaban en ellas, concretaban un paisaje característico de la periferia del Manzanares de aquel tiempo, que todavía se mantiene incólume a este día de hoy en el que estamos hablando, usted. y yo, concluye D. Cosme su descripción de los límites y contornos de Manzanares

Naturalmente, en esta semblanza del pueblo a primeros de Siglo, una vez descritos sus contornos, prosigue D. Cosme, hay que hablar de la Plaza, punto central y cardinal de la villa. En aquel primer tiempo del XIX, su aspecto era diferente al actual, en el sentido que las casas de dos pisos que conforman sus márgenes eran todavía volanderas, es decir, con las fachadas de las plantas superiores más próximas a la Plaza que las de las plantas bajas.. generando amplios corredores bajo el suelo de los pìsos superiores, que conferían a la Plaza un aspecto de mayor amplitud y que servían para la circulación de la gente y colocar puestos del mercado que cada día se montaba allí… Estos corredores, por tanto, no estaban soportados, pues ese proceso se llevó a cabo, precisamente, a lo largo del XIX…En este siglo XX, sigue D. Cosme, queda como recuerdo de aquellas casa volanderas la que se aprecia en la Plaza al inicio de la calle Ancha... 

El suelo de la Plaza era de tierra, como el de todo el pueblo. salvo el de la calle Empedrada... Existían faroles de aceite en las esquinas de la Plaza, para iluminarla en la noche.. Los edificios de sus contornos. a primeros del XIX estaban igual que en el siglo XVIII, destacando, claro está, sigue D. Cosme, la Catedral, con su extraordinario frontispicio y un amplio atrio-cementerio en las fachadas delantera y posterior; en ésta parte posterior, al inicio de la calle Ancha, existía una cruz de piedra. .Los otros inmuebles importantes de la Plaza eran, como ya sabemos; la Casa Consistorial, que albergaba también el Juzgado en su piso bajo, la carnecería, la casa del peso y el Pósito. En la Plaza existían también dos pozos públicos en uso: uno al lado del Consistorio y otro cerca de la Iglesia. 

De aquel tiempo de primeros del siglo XIX, prosigue D. Cosme, tenemos bastante constancia escrita de cómo eran otras muchas cosas de la villa; por ejemplo sus calles, que merecen algún relato especifico, en el que podamos conocer como se llamaban las vías principales y las cosas más importantes o significativas a decir de ellas;. Ya hemos contado algo de las que formaban sus contornos, pero vale la pena recrearse en aspectos diferentes que servirán a sus lectores para imaginar cómo era la vida entonces en nuestra villa, reconociendo algunas gentes que las habitaban , los negocios, posadas o cualquier otra curiosidad a destacar en lo que eran sus trayectos urbanos. Igual cabe decir de cómo eran y estaban: la Encomienda, el Castillo, los conventos y las ermitas de Manzanares a principio del XIX; antes que la guerra de la Independencia, y la desamortización de Mendizabal, transformaran muchas cosas e, incluso, eliminaran parte de ese histórico patrimonio de Manzanares...
 
De todas esas cuestiones, daremos pinceladas en relatos próximos, que nos ayudarán a conocer más el Manzanares de primeros de siglo, siendo esa información, también, la manera mejor de comprender, e ir siguiendo, todos los cambios que se fueron sucediendo en Manzanares, en ese siglo decimonónico y transformador, que cambió muchísimo el tamaño, la fisonomía de nuestro pueblo y la vida de sus gentes, tal como ha sugerido el título de esta crónica que ahora le ruego concluya, querido amigo, pues ya fue de bastante para su pretensión…


208). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: EL SIGLO XIX…MANZANARES SE ABRE AL MUNDO.

