¿Damos un paseito por Manzanares?

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HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

domingo, 9 de junio de 2019

216).RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: LOS PRIMEROS CARNAVALES DEL SIGLO XIX.



Le voy a contar en esta crónica, querido reportero, me dice D. Cosme, como eran las cosas acerca de las fiestas de carnaval en nuestra villa a primeros del siglo XIX….. Y procede hacerlo porque, en aquellos años, justo desde la llegada a Manzanares de Sotomayor, estas fiestas alcanzaron gran auge en la villa. Por eso, y para que pueda contarle a sus lectores como eran le citaré unas cuantas cosas acerca de aquellas fiestas de carnaval en Manzanares, al inicio del Siglo decimonónico…y, además, antes que usted me lo pregunte, le explicaré también las razones de ese auge.. 

Seguro que usted, continua, habrá barruntado ya que el pastor de la villa, el inefable y omnipresente Frey Sotomayor, algo tendría que ver en todo eso, ya que casi nada de lo que ocurría por aquí escapaba a su influencia. Pero claro, en principio, sigue D. Cosme con retranca, resulta extraño que un pastor de la Iglesia, en aquel tiempo, cuando el control eclesial de ritos, fiestas y costumbres era máximo, en lo que concernía a sus aspectos mundanos, se dedicase a potenciar a “Don Carnal” en sus disputas anuales con “Doña Cuaresma”. Ciertamente, no era así, continua D. Cosme, se trataba de una estratagema más del listísimo Sotomayor para lograr el máximo de sus objetivos, y es que, en 1800, en un contexto social absolutamente integrado con lo religioso en el Reino de España, muy alejado todavía de los cambios socio.culturales de la Ilustración, que ya se percibían en Europa, donde el predominio de la individualidad en las cosas del mundo, preconizados por la Ilustración, explotaba en esos festejos de carnaval, exaltando lo más profano del ser humano, en rebeldía frente a las jerarquías religiosas o políticas del marco social, en España era impensable.. pues, ahora,, como entonces, - prosigue D. Cosme su ilustrada disertación- las "carnestolendas", que era como se conocían a las fiestas de carnaval, aun cuando también simbolizaban el aspecto más profano de la vida de las gentes, no dejaban de estar insertas en el particular calendario litúrgico que caracteriza la vida y costumbrismos de sus pueblos y, por tanto, también de Manzanares. 

Las carnestolendas, fueron muy populares en la villa durante la comendaturía del Señor de los Cameros y Conde de Agular, D. Iñigo de la Cruz, muy promotor de las fiestas populares;.. y, al final del siglo XVIII, por el trasiego de gentes que supuso para la villa el Camino Real de Andalucía, nuestro carnaval fue citado en sus notas por alguno de los múltiples viajeros que nos visitaron…Hay que decir que, a criterio de las autoridades eclesiales de cada localidad, en algunos sitios, y también en Manzanares, en ocasiones los carnavales se prohibían y en cualquier caso, con más o menos tolerancia, si se autorizaban, siempre era imprescindible que la fiesta llevase unidos aspectos religiosos; pues, al fin y al cabo, esas fiestas expresaban el grito de lo profano, que daba paso al predominio natural de lo espiritual en el inmediato tiempo de la Cuaresma.. En La Mancha, y en Manzanares, ese nexo de unión del carnaval con la religión estaba representada por limosnas o dádivas a las “ánimas benditas del purgatorio”, algo que, como veremos, no pasó inadvertido a los ojos y perspicacia de nuestro insigne, agudo e inteligente párroco, Frey Sotomayor . A pesar de esa impregnación religiosa, continua D. Cosme, el carnaval manzagato no dejaba de ser una fiesta popular... 


