¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

miércoles, 9 de octubre de 2019

227). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: "TAMBORES DE GUERRA".

Meses antes que estallase la guerra de la Independencia, conflicto que, ya le adelanto, dará pie a bastantes relatos que por aquí han de sucederse, por la gran relevancia que tuvo Manzanares durante su desarrollo, inicia así D. Cosme esta crónica, los “tambores de guerra” ya se advertían en nuestro pueblo, y de eso, de ese tiempo de primeros del año 1808, versará el relato que ya le propongo... 

Y es que, por el llamado pacto de Fontainebleu, en octubre de 1807, siete meses antes de comenzar la guerra de la independencia contra Francia, el reino de España había acordado con sus, entonces, “aliados” franceses, la ocupación por las tropas napoleónicas del vecino Portugal, y el reparto posterior de sus territorios entre España y Francia... Por eso, a partir de ese momento, y de ese pacto, continua D. Cosme, empezó a ser frecuente el tránsito de tropas francesas por los terruños de España...y, lógicamente, por el Camino Real de Andalucía pasaron muchos de esos contingentes de soldadesca gala…y, aunque nadie suponía lo que iba a suceder en poco tiempo, es bien seguro que, en Manzanares, y en cualquier pueblo atravesado por un eje viario importante, más de uno comenzó a extrañarse de tanto soldado francés por nuestro territorio, entre otras cosas, porque el acuerdo antes mencionado era desconocido por la gente, al constituir un secreto de Estado, comenta D. Cosme...

 Además, sigue, aun siendo normal que los franceses, por cuestiones operativas y de idioma, transitaran por el terruño hispano muy al margen de la gente común,… y que, más o menos, la población española había sido informada que esos militares eran aliados de España, resultaba palmario que los soldados galos hacían ostentación de una sospechosa e improcedente hosquedad y altanería ante los que eran sus aliados y anfitriones españoles, bien fuesen civiles o militares… Por eso, y aunque muchos atribuían esa actitud al supuesto carácter antipático de los franceses,. el recelo y la desconfianza era creciente entre los españoles, tanto en el ámbito civil como en el militar. Los rumores y suposiciones al respecto, también en Manzanares, se hicieron cada vez más frecuentes en corrillos, tertulias caseras y reboticas del pueblo, pero es que también, los muy numerosos militares españoles que, como sabemos por anteriores relatos, eran muy frecuentes en nuestro pueblo, cada vez recelaban más de lo que se traía entre manos el ejército francés…y, en más de una ocasión, comentaron en distintos ambientes del pueblo, que su comportamiento se asemejaba mucho más al de unas fuerzas de ocupación que a lo que se esperaría de una fuerza aliada…

La información compartida era escasa o nula, y las relaciones entre ellos cada vez más tensa, algo que desde ese ámbito militar, se iba trasladando al ámbito civil, pudiendo decirse que, en Manzanares, a fechas de Marzo de 1808, los paisanos de todo tipo y condición, no las tenían nada consigo en relación a los visitantes que nos llegaban de las galias, ironiza D. Cosme... De hecho, cada vez más gente en España, según pasaba el tiempo, comenzaba a barruntarse que estos “aliados galos” estaban tendiéndonos una trampa, y que, a lo peor, en lugar de transitar por nuestro solar, estaban haciendo lo necesario para “quedarse en él una temporada larga” concluye, con sorna D. Cosme...

 Aparte el trajín incesante de soldados, continua, otros hechos "hablaban" en Manzanares de una clara inquietud ante lo que pasaba... Por ejemplo, la comunicación directa con Madrid y Aranjuez, por el camino de Andalucía, hizo que muchos viajantes y carreros de los que pasaban por aquí, informaran de los constantes rumores que existían en los primeros meses de 1808 en la Corte Real, acerca del pacto desconocido con Francia... y de las disensiones en el propio seno de la Corte, pues era sabido que bastante gente del entorno del Rey desconfiaba de los galos.. y que, muchos otros, estaban también en desacuerdo en todo eso con el propio Carlos IV y, más aún, con su "brazo político", el muy controvertido, Godoy...

Aparte de esos rumores que llegaban del norte, Manzanares era, por su enclave viario, un centro importante de correos y postas, estando catalogado nuestro pueblo, Administración Principal de Correos,... Como, en aquellos tiempos, el correo era casi la única forma de transmitir con cierta rapidez muchas de las informaciones de la Corte a los alcaldes mayores de las villas, pueblos y ciudades importantes, así como también a las autoridades de las, aún vigentes, Ordenes Religiosas y a las comandancias militares, pues se explica muy bien que, en esa época, este tipo de mensajes se incrementasen muchísimo y que, en el entorno de la Plazuela del Rosado, donde las postas tenían su sede central en Manzanares, sigue D. Cosme, la actividad se tornase progresivamente incesante, lo que fue motivo de más suposiciones, extrañezas, recelos, rumores y comentarios en nuestro pueblo, sobre lo que podía estar gestándose en los aledaños del poder central... 
Coche de Postal, siglo XIX.


Hay que entender que, si bien ahora, el ferrocarril es quien transporta todas esas misivas y correos, y la cuantía y actividad de las mismas pasa inadvertida, en aquellos primeros años del siglo XIX, el correo se portaba a caballo, desde Manzanares a su destino final en la provincia, .y claro, toda la gente del pueblo, advirtió ese gran incremento de actividad postal, por el bullicio y ruido de las caballerías que llegaban y salían de nuestra Administración Central de Postas. En este tema del correo y postas de Manzanares; y por poner nombre a quienes eran sus protagonistas principales en aquel año de 1808, le comentaré para el contenido del relato, sigue D. Cosme, que el máximo responsable, y Administrador Principal de Manzanares, era D. Manuel María González, quien distribuía los correos y postas, según el destino que fuese a tener, a diferentes paisanos contratados para ese menester… quienes, también de acuerdo a un protocolo previamente establecido, lo acercaban a sus respectivos destinos.. Por ejemplo, sigue, el contratista de postas y correos entre Manzanares y Daimíel, respondía al nombre de D. Pedro Capilla, y parece que vivía en la "casa de la Melocha" de la calle del Mayorazgo, Este señor, comentaba por entonces, a sus más allegados que, en aquel primer tiempo de 1808, le era bastante difícil transportar a Daimiel todo el correo que le correspondía repartir, en los dos días de cada semana que tenía asignados para esa tarea, por lo que a veces tenía que utilizar más días. 

Este trasporte de las valijas de correos, lo realizaba con caballería propia, tardando, más o menos, una hora por legua de camino recorrido, que era también lo pactado en su contrato con la Administración de correos. D, Pedro. Capilla y los otros contratistas de Manzanares, entre los que citaré a: D. Josef Carrión, que vivía en Empedrada, y que tenía a su cargo el transporte del correo a Almodovar del Campo, Almagro y Ciudad Real…, y a D. Pedro Noblejas, que se encargaba del reparto de postas a Villanueva de los Infantes;… acudían, siempre puntuales, a las siete de la mañana, de los días de la semana que tenían asignado reparto, a la Administración Principal de Manzanares, para hacerse cargo de sus respectivas valijas y transportarlas a caballo, según lo convenido, (todos en las mismas o similares condiciones a las de D. Pedro Capilla)... 

