¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

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HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

sábado, 5 de octubre de 2019

225). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: El COSTE DE LA VIDA DECIMONONICA.


Los precios de los productos esenciales, y la carga dineraria que añadían los poderes públicos o religiosos, en forma de impuestos, diezmos o alcabalas, querido amigo, inicia D. Cosme esta crónica, siempre estuvieron en las preocupaciones cotidianas, y en las quejas de las gentes de cualquier pueblo, y Manzanares, naturalmente, no ha sido nunca una excepción a esa regla general, pero he querido hablar algo de todo esto, porque, a primeros del siglo decimonónico, antes de la guerra de la independencia, la carestía de la vida y los impuestos añadidos, dieron bastante que hablar en nuestra villa. 

Como ya sabe usted, Manzanares, en los primeros años del XIX, era una villa bulliciosa, con importante y activa vida comercial, que se incrementaba, día tras día, desde que en la segunda mitad del siglo anterior, el nuevo Camino Real de Andalucía, había facilitado muchísimo el tránsito de mercancías, a más de lograr que los productos perecederos llegaran a sus destinos en un tiempo mucho más precoz; y desde luego inusitado, para lo que había sido habitual antes de estar disponible esa infraestrructura viaria. Naturalmente, sigue D. Cosme, sobre todo en las villas y pueblos atravesados por el citado camino, como era el caso de Manzanares, el comercio y todas las circunstancias asociadas al mismo, cambiaron mucho en muy poco tiempo. Por ej, esa nueva situación facilitaría mucho la especulación de precios, en bastantes y muy diversos géneros de productos esenciales, pues los comerciantes ambulantes tenían mejores posibilidades de desplazar sus elementos al pueblo o villa que más les convenía, siempre en función de la demanda local para el citado producto. Manzanares, además, - continua D. Cosme- por su magnífico elenco de ventas y posadas, se convirtió por esas fechas en una villa no solo muy transitada, sino también en un punto de aposentamiento para muchos de esos comerciantes.

Nuestra Plaza Pública era en aquel primer tiempo del XIX un auténtico emporio comercial en la región manchega, y a ella acudían a comprar, y a vender, no solo los paisanos, también muchos forasteros de villas próximas y, a veces, no tan próximas: Lo cierto fue, continúa, que, en gran medida por la especulación antes citada, los precios en Manzanares eran, en general, más altos que en villas cercanas, obligando a veces al Ayuntamiento, desde luego con mucha más frecuencia de la habitual hasta entonces, a controlar los precios más elevados, sacando a la venta, (a menos precio que el solicitado por los comerciantes forasteros) las reservas de alimentos del Pósito Público e, incluso, en colaboración con la encomienda, las existencias de la Casa de la Tercia o del castillo. Con eso, se obligaba a los comerciantes que venían de fuera a moderar sus precios, pero, claro está, prosigue D. Cosme, eso no siempre era posible, bien por falta de reservas en el Pósito, o por carecer nuestros almacenes de productos que no se dan en nuestra, por otro lado, muy rica encomienda. 

Casa de la Tercia, Manzanares.

