¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

HERMANADAS.

M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

222). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: LA EDUCACION DECIMONONICA.


Mi muy querido reportero, me dice D. Cosme, con cierto deje amargo, para comenzar esta crónica … usted me conoce ya bastante bien, como para saber lo orgulloso que me siento de Manzanares y de sus gentes hidalgas y emprendedoras, algo que siempre nos hizo destacar como pueblo, en los casi 700 años de historia que ya tenemos, a la fecha de 1912 en que conversamos. Pero, verá, el tema que hoy le propongo, será una muestra de algo no tan bueno, que explica, en gran medida, el atraso secular de España en cuanto a su incorporación al mundo de las naciones más avanzadas en ciencia y cultura. 

La escolarización y la educación infantil a gran escala, fueron los elementos claves y paradigmáticos del movimiento ilustrado, lo que cimentó y propició, más que ninguna otra cosa, el progreso de las naciones que más abrazaron ese movimiento. En España, el poder de la Iglesia, y su influencia en la práctica educativa, demoró la incorporación a las escuelas de muchas herramientas educativas, basadas en el raciocinio, la observación empírica, la explicación objetiva y científica de los fenómenos naturales y el libre acceso a la literatura, el arte y los conocimientos adquiridos en el ámbito de la sociedad civil… 

Aquí, en España, y en particular en Manzanares, prosigue D. Cosme, a principios del siglo decimonónico, la educación docente estaba poco regulada, distaba mucho de ser universal y, como había que pagar por recibirla, las tasas de escolarización eran muy escasas, existiendo un alto porcentaje de población analfabeta. A pesar de este retraso y esas carencias, y aunque solo fuese en un aspecto formal e institucional, la Encomienda y el Consejo de las Ordenes mostraban un posicionamiento positivo hacia la enseñanza y la escuela… Por ej, nuestra encomienda afirmaba en sus reglas, lo que sigue:. “… “la ocupación de la enseñanza a los niños es la más augusta y la base más sólida de todo el edificio político”... En tanto que el Consejo de Ordenes decía, que:.. “se había esforzado en reformar las escuelas normales de los principales pueblos por medio de sabios planes que sobre este objeto se formaron….tratando de establecer maestros con dotaciones fijas”..; un intento de fijar en la escuela pública al maestro, asegurándole un salario estable...

Pero toda esta normativa, no se concretaba en la realidad más allá de sus buenas intenciones. Por ejemplo, en Manzanares, dice D. Cosme, como en cualquier otro lugar a inicios del siglo XIX, no era la encomienda ni el Consejo de Ordenes quien pagaba la soldada de los maestros, eran los padres quienes tenían que hacerlo, por lo que, al final, solo los niños de familias pudientes, permanecían en la escuela un tiempo razonable, pues los hijos de familias pobres, que no podían permitirse ese gasto, dejaban la escuela muy pronto, y se incorporaban con sus padres a las labores del campo en las quinterías. En Manzanares, continua D. Cosme, en el año 1800, teníamos dos escuelas de párvulos, o “primeras letras”, para niños…con bastante asistencia de pequeños, para los tiempos que corrían… Los niños, sigue D. Cosme, aprendían, sobre todo, caligrafía, ortografía y redacción, aparte de la doctrina católica. De estas dos escuelas masculinas, conocemos los nombres de sus maestros, por los correspondientes certificados que ellos mismos emitieron, a fecha de 22 de febrero de 1800, sobre el número de alumnos que cada una de ellas tenía a su cargo. Una de las escuelas estaba regentada por el maestro D. Pedro Josef Díaz Peñalver, y contaba con 104 alumnos… y. en la otra, el maestro se llamaba D. Agustín López Camacho, y contaba con 115 niños….De estas cifras se deduce que, como Manzanares tenía en ese primer año del siglo XIX unos ocho mil habitantes, de los cuales niños de ambos sexos serían unos 1600, pues se puede concretar la cifra de niños varones de la villa, aproximadamente en la mitad de esa cifra, unos 800…por tanto, si solo iban a la escuela 209, la tasa de escolarización de los niños manzagatos varones era tan solo de un 25 por ciento, aproximadamente. 

Algo si es relevante en ese porcentaje, porque resalta, otra vez, el carácter hidalgo y generoso que caracterizó de siempre a la gente de nuestra villa;… algunos de esos alumnos pertenecían a familias “pobres de solemnidad”, asumiendo los dos maestros antedichos, con la ayuda de la parroquia, el coste de su escolarización…Y que decir de las niñas, para el costumbrismo social de los tiempos, que reducía el papel de la mujer a un nivel muy secundario, en la casa, y subsidiado al hombre…

Con todo y con eso, al menos Manzanares, a diferencia de otras villas, contaba con dos pequeñas escuelas para niñas, que recibían, allí, clases de labor y doctrina cristiana, en general muy poco tiempo, hasta que se incorporaban a las tareas de sus casas, en ayuda de sus abnegadas madres, que ni siquiera tuvieron esa oportunidad en su niñez. Verdad es, sigue D. Cosme, que en el caso de las niñas, como usted supondrá, querido cronista, la tasa de escolarización era casi irrelevante, mucho menor que la ya de por si muy pequeña de los niños varones… Como va dicho, en las escuelas, casi todo lo que se enseñaba a los niños emanaba de la doctrina católica o estaba impregnada de ella, evitándose de manera más o menos intencionada cualquier apunte que pudiese cuestionarla, o que así se interpretase por la autoridad civil o eclesial...