Lo cierto es que, a efectos de lo aquí tratado, sigue D. Cosme, también estos últimos contratistas, y en similares términos que el Sr, Capilla, comentaban en el pueblo que algo raro estaba pasando, no solo por la gran y creciente actividad a que se veían abocados, sino por el número cada vez mayor de correos destinados a las comandancias militares y a las autoridades civiles, por no contar la impaciencia de algunos receptores al no llegarles determinadas misivas; y las caras que a veces ponían otros, al recibir algunos de los correos y postas que ellos portaban en sus valijas... Otro hecho, al que quizá no se relacionó en su momento con este problema, pero que posiblemente si que lo estuvo, y por tanto no resultó coincidente, prosigue D. Cosme, fue el retorno de Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor a Manzanares en los días previos al inicio de la guerra… Sabemos que desde cuatro años antes, 1804, D. Pedro estuvo en Salamanca, ocupándose del Rectorado del Colegio que allí tenía la Orden de Calatrava, y no hay ninguna referencia de estancias u ocupaciones de Sotomayor en Manzanares, durante los siguientes cuatro años, hasta el 20 de Marzo de 1808, cuando sabemos que participa en una reunión de nuestro cabildo eclesiástico en la iglesia parroquial de Manzanares. No sería nada extraño que, conociendo el liderazgo que ejercía Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor en el pueblo, tanto en lo civil como en lo religioso, alguna de esas dos autoridades, o quizá las dos, le reclamase a la villa, atisbando como inminentes, los difíciles tiempos que estaban por llegar… 

Desde luego, y como tendremos reiteradas ocasiones de comprobar, ninguna decisión se nos ocurre más acertada que esa para el devenir y el destino de Manzanares en la guerra que estaba por comenzar, donde nuestro párroco, Frey Sotomayor, en la mejor disposición de las posibles para su pueblo, puso en evidencia su gran inteligencia estratégica en la toma continua de decisiones para los muy diversos y difíciles problemas que tuvo que abordar en esos años. Se podría afirmar, casi sin temor a equivocarse, que acertó de pleno en todas y cada una de sus intervenciones para afrontar cada cuestión de las que tuvo a su cargo, utilizando su brillante pensamiento… y adornando cualquiera de sus actuaciones con sus enormes virtudes humanas y pastorales… Tendremos, mi querido reportero, muchas muestras de esto que le comento sobre las actuaciones de D. Pedro Alvarez de Sotomayor, en casi todos los episodios importantes que se vivieron en Manzanares durante esa guerra de la independencia contra los invasores galos..
Y ahora, y así, puede usted dar por concluido este relato, que habrá servido para mostrar a sus lectores, como se vivieron, y sintieron, en la insigne villa de Manzanares de La Mancha, los “tambores de guerra”… de la Guerra de la Independencia..

martes, 8 de octubre de 2019

226). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: SE AUSENTA EL PASTOR…Y SE ALBOROTA EL CLERO.


Quiero contarle en esta crónica, mi dilecto reportero, me dice D. Cosme, un curioso episodio, que me he permitido titular con el encabezamiento que le sugiero, y que fue vivido por el clero de Manzanares, en ausencia de su cabeza pastoral, Frey D, Pedro Alvarez de Sotomayor, corriendo el año de 1804…. 

Empezaré por recordarle, que Frey Sotomayor había sido nombrado, a mediados de 1799, y al poco de su llegada a Manzanares, Rector del Colegio de Calatrava en Salamanca...Ya sabemos también que, en estrategia conjunta de las autoridades civiles de Manzanares, las eclesiales, la gente del pueblo y el propio Sotomayor, se suplicó al Consejo de la Orden Calatrava para que mantuviera a D. Pedro en Manzanares, por la gran tarea eclesial y social que precisaba nuestra villa. La Orden de Calatrava, sigue D. Cosme, accedió a la petición, permitiendo a Sotomayor permanecer en el pueblo.. Pero las cosas en el rectorado del Colegio de la Orden Calatrava en Salamanca, no debieron ir demasiado bien, y la Orden Calatrava, una vez que Frey Sotomayor había encarrilado en la buena dirección a la Iglesia y a la Parroquia manzagata, instó a D. Pedro a que, sin dejar de ser el párroco de Manzanares, tomase posesión de la rectoría del citado colegio salmantino. 

Aunque es seguro que esta decisión de la Orden Calatrava no fue del agrado de D. Pedro, y mucho menos de su fielato, a Sotomayor no le quedó, esta vez, ni excusa ni remedio, en tener que acatarla, pues, precisamente por su grandísima capacidad, ya había logrado, en solo cuatro años, controlar el estado desastroso en que encontró la parroquia a su llegada, cambiando la situación, “como si le hubiera dado la vuelta a un calcetín”, comenta D. Cosme, muy gráficamente. De forma y manera que Sotomayor ya estaba en Salamanca en el mes de junio de 1804, habiendo cedido sus competencias pastorales en nuestra villa al ya anciano sacerdote, D. Francisco Martín Calero, quien, por entonces, ostentaba el título de “Comisario del Santo Oficio en la villa de Manzanares”… La enorme personalidad y eficacia de Sotomayor,-continua D. Cosme- le había erigido en el líder incuestionable de la Iglesia Manzagata, pero también había logrado, en el poco tiempo que llevaba de párroco, hacer desaparecieran los cabildeos habituales de nuestro clero local, antes de su llegada, pues todo el mundo respetaba su indiscutible autoridad, y los egos de cada cual permanecían adormecidos…Pero claro, ausente el gran pastor, renacieron los recelos y los desafectos entre los “pastorcillos”… que, “alborotados”, mostraban sus pequeños y nimios desacuerdos, cada vez que tenían ocasión de hacerlo en conversaciones entre ellos o, lo que es peor, extramuros de la Iglesia, con el vecindario. Para más inri, les dio por trasladar sus pequeñas cuitas y rencillas personales al Consejo de las Ordenes, sin comentar nada al Arzobispado, lo que dio lugar a un curioso y divertido “carteo” entre nuestro cabildo y el Arzobispado, que merece la pena traer al relato… 


Pues bien, todo este alboroto clerical, comenzó con la decisión de Sotomayor de ceder sus competencias al cura Martín Calero, hecho que fue bastante mal visto por algunos clérigos de la villa, empezando por los propios tenientes de Sotomayor, sus auténticos “segundos” en el día a día de la vida parroquial, que quizá esperaban que D. Pedro se hubiera fijado en alguno de ellos para sustituirlo… Pero, conociendo a Sotomayor, sigue D. Cosme, lo más seguro es que prefiriera la opción del anciano Martin Calero… al que por rango y antigüedad, en realidad le correspondía…y, por tanto, se le podía nombrar sin generar problema competencial con cualquier otro clérigo de la villa,..Como ya no estaba para innovaciones, casi seguro que D. Pedro le propuso, antes de marchar, para que no cambiase nada de su línea de actuación, de manera que el anciano sacerdote no se complicase la vida...y, así, de paso, no encontrársela él (Sotomayor) complicada a su vuelta, concluye D. Cosme sonriente…

