He venido
comentándole en anteriores relatos, querido reportero, que la mente y los ojos
del todopoderoso Emperador, Napoleón Bonaparte, se detenían con frecuencia en
un nombre, Manzanares,.. ya fuese al recordar la primera derrota de su ejercito
en la Mancha en la segunda fase española de la guerra de la independencia, al
final de 1808, o cuando fijaba su vista en un mapa de España, donde aparecía, como enseñoreado a sus
ojos, el nombre de Manzanares, dominando, estratégicamente, la vasta planicie
de la región de La Mancha, en el Camino Real de Andalucía, como firme bastión
de las Españas, concluye, rimbombante D. Cosme.. ..y, sigue,.
Y no es que lo
diga yo, armado de orgullo por mi pueblo, es que esa actitud, casi obsesiva, de
Napoleón hacia todo lo que representaba Manzanares, se comenta también en
escritos de relevantes militares franceses que compartieron por aquella época
con el Emperador.. y es que, Napoleón, herido en su orgullo, pero también
sabedor de la importancia estratégica de ese punto del mapa hispánico, llamado
Manzanares, que, además, estaba adquiriendo un valor simbólico de resistencia
que no le gustaba nada, por lo que nos tenía con frecuencia en su pensamiento y
entre sus objetivos inmediatos. Estábamos, pues, entre ceja y ceja de Napoleón
Bonaparte y, más tarde o más temprano, habríamos de tener noticias suyas..
En
Manzanares, afortunadamente, permanecíamos ignorantes de esa pulsión agresiva y
obsesiva del Emperador francés hacia nuestra villa, aunque, como vimos en el
anterior relato, la prudencia y el instinto inteligente de Frey Don Pedro Alvarez
de Sotomayor, ponía, a cada momento, cadencia y freno a los naturales impulsos
de exaltación local, algo que hacía habitualmente en los escritos de la Junta
Local de Gobierno de la villa, donde evitaba presumir de "Fidelísima
villa", ya que, por mor de la circunstancias, muchos de esos edictos
terminaban en manos josefinas o, lo que es igual, en las del mismísimo
Emperador.. Incluso, sigue D. Cosme, Sotomayor, desde el púlpito, cuando se
presentaba la ocasión, reclamaba al fielato de Manzanares similar actitud a la
suya, y lo hacía, muy sabiamente, y en clave religiosa, que es lo procedente en
una Iglesia, haciéndoles ver lo pernicioso del pecado de la soberbia.... Así
estaba el escenario a primeros de 1809, continua su diserto D. Cosme...
Manzanares había recuperado el pulso de su vida habitual, el mercado de la
plaza por las mañanas, el bullicio de las gentes en las calles principales del
pueblo, el entrar y salir de viajeros de las posadas, los comercios abiertos y
activos, las herrerías a pleno rendimiento, para certificar el buen estado de
los aperos campestres, en desuso todo el mes anterior...Las mulas y los
labradores estaban de nuevo sobre los terruños de nuestra antiquísima
encomienda... y en las iglesias y ermitas, las bodas, los bautizos...todo, en
definitiva, volvió a un cauce de normalidad, impensable una semana antes, casi
parecía mentira, pero era verdad..
Al tiempo, y al norte de Manzanares, continua D. Cosme, el
reorganizado ejército español había avanzado desde nuestra posición hasta Madridejos,
mientras que los franceses habían replegado su frente unos veinte kilómetros,
dejándolo situado en la villa de Tembleque... La tensión era clara y el choque
armado se presumía inminente. Las tropas del ejército español del Centro,
entonces al mando del Duque del Infantado, se mostraban amenazantes para las
francesas del mariscal Victor, ubicadas en Toledo. En esas tropas españolas del
Duque del Infantado y, más concrétamente, en la Primera División del
contingente, al mando del Teniente General, Marqués de Coupingy, se ofrecían a
la Patria un buen grupo de paisanos de Manzanares, algo que no quiero dejar
pasar de lado, sin que usted lo transcriba en su crónica, en honor a todos
ellos y, sobre todo, en el de los que perdieron la vida en las batallas que
estaban por llegar...
Se cuenta por el grupo asesor del Emperador, que Napoleón, al
tener noticias de esta situación amenazante, estalló de ira en su cuartel
general... y, de forma muy abrupta y tajante, ordenó al Rey impuesto, su
hermano Jose Bonaparte, actuar de manera inmediata contra las tropas españolas,
y lo hizo, más o menos, en estos términos; "Ordena al
Mariscal Victor que reuna las divisiones necesarias, y que luego busque, por
donde esté, al ejercito del duque del Infantado.. acabe con él, y ponga rumbo a
Manzanares, para destruir a las tropas del marqués del Palacio y tomar, de una
vez, ese pueblo"....
Ciertamente, me dice D. Cosme, no había ya ninguna duda que
estábamos entre las cejas de Napoleón...y la cosa se nos estaba poniendo muy
sería, aunque estuviéramos todavía ignorantes en Manzanares de esa obsesión
imperial contra nuestro pueblo...