La Plaza y calles adyacentes se llenaban de las gentes del pueblo, siendo costumbre que desfilasen agrupadas las distintas cofradías gremiales existentes en la villa,,. Eran famosas la de los pastores, la de los labradores, la de los hortelanos y la de los herreros... Los desfilantes iban bien pertrechados y ataviados con las banderas y hábitos propios de su gremio, acompañados del sonido de los tambores, fanfarrias y músicas, en un espectáculo festivo, luminoso, vital, variopinto y multicolor.. Y junto a eso, dice irónico D. Cosme, la “tolerancia eclesial” , se justificaba en una recaudación limosnera, que, como ya sabemos, iba destinada a las "benditas ánimas del purgatorio”; limosnas que, sigue en su ironía D. Cosme, como era difícil hacerlas llegar al purgatorio, terminaban nutriendo las arcas eclesiales, como una alternativa adicional a las exiguas congruas que donaba la encomienda a la parroquia…

Precisamente, en febrero de 1800, el año de los primeros carnavales de ese siglo, y también el año de los primeros carnavales de Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor en Manzanares, se anunció la formación de dos nuevas congregaciones gremiales que iban a participar en las carnestolendas: la de labradores y la de los herreros, que por la propia naturaleza de la villa, iban a suponer un número considerable de nuevos protagonistas en la fiesta...Y parece que Sotomayor no fue ajeno a ello, ni tampoco a los preparativos que hicieron que ese carnaval de 1800 resultase particularmente brillante y concurrido. Las chanzas, las fanfarrias, los uniformes, las banderas, las tamborradas y, en fin, todos los elementos comunes a la fiesta de carnaval, se dieron cita, como nunca hasta entonces, ante la inusitada expectación de los paisanos, que, en un momento u otro de los días que duró, prácticamente ninguno dejó de pasar por la Plaza, donde el carnaval callejero tenía su punto central.. Allí, sigue su diserto D. Cosme, era el lugar tradicional de comienzo y final de los desfiles gremiales, que tenían diferentes trayectos por las calles de la villa, de modo que era casi imposible que algún vecino no se enterase que el pueblo entero vivía el tiempo de carnestolendas. 

En la Plaza pública, aparte de los propios desfiles, y animadas por bandas de músicos, también se hacían, chanzas, chirigotas y comedias al aire libre, que acumulaban muchos espectadores, y ese solía ser uno de los momentos, aprovechados tradicionalmente por algunos monaguillos de la parroquia, para animar a la gente a entregar sus limosnas a las “animas benditas”…Y es ahí, querido cronista, sigue D. Cosme, en esa costumbre del momento y manera tradicional de obtener las limosnas, donde la práctica y natural inteligencia del párroco puso el “punto de mira” , con el fin último de incrementar la cuantía total de lo obtenido por ellas; algo que era muy necesario y perentorio para la parroquia en aquel inicio del Siglo XIX cuando, como sabemos por anteriores crónicas, Sotomayor estaba en conflicto judicial contra el Comendador de la villa, con el claro propósito de lograr un incremento en las congruas parroquiales que la encomienda destinaba a la Iglesia, manifiestamente insuficientes, para atender las necesidades más perentorias de los numerosos pobres de solemnidad existentes en Manzanares entonces.

Retablo y cúpula de la Capilla Mayor de la Asunción.