Lo cierto es que nadie dijo nada mientras Sotomayor preparaba su marcha de Manzanares… pero, nada más hacerlo, se iniciaron las hostilidades entre el clero, reaparecieron viejas rencillas y desencuentros personales, siendo la espoleta del conflicto una cosa tan pueril como la preparación y el protocolo de una procesión. En efecto, el 17 de junio de 1804, se celebraba en la villa la procesión de Minerva… y, a su inicio, el pertiguero instó a D. Francisco Martín Calero a portar una de las varas del palio… éste se negó, displicente, alegando que un párroco no tenía que hacer eso, a la vez que exigía el asiento del párroco; lo que molestó al cabildo, quien se reunió el día siguiente para reprochar a Martín Calero su actitud; escribiendo lo que sigue, para que el secretario del cabildo lo entregase D. Francisco:… “que por razón de primer teniente no tiene excepción alguna en los cargos de esta comunidad, como no la ha tenido jamás, ni hay memoria de ello ningún teniente, y por lo que respecta al asiento preeminente que parece querer tener, según ayer executó y sufrió el cabildo para no dar escándalo, se le haga saber que solo en el caso de que se halle oficio oficiando ocupara la silla preeminente del párroco”

La templanza no pareció ser una virtud de nuestro clero, dice sonriendo D. Cosme, y los ánimos del curato manzagato para nada se apaciguaron en los días siguiente…De hecho, el cabildo informó al Consejo de Ordenes de estas pequeñas disputas locales, cuestionando el nombramiento de Sotomayor y las perrogativas que Martin Calero pretendía ostentar. Naturalmente, el Consejo ratificó el nombramiento, rechazando por nimias las alegaciones…Pero el cabildo, obcecado con la idea de “quitarse de enmedio” a Martín Calero, no cejó.., remitiendo similar alegato al Arzobispado de Toledo… quien les respondió con una carta-orden en la que, tras considerar los antecedentes, ratificó el nombramiento de Martín Calero, al tiempo que les reprochaba haberse dirigido en primera instancia al Consejo de la Orden, en algo competencia del Arzobispado...“se han sometido ustedes al Consejo de las Ordenes sin haber acudido con su instancia a la sagrada persona de su eminencia, como su lexitimo prelado, en tiempo conveniente para providenciar lo que exigían las circunstancias, sin complicación de otro tribunal; ha resuelto Su Eminencia se conformen ustedes con la expresada elección en la forma que se ha practicado actualmente, permitiendo la presencia del teniente D. Francisco Martín Calero como se ha verificado ya en otros nombramientos de igual naturaleza”….y terminaba amonestándoles: … “no procedan con tanta ligereza en lo sucesivo, con perjuicio de su legítima jurisdicción” .Pocas dudas dejaba la carta-orden arzobispal, que fue recibida en nuestro cabildo como lo que era, sigue D. Cosme, ni más ni menos que una regañina sin paliativos de la autoridad arzobispal, que se sentía ninguneaba en sus competencias. Sin embargo, en una mezcla de sumisión y bacineo, muy propia de nuestra idiosincrasia manzagata, el cabildo pergeñó esta rebuscada contestación al arzobispado:… “…que en manera alguna sean presentado al Consejo de las Ordenes con perjuicio de Su Eminencia, a quien reconocen por su dignísimo prelado y protector”…. “que han limitado sus funciones a meras y simples contestaciones que exigía el citado Real Consejo, sin trascendencia a prestarle jurisdicción contenciosa ni gubernativa”...
Ntra. Sra. de la Asunción.

 Tras esta declaración de sumisión al arzobispo, y una explicación no muy convincente del porque un alegato previo al Consejo de Ordenes, continúan con una serie de justificaciones alambicadas de su oposición al nombramiento de Martín Calero, intentando “volver con la burra al trigo”, como decimos por Manzanares, mostrándose empalagosos y zalameros, a la vez que, insistentes y bacines, mantienen su argumentario contra el cura Martín Calero… . .. “por lo que, sin oponerse a las determinaciones del Arzobispo decretaron que sin perjuicio del cumplimiento que se debe prestar a la citada Orden, en su tiempo y caso se reitere nueva representación o recurso al eminentísimo señor cardenal, la más sumisa y respetuosa, dirigida a hacer ver al dignísimo prelado que este cuerpo, lejos de presentarse en manera alguna a la jurisdicción del Real Consejo de las Ordenes, blasona de sostener sus privilegios bajo los auspicios de su benévolo protector, pero esta policía no embaraza a la policía que le es propia en absolver los informes que se le impetren por cualquiera otro tribunal superior…y que en el interin y entretanto Su Eminencia resuelve con mejor conocimiento de causa, no se haga novedad alguna en las cosas, quedando en el ser y estado que ocupan… terminaba el cabildo, diciendo que encargaba a los letrados, Paz y Torres, nuevo recurso...

A esta carta, con un lenguaje cordial, pero firme, y en igual linea, el arzobispado contestó con otra carta-orden, firmada por su secretario D. Rafael Antón:…. “el cardenal-arzobispo, mi señor, ha recibido la representación que ustedes le han dirigido…con inclusión del certificado de diligencias que obran en poder de ese cabildo sobre el nombramiento de Sotomayor y demás concurrencias en el asunto. Y enterado de todo Su Eminencia, me manda decir a ustedes que queda muy satisfecho de la sumisión que le manifiestan, pero que no conviniendo en el día entrar en contestación sobre el punto indicado y que ustedes reproducen en dicha su representación, les aconseja que se conformen y toleren lo prevenido por el Real Consejo de las Ordenes, siendo avisados en lo sucesivo para avisar antes de todo a su prelado en los casos que conviniere y sea debido. Lo comunico a ustedes de su orden, y ruego a Dios les conceda muchos años. Toledo 12 de Marzo de 1805”…. 

Curiosa, y cerrilmente, el cabildo se quedó con el carácter conciliador de la nota y no con su firmeza en ratificar la autoridad de Sotomayos, que, de una u otra manera, el cabildo estaba cuestionando..Lo cierto es que, tras leer esa nueva y taxativa carta-orden, se plantearon un nuevo recurso, aduciendo que… “no puede hacerse compatible el conceder la presidencia a D. Francisco Calero sin que obtenga igualmente las demás exenciones que como cura ecónomo debía disfrutar… pues a este y a sus antecesores se las ha dispensado el cabildo por un derecho personalísimo que no puede transferir a otro y sin que sea visto manifestar desatención a los honrados consejos que le transmite Su Eminencia..y si una procuración de su justa y natural defensa con respecto a los grandes perjuicios…en tolerar al primer teniente Calero la excusación de los cargos que le competen”… “suplicándo se reforme en la parte que Su Eminencia tenga a bien la citada orden”…

Sin embargo, sigue D. Cosme, el recurso no se produjo, pues el Real Consejo de Ordenes, a la vista del reiterado erre que erre del cabildo, cuando tuvo conocimiento de esta su nueva carta, harto de la situación, se dispuso a establecer medidas bastante mas taxativas y directas contra el cabildeo del cabildo…Enterados este de lo que se le venía encima por su tozudez, en un ejercicio de “recogida de velas”, también muy propio de nuestra gente, escribió lo siguiente: “Vista nuevamente la carta-orden de Su Eminencia….con la madurez que exige, dijeron que por ahora y sin perjuicio de en lo sucesivo, se aposente en la silla del cura párroco el presbítero D. Francisco Calero; esto en obsequio de los saludables consejos de dicho excelentísimo señor, tomándolos por verdaderos preceptos, con arreglo en todo a la citada carta-orden…” y dieron parte al Arzobispo del cumplimiento de todo lo aconsejado…

Así, concluye D. Cosme, terminó este curioso episodio de “resistencia a la autoridad”, perpretado por el cabildo de la villa de Manzanares, al más puro estilo manzagato, por lo que le ruego que haga usted lo mismo y concluya también la crónica, que ya fue de sobra para esa pretensión…



sábado, 5 de octubre de 2019

225). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: El COSTE DE LA VIDA DECIMONONICA.