Es momento ya, querido cronista, me dice D. Cosme, de comenzar a relatar la historia de Manzanares en el Siglo XIX.. que fue muy intensa y diversa, y cambió el tamaño, la fisonomía del pueblo y la vida se sus gentes. Personajes relevantes serán protagonistas de sus aconteceres; ya hemos conocido a Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor, quien seguiría siendo, sin duda, la figura más importante e influyente en nuestro pueblo en las primeras décadas del XIX, como tendrá usted ocasión de comprobar muy pronto. Pero en esta primera crónica genérica del Siglo XIX en Manzanares, sigue D. Cosme, lo más resaltable es que Manzanares se abrió al mundo exterior con más fuerza que nunca. Seremos reconocidos fuera de nuestras lindes por muchos episodios en que nuestro pueblo, sus gentes, paisanos ilustres y otros forasteros insignes, fueron protagonistas principales... y, en gran medida, eso fue debido no solo a valores propios, también por nuestra privilegiada situación en la llanura manchega, y el paso por nuestra villa del Camino Real de Andalucía, que, desde finales del XVIII, soportó casi todo el tránsito de carros y personas entre Madrid y el sur.

 Los mesones y posadas de Manzanares hicieron el resto en la acogida de celebres forasteros en el Siglo XIX: reyes, políticos, literatos, científicos, militares, artistas... pasaron por Manzanares y convivieron con su gente… Todos y cada uno de ellos, sigue D. Cosme, nos dieron a conocer al mundo como nunca hasta entonces, con la inestimable ayuda de modernos medios de comunicación: correo, prensa y ferrocarril,.. que se fueron desarrollando, durante ese Siglo XIX… 

Le contaré los sucesos más importantes habidos en Manzanares y los muy relevantes personajes que estuvieron en la villa, o tuvieron que ver con ella, a lo largo y ancho de esa centuria. El siglo empezó tranquilo en la vida tranquila de una villa como Manzanares y pocas cosas relevantes hubo, le citaré, sigue D. Cosme, por ej, que en 1804 se promulga en España una disposición que prohibía los enterramientos dentro de las poblaciones, por lo que se cercó el cementerio contiguo a la ermita Virgen de Gracia, que era el mayor de Manzanares...

El Párroco Sotomayor, en ese tiempo, ejercía de líder religioso y político; siendo protagonista de los principales sucesos vividos en la villa; y también de otros aspectos de la vida cotidiana, por ej los festejos:, La Navidad.. Fiestas de los Santos Viejos y de las ánimas benditas, con sus lumbres y tradiciones de barrio, carnavales; Semana Santa…y de ese Manzanares de primer tiempo de siglo, me dice D. Cosme, algo comentaremos en próximas crónicas… Pero, lo cierto es –sigue D. Cosme- que Manzanares, como toda España, cambió tranquilidad por vorágine antes de terminar la primera década del XIX, cuando los franceses extendieron su imperio napoleónico a la península, y estalló en 1808 la guerra de la independencia... 

  
Ermita de San Blás.

Por la situación estratégica de Manzanares, en el Camino Real de Andalucía, los invasores franceses establecieron en nuestra villa la capital de la provincia de la Mancha en 1809, trasladando aquí, sigue D. Cosme, su organización administrativa, la prefectura, el gobierno militar (instalado con sus tropas, en el Castillo) y el Tribunal de lo Criminal, que juzgaba a guerrilleros apresados por el ejército francés en la región. Casi todos esos patriotas españoles eran condenados a muerte, y ejecutados en los patios del castillo o en la Plaza publica, que fue tristemente conocida como el "Matadero de la Mancha”…. En ese tiempo infausto, continua D. Cosme, empezó un proceso que se prolongó durante todo el siglo, en el que Manzanares cambió su tamaño y aspecto, transicionando de villa a pueblo… En aquella contienda -continua D. Cosme- se vivieron en Manzanares episodios que quedarán para siempre en la historia de este pueblo, entre los que le destacaré, como más relevantes, el asalto al hospital militar francés, habilitado en el convento de los Carmelitas descalzos, y el subsecuente episodio histórico del encuentro, (idea de Sotomayor) entre la imagen de Nuestro Padre Jesús del Perdón, procesionado por los paisanos del pueblo, con las tropas francesas del General Sebastiani en la ermita del Cristo de la Agonía, encuentro que limitó la venganza de los franceses y contribuyó a engrandecer la leyenda del Patrón actual de nuestro pueblo, cuando Sebastiani bajo de su caballo e impuso su fajín en la cintura de nuestro Cristo Arrodillado. 