Y llegado el inicio de aquellos carnavales de 1800, sigue D. Cosme, las gentes de Manzanares entendieron por qué su párroco se había implicado tanto en sus homilías de enero, y en diferentes paseos y contactos por la villa, para que aquellos carnavales de 1800 resultasen tan brillantes y concurridos… Es bien cierto, que Sotomayor, desde su llegada a Manzanares, siempre mostró una gran determinación en sus medidas de ayuda a los pobres, algo, para él, obligatorio para quien se catalogaba de cristianos, y por tanto no extrañó a nadie que pidiese a su pueblo en las homilías particular generosidad en las limosnas asociadas a la fiesta; pero, en todo caso, con más o menos intensidad, era lo que los paisanos habían oído en años previos al anterior párroco, D. Manuel de Oviedo y sus tenientes, cuando llegaban las carnestolendas... Pero claro está, a la hora de la fiesta, resultaba una cuestión sencilla para cualquier paisano escaquearse e ignorar a los monaguillos cuando se acercaban a pedir con sus cestos, no obteniéndose demasiado dinero de esas limosnas.. Pero, ese año 1800, las cosas iban a cambiar a ese respecto en la villa de Manzanares, ¡¡vaya que si!!, exclama D. Cosme…Sotomayor, sabedor de todo eso cambio la forma de limosnear en la Plaza, sin que nadie sospechase nada de sus intenciones en los días previos…Lo cierto fue que Sotomayor, ante la sorpresa de propios y extraños, en la primera oportunidad que tuvo, cestilla en mano, y acompañado en ese menester limosnero por un distinguido y potentado feligrés, D. Manuel Carrillo Dávila, muy relacionado con la nobleza de la villa, apareció en la Plaza, mezclándose entre los estupefactos paisanos que la abarrotaban, que se vieron sorprendidos con semejante escenario que para nada esperaban, donde su admirado y respetado párroco y un rico feligrés, estaban, personalmente, pidiendo limosnas para las ánimas benditas. 

La presencia de Sotomayor en esa tarea, entusiasmó a mucha gente, que se animó de inmediato a donar buenos óbolos en la cestilla del párroco. Por otro lado, aunque solo fuese por vergüenza de no dar nada al párroco en persona, muchos que habitualmente se escaqueaban, se “rascaron el bolsillo” muy a su pesar, (rie D. Cosme)…. Por su parte, D. Manuel Carrillo, muy bien aleccionado por D. Pedro, se acercaba a cualquiera de los congéneres que reconocía como de la alta sociedad local que por allí pululaban, y que, si bien, años antes, podían tratar con desdén a los monaguillos, sin darles nada y sin llamar mucho la atención… ahora, aunque solo fuera por eso tan propio de nuestra villa como “el que dirán”, más bien se pusieron a competir en generosidad sobrevenida, por la sorpresiva situación, comenta jocoso D. Cosme... Lo cierto es que, las donaciones fueron de tal magnitud, y la recaudación tan brillante que, después del ofertorio de fin de fiestas, "al hacer cuentas", y ante el asombro general, se advirtió que alcanzaba la desmesurada cantidad de 7000 reales en maravedís....lo que provocó el recelo de la autoridad civil, representada en aquel momento, en ausencia del alcalde mayor, por el regente de la Real Jurisdicción, Don Luís Díaz Pallarés, regidor perpetuo y decano del Ayuntamiento de la villa de Manzanares; lo que dio lugar a otra disputa más del ilustre Sotomayor con las autoridades civiles.. El munícipe llegó al extremo de dar la orden de depositar la cantidad recaudada a custodia de otro "vecino de distinción", muy “experto en cuentas”, don Pedro Alvarez, reputado y rico paisano, a más de excelente cristiano, que vivía en la casa esquinera entre Ancha y San Antón, lo que le citó aquí, porque años después, bien pasada la mitad de ese Siglo XIX, su casa familiar serviría para aumentar el tamaño de la ermita de la Vera Cruz; dándole, además, entrada por la calle Ancha, tal como la conocemos hoy....Bueno, sigue D. Cosme, continuando con lo que estábamos, con evidente sorpresa y disgusto por las dudas de las autoridades civiles, Sotomayor aceptó la revisión de cuentas…y, aclarada su legítima procedencia en la actividad limosnera, y puesto que era difícil hacerlas llegar al purgatorio, se invirtieron en “misas a favor de las citadas ánimas benditas”, repartiendo el dinero, escrupulosamente, entre los sacerdotes naturales de la villa, con lo que, dice jocoso D. Cosme, las “ánimas del clero viviente”, vieron aliviada su pésima situación financiera, por la muy escasa congrua que les daba el “bendito Comendador”….

Con ello, puede, querido plumilla, dar por concluida esta crónica acerca de las “carnestolendas” de primeros del Siglo XIX…y de cómo las aprovechó nuestro “ilustrado” párroco Frey Sotomayor…



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