En Manzanares, además, en esos primeros años del siglo decimonónico, la autoridad intelectual, moral y social del párroco Sotomayor lo impregnaba todo, De hecho, sigue D. Cosme,… él, mejor que nadie, conocía el estado cultural de nuestra infancia manzagata, pues como sabemos por relatos previos, fue el propio Sotomayor, personalmente, quien, de casa en casa, durante el primer año de su labor pastoral en Manzanares, elaboró el censo parroquial de la villa, por lo que conocía de primera mano a todos los niños, sus vicisitudes, y las de sus padres… Eso le permitió valorar el pobre estado de la enseñanza en la villa, con crítica bastante ácida, que plasmó en un escrito que decía, entre otras cosas:.. “para graduar la clase de educación moral y aun literaria que pueden proporcionar estos maestros basta la simple inspección de sus propios certificados…el estilo y lenguaje de su dicción y de las ideas de que son capaces…las escuelas están tan abandonadas que apenas puede dárseles el nombre de tales…de los maestros que las sirven, el uno de ellos menos malo que el otro,, emplean muy corta y descuidada asistencia, el uno la deja a cargo de un pasante de muy corta instrucción, el otro, de ejercicio agrimensor, tiene casi cada día que abandonar la escuela por largas temporadas para asistir a la medida de tierras y suele quedar la enseñanza a cargo de un hombre inepto que ni un puede escribir por estar gafo de las manos”….

Quizá, en gran parte por eso, un de los empeños de Sotomayor en su intensa labor pastoral, fue la creación de grupos y actividades parroquiales para la catequesis de los niños y niñas del pueblo, donde él se implicó, muy personalmente, tanto en la educación en los valores cristianos de los pequeños, como en darles un complemento a su pobre bagaje escolar; algo que también extendió a poblaciones más adultas, otra de las razones más claras del respeto que Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor se ganó en Manzanares muy pronto.. Además del análisis que hizo Sotomayor, en aquel tiempo primero del Siglo XIX, fueron otras autoridades y vecinos los que mostraron su preocupación por el estado de las escuelas, lo que denota que ese tema social empezaba a crear una inquietud, hasta entonces desconocida, en las motivaciones de la gente…Asi, por ej, sigue D. Cosme, el escribano Andres Martín de Almagro, comentó por entonces que:.. “la única instrucción que recibían los niños era la imitación de sus maestros”…mientras que un ilustrado vecino de la villa de Manzanares escribía que… “las lecciones de leer, las planas de escribir y los capítulos de doctrina los dan unos con otros atropelladamente…y los maestros, ya por su poca asistencia, ya por la muchedumbre de niños, no pueden atender a todos…los padres algo instruidos tienen que dedicarse a enseñas a sus hijos”… 

El catedrático de latinidad Calixto Diaz Roncero, quien regentaba en Manzanares un centro de enseñanza media (remedo de los actuales institutos,), también hizo una crítica del estado de las escuelas de la villa:… “solo enseñan alguno que otro capítulo de doctrina cristiana por el catecismo del padre Ripalda, pero muy superficial y sin explicación”… Comentaba D. Calixto que, por eso mismo, él se veía obligado a: .. “emplear los sábados para mejorar los conocimientos no adquiridos en la escuela, a todos los nuevos alumnos de la villa que accedían por primera vez a sus aulas” .. Y así llego la guerra de la independencia, siendo a su final cuando las Cortes de Cadiz,, en 1812, elaboran la primera Constitución española, que si dio un paso decisivo en el desarrollo de la escuela, la educación y la cultura en el Reino de España. Aquí le entrecomillo, a renglón seguido, mi querido cronista lo más importante de lo que quedó plasmado en sus textos, en relación a la educación:..
«Para que el carácter sea nacional, para que el espíritu público pueda dirigirse al gran objeto de formar verdaderos españoles, hombres de bien y amantes de su patria, es preciso que no quede confinada la dirección de la enseñanza pública a manos mercenarias.»…y, en el título noveno, «De la instrucción pública», en los artículos 366 y 371, que marcaban las pautas a seguir en la política educativa, se dice que esta debe ser…”tendente a la formación de ciudadanos, que «ilustren a la nación y promuevan su felicidad con todo género de luces y de conocimientos»”… 
D. Antonio Rubio Fernández-Caballero,
Alcalde de Manzanares.

Después, lentamente, y con intermitencias, pero siempre en la buena dirección, la enseñanza y escolarización de los niños españoles fue haciéndose mejor a lo largo del XIX, aunque la distancia con los paises más ilustrados continuaría aumentando… Tendremos ocasión de hablar de todo ello en algún relato posterior, pero ya es tiempo que usted de fin a esta crónica sobre el estado de las escuelas manzagatas a principios del Siglo decimonónico, y no quiero que lo haga sin antes filosofar un poco sobre la importancia de la voluntad humana en cualquier ámbito de la vida…Y esta reflexión viene a cuento, querido cronista, por que lo mismo que hemos visto hace un rato, como el pastor Sotomayor se implicaba en mejorar el precario estado de la enseñanza infantil de Manzanares al inicio de aquel siglo decimonónico, donde las autoridades poco hacían al respecto; sin que nadie se lo hubiera pedido…hoy, a esta fecha de 1912 en que hablamos, un ilustre paisano de este pueblo, que ejerce de alcalde, D. Antonio Rubio Fernández-Caballero, hacendado personaje, que, quizá por ello, no tenía porque estar especialmente motivado en estos temas de la enseñanza y la escuela publica, está revolucionando, desde hace un año, en Manzanares, todos estos temas.. fomentando la creación y construcción de varias escuelas públicas, y dando un impulso desconocido hasta ahora a la escolarización de los niños de este pueblo…Es posible que D. Antonio Rubio sea más recordado en la posteridad por el Gran Teatro de Manzanares, u otros inmuebles del pueblo, construidos por su impulso durante su mandato…pero sin duda, ninguno de esos logros será comparable al patrimonio de futuro que dejará en Manzanares su impronta personal en la enseñanza de sus niños….