A pesar de esta muestra de perdón, la ira de los franceses les llevó a destruir todo el entorno del Paseo del Río, y el Parterre de San Isidro, incluyendo su coqueta ermita.. Por entonces, sigue D. Cosme, los invasores destruyeron también el Convento de Carmelitas y la antigua ermita del Santo Sepulcro, utilizando restos de sus materiales para parapetar el Castillo.. Ambos, Convento y Ermita, seguirían distinta suerte en años posteriores... Del convento solo quedaron sus ruinas, pero la Ermita se rehízo, en 1847, bajo la advocación y nombre de San Blas... Sin temor a equivoco, fuimos la villa manchega con más episodios guerreros en aquella contienda. Todo ello dará pie a numerosos relatos, pues aquel terrible tiempo constituyó una de las etapas más relevantes de la historia de Manzanares, y plena de sucederes. 

Calicanto, al fondo, Fábrica de la luz.

'Los cinco Puentes'

En esa etapa, nuestras gentes demostraron su hidalguía, sigue D. Cosme, oponiéndose como pudieron a la tiranía asesina de los ocupantes franceses, cada vez que tuvieron ocasión, desmintiendo el supuesto “afrancesamiento” que nos atribuyeron injustamente algunos pueblos vecinos, al acusarnos de colaboracionismo con los franceses, solo por el hecho que ellos, los invasores, nos habían elegido como punto de referencia en La Mancha… Pero, nada menos cierto, sigue D. Cosme, pues tal como quedó refrendado por el Reino de España, precisamente por sus actuaciones en la guerra, Manzanares fue reconocida con el título de “Fidelísima villa”. 

En otros puntos de la villa, los franceses se portaron mejor, respetando bastante nuestro patrimonio. Como curiosidad le comento que la torre de la catedral se usó para observatorio del terreno por vigías del ejército francés. Naturalmente, sigue D. Cosme, el gran número de franceses en Manzanares en aquella etapa de ocupación, dejó su impronta cultural…por ej, se creó la primera logia masónica de la provincia de Ciudad Real, con sede en la Casa de los Merinos de la calle del Carmen… y, ciertamente, también, como otro hecho positivo de la estancia francesa, quedó cierto “poso ilustrado”, que nos llevaría a ser la “avanzadilla” manchega de los movimientos sociales y culturales característicos de la segunda mitad del Siglo XIX. 

En tiempos inmediatamente posteriores a 1814, tras el final de la guerra, Manzanares continuó siendo el núcleo vital más importante de Ciudad Real en diversos aspectos, como, por ej, en los incipientes desarrollos industriales, el correo y las Postas. Manzanares, aparte de todos eso, a lo largo de ese siglo XIX, también sufriría plagas, inundaciones y sequías en nuestros campos…y graves epidemia de cólera, donde destacó por su entrega y dedicación,un paisano ilustre, el médico D. Alfonso González Mellado que, al final de esa centuria, también fue un gran benefactor de nuestro pueblo, como mecenas de la gran reforma que transformó, a como es hoy día, la Ermita de la Veracruz y, además, fue el promotor y hombre fundamental en la creación del actual hospital de la Milagrosa... de él, y de sus logros, hablaremos también en algún relato. como también lo haremos de la más insigne manzanareña que ha conocido la historia de este pueblo, María Francisca Díaz Carralero Rodezno, conocida para la posteridad, como la “ciega de Manzanares”… Su trayectoria vital se prolongó desde poco después del final de la guerra de la independencia, hasta el final de esa centuria, ,Pobre y ciega de nacimiento, su vida fue un ejemplo de desarrollo personal… Poetisa y repentista de gran ingenio fue reconocida en su talento, a lo largo del siglo, por intelectuales españoles y extranjeros, e incluso por la propia reina Isabel II, cuando recalaban en Manzanares. Ella, acudía a visitarles para mostrarles su ingenio, y se convirtió en la mejor embajadora y propagandista de nuestro pueblo en el Siglo XIX... 
Fábrica de Harinas.