Los precios de los productos esenciales, y la carga dineraria que añadían los poderes públicos o religiosos, en forma de impuestos, diezmos o alcabalas, querido amigo, inicia D. Cosme esta crónica, siempre estuvieron en las preocupaciones cotidianas, y en las quejas de las gentes de cualquier pueblo, y Manzanares, naturalmente, no ha sido nunca una excepción a esa regla general, pero he querido hablar algo de todo esto, porque, a primeros del siglo decimonónico, antes de la guerra de la independencia, la carestía de la vida y los impuestos añadidos, dieron bastante que hablar en nuestra villa. 

Como ya sabe usted, Manzanares, en los primeros años del XIX, era una villa bulliciosa, con importante y activa vida comercial, que se incrementaba, día tras día, desde que en la segunda mitad del siglo anterior, el nuevo Camino Real de Andalucía, había facilitado muchísimo el tránsito de mercancías, a más de lograr que los productos perecederos llegaran a sus destinos en un tiempo mucho más precoz; y desde luego inusitado, para lo que había sido habitual antes de estar disponible esa infraestrructura viaria. Naturalmente, sigue D. Cosme, sobre todo en las villas y pueblos atravesados por el citado camino, como era el caso de Manzanares, el comercio y todas las circunstancias asociadas al mismo, cambiaron mucho en muy poco tiempo. Por ej, esa nueva situación facilitaría mucho la especulación de precios, en bastantes y muy diversos géneros de productos esenciales, pues los comerciantes ambulantes tenían mejores posibilidades de desplazar sus elementos al pueblo o villa que más les convenía, siempre en función de la demanda local para el citado producto. Manzanares, además, - continua D. Cosme- por su magnífico elenco de ventas y posadas, se convirtió por esas fechas en una villa no solo muy transitada, sino también en un punto de aposentamiento para muchos de esos comerciantes.

Nuestra Plaza Pública era en aquel primer tiempo del XIX un auténtico emporio comercial en la región manchega, y a ella acudían a comprar, y a vender, no solo los paisanos, también muchos forasteros de villas próximas y, a veces, no tan próximas: Lo cierto fue, continúa, que, en gran medida por la especulación antes citada, los precios en Manzanares eran, en general, más altos que en villas cercanas, obligando a veces al Ayuntamiento, desde luego con mucha más frecuencia de la habitual hasta entonces, a controlar los precios más elevados, sacando a la venta, (a menos precio que el solicitado por los comerciantes forasteros) las reservas de alimentos del Pósito Público e, incluso, en colaboración con la encomienda, las existencias de la Casa de la Tercia o del castillo. Con eso, se obligaba a los comerciantes que venían de fuera a moderar sus precios, pero, claro está, prosigue D. Cosme, eso no siempre era posible, bien por falta de reservas en el Pósito, o por carecer nuestros almacenes de productos que no se dan en nuestra, por otro lado, muy rica encomienda. 

Casa de la Tercia, Manzanares.

Le comentaré, continua D. Cosme, que gran parte de la polémica sobre la carestía de la vida en Manzanares, a primeros del siglo decimonónico, la hemos podido conocer con fidelidad, porque quedó escrita en los legajos del pleito que el párroco Sotomayor mantuvo con la encomienda, ese que ya hemos conocido en crónicas previas. Entre las alegaciones que Sotomayor y varios de sus testigos hicieron, intentando con ellas validar sus posiciones, había algunas que aludían al problema tratado en esta crónica. Dijeron, entre otras cosas, estas:…que en Manzanares, a causa de sus comunicaciones y el tránsito continuo de forasteros…”sufrían allí notable carestía todos los objetos de humana subsistencia y señaladamente los llamados de primera necesidad, puesto que es mayor la concurrencia de los compradores que los consumen que la de los vendedores que las ofrecen…a excepción de las carnes, que corren con alguna equidad, todos los demás artículos, y especialmente habitación y ropas, cuestan aún más que en Madrid”. Un testigo, Vicente Núñez Merino, se despachó a gusto ante el tribunal de la Orden, a fecha de 22 de Octubre de 1800, con esta prolija, curiosa y explicita declaración:… “…todos los precios estaban muy subidos en 1800, sobre todo desde hacía seis u ocho años; las carnes no andaban mal; la libra de carnero, a dos reales; la de macho, a 16 cuartos; y la de oveja, a 12 ó 13, según la estación; las legumbres, a precios excesivos; el aceite, un año a precio moderado y luego por cuatro o cinco años, a precio altísimo, llegando a valer 100 y más reales cada arroba, porque en estos terrenos se coge un fruto regular cada cinco años y a veces han pasado diez o más, porque los hielos destruyen las olivas a menudo; el arroz, a más de 30 reales la arroba; y garbanzos, a 130 reales la fanega. De dos años atrás, subieron los efectos de vestir, lienzos, paños, estopas y telas ; el lienzo común fabricado en el pueblo está a 10 reales la vara y hacía pocos años, a solo 6; el paño, también fabricado en el pueblo, subió 12 reales en vara, pero lo que más subió fueron los géneros de importación; el lienzo llamado aroca valía ya 12 reales, cuando hacía 4 años solo era la mitad”….Otro testigo de Sotomayor, el escribano Juan Antonio de Ressa, declaró ese mismo día…“que él había viajado mucho por otros pueblos fuera del Camino de Andalucía y podía asegurar que… los precios son más bajos que en Manzanares..y que en Madrid…” ..Otro escribano, llamado Andrés Martín de Almagro, declaró: …. “que a su avanzada edad nunca había conocido iguales precios”…Los representantes legales de la encomienda, intentaron minimizar o negar estas cifras, aportando las que ofrecía un “fiel corredor” al que consultaron. En esencia, dijeron que el informe encargado reflejaba una situación de: “precios muy equitativos en carnes, granos, aceite, tocino, legumbres y aun en frutas de lujo y si algo habían subido no era para decir que Manzanares sea más caro que otros pueblos, pues si los precios habían subido…se trataba de un hecho general y pasajero”.. y aportaban al tribunal una certificación de precios realizada por fiel corredor, D. Miguel Manzanares.
El Procurador general del Consejo de las Ordenes, se mostró favorable a las tesis de Sotomayor y sus testigos… y declaró, finalmente, que, en efecto, “Manzanares es pueblo de tránsito y caro en todo lo preciso para su subsistencia”…lo que fue un hecho definitivo en la sentencia final favorable a las tesis de Sotomayor, pero que, en esta crónica, nos sirve para comentar que si la justicia dice que Manzanares era caro, pues caro era…y no se habla más del asunto, concluye divertido y sonriente, D. Cosme… Luego llegó el paréntesis de la guerra de la Independencia y, cambia totalmente el gesto D. Cosme, para decir.., como en cualquier guerra, las preocupaciones mayores no eran los precios, sino los muertos y la miseria humana que conllevan este tipo de situaciones. Cuando el Reino de España recuperó el pulso y el control, expulsado el galo invasor, continúa, las cosas cambiarían sustancialmente, empezando por la desaparición de las encomiendas y, con ello, gran parte del patrimonio eclesial. 