viernes, 20 de septiembre de 2019

221). RELATOS PEDRO VILLRROEL. MANZANARES 1912. LA ARISTOCRACIA DECIMONONICA.


Y en estas semblanzas del siglo XIX, comienza D. Cosme, es momento de hablar de la aristocracia de Manzanares, refiriéndome tanto a quien tenía títulos nobiliarios, como a otras familias principales de la villa. Y es oportuno, porque la aristocracia manzagata, a lo largo del siglo XIX, padeció una evolución decadente, desapareciendo algunas de las sagas más relevantes. 

Empiezo, me dice D. Cosme, por lo más significado antes de la Guerra de la Independencia, el Marquesado de Salinas, título nobiliario de estirpe siciliana, cuya cabeza visible, a primeros del XIX, era D. Agatino Chacón y Castelli, vecino de Palermo, a quien conocemos, por el litigio que ganó al condado de Casa Valiente, en 1804, para recuperar el patrimonio manzagato del Marquesado que, desde 1765, había quedado en manos del Condado de Casa Valiente, por acuerdo entre su padre, D. Tomas Chacón de Narvaez y el titular entonces del Condado, D. Pedro José Pérez-Valiente… 

Tras ganar ese pleito, D. Agatino se personó en Manzanares para hacerse cargo de su patrimonio...En 1809, los franceses llegan a Manzanares… y D. Agatino se puso a sus órdenes, le enviaron a la corte del Rey impuesto, José Bonaparte, que le nombró Chambelan, Al acabar la guerra, tuvo que exiliarse en Francia, perdiendo de un plumazo todo su patrimonio manzagato; que fue incautado, y destinado, por el nuevo gobierno español de postguerra, al denominado ”crédito público”, en donde quedó relacionado en una documentación administrativa, con el sugerente epígrafe de “Secuestro del marqués de Salinas”… Y aquí, continua D. Cosme, hubiese terminado la historia del Marquesado de Salinas en Manzanares, si no hubiese sido por la amnistía que Fernando VII concedió a casi todos los “afrancesados” que lo pidieron. 

Marquesado de Salinas.

Casa Marqueses de Salinas.

D. Agatino, recuperó la casa y toda su hacienda de Manzanares. Y, sigue D. Cosme, el Marqués tuvo la suerte de encontrarse con la oportunidad de pujar en el proceso desamortizador de Mendizabal, incrementando su patrimonio, el 21 de septiembre de 1821, con las 1.118 fanegas de la dehesa de Siles que ese día adquirió en pública subasta… D. Agatino muere en 1836, heredando el Marquesado, su hijo D. Tomás Chacón-Salinas, quien al frente del Marquesado enajenó las aguas de Siles (por escritura hecha en Madrid en 1867) a una empresa que realizó años después el primer abastecimiento de agua potable a Manzanares, D, Tomas falleció en Madrid, en 1874, heredando el marquesado su hijo, Agatino Chacón-Salinas y Castellí, quien lo mal gestionó, perdiendo mucho de su patrimonio, hasta su muerte en Manzanares, al inicio del siglo XX, cuando languidecía toda la historia de siglos del Marquesado unida a este pueblo nuestro… 

Historia, que puede estar finalizando su tiempo, si quien hoy ostenta el Marquesado, Dª Manuela Chacón-Salinas de Forcallo, quedase sin descendencia…. 


Le hablaré, ahora, mi querido cronista, de la familia Pérez Valiente, ostentadores del condado de Casa Valiente… otra aristocrática saga de Manzanares, de mucha menor trayectoria en la villa, pero íntimamente relacionada, a primeros de este siglo XIX, con la familia Salinas, como ya sabemos. Su historia manzagata comienza en 1765, cuando el patrimonio del marquesado de Salinas, se transfiere al Condado de Casa Valiente, por acuerdo entre D. Tomas Chacón de Narvaez y el titular del Condado, D. Pedro José Pérez- Valiente… Al comienzo del siglo XIX, el conde de casa Valiente era D. Pedro Ignacio Pérez-Valiente, del que ya conocemos el otro pleito que mantuvo con su madre, Dª Francisca Brost y Varona, a cuenta del dinero que el marqués de Salinas entregó a su condado, cuando se deshizo la permuta entre ambas casas. D. Pedro Ignacio, perdió este pleito con su madre y, apesadumbrado, marchó a Madrid, muriendo en 1807.. Su viuda e hijos, se marcharon a vivir a La Solana, excepto el hijo mayor, D. Pedro-José Pérez Valiente, casado en Manzanares con Dª Catalina Merino (mujer de otra hidalga familia manzagata de la que comentaremos después), en una fastuosa ceremonia, oficiada por Sotomayor en 1801… 

D. Pedro-Jose, entonces Regidor del Ayuntamiento, vio su linaje unido a otra noble saga de la villa, iniciando su vida marital en la casa del Marquesado de Salinas; pero, tres años después se rompió el pacto con el Marquesado, y tuvieron que irse a otra casa de la calle Empedrada, menos vistosa, pero apañá, remata jocoso D. Cosme… La suerte del condado en Manzanares estaba echada; y, a la muerte de su padre en 1807, D. Pedro José lo hereda en precaria situación… Al poco tiempo, enferma, y muere en 1812 al final de la guerra; concluyendo la mejor etapa de esta saga y, aunque aún quedó en la villa alguien de la familia, su trayectoria se fue marchitando. 

