El 7 de Octubre de 1957, Melchor Díaz-Pinés Pinés, envió la siguiente información a la Agencia Nacional de Noticias, CIFRA.
En fechas recientes, se han encontrado en Manzanares (Ciudad Real), unos documentos inéditos y originales de D. Natalio Rivas Santiago, de la Real Academia de la Historia, en los que se ponen de manifiesto detalles históricos hasta ahora desconocidos por el vecindario, que enaltecen y realzan la vida artística de María Francisca Díaz-Carralero y Rodelgo, "prodigio de la naturaleza", como llegó a ser conocida en toda España.
De humildísima condición, la que fuera tan singular versificadora, María Francisca, viose a falta de familiares que atendieran su orfandad, en la precisión de solicitar limosna en los mesones y posadas y luego, en su mayoría de edad, saliendo a los trenes acompañada de un lazarillo y componiendo sobre la marcha inspiradoras y espontáneas piezas poéticas a los viajeros, que al encontrar tan depurado arte en su humilde persona, correspondíanle con largueza.
Tan grande fue su fama, una vez pasó por Zaragoza para concursar en los Juegos Florales de 1874, que el Marqués de Molíns, la invitó a una ruenión de lo más selecto del gran mundo artístico madrileño, que estaban ávidos por conocer su arte y entre los que se encontraban: Bravo Murillo, Gil de Zárate, Bretón de los Herreros, Rodriguez Rubí, Amador de los Ríos, Donoso Cortés, el Duque de Rivas, Nicasio Gallego, Fernandez Guerra y otras personalidades literarias y artísticas de la época ochocentista.
Fue muy aplaudida y agasajada y allí obtuvo su consagración definitiva, acto que hasta ahora desconocían sus paisanos. Murió pobre como fue su vida y aunque una calle, la que nació, perpetúa su nombre en su ciudad natal de Manzanares, es merecedora de un más caluroso recuerdo.
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