Es claro , sigue, que estos cambios repercutirían en el Reino, en todas estas cuestiones de la carestía de la vida, pero lo hicieron de una manera mucho más genérica, si bien hay que tener en cuenta que, en Manzanares, de manera muy puntual, la Desamortización de Mendizábal nos afectó mucho, ya que, hasta entonces, poseíamos la más rica encomienda Calatrava y, por tanto, ante cualquier desajuste o altibajo en los precios, no disponíamos ya de los mecanismos de compensación inmediata, que hemos visto al comienzo de la crónica, baste pues, para el relato, con lo apuntado ya acerca de la carestía en Manzanares, a primeros del XIX, y ya habrá ocasión de referirse a la evolución de los precios comunes de las cosas en otros relatos del resto de siglo que están por llegar…
Naturalmente, continua irónico D. Cosme, como usted ya supondrá, una villa tan activa y comercial como Manzanares.. y con la encomienda más rica de Calatrava en aquellos años iniciales del siglo XIX, también era “objeto de deseo monetario” por parte de las administraciones públicas y las eclesiales, que obtenían de los “bolsillos manzagatos” pingues beneficios, en aquella época, bien fuera por alcabalas, diezmos u otros tipos de imposiciones a las rentas y a los productos. 
Orden de Calatrava.

Como le acabo de comentar, sigue D. Cosme, los sufridos manzagatos de primeros del XIX cotizaban doblemente, por un lado a la Real Hacienda y, por otro, a la Iglesia, en este caso a dos de sus instituciones, la Orden de Calatrava y el Arzobispado de Toledo. Las arcas reales se nutrían entonces de una muy diversa serie de imposiciones, algunas bastante curiosas, los ingresos mayores de la Real Hacienda eran dependientes de las llamadas, alcabalas, que venían a ser el producto dinerario obtenido por algo parecido a los impuestos actuales sobre “derechos reales”, o sobre el patrimonio. Además, sigue jocoso D. Cosme, la voraz hacienda real, “nos sacaba más cuartos”, mediante otro surtido de tasaciones, entre los que estaban: el sugerente impuesto, llamado “derecho se sisa” (el nombre lo dice todo, ríe D. Cosme), el también curioso impuesto, destinado al “fiel medidor”, y otras diversas y diferentes tasas por “servicios y subsidios ordinarios o extraordinarios”. Aunque solo estuvieron vigentes en ese siglo XIX hasta la Desamortización de Mendizábal, le comentare algo de cómo eran a principios del siglo decimonónico los impuestos que recibía la Iglesia, de parte de los sufridos y paganos paisanos de Manzanares,…y a fé…y nunca mejor dicho, al tratarse de “impuestos espirituales”, ríe D. Cosme, que aquellos paisanos de primeros del XIX, cotizaban diezmos, pero a base de bien, acordes con el título que teníamos de más rica encomienda de la Mancha… Como sabe usted, por anteriores relatos, la recaudación de estos diezmos, (en especie y en dinero contante y sonante), venía derivada del rendimiento de las tierras y de otras actividades productivas de la encomienda, y su contribución se llevaba a efecto en la “Casa de la Tercia”,… lo obtenido de cada paisano se dividía en tres partes iguales (de ahí lo de “tercias”),.de las que una eran para el Arzobispado de Toledo y las otras dos para la encomienda de Manzanares

Pagaban diezmo: cereales. frutas, hortalizas, olivas, legumbres, azafrán, vino, queso, corderos, lana, teja, cal, ladrillo…y algunos productos más, estando obligados también a este pago, las soldadas de los criados. Para asegurar la recaudación, la encomienda arrendaba por un año cada producto a una o más personas concretas, por lo que ya se puede imaginar usted la cantidad de gente de la villa que vivía de eso, pues ya se ocupaban muy bien cada uno de cobrar lo que había que cobrar, ríe D. Cosme… En fin, esta historia de los recaudadores, nos ha servido, para poner nombre a paisanos de aquella época dedicados a esa tarea…Por ej, el diezmo de la alfarería estaba arrendado en 1802 a un vecino de la calle de la cárcel, D. José Guijarro, y a D. Alfonso Jaramillo y D. Juan Díaz Madroñero, por 7875 reales y año; el del queso, en 1803, estaba a nombre de D. Josef Rodriguez, vecino de Empedrada; el de los corderos, chotos y lana, estaba arrendado en 1803 a D. Juan Josef Camacho y D. Benito Fernández, con una renta ajustada, por ravera y especie, de 61 reales, y la arroba de lana a 78 reales… El diezmo de “géneros extranjeros”, quedó, en 1806 en manos de Antonio López Camacho y Antonio Sánchez Blanco, vecino de la calle Toledo, esquina a Lope, en 15.000 reales por año…y así podría citarse alguno más, pero no lo hare…. .
….porque,, mi querido cronista, por hoy fue ya suficiente para que usted garrapatee una pequeña crónica, que habrá servido a sus lectores para saber de un aspecto tan manido y y universal, como la carestía de la vida,.. pero que, claro está, como muchas otras cosas, en el Manzanares decimonónico del primer tiempo, tuvo bastante enjundia en cuestiones de bolsillo para el común de los manzagatos de entonces, concluye sonriendo D. Cosme

viernes, 4 de octubre de 2019

224). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: MEDICINA DECIMONONICA…Y MANZAGATA.


En la crónica anterior hablamos del hospital de Manzanares en el siglo XIX -comienza D. Cosme este nuevo relato-, y resulta oportuno referirse ahora, a como era la medicina que se practicó en nuestra pueblo en ese siglo, y como evolucionó en su transcurso...

Y es que, sigue D. Cosme, ese siglo XIX transformador, al rebufo del racionalismo ilustrado, cambiaría de manera sustancial la práctica de la medicina en todo el Mundo. En España, a pesar del atraso en ese movimiento; y por supuesto en la villa de Manzanares, siempre adelantada a su tiempo, esos cambios casi se desarrollaron a la par que en Europa. La medicina especulativa, el animismo y otras prácticas irracionales, carentes del mínimo fundamento científico, dará paso a una medicina de observación descriptiva, empirismo racional y experimentación, basándose cada vez más en el progresivo conocimiento en anatomía, histología y funciones de los órganos del cuerpo humano..