Sin duda alguna, querido amigo, la familia Merino, de la que le hablaré ahora, es una de las sagas aristocráticas más antiguas, seguramente la que más, de las que hoy quedan en Manzanares. Su Palacete de la Calle del Carmen es uno de los edificios emblemáticos de este pueblo nuestro, las bodegas de su sótano son, casi con total seguridad, las más antiguas de la villa, puesto que están datadas en el siglo XV. La casa es especialmente conocida por que, en ella, pernoctó la Santa Teresa de Jesús a su paso por Manzanares, en plenas fiestas de carnavales, el 14 de febrero de 1575.

Esta rica y hacendada familia jalonó, por este y otros episodios, la historia de nuestro pueblo y, a diferencia de otras familias nobles, siempre fue muy estimada por los paisanos, que reconocían en ellos su generosidad, su nobleza y su capacidad de acogida. Centrados en el siglo XIX, sigue D. Cosme, le destacaré de esta saga a D. Francisco Javier Merino, clérigo muy respetado en la villa, que cedía siempre su carruaje cuando se hacía preciso llevar el viático a un enfermo Otro miembro relevante, a esas fechas, fue D: Juan José Merino de la Fuente Parreño, que vivía en la Plaza, y administraba una gran parte del patrimonio familiar, como el arrendamiento de los pastos y tierras de labor de la dehesa de Siles, o el de otras tierras de la Orden de San Juan..Como otras sagas, cuyas finanzas se basaban en la cultura de terrenos de las Ordenes militares, su decadencia social fue inevitable en los tiempos que siguieron a la desamortización de Mendizabal, pero su historia quedó ahí...

Escudo de los Quesada-Treviño
La familia Quesada, otra de las más conocidas de la villa, propietaria del Mayorazgo de Manzanares, y con una historia importante en el siglo XVI, donde fundó y financió el Convento de las monjas Franciscas, había conocido su máximo esplendor en el siglo XVIII, cuando los Quesada unieron su linaje al de los Treviño. Pero, en el XIX, como en otras sagas, todo fue a menos, sigue D. Cosme... En 1801, su cabeza visible era D. Francisco de Quesada y Robres, Regidor del Ayuntamiento y fiscal de Almagro. Los avatares posteriores a la guerra de la independencia, abolieron los mayorazgos en 1820, y el basamento jurídico-administrativo del patrimonio familiar se vino abajo…y, por ello, las siguientes generaciones Quesada, nunca tendrían ya la influencia de antaño... 

Otra de las sagas antiguas de la villa era la de los Morales (ganaderos llegados de Soria, al final de la Edad Media) que, al inicio del XIX, estaba mestizada desde mucho antes con otra familia de renombre, los Lopéz-Trompo. Tenían su mansión en la esquina de la calle Trompas con Ancha, y poseían uno de los más pingues patrimonios de la villa- A inicio del XIX, sus cabezas visibles eran el matrimonio formado por D. Pedro-Pablo Alvarez Morales y su prima, D. Isabel de Morales y Fuente, casados en Manzanares en 1791. En ese siglo XIX, lleno de cambios político-sociales, esta saga, a diferencia de otras, supo mantener patrimonio e influencia y, en 1896, se engrandeció aún más, al entroncarse con otro apellido noble del pueblo, los Corchado, cuyo escudo enseñorea la fachada de la calle Ancha de la casa familiar .
Y tras este repaso a la evolución de la aristocracia manzagata más antigua, en el curso del siglo decimonónico, comenta D. Cosme, quiero hablarle un poco de algunas sagas emergentes en Manzanares durante el siglo XIX… que, en el inicio del siglo XX, se constituyen ya como la nueva oligarquía de Manzanares; los apellidos: Alvarez, Ochoa, Fernández Caballero, González-Elipe, Diaz Pinés, González-Calero, González Mellado, Mulleras, Corchado Soriano, García-Noblejas, Fernández-Pacheco, Mazarro,. Lopez Diaz, Sánchez-Cantalejo, Moraleda, entre otros varios más…, aparte ser reconocidos como más significados representantes de la nueva oligarquía de Manzanares en patrimonio o influencia social, serán protagonistas de muchos episodios históricamente trascendentes a lo largo del siglo decimonónico, como tendremos ocasión de conocer en sucesivos relatos, por ej, el papel de la saga Alvarez, al ceder su propia vivienda familiar de la esquina de calle Ancha con San Antón, pasada la mitad de esa centuria, para ampliar y reformar la Ermita de la Veracruz, dándole entrada por la calle Ancha, tal como la conocemos hoy...