Y claro está, hablaremos también de la evolución durante el siglo XIX de los lugares e inmuebles más relevantes de Manzanares como el Paseo del Río y su entorno, sus Ermitas, la Catedral y el Castillo entre otros..La transformación continuó con el proceso desamortizador de Mendizabal de 1836, que liquidó nuestra Encomienda calatrava, y motivó en Manzanares cambios patrimoniales importantes de lo eclesial y sus ordenes religiosas, afectando, de manera significativa, a el castillo de Pilas Bonas que, a fecha de hoy, está engullido entre construcciones de sus nuevos propietarios particulares... Más tarde, otros hechos cambiarían vidas y pueblo, en la segunda mitad de ese Siglo XIX, comenzando por el episodio del “Manifiesto de Manzanares”, en 1854, del que comentaremos bastantes cosas en algún que otro relato, por ser, sin duda, el suceso histórico que más dio que hablar de Manzanares en España en toda su historia como pueblo, cuando desde un balcón de la casa esquinera de la entonces calle del Pósito con Empedrada, un joven político, que luego llegaría a Presidente del Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo, leyó una proclama, escrita de su puño y letra, por la que el político y general rebelde Leopoldo O’Donnell, se rebelaba contra el poder del Rey establecido, proclama que se conocería como “Manifiesto de Manzanares”, y que dio paso y lugar a un cambio de gobierno y política en España, a traves del llamado “bienio liberal”. La elección de Manzanares por O’Donnell no fue casual, todo fue preparado aquí por un amigo y correligionario, otro ilustre paisano, D. Francisco González-Elipe y Camacho, político liberal, poeta, jurista y gentilhombre de la corte de Isabel II, que fue elemento decisivo para concretar en nuestro pueblo el citado “Manifiesto de Manzanares”.

Con la llegada del ferrocarril, allá por 1860, sigue D. Cosme, dio comienzo el desarrollo industrial de Manzanares, que creció considerablemente en su vertiente norte, en el entorno de las vías del tren, apareciendo nuevos elementos urbanos que hoy son muy característicos de Manzanares, como; los “cinco puentes” y el “banco de la paciencia”... también cantidad de diferentes industrias y una estación de tren, en cuya proximidad se construyeron, grandes bodegas y destilerías… Al final del siglo XIX, se ensanchan las Alamedillas del Río y se construye el Parterre, en cuyo entorno, se edificó un depósitó colector, donde se almacenó el agua de Siles, dejando resuelto el abastecimiento de la la población, y también allí se desarrollaron industrias y fabricas de primer nivel, como el Matadero de la viuda. de Cendal, la Fabrica de Harinas, o la “fábrica de la luz”... que concretaron una industrialización sin parangón en la zona, de las que hablaremos en varios relatos. 

Esa transformación industrial, llevó aparejada cambios en las rutinas sociales del paisanaje, hasta entonces concretadas en el ruralismo de un pueblo agrícola como era Manzanares. Movimientos como el asociacionismo y el anarquismo, tuvieron un especial desarrollo y pujanza en el Manzanares de la segunda mitad del Siglo XIX, en relación a los cambios de paradigma social, que trajo de la mano la industrialización... También llegaron, nuevas formas de relax y ocio del paisanaje, que florecieron en los pueblos de España, y en los que Manzanares fue pionero en La Mancha. Aparecieron Casinos y centros de cultura, donde los paisanos se reunían a tertuliar, jugar a naipes o escuchar conferencias, debates o mítines políticos; de eso hablaremos en algún relato. 
Y es tiempo ya, me dice D. Cosme de dar fin a esta crónica genérica de un siglo en que la insigne villa de Manzanares devino en pueblo y se abrió al mundo como nunca hasta entonces, y de eso habrán de darse bien cuenta, usted y sus lectores, en los numerosos y variados relatos relatos que habrán de llegar a costa de esa centuria decimonónica