Así las cosas, el Mariscal Victor en cumplimiento de las órdenes
del Emperador, reunió un contingente de tropas, incluyendo a los Dragones de
Latour Manbourg, todavía perplejos por sus fracasos previos en las dos
intentonas de tomar nuestro pueblo en Diciembre de 1808...pero, por eso mismo,
también deseosos en vengar definitivamente esas afrentas a su gran prestigio
militar....De esa manera, el 13 de Enero de 1809, ambos ejércitos, francés y
español, se encontraron, frente a frente, en la ciudad de Ucles..El resultado
del choque fue desastroso para los españoles, que plantearon mal la estrategia
del combate inicial, perdiendo posiciones y efectivos enseguida, por lo que
cuando llegó el duque del Infantado con el grueso de sus tropas al frente de
batalla, era demasiado tarde...ya la cosa no tenía arreglo. Nuestras tropas
tuvieron más de 1000 muertos y unos 7000 soldados quedaron prisioneros de los
franceses, entre los que había más de 300 jefes y oficiales. El fiasco fue tan
enorme que al duque del Infantado no le quedó otro remedio que ordenar,
inmediatamente, la retirada de todo el ejército a su mando. huyendo sus tropas,
de prisa y corriendo, hacia el Levante y Andalucía ... Ocupado Ucles por los
franceses, sigue D. Cosme, llegaría, sin duda alguna, lo peor. Los supuestos
portadores de los grandes valores de libertad, igualdad y fraternidad, que
proclamaba su reciente revolución, se comportaron de una manera ignominiosa,
repugnante y asesina con la inerme población local, saquearon el pueblo,
matando indiscriminadamente a muchos vecinos y a todo el clero local,..y,
rizando el rizo de la cobardía, la crueldad, la vesanía, la infamia y el
crimen, se dedicaron, en un diabólico aquelarre final, a vejar y violar a más
de 300 mujeres del pueblo, a las que luego quemaron vivas en el interior de la
iglesia.... Tanto fue el horror, que hasta el mando francés reconvino a su
infame soldadesca, en una respuesta insuficiente e hipócrita...
Napoleón, en su cuartel general, se mostró, por fin, satisfecho
por el resultado de esta victoria clamorosa en La Mancha... pero, en modo
alguno se olvidó de Manzanares por esa satisfacción inmediata a la victoria de
su ejército en Ucles.. Tanto fue así, que antes de partir desde Valladolid a
París, porque le reclamaron de forma urgente el 21 de Enero de 1809, envió
personalmente a su hermano, Jose I, que quedó (mientras él estaba en Francia),
al cargo de todas las operaciones, un detallado programa de lo previsto para
cada una de ellas...
Al referirse a la operación "Andalucía", sigue D.
Cosme, Napoleón dejó escrito, de su puño y letra, algo tan significativo como
lo que ahora le pido plasme usted, querido plumilla, en el redactado de su crónica...y
lo que le pido escriba, no es otra cosa que lo que, literalmente, escribió
Napoleón Bonaparte:
"...de aquí a que se haga la operación de
Andalucía es necesario ser dueños de Manzanares y de toda la planicie hasta el
pie de la Sierra Morena y hacer atrincherar tres castillos desde Manzanares
hasta Aranjuez en los cuales algunas compañías de infantería y algunas piezas
de cañón se hallen al abrigo de los insurgentes...."
Estaba claro que Napoleón nos tenía entre ceja y ceja, y que
quería, a toda costa, su trofeo, su particular "cabeza del Bautista",
que no era otra cosa que nuestro pueblo, Manzanares de La Mancha,...pero, eso
si, incluso en la apostilla final de la cita de Napoleón, sobre las piezas de
cañón en el castillo, se dejaba translucir, bien a las claras, el respeto que
sentía el Emperador por nuestro pueblo y por sus gentes.. La suerte, desde
luego, estaba de nuevo echada para Manzanares...muy pronto tendríamos por aquí
a los franceses... y, ahora, dispuestos y decididos a terminar de una vez con
nuestra resistencia. En Manzanares, su gente y las autoridades locales, nada
sabían de esta fijación napoleónica hacia nuestro pueblo, aunque es cierto que,
cuando vieron que comenzaban a aumentar en la villa tropas del ejército
español, tras la debacle de Ucles, empezaron a barruntarse que algo sucedía en
el peor de los sentidos posibles. algo que les confirmaría desde la Junta Local
de Gobierno, y desde los púlpitos, D. Pedro Alvarez de Sotomayor, que instó al
pueblo a estar preparado, espiritual y físicamente, para los nuevos momentos de
quebranto y zozobra que se aproximaban....
Pero eso, me dice D. Cosme, para concluir su disertación, ha de
ser motivo del relato venidero.. y no es bueno, ni procedente, contar, en este,
lo que sucedió en ese nuevo encuentro entre franceses y manzagatos, porque,
así, de esta manera, sus lectores quedaran más proclives, y más receptivos, a
leer la siguiente crónica, donde les daré a conocer el resultado del siguiente
enfrentamiento bélico de Manzanares con el ejército imperial napoleónico.
Dejemos esa incógnita, mi querido plumilla, para la siguiente crónica, la que,
sin duda alguna, esperarán con avidez sus lectores, nada mas concluir la
lectura de la presente...que ya fue suficiente para dar cuenta de la fijación obsesiva
de Napoleón por conquistarnos...
Yo, prosigue, y termina, D. Cosme, solamente le reitero que no
adelantaré ni un ápice de lo que ocurrió,... prefiero que sus lectores intenten
adivinar por si mismos, antes de leer el próximo relato, si la insigne y nunca
bien ponderada villa de Manzanares de La Mancha, fue ocupada por los
franceses...o, por el contrario, volvió a resistirse, e incrementó su leyenda
gloriosa.
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