El insigne médico y paisano, González Mellado, abnegado y generoso protagonista en el control y tratamiento de las epidemias de cólera que vivió Manzanares, con gran riesgo personal; además de su mecenazgo para la citada reforma de la Ermita de la Veracruz y para la fundación del hospital de la Milagrosa.. Y, como no, la trascendente participación en el “Manifiesto de Manzanares” de quien, seguramente, junto al citado doctor, merece el título de paisano más insigne de Manzanares en el Siglo XIX, D. Francisco González-Elipe….

Pero, en fin, como le dije hace un rato, continua D. Cosme, estos apellidos, y algunos otros, reaparecerán en sucesivos relatos, que mostraran como fue el devenir histórico de este glorioso pueblo nuestro, Manzanares de La Mancha, a lo largo del siglo XIX, Por ahora, querido reportero, de usted fin a la crónica, pues ya fue de bastante para ilustrar a sus lectores como ese siglo XIX transformador, también supuso un cambio significativo en la oligarquía manzagata…


martes, 10 de septiembre de 2019

220). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: MÁS HABITOS Y COSTUMBRES, EMPEZANDO EL XIX.


El siglo decimonónico, mi querido cronista, como ya hemos advertido en relatos previos, fue un siglo cambiante en muchas cosas y hábitos de las gentes manzagatas. Cambios que se apreciaron, sobre todo, en la segunda mitad de esa centuria, con el desarrollo industrial y con un incipiente asentamiento de la ilustración, como elementos regidores del costumbrismo político y social: En los albores del siglo decimonónico, la divulgación y práctica de juegos y diversiones populares eran de gran enjundia para los promotores del movimiento ilustrado, en su idea de cambio hacia una sociedad alegre y, activa, volcada en lograr participación ciudadana en las múltiples actividades sociales. 

Manzanares siempre tuvo una tradición de gente alegre y festiva, con frecuentes eventos culturales y taurinos en su Plaza pública, desde hacía un siglo, impulsados por el último comendador calatravo, Conde de Aguilar y Señor de los Cameros. Es cierto, sigue D. Cosme, que España, por la influencia de la religión en los poderes políticos y en los hábitos sociales, tardaría mucho en incorporarse a ese movimiento de la ilustración, basado en el raciocinio, para el desarrollo de las ciencias, la política, la sociedad y las propias personas. 

De hecho, hoy, a primeros del siglo XX, aunque ya es notoria su influencia, los españoles tenemos un atraso secular con respecto a nuestros congéneres europeos. Por eso, lo que vamos a considerar en esta crónica, continúa D. Cosme, acerca del costumbrismo social en Manzanares a inicios del siglo XIX, antes de la Guerra de la Independencia, nos mostrará que la influencia de la ilustración era casi irrelevante, pues no hacía nada que se dejaba notar en los países europeos donde surgió el movimiento después de la Revolución Francesa….Pero, en nuestra villa, siempre algo adelantada a su tiempo en La Mancha, empezábamos a participar de algunas costumbres asociadas a lo que se produjo en toda Europa por ese movimiento de la Ilustración, que todavía eran inexistentes en otras aldeas cercanas. Y, quizá, sigue D, Cosme, lo primero que se comenzó a notar en las costumbres del paisanaje de Manzanares, a inicios del siglo XIX, sobre todo en la gente con posición social más desahogada, eran los atisbos de algo desconocido hasta entonces, lo que podiamos identificar como una tendencia asociativa entre personas

Plaza de Toros de Manzanares,




Es verdad, continua D. Cosme, que la mayoría del vecindario se dedicaba al campo, y que sus faenas y labores en huertas, eras, viñedos, olivares y campos de cultivo, les ocupaba casi todo su tiempo, sin margen para ninguna otra actividad,.. Pero, sigue D. Cosme, la gente aristocrática, la aparición de los primeros “nuevos ricos”, derivados de la incipiente industrialización de la villa; el cada día mayor número de profesionales liberales (médicos, boticarios, abogados, comerciantes) y un número muy significativo de funcionarios, escribanos, etc.. desarrollaban sus vidas y tareas en el pueblo y, por su tipo de trabajo, comenzaron a tener cada vez más espacios de tiempo libre… con ello, surgió y, “abrió paso”, el concepto de ocio o tiempo libre que, a su vez, motivó el inicio de costumbres locales para llenar esos espacios de tiempo, algo casi impensable e inexistente en las sociedades de siglos pasados… Las tertulias y reuniones vespertinas o nocturnas en los patios de las casas solariegas de Manzanares y otro tipo incipiente de tertulias, como las reuniones de “rebotica” entre farmacéuticos, médicos y alguna gente más de otras profesiones liberales, fueron en aquel tiempo primero del siglo decimonónico, heraldo de los futuros centros cívicos de ocio, que cristalizaron en muchos pueblos y ciudades, y también en Manzanares, ya avanzada la segunda mitad del siglo XIX, en casinos, ateneos y foros de intercambio social y cultural, que irían dando lugar a diferentes formas de asociacionismo, pero eso, sigue D. Cosme, aún estaba por llegar…

Ermita de Altagracia.