La desconfianza secular de los españoles respecto al movimiento ilustrado, no fue relevante en el caso de la medicina, pues desde primeros del XIX, en un proceso facilitado por Godoy, médicos españoles trabajaron en coordinación con los de otros países en los nuevos tratamientos contra la malaria, muy prevalente por entonces. En Manzanares, enseguida lo veremos, sigue D. Cosme, a primeros de ese siglo XIX, antes de la guerra de la independencia, la medicina seguía dominada por la especulación no fundamentada, y carente de acciones terapéuticas útiles… y para certificar lo que le digo, basta recordar como se refería el médico titular de Manzanares, D. Francisco Cerrojo, acerca de la salud de Sotomayor.. “He asistido a frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor.. “desde su ingreso en la villa, a pesar de su constitución robusta, por cuya causa dice, ha disfrutado siempre una salud completa lo que se demuestra en la constitución Física de su Máquina que da a entender haber estado libre de todo retoque o afección”…“a su ingreso en ésta empezó a padecer cierta afección hipocondríaca, que intenté reparar por algunos medios de los que prescribe el Arte sin haber tenido el efecto que deseaba, pues se deja ver que tiene dicha afección el origen del distinto clima y temperamento de esta provincia a los de Andalucía; esta agua y alimentos de distinta naturaleza de los de Andalucía no dicen bien con la física constitución del sujeto y así he notado varias vicisitudes que invierten el orden natural, los síntomas han manifestado estar obstruida la cavidad natural por cuya causa ciertos efluvios ascendentes perturban la cabidad animal, de donde nace verse acometido de afectos vertiginosos, que dejan en inacción la naturaleza, descendiendo con algún elipse al corazón”….y, finalmente, dá su pronóstico y tratamiento:.“Cuyos síntomas pueden producir una catástrofe dolorosa en el paciente por haberse manifestado incorregible su causa pues naciendo ésta, como llevo expresado, de su clima y temperamento, contrario a la constitución del paciente, hace inútiles todos los recursos del Arte”… 

Interior de Ermita/Hospital de San Juan, Manzanares.

Sin duda, las tres epidemias de cólera que vivió Manzanares a lo largo del XIX, ejemplifican, mejor que otra cosa, la evolución de la medicina en base al conocimiento y la razón, en nuestra villa... El cólera es una infección intestinal contagiosa, transmitida por una bacteria, tras la ingesta de agua contaminada, alimentos infectados o contacto directo...Pero esto que conocemos hoy, sigue D. Cosme, no se sabía en 1834, cuando la primera de las tres epidemias, que causo gran mortandad, ante el horror de la villa y la desazón de los médicos, cuando comprobaban la total ineficacia de las purgas, lavativas, fumigaciones, infusiones, sangrías, cataplasmas y otras prácticas, más propias de los chamanes o los curanderos. Había, si, un intento de eliminar “miasmas”, porque las características de la enfermedad hacían pensar en un agente externo; pero ahí quedó el razonamiento, hasta que el mal desapareció al concluir el calor. El segundo brote fue en el verano de 1855. La microbiología estaba en sus albores, justo un año antes, el médico italiano Filippo Pacini había identificado en su microscopio al Vibrio Cholerae, agente responsable de la infección.. y aunque aún no se conocían las formas de propagación, al menos los médicos estaban seguros que el origen era externo, lo que sirvió para evitar al máximo contactos entre sanos y enfermos, con lo que disminuyó el número de paisanos que enfermaron. 

En este segundo brote, destacó, y yo se lo recuerdo, la abnegada labor, con evidente riesgo personal, de uno de los paisanos más insignes de Manzanares en el siglo XIX, el filántropo Dr. D. Alfonso González-Mellado, que salvó la vida de muchos paisanos con sus cuidados, y con incipientes medidas en la evitación de los contactos.. La tercera epidemia de cólera en Manzanares ocurrió en el verano de 1885, y duró hasta final de septiembre…. Entonces, ya se conocían los mecanismos de transmisión, y se pudieron establecer medidas preventivas eficaces, como: aislamiento, desinfección de ropas con agua hervida y agua potable hervida, antes de beberla; lo que explica bastante bien que la mortalidad de 1885, quedase reducida a 39 paisanos. Otro insigne paisano, Alcalde del pueblo por entonces, y también médico, el Dr Don Juan Sánchez Cantalejo, fue decisivo en su participación, y en la coordinación asistencial a este brote epidémico.
Tras haber comprobado toda esta evolución de la ciencia médica, y de su consecuencia práctica, querido plumilla, voy a contarle algo de la práctica médica, muy específico de nuestra villa, a primeros de ese siglo XIX, que nos hizo, una vez más, singulares. Como ya sabe, sigue D. Cosme, el populoso y transitado Manzanares de entonces, acumulaba en su vecindario “300 pobres de solemnidad”... Ciertamente, no eran tiempos de sanidad gratuita, ni mucho menos universalizada; pero, ¡amigo mío!, dice enfático D. Cosme, esto era Manzanares¡¡,… villa de gentes hidalgas y solidarias, y con un pastor de almas, D. Pedro Sotomayor, especialmente sensibilizado por el socorro a los menesterosos. Sin duda, él, debió influir bastante para conseguir, a instancias del Consistorio de la villa, lo dispuesto en dos reales provisiones, de 16 y 18 de noviembre de 1803, que concedían al Ayuntamiento la facultad de acotar ciertos pastos municipales. Los pastos se parcelaron en “cuartos”, que se sortearon entre paisanos interesados, previo pago al Ayuntamiento de un precio tasado a cada parcela...Con el dinero obtenido, el Consistorio estableció, a finales de 1803, un “acuerdo municipal” con dos médicos: D. Juan Manuel de Meneses y D. Miguel Antonio Dauxá Jarros...y otro más, en1805, con el cirujano: D Cristobal García-Camarena; por el que se pagaba a cada uno, 300 ducados mensuales, a cambio del compromiso en atender, gratuitamente, a los pobres de solemnidad. Aparte, los médicos tenían ingresos a través de las “igualas”, (contrato, existente en España desde la Edad Media, entre el médico y cada vecino, que pagaba al galeno una misma cantidad de reales -de ahí lo de igualas-). 

Estas “igualas” garantizaban la asistencia, en consulta o en el domicilio, al resto de los “manzagatos con posibles”, concluye irónico D. Cosme ...Además, en Manzanares, cada médico percibía del Consistorio 3.300 reales, extraídos de los 15.990 que producían los algo más de diez cuartos de pastos (de agostadero e invernadero), existentes en los montes de La Mancha y en la dehesa de Matamediana.. Es decir, mucho antes que en otros lugares, en Manzanares, sus autoridades, a través de ese ingenioso sistema de acotación de pastos, lograron una razonable universalización de la asistencia, algo en lo que fuimos por delante, en La Mancha y en España; pues, aunque en el siglo XVIII ya existía la figura de médico titular; municipal o de beneficencia, con similares obligaciones, lo cierto es que la universalización asistencial no se lograba bien en casi ningún sitio… y eso siguió así, a pesar de la posterior ley de Sanidad del Reino de España, de 1855, que estableció: “el deber ineludible de todos los ayuntamientos de España a proporcionar asistencia facultativa gratuita a las familias pobres residentes en cada municipio; excluyéndose de esta atención sanitaria a los vecinos acomodados de la misma u otra población”...

