Pues si, mi querido cronista, me dice D.
Cosme, el relato que le sugiero, servirá para mostrar a sus lectores que ese
siglo decimonónico transformador, también cambió la historia y trayectoria del
primer hospital de Manzanares, fundado en 1484 por el comendador D. Alonso de
Avila, al final de la calle del Carmen, frente al castillo..
Y tanto cambió esa
historia, que ese hospital vio concluida su vida de cuatro siglos al tiempo de
la guerra de la independencia… De ese final, de lo que ocurrió después con el inicio
de la historia del nuevo hospital que surgió de sus cenizas, y de las
vicisitudes más significativas que tuvieron lugar en él, a lo largo de esa
transformadora centuria del XIX, versará lo que ahora le contaré, concluye, D.
Cosme, su introducción.
En el siglo XIX, sigue D. Cosme, como sabemos por
anteriores crónicas, el hospital estaba dedicado a:… “recibir, hospedar y
cuidar a los pobres naturales y transeúntes”. Este Hospital, a primeros del
XIX, se llamaba “Nuestra Señora de Altagracia”; sus habitaciones estaban
diferenciadas en dos zonas; una para albergar a los paisanos pobres y otra a
los forasteros... Sus enseres eran exiguos, y derivados de unos cuantos
capitales de censo, y de la producción de tres huertas, dos quiñones y otras
pequeñas tierras. Estos ingresos se repartían entre los pobres naturales y los
transeúntes. siendo mayor la cantidad dada a los últimos, por ser más
numerosos; aunque el tiempo que estaban ingresados era más corto, pues en
cuanto se recuperaran minimamente, preferían seguir su ruta, marchando de la
villa al destino que tuvieran… En cambio, los naturales de Manzanares eran
pocos, pero su ingreso solía ser más prolongado, pues eran casi siempre pobres
de solemnidad; es decir, sin techo, por lo que apuraban su estancia, asegurándose
más tiempo una manutención mejor que la suya habitual, ya que los acogidos
recibían cama, atención médica y las medicinas necesarias y, además, dos reales
diarios, para la comida de cada uno.
Una bicoca, concluye un D. Cosme jocoso,
para su desgraciada vida… Le recordaré que, al final del XVIII, la gestión
financiera del hospital cambió, y de ser regentado por la Cofradía de
Altagracía, pasó a serlo por un patronato, donde el párroco tenía papel
importante. La administración directa del Hospital dependía de un mayordomo;
cargo que a fecha de 1800 recaía en D. Josef Jiménez .. En esos años, el estado
del hospital era muy deficiente, haciéndole el párroco Sotomayor duras
críticas; estimaba que: :::”los dineros eran muy escasos, y el hospital se
encontraba en tal estado de abandono, que los pobres que tenían casa, preferían
quedarse en ella antes que ingresar”… El párroco comentaba que el hospital:… “se
limitaba a recoger a quinquilleros y vagabundos, y al pregonero de la
villa”…(éste, no contaba entonces con alojamiento, y el ayuntamiento le acogía
allí):…”no tiene una disposición acorde con sus funciones, de acoger
enfermos…una sola mujer está destinada para ello y su oficio es el de partera”…
Hospital Casa de la Caridad, finales siglo XIX. |
Por ese motivo, y viendo Sotomayor que la mayoría de los pobres naturales de la
villa, preferían no ingresar…y ser tratados en sus casas o refugios, aunque
fueran miserables covachas, propuso al Consejo de Ordenes que las rentas del
hospital se utilizasen en la atención a esos pobres naturales en sus
domicilios..., El Consejo de las Ordenes le contestó displicente, indicándole
que las rentas eran del Hospital, y que solo se debían gastar en él. para la
adecuada atención a los pobres y enfermos, a la vez que se mejorase la propia
infraestructura del edificio. Terminaban reprochando al párroco su actitud,
aduciendo que, él, como patrono del hospital, debía responsabilizarse de todas
las mejoras a realizar... Esto no convenció al párroco que conocía bien la
realidad de un hospital absolutamente deteriorado, en que ni los más pobres
querían ingresar... y aunque, como sacerdote disciplinado que era, acató las
órdenes, como también sabemos, acabó pleiteando con el Comendador, y logró un
incremento de las congruas dedicadas a la parroquia para los pobres. Es casi
seguro, sigue D. Cosme, que parte de ello se dedicase a mejorar el hospital y,
quizá también, Sotomayor valorara la posibilidad de reformarlo en serio, o
buscarle nueva ubicación.. Pero, de ambas cosas, no nos ha llegado ninguna
noticia escrita que lo corroborase…
Y, así, llegó la guerra de la
Independencia,. y los acontecimientos hicieron innecesario el debate sobre el
mantenimiento del hospital, pues fue totalmente destruido por los invasores,
junto a todos los edificios próximos a nuestra fortaleza, en el contexto de las
medidas de seguridad que las tropas francesas decidieron arbitrar para el
castillo, donde establecieron su cuartel militar de La Mancha. Los franceses,
sigue D. Cosme, en un aquelarre destructor de nuestro patrimonio, demolieron
todo el entorno del castillo; incluyendo el hospital, la ermita del Santo
Sepulcro y el convento de Carmelitas. Gran parte de sus materiales se
reutilizaron para reforzar las murallas del castillo. Algunos de los enseres
del derruido hospital, se llevaron al “hospital de sangre”, habilitado por los
galos, para sus heridos en combate, en el asolado Convento de los Padres
Carmelitas… Este hecho final de la historia del primer hospital de Manzanares,
sigue D. Cosme, quedó reflejado, así, en escrito posterior: “la inhumanidad de
las feroces tropas de los enemigos demolió hasta los cimientos una casa