Ya hemos visto también, en la anterior crónica, la influencia de los militares en tránsito sobre el Manzanares de primeros del siglo XIX. Sabemos por anteriores crónicas de los festejos de carnaval, en honor y sustento de las ánimas benditas del purgatorio, con el colorido, el bullicio, las fanfarrías y chanfletas de los distintos gremios del paisanaje manzagato, en la Plaza Pública de la villa y calles aledañas. La romería por la fiesta de San Marcos, desde la ermita de la Virgen de Gracia a la ya entonces ruinosa ermita de San Marcos, con sus carros y caballos ajaezados, y los romeros perfectamente ataviados, eran una parte muy colorista y propia de aquel costumbrismo local de primeros del XIX. También los juegos taurinos y las representaciones teatrales formaban parte de las diversiones y costumbre de los manzagatos, en la Plaza, en el curso de las ferias y fiestas anuales de Agosto.…

Aunque es cierto que, en aquella primera época del XIX, y por influencia de las corrientes ilustradas de Europa, comenzó la polémica que, desde entonces, acompaña a los festejos taurinos;… estos fueron muy cuestionados en la Corte del Reino por los personajes más ilustrados de la misma. De hecho, prosigue D. Cosme, Godoy prohibió las fiestas de toros en el Reino de España en el año 1805 y, quizá, si no hubiera llegado la Guerra de la Independencia, que supuso un paréntesis absoluto en la vida social de España, esos festejos taurinos hubieran dejado de existir en aquel primer inicio del XIX.-. Sin embargo, continua D. Cosme, en la postguerra inmediata, hubo una reacción general contra todo lo que provenía de Francia, incluidos muchos aspectos simbólicos que se asociaban al movimiento de la Ilustración, recuperando las nuevas autoridades españolas, hábitos y costumbres propias, como los festejos taurinos, que comenzaron de nuevo a tomar un gran auge en el Reino de España y en Manzanares…

Todo ello formaría parte de aquellos primeros años del XIX en Manzanares, e influiría en nuestro costumbrismo cotidiano en un sentido o en otro, termina D. Cosme. Pero, junto a todo eso, la juventud más pudiente del pueblo, también empezó a tener afición a determinados juegos, antes no conocidos o practicados por muy pocos, Los niños y jovencitos, empezaron a divertirse con diferentes juegos de “pelota”, los niños, o de “corros” en las niñas,… “el juego del escondite” “la bocha”, “el truco”, “las tabas”, “la rayuela”, “las canicas” “la peonza o trompo” y el muy popular entre los chicos, desde que llego al costumbrismo de nuestra villa, “juego del salto a la pídola”, que Goya plasmaría con gran brillantez… 

Como un hecho puramente local, los hombres mozos,… y no tan mozos,.. cuando tenían tiempo libre, se afanaban en el juego de los bolos o en el de tanganas, bien en las eras de los márgenes de la villa, o bien en alguna de sus plazuelas; especialmente en la de la Virgen de Gracia, al norte de la población, algo que resultó bastante polémico en el Manzanares de ese tiempo, pues mucha gente consideraba irrespetuoso hacer juegos cerca del humilladero y las tapias del cementerio. Por su parte, las chicas de familia bien, se reunían en alguna de las casas solariegas de sus padres, para jugar a las prendas, y a diferentes juegos de “corros”, loteria, chaquete o damas… Como curiosidad, sigue D. Cosme, la afición a la lectura se generalizó entonces en esas jovencitas de la aristocracia manzagata,.. eso sí,, cambiando los cuentos de hadas y las revistas de moda, por novelas de amor, a veces algo procaces para aquella época, que las chiquillas se intercambiaban a escondidas de sus padres...

'El Calicanto'.

 Para la juventud y la gente mayor, sigue D. Cosme, que en eso no había distingos, empezaron a ser cada vez más comunes y cotidianos, cuando llegaba el buen tiempo, los paseos a la tarde desde el Calicanto, caminando al lado de la madre nueva del Azuer, por el Paseo del Rio, hasta llegar a las alamedas cercanas al molino grande y a el de Don Blas… trayecto que, a primeros del XIX, no estaba cortado por las vías del ferrocarril, que aún no había llegado a nuestras vidas. Al llegar a la alameda, en la ribera del río, la gente hacía meriendas y no faltaban las tertulias y las largas tabas, al socaire de la frescura del agua de río próximo, y a la sombra del arbolado.

 Ciertamente, eran entornos idílicos, muy bonitos y apetecibles, que empezaron a ser, desde entonces, una parte cotidiana del hábito y costumbrismo local, algo que hoy se mantiene, un siglo después, consolidado entre las gentes del pueblo, que van y viene hasta allí, recorriendo de arriba abajo los paseos del rio y sus alamedas, en un ritual siempre algo diferente, según sea el tipo de paseante, jóvenes, ancianos, familias o grupos de amigos, pero que han dado color y vida propia a nuestra local historia intima, desde aquellos tiempos iniciales del Siglo XIX, hasta nuestros días…y que lo seguirán haciendo, con toda seguridad, sigue D. Cosme, lírico y vehemente, una vez que desde hace una año, en 1911, y como usted ya sabe, son pieza básica de las fiestas de Agosto, ya que su ferial, puestos y chiringuitos de berenjenas, zurra y otras chucherías, se disponen a lo largo de esos paseos tan nuestros, dando inicio con ello a otro entorno nuevo y a otro costumbrismo. Y D. Cosme me dice que ya fue de bastante, como el gusta para concluir estas crónicas, para hablar un poco de esos costumbrismo decimonónicos de comienzo en Manzanares,..
Y, para terminar, jocoso como es él, D. Cosme me deja la siguiente reflexión…quizá pronto, nuestra juventud busque otras diversiones que ahora comienzan a verse, como ese juego del balompíe, llegado de la pérfida Albion, en el que uno y otro equipo de jugadores contendientes. corren alocadamente detrás de una pelota de cuero, con insensato interés en patalearla e introducirla entre tres palos de madera, juego este que, de manera sorprendente, al menos para quien le habla, está tomando un gran auge en las capitales de España y de Europa…En fin, tiempos y costumbres, concluye D. Cosme..



219). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: COSTUMBRES Y MILITARES A INICIOS DEL XIX.

El siglo decimonónico, mi querido cronista, como ya advertimos en relatos previos, fue un siglo cambiante en muchas cosas y costumbres manzagatas, pero alguno de dichos cambios habían aparecido ya al final de la centuria anterior, derivados muchos de ellos del paso continuado por nuestra villa de muy dispares gentes, con sus correspondientes hábitos y costumbres. Y de uno de esos modismos, que incidió de manera particular en la villa de Manzanares, a primeros del siglo XIX, es de lo que le propongo verse la crónica que paso ya a relatarle…

El Camino Real de Andalucía, sigue D. Cosme, fue el principal responsable, sin duda alguna, de ese tránsito y recalo de gentes por nuestros lares, y resultó determinante en el desarrollo de ciertos costumbrismos... ese trasiego creciente de gentes por Manzanares afectó en varios aspectos al pueblo en los primeros años de ese siglo, antes de la guerra de la independencia... Y en esa tradición manzagata de conflictos a primeros de siglo, continúa,.. al igual que al principio del XVIII, hubo un conflicto entre el pueblo y el Alcalde Mayor, a cuenta del reclutamiento irregular de paisanos, para nutrir las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión,… 

A comienzos de este siglo decimonónico, Manzanares vivió diferentes situaciones conflictivas entre las gentes del pueblo y el Ayuntamiento, también relacionados con la milicia… pero, en este caso, dice con sorna D, Cosme, no por un nuevo reclutamiento de paisanos para ir a la guerra, sino por causa del “reclutamiento” obligatorio de militares forasteros en distintas casas de la villa, concluye con una sonora carcajada... 

Y es que, sigue divertido y jocoso D. Cosme, en ese tiempo, siguiendo el Camino Real de Andalucía, transitaban con frecuencia por Manzanares contingentes importantes de soldados, para los que no había intendencia ni alojamiento suficiente en el castillo, ni en las posadas, existiendo, por ello, ordenanzas reales que obligaban al Concejo de Manzanares a buscar acomodo a la soldadesca en casas vecinales. Ese hecho, continúa jocoso D. Cosme, motivó frecuentes conflictos entre los vecinos “agraciados” con la inesperada compañía militar en sus domicilios, y el Ayuntamiento que se la estaba imponiendo;… mucho más, cuando la nobleza y la gente acomodada de Manzanares, poseedora de más grandes mansiones, quedaba exenta de esa obligación de acogida a la milicia, algo que irritaba todavía más a la gente común, que, en eso de la nobleza, no le iba a la zaga a la gente noble de casta, por lo que admitían muy mal esa “injusticia distributiva” en el reparto de militares, termina esta parte de su diserto, entre serio y divertido, D. Cosme… 

Y es que, además, sigue, el problema de acoger en las casas del pueblo a militares no era una cuestión baladí, o de escasa enjundia... y, desde luego, iba más allá de crear conflictos de espacio en las viviendas, pues aunque muchos de esos militares solo transitaban por el pueblo, alojándose nada más que una noche, algunos otros se quedaban acantonados en la villa, y en las casas de acogida correspondientes, hasta que se les adjudicaba destino… y, lo peor de todo, sigue D. Cosme, es que solían ser bastante pendencieros, irrespetuosos y procaces en sus formas y comportamiento, escandalizando con frecuencia a toda la gente del pueblo y motivando más de una riña o disputa...y le diré, que todo eso nos ha llegado, incluso, en referencias escritas de la época, que muestran bastante bien la preocupación con que se vivía en el pueblo la mala convivencia existente con los militares que aquí llegaban… por ej, en las citas que una vieja conocida de relatos previos, Dª Rafaela Pérez Valiente, dejó en un libro sobre su vida…donde escribe, específicamente, esto, acerca de ese tránsito continuo de militares por Manzanares:… “Oh!!...cuanto me perjudicó el trato con ellos!....son libres, o diciéndolo con más propiedad, hay muchos que son impíos; si pudiera yo dar una voz que se oyera en todo el mundo, exhortaría a las madres de familia no permitieran a sus hijas el trato con militares y que las guardaran de ellos y que los huyeran como de gente apestada, pues dan el veneno de su contagio en copas de oro y en píldoras doradas”…



Lo cierto era, continua D. Cosme, que, en la villa manzagata, cada vez que llegaba un nuevo contingente militar, la gente del pueblo asistía a un mismo ritual, que se vivía con inquietud y desasosiego por todo el vecindario, ya que era seguro que varios paisanos tendrían que alojar en sus viviendas a muchos de esos militares, para los que el castillo y algún otro edificio de acuartelamiento que existía en Manzanares, se habían quedado pequeños... Ese ritual se desarrollaba en la Plaza Pública, donde los militares esperaban en formación la llegada de los denominados “oficiales boleteros”, quienes repartían en la plaza, a los militares allí formados, unas “boletas” marcadas, que les había entregado el escribano de la villa, D. Juan Ressa, donde se les indicaba el domicilio que les debía acoger el tiempo que estuviesen en Manzanares. Cuando los paisanos afectados por el reparto tenían conocimiento de su “suerte”, no había casi ninguno que se mostrase satisfecho de dar techo a uno de esos militares, pues ya se sabía, por experiencias previas, que un gran número de ellos eran prepotentes, altivos y más dados a la exigencia en las casas que los alojaban, antes que mostrar el lógico agradecimiento a quienes les acogían, aunque fuese de manera obligatoria…