Esas leyes no evitaron carencias en la asistencia a los pobres, pues no todos los médicos, vecindarios o autoridades, evidenciaron el mismo interés, humanidad y grandeza solidaria, como las que, esos mismos colectivos, fueron capaces de mostrar en la excelsa villa de Manzanares de La Mancha… aparte que, a casi nadie se le ocurrió, antes que a nosotros, un procedimiento de financiación como el diseñado por el Consistorio de la villa, comenta enfático y orgulloso, D. Cosme… Eso si, reconociendo esa habilidad y esa grandeza manzagata, es justo asumir que, en Manzanares, como en todos sitios, siguió existiendo una medicina para ricos y otra para pobres… pero, sigue con su ironía D. Cosme, nada diferente a lo que tenemos hoy y sucederá mañana. Sin embargo, esa idílica situación, desapareció por la guerra de la independencia. En 1809, los galos quemaron el archivo municipal, donde se recogían las estipulaciones del acuerdo… La situación pareció reconducirse al final de la guerra, junio de 1811, cuando el cabildo ordenó a dos pastores de la villa: Ramón Cava y Ramón Camacho,.. “amojonar, tasar y repartir los mencionados pastos según costumbre”…pero la legalidad genérica, emanada de las Cortes de Cadiz, en 1813, hizo imposible mantener los acuerdos tal como fueron, y, aunque una modalidad de los mismos, adaptada a las nuevas leyes, se aplicó hasta 1922, al no estar asegurada la dotación económica de los pastos, los médicos que había en la villa tras la guerra no se sintieron muy ligados al compromiso..y, como no eran de Manzanares, dice sarcástico D. Cosme, no les acompañaba el carácter solidario que nos caracteriza.. y les llevaba tiempo “contagiarse” del mismo. La realidad es que los pobres no eran atendidos con igual seguridad y totalidad que en esos primeros años del XIX, y que las “igualas” que los nuevos galenos imponían al común de los paisanos, resultaban a veces de todo punto abusivas…

Napoleón Bonaparte.

Todo esto, hizo perder parte de la consideración que se tenía en la villa al colectivo médico.. y, además, la irregularidad del rendimiento de los pastos en la postguerra, no puso fácil el pago a los galenos, quedando el Ayuntamiento endeudado en ocasiones con algunos facultativos, de lo que nos han quedado referencias escritas, como la de D. Jose Valero, que firmó un contrato con el Ayuntamiento, que incluía:..”la obligación de atender a pobres de solemnidad, heridos y excarcelados y a reconocer a los quintos gratuitamente”.. y recibía del Consistorio: “autorización para exigir o aceptar igualas de las tres cuartas partes de las familias y realizar visitas a los pueblos inmediatos”..De los propios de la villa, aparte, se le dotaban honorarios fijos.. Pero, el Consistorio, en 1828, comentó que Valero…“abandonaba el pueblo dejando atrás enfermos graves”; y que “imponía costosas igualas, incluso a personas indigentes”. En esa tesitura, a 30 de enero de 1829, el ayuntamiento amortizó la plaza del Dr. Valero, que pidió amparo judicial al alcalde mayor. A 13 de enero de 1830, la justicia dio razón al Ayuntamiento, pero Valero recurrió, alegando su abogado que:… “Los servicios que prestan funcionarios públicos...aun cuando por los objetos sobre que versan sean de suyo distinguidos no por eso dejan de pertenecer a aquellos que la ley quiere sean satisfechos de contado porque sus prestadores no pueden adquirir en otro modo la subsistencia si han de atender a desempeñar con exactitud su encargo, siendo un funcionario suyo a quien despedía no podía hacerlo sin remunerarle antes los trabajos”. y afirmaba… “el medico tenía derecho a percibir el estipendio con puntualidad, y caso de rescisión del convenio, a no marcharse sin antes le fueran liquidadas las cantidades devengadas”... El recurso tuvo éxito y, el 3 de junio, se ordenó al consistorio abonar lo pendiente,…“hasta el día en que voluntariamente resulte haberse ellos separado de su ejercicio” .. Este juicio, y su sentencia, fue muy comentado en toda la región, como uno de los primeros hitos judiciales en derecho laboral de los funcionarios públicos…
Y puede usted dar por concluido el relato, que ha ido ya de bastante para mostrar como avanzó la ciencia médica en el siglo decimonónico, y algunas otras curiosidades de su practica en esta genuina villa de Manzanares de La Mancha…




miércoles, 2 de octubre de 2019

223). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: EL HOSPITAL DECIMONONICO…CUAL AVE FENIX.


Pues si, mi querido cronista, me dice D. Cosme, el relato que le sugiero, servirá para mostrar a sus lectores que ese siglo decimonónico transformador, también cambió la historia y trayectoria del primer hospital de Manzanares, fundado en 1484 por el comendador D. Alonso de Avila, al final de la calle del Carmen, frente al castillo.. 
Y tanto cambió esa historia, que ese hospital vio concluida su vida de cuatro siglos al tiempo de la guerra de la independencia… De ese final, de lo que ocurrió después con el inicio de la historia del nuevo hospital que surgió de sus cenizas, y de las vicisitudes más significativas que tuvieron lugar en él, a lo largo de esa transformadora centuria del XIX, versará lo que ahora le contaré, concluye, D. Cosme, su introducción. 

En el siglo XIX, sigue D. Cosme, como sabemos por anteriores crónicas, el hospital estaba dedicado a:… “recibir, hospedar y cuidar a los pobres naturales y transeúntes”. Este Hospital, a primeros del XIX, se llamaba “Nuestra Señora de Altagracia”; sus habitaciones estaban diferenciadas en dos zonas; una para albergar a los paisanos pobres y otra a los forasteros... Sus enseres eran exiguos, y derivados de unos cuantos capitales de censo, y de la producción de tres huertas, dos quiñones y otras pequeñas tierras. Estos ingresos se repartían entre los pobres naturales y los transeúntes. siendo mayor la cantidad dada a los últimos, por ser más numerosos; aunque el tiempo que estaban ingresados era más corto, pues en cuanto se recuperaran minimamente, preferían seguir su ruta, marchando de la villa al destino que tuvieran… En cambio, los naturales de Manzanares eran pocos, pero su ingreso solía ser más prolongado, pues eran casi siempre pobres de solemnidad; es decir, sin techo, por lo que apuraban su estancia, asegurándose más tiempo una manutención mejor que la suya habitual, ya que los acogidos recibían cama, atención médica y las medicinas necesarias y, además, dos reales diarios, para la comida de cada uno. 

Una bicoca, concluye un D. Cosme jocoso, para su desgraciada vida… Le recordaré que, al final del XVIII, la gestión financiera del hospital cambió, y de ser regentado por la Cofradía de Altagracía, pasó a serlo por un patronato, donde el párroco tenía papel importante. La administración directa del Hospital dependía de un mayordomo; cargo que a fecha de 1800 recaía en D. Josef Jiménez .. En esos años, el estado del hospital era muy deficiente, haciéndole el párroco Sotomayor duras críticas; estimaba que: :::”los dineros eran muy escasos, y el hospital se encontraba en tal estado de abandono, que los pobres que tenían casa, preferían quedarse en ella antes que ingresar”… El párroco comentaba que el hospital:… “se limitaba a recoger a quinquilleros y vagabundos, y al pregonero de la villa”…(éste, no contaba entonces con alojamiento, y el ayuntamiento le acogía allí):…”no tiene una disposición acorde con sus funciones, de acoger enfermos…una sola mujer está destinada para ello y su oficio es el de partera”… 

Hospital Casa de la Caridad, finales siglo XIX.