hospital que hay en esta villa”. Las consecuencias para los pobres de la villa
fueron inmediatas y lamentables, continua D. Cosme, al quedarse sin un local
donde recibir atención. Por esta dramática situación, se vivieron en la villa,
durante la guerra y años posteriores, escenas muy lastimosas y dantescas. Era
común ver a los pobres postrados en medio de la calle, o refugiados y tendidos
sobre mugrientas esteras en las cuevas de edificios destruidos.. Solamente la
proverbial actitud generosa que siempre caracterizó a las gentes de este pueblo
nuestro, comenta enfático y orgulloso D. Cosme, salvó de morir en la indigencia
y abandono más absoluto a estas pobres gentes, pues aparte de organizarse los
vecinos en cuadrillas que les repartían víveres en sus mugrientos refugios,
también se encargaban de llevarles un médico de los que había en la villa,
cuando alguno de ellos lo precisaba. Se sabe, además, que muchas familias de
Manzanares, clérigos de la villa e, incluso, la propia parroquia, acogieron en
sus casas y espacios, de manera transitoria o estable, en rasgo de máxima
generosidad, a algunos de esos pobres. Y esas mismas generosas e hidalgas
gentes de Manzanares, sigue D. Cosme, desde el mismo momento en que fue
derribado su histórico hospital, empezaron a pensar en alternativas…
Por
ejemplo, continua, el grupo humano que habría de constituir la futura Cofradía
de San Blas, y que años más tarde, volvería a erigir la derruida ermita del
Santo Sepulcro, bajo la advocación de San Blas, intentó, concluida la guerra,
reconstruir el derruido hospital, mediante la obtención de subsidios
municipales y limosneo, pero la magnitud de los destrozos, y el enorme coste
que conllevaba esa restauración, dieron al traste con ese loable intento,
cuando ya habían comenzado las obras, .. En definitiva, y para nuestra
historia, sigue D. Cosme, la situación de carencia de un lugar con funciones de
asilo u hospital, se prolongó casi diez años, hasta que un grupo de nobles
paisanos promovió la creación de una “Cofradía y Congregación de la Caridad”,
para garantizar el socorro de los enfermos.. Como habrá usted adivinado, el
auxilio y apoyo del párroco Sotomayor, siempre extraordinariamente sensible al
socorro de los desfavorecidos, resultó decisivo en esa idea, de la que, sigue
D. Cosme, hablaremos más pormenorizadamente en otras crónicas que han de
llegar, pero en este repaso genérico de lo que ocurrió con la evolución de
nuestro hospital en el curso del siglo XIX, baste decir que, esa idea,
cristalizó en una “Casa-Hospital”, que comenzó a funcionar en 1817….en un
caserón propiedad del Infante de España D. Carlos de Borbón, hermano del rey D.
Fernando VII, situado hacia la mitad de la entonces llamada “calle de la estación”,
(hoy “calle del Hospital”), en un espacio rodeado de huertos, entre dicha calle
y la de los Serranos, en el límite noroeste de la villa...
El Infante D. Carlos,
sigue D. Cosme, donó a la villa el citado inmueble que, fue reacondicionado
como “Casa de Caridad”.. Pero los avatares políticos llevaron al destierro a D.
Carlos en 1827, con lo que se perdió el sustento financiero, apareciendo de
nuevo la precariedad, estando a punto de hacer desaparecer esta Casa de la
Caridad en 1840,.. lo que no sucedió, al hacerse cargo el Ayuntamiento,
aportando los fondos necesarios para el mantenimiento de la Casa, que paso a
conocerse como “hospital Municipal”:. Pero la realidad fue que la aportación
del Ayuntamiento no fue suficiente para que este “hospital municipal” mereciera
tal nombre, ya que funcionaba casi como el derruido por los franceses, más como
asilo que como hospital…c arecía hasta de botiquín y no tenía personal
facultativo ni administrativo, quedando al cuidado de algún caritativo encargado
del Ayuntamiento, sin retribución alguna, que informaba al Alcalde, para que,
éste, estimase la actuación y financiación necesaria, acorde a los fondos
disponibles de la Beneficencia municipal.
Esta precaria situación, finalizó
cuando el benemérito médico y paisano, D. Alfonso González-Mellado
Buenasmañanas, (en brillante intervención personal, que merece ser tratada en
otra crónica específica), afrontó y financió la ímproba y enjundiosa tarea de
restaurar la Casa de Caridad, acondicionándola como un verdadero hospital para
pobres en mayo de 1884.. Una Comisión creada al efecto, a instancias del citado
D. Alfonso, hizo una cuestación, obteniendo una considerable suma de dinero,
con la que se compró un solar contiguo, añadiendo el terreno preciso para
edificar un pabellón de dos plantas: baja y principal, con cuatro amplias salas
de camas, habilitadas, separadamente, para hombres o mujeres. Disponía también
de anchas galerías acristaladas, un botiquín y material de curas, despensa,
cocina, recibidor y oratorio. Además, se reacondicionó la parte antigua del
inmueble, que se destinó a zonas vivideras para las Religiosas encargadas de la
asistencia a los enfermos y asilados…
Y, así fue que
Manzanares tuvo, a partir de finales de ese siglo XIX transformador, un
Hospital Casa de Caridad que mereciese tal nombre, y que, organizado de tan
buena y moderna manera, fue enseguida envidia de los pueblos vecinos.., por lo
que puede usted ya, mi querido cronista, concluir aquí el relato.. que ha
mostrado a sus lectores la muerte y resurrección, cual ave fénix, del Hospital
Casa de Caridad de Manzanares, historia que aconteció a todo lo largo y ancho
del Siglo decimonónonico, en la gloriosa y nunca bien ponderada villa de
Manzanares de La Mancha.. .
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