La verdad, prosigue D. Cosme, es que, en una villa tranquila en sus hábitos y costumbres vitales, , como era el Manzanares de primeros de aquel siglo decimonónico, muchas de las pocas trifulcas, riñas y discusiones que se daban en ella, tenían que ver con esos alojamientos impuestos de militares. Y en referencia a todas esas disputas, y como ejemplo de ellas, voy a contarle, para su crónica, uno de los episodios que más polémicas suscitó en la villa…

En el año 1800 don Ramon Mateos, un médico, colegiado en Madrid, que había llegado a ejercer a Manzanares en 1799, recién casado ese mismo año, fue uno de los vecinos que resultó agraciado con un inquilino militar de un regimiento que acababa de arribar a Manzanares… El médico se acogió a una norma que, en principio, pensaba le solucionaría el problema, y que consistía en que cualquier domicilio de una pareja con menos de 4 años de matrimonio quedaba exento de esa obligación de acogida... Pareció, en un primer momento, continua D. Cosme, que el recurso le iba a funcionar al galeno Mateos… pero, al poco tiempo, se presentaron de manera imprevista, en su propia casa, tres regidores del Ayuntamiento, que le obligaran, como contraprestación, a entregarles dos sabanas y dos “almohadas delgadas”, para uso del militar al que tenían que buscar alojamiento en otro lugar... Este militar debía estar en Manzanares en expectativa de destino y como, por alguna razón que desconocemos, el galeno no caía bien a ciertos regidores del Ayuntamiento, tiempo después intentaron de nuevo obligarle en la acogida del militar…y de nuevo, el recurso del doctor Mateos, aduciendo similares razones de tiempo marital, resultó exitoso para sus pretensiones, comenta sonriente D. Cosme,... 



Pero este conflicto, que parecía concluido, estaba lejos de terminar, por la contumacia y la inquina personal de esos regidores hacia el indómito D. Ramón…y, a fecha del 17 de septiembre del dicho año de 1800, cuando el galeno atendía a unos transeúntes que parecían sufrir alguna infección epidémica, se personaron en su casa el alguacil mayor y un oficial del regimiento de infantería, con la intención de reconocer la vivienda, y con la orden taxativa de dar acomodo en ella, en su planta superior, a la esposa del comandante de un nuevo regimiento que acababa de llegar a Manzanares. En esta ocasión, de nada sirvieron las protestas de Mateos, pues el oficial militar y el alguacil, bajo amenaza de poner el caso en manos de la Capitanía General de Castilla la Nueva, le dieron de plazo hasta las cuatro de la tarde para acondicionar la planta alta de su casa, donde el galeno tenía su estudio. D. Ramón les suplicó que no desmontasen la librería que tenía en dicha estancia, pero su prudente esposa, D. María Teresa Carmona, para evitarle problemas a su marido, mientras este discutía con el alguacil, procedió a ir desmontando los muebles y a recolocar libros y papeles… algo que disgustó a su esposo que no estaba por la labor de no continuar luchando contra lo que consideraba un atropello flagrante…

D. Ramón, acalorado, garrapateó en unos minutos un escrito de protesta, sobre lo que allí estaba sucediendo, y que, en un principio, el alguacil se negó a cursar por el cauce reglamentario… En el escrito, D. Ramón Mateos, argumentaba que: tal gravamen era ilegal por la norma,… que existían muchas casas en la villa tan buenas o más que la suya para ese menester, y que era, por tanto, falso que, la suya, se tratara de la mansión más capaz, como se pretendía por el Ayuntamiento, añadiendo que su casa, a lo largo de veinte años, nunca se utilizó para alojamientos de este carácter…: Así las cosas, sigue D. Cosme, D. Ramón consiguió que se pidiese un informe al ayuntamiento de Membrilla, referente a si esta obligación alcanzaba o no a los médicos en esa población, pues en el pueblo vecino tenían un prestigioso escribano, muy buen conocedor de todas las vicisitudes y problemáticas de las administraciones locales de la época. Este señor, que se llamaba D. Pedro García de Mora, certificó que, allí, en La Membrilla, por mor de su especial tarea, los facultativos estaban exentos de dicha carga de acogida a militares, por numerosas que fueran las tropas, y de cualquier otra razón, “respetándoseles: honras, gracias y preeminencias”. Con este informe en mano, los regidores del Ayuntamiento de Manzanares, tuvieron que tragarse su orgullo y dar la razón legal, que le asistía desde un principio, a D. Ramón Mateos, pues supieron por el Sr García de Mora que, de haber sido consultado, el Consejo de Castilla habría emitido una resolución similar, con el riesgo de sanción al Ayuntamiento por obstruccionismo y tergiversación de las normativas legales del Reino.
Y puede usted, mi querido cronista, dar aquí fin al relato, pues parece suficiente para dar cuenta de un cierto costumbrismo en el Manzanares de principios del siglo XIX, y de alguna de sus consecuencias…aparte ser una muestra más de la hidalguía de un paisano, de reciente data en la villa, pero ya paisano a fin de cuentas, que fue capaz de hacer valer sus derechos, frente a la fuerza del poder impositivo de la Autoridad local…