Por ese motivo, y viendo Sotomayor que la mayoría de los pobres naturales de la villa, preferían no ingresar…y ser tratados en sus casas o refugios, aunque fueran miserables covachas, propuso al Consejo de Ordenes que las rentas del hospital se utilizasen en la atención a esos pobres naturales en sus domicilios..., El Consejo de las Ordenes le contestó displicente, indicándole que las rentas eran del Hospital, y que solo se debían gastar en él. para la adecuada atención a los pobres y enfermos, a la vez que se mejorase la propia infraestructura del edificio. Terminaban reprochando al párroco su actitud, aduciendo que, él, como patrono del hospital, debía responsabilizarse de todas las mejoras a realizar... Esto no convenció al párroco que conocía bien la realidad de un hospital absolutamente deteriorado, en que ni los más pobres querían ingresar... y aunque, como sacerdote disciplinado que era, acató las órdenes, como también sabemos, acabó pleiteando con el Comendador, y logró un incremento de las congruas dedicadas a la parroquia para los pobres. Es casi seguro, sigue D. Cosme, que parte de ello se dedicase a mejorar el hospital y, quizá también, Sotomayor valorara la posibilidad de reformarlo en serio, o buscarle nueva ubicación.. Pero, de ambas cosas, no nos ha llegado ninguna noticia escrita que lo corroborase… 

Y, así, llegó la guerra de la Independencia,. y los acontecimientos hicieron innecesario el debate sobre el mantenimiento del hospital, pues fue totalmente destruido por los invasores, junto a todos los edificios próximos a nuestra fortaleza, en el contexto de las medidas de seguridad que las tropas francesas decidieron arbitrar para el castillo, donde establecieron su cuartel militar de La Mancha. Los franceses, sigue D. Cosme, en un aquelarre destructor de nuestro patrimonio, demolieron todo el entorno del castillo; incluyendo el hospital, la ermita del Santo Sepulcro y el convento de Carmelitas. Gran parte de sus materiales se reutilizaron para reforzar las murallas del castillo. Algunos de los enseres del derruido hospital, se llevaron al “hospital de sangre”, habilitado por los galos, para sus heridos en combate, en el asolado Convento de los Padres Carmelitas… Este hecho final de la historia del primer hospital de Manzanares, sigue D. Cosme, quedó reflejado, así, en escrito posterior: “la inhumanidad de las feroces tropas de los enemigos demolió hasta los cimientos una casa hospital que hay en esta villa”. Las consecuencias para los pobres de la villa fueron inmediatas y lamentables, continua D. Cosme, al quedarse sin un local donde recibir atención. Por esta dramática situación, se vivieron en la villa, durante la guerra y años posteriores, escenas muy lastimosas y dantescas. Era común ver a los pobres postrados en medio de la calle, o refugiados y tendidos sobre mugrientas esteras en las cuevas de edificios destruidos.. Solamente la proverbial actitud generosa que siempre caracterizó a las gentes de este pueblo nuestro, comenta enfático y orgulloso D. Cosme, salvó de morir en la indigencia y abandono más absoluto a estas pobres gentes, pues aparte de organizarse los vecinos en cuadrillas que les repartían víveres en sus mugrientos refugios, también se encargaban de llevarles un médico de los que había en la villa, cuando alguno de ellos lo precisaba. Se sabe, además, que muchas familias de Manzanares, clérigos de la villa e, incluso, la propia parroquia, acogieron en sus casas y espacios, de manera transitoria o estable, en rasgo de máxima generosidad, a algunos de esos pobres. Y esas mismas generosas e hidalgas gentes de Manzanares, sigue D. Cosme, desde el mismo momento en que fue derribado su histórico hospital, empezaron a pensar en alternativas… 



Por ejemplo, continua, el grupo humano que habría de constituir la futura Cofradía de San Blas, y que años más tarde, volvería a erigir la derruida ermita del Santo Sepulcro, bajo la advocación de San Blas, intentó, concluida la guerra, reconstruir el derruido hospital, mediante la obtención de subsidios municipales y limosneo, pero la magnitud de los destrozos, y el enorme coste que conllevaba esa restauración, dieron al traste con ese loable intento, cuando ya habían comenzado las obras, .. En definitiva, y para nuestra historia, sigue D. Cosme, la situación de carencia de un lugar con funciones de asilo u hospital, se prolongó casi diez años, hasta que un grupo de nobles paisanos promovió la creación de una “Cofradía y Congregación de la Caridad”, para garantizar el socorro de los enfermos.. Como habrá usted adivinado, el auxilio y apoyo del párroco Sotomayor, siempre extraordinariamente sensible al socorro de los desfavorecidos, resultó decisivo en esa idea, de la que, sigue D. Cosme, hablaremos más pormenorizadamente en otras crónicas que han de llegar, pero en este repaso genérico de lo que ocurrió con la evolución de nuestro hospital en el curso del siglo XIX, baste decir que, esa idea, cristalizó en una “Casa-Hospital”, que comenzó a funcionar en 1817….en un caserón propiedad del Infante de España D. Carlos de Borbón, hermano del rey D. Fernando VII, situado hacia la mitad de la entonces llamada “calle de la estación”, (hoy “calle del Hospital”), en un espacio rodeado de huertos, entre dicha calle y la de los Serranos, en el límite noroeste de la villa... 

El Infante D. Carlos, sigue D. Cosme, donó a la villa el citado inmueble que, fue reacondicionado como “Casa de Caridad”.. Pero los avatares políticos llevaron al destierro a D. Carlos en 1827, con lo que se perdió el sustento financiero, apareciendo de nuevo la precariedad, estando a punto de hacer desaparecer esta Casa de la Caridad en 1840,.. lo que no sucedió, al hacerse cargo el Ayuntamiento, aportando los fondos necesarios para el mantenimiento de la Casa, que paso a conocerse como “hospital Municipal”:. Pero la realidad fue que la aportación del Ayuntamiento no fue suficiente para que este “hospital municipal” mereciera tal nombre, ya que funcionaba casi como el derruido por los franceses, más como asilo que como hospital…c arecía hasta de botiquín y no tenía personal facultativo ni administrativo, quedando al cuidado de algún caritativo encargado del Ayuntamiento, sin retribución alguna, que informaba al Alcalde, para que, éste, estimase la actuación y financiación necesaria, acorde a los fondos disponibles de la Beneficencia municipal. 

Esta precaria situación, finalizó cuando el benemérito médico y paisano, D. Alfonso González-Mellado Buenasmañanas, (en brillante intervención personal, que merece ser tratada en otra crónica específica), afrontó y financió la ímproba y enjundiosa tarea de restaurar la Casa de Caridad, acondicionándola como un verdadero hospital para pobres en mayo de 1884.. Una Comisión creada al efecto, a instancias del citado D. Alfonso, hizo una cuestación, obteniendo una considerable suma de dinero, con la que se compró un solar contiguo, añadiendo el terreno preciso para edificar un pabellón de dos plantas: baja y principal, con cuatro amplias salas de camas, habilitadas, separadamente, para hombres o mujeres. Disponía también de anchas galerías acristaladas, un botiquín y material de curas, despensa, cocina, recibidor y oratorio. Además, se reacondicionó la parte antigua del inmueble, que se destinó a zonas vivideras para las Religiosas encargadas de la asistencia a los enfermos y asilados…
Y, así fue que Manzanares tuvo, a partir de finales de ese siglo XIX transformador, un Hospital Casa de Caridad que mereciese tal nombre, y que, organizado de tan buena y moderna manera, fue enseguida envidia de los pueblos vecinos.., por lo que puede usted ya, mi querido cronista, concluir aquí el relato.. que ha mostrado a sus lectores la muerte y resurrección, cual ave fénix, del Hospital Casa de Caridad de Manzanares, historia que aconteció a todo lo largo y ancho del Siglo decimonónonico, en la gloriosa y nunca bien ponderada villa de Manzanares de La Mancha.. .