Le comentaré, continua D. Cosme, que gran parte de la polémica sobre la carestía de la vida en Manzanares, a primeros del siglo decimonónico, la hemos podido conocer con fidelidad, porque quedó escrita en los legajos del pleito que el párroco Sotomayor mantuvo con la encomienda, ese que ya hemos conocido en crónicas previas. Entre las alegaciones que Sotomayor y varios de sus testigos hicieron, intentando con ellas validar sus posiciones, había algunas que aludían al problema tratado en esta crónica. Dijeron, entre otras cosas, estas:…que en Manzanares, a causa de sus comunicaciones y el tránsito continuo de forasteros…”sufrían allí notable carestía todos los objetos de humana subsistencia y señaladamente los llamados de primera necesidad, puesto que es mayor la concurrencia de los compradores que los consumen que la de los vendedores que las ofrecen…a excepción de las carnes, que corren con alguna equidad, todos los demás artículos, y especialmente habitación y ropas, cuestan aún más que en Madrid”. Un testigo, Vicente Núñez Merino, se despachó a gusto ante el tribunal de la Orden, a fecha de 22 de Octubre de 1800, con esta prolija, curiosa y explicita declaración:… “…todos los precios estaban muy subidos en 1800, sobre todo desde hacía seis u ocho años; las carnes no andaban mal; la libra de carnero, a dos reales; la de macho, a 16 cuartos; y la de oveja, a 12 ó 13, según la estación; las legumbres, a precios excesivos; el aceite, un año a precio moderado y luego por cuatro o cinco años, a precio altísimo, llegando a valer 100 y más reales cada arroba, porque en estos terrenos se coge un fruto regular cada cinco años y a veces han pasado diez o más, porque los hielos destruyen las olivas a menudo; el arroz, a más de 30 reales la arroba; y garbanzos, a 130 reales la fanega. De dos años atrás, subieron los efectos de vestir, lienzos, paños, estopas y telas ; el lienzo común fabricado en el pueblo está a 10 reales la vara y hacía pocos años, a solo 6; el paño, también fabricado en el pueblo, subió 12 reales en vara, pero lo que más subió fueron los géneros de importación; el lienzo llamado aroca valía ya 12 reales, cuando hacía 4 años solo era la mitad”….Otro testigo de Sotomayor, el escribano Juan Antonio de Ressa, declaró ese mismo día…“que él había viajado mucho por otros pueblos fuera del Camino de Andalucía y podía asegurar que… los precios son más bajos que en Manzanares..y que en Madrid…” ..Otro escribano, llamado Andrés Martín de Almagro, declaró: …. “que a su avanzada edad nunca había conocido iguales precios”…Los representantes legales de la encomienda, intentaron minimizar o negar estas cifras, aportando las que ofrecía un “fiel corredor” al que consultaron. En esencia, dijeron que el informe encargado reflejaba una situación de: “precios muy equitativos en carnes, granos, aceite, tocino, legumbres y aun en frutas de lujo y si algo habían subido no era para decir que Manzanares sea más caro que otros pueblos, pues si los precios habían subido…se trataba de un hecho general y pasajero”.. y aportaban al tribunal una certificación de precios realizada por fiel corredor, D. Miguel Manzanares.
El Procurador general del Consejo de las Ordenes, se mostró favorable a las tesis de Sotomayor y sus testigos… y declaró, finalmente, que, en efecto, “Manzanares es pueblo de tránsito y caro en todo lo preciso para su subsistencia”…lo que fue un hecho definitivo en la sentencia final favorable a las tesis de Sotomayor, pero que, en esta crónica, nos sirve para comentar que si la justicia dice que Manzanares era caro, pues caro era…y no se habla más del asunto, concluye divertido y sonriente, D. Cosme… Luego llegó el paréntesis de la guerra de la Independencia y, cambia totalmente el gesto D. Cosme, para decir.., como en cualquier guerra, las preocupaciones mayores no eran los precios, sino los muertos y la miseria humana que conllevan este tipo de situaciones. Cuando el Reino de España recuperó el pulso y el control, expulsado el galo invasor, continúa, las cosas cambiarían sustancialmente, empezando por la desaparición de las encomiendas y, con ello, gran parte del patrimonio eclesial. 

Es claro , sigue, que estos cambios repercutirían en el Reino, en todas estas cuestiones de la carestía de la vida, pero lo hicieron de una manera mucho más genérica, si bien hay que tener en cuenta que, en Manzanares, de manera muy puntual, la Desamortización de Mendizábal nos afectó mucho, ya que, hasta entonces, poseíamos la más rica encomienda Calatrava y, por tanto, ante cualquier desajuste o altibajo en los precios, no disponíamos ya de los mecanismos de compensación inmediata, que hemos visto al comienzo de la crónica, baste pues, para el relato, con lo apuntado ya acerca de la carestía en Manzanares, a primeros del XIX, y ya habrá ocasión de referirse a la evolución de los precios comunes de las cosas en otros relatos del resto de siglo que están por llegar…
Naturalmente, continua irónico D. Cosme, como usted ya supondrá, una villa tan activa y comercial como Manzanares.. y con la encomienda más rica de Calatrava en aquellos años iniciales del siglo XIX, también era “objeto de deseo monetario” por parte de las administraciones públicas y las eclesiales, que obtenían de los “bolsillos manzagatos” pingues beneficios, en aquella época, bien fuera por alcabalas, diezmos u otros tipos de imposiciones a las rentas y a los productos. 
Orden de Calatrava.

Como le acabo de comentar, sigue D. Cosme, los sufridos manzagatos de primeros del XIX cotizaban doblemente, por un lado a la Real Hacienda y, por otro, a la Iglesia, en este caso a dos de sus instituciones, la Orden de Calatrava y el Arzobispado de Toledo. Las arcas reales se nutrían entonces de una muy diversa serie de imposiciones, algunas bastante curiosas, los ingresos mayores de la Real Hacienda eran dependientes de las llamadas, alcabalas, que venían a ser el producto dinerario obtenido por algo parecido a los impuestos actuales sobre “derechos reales”, o sobre el patrimonio. Además, sigue jocoso D. Cosme, la voraz hacienda real, “nos sacaba más cuartos”, mediante otro surtido de tasaciones, entre los que estaban: el sugerente impuesto, llamado “derecho se sisa” (el nombre lo dice todo, ríe D. Cosme), el también curioso impuesto, destinado al “fiel medidor”, y otras diversas y diferentes tasas por “servicios y subsidios ordinarios o extraordinarios”. Aunque solo estuvieron vigentes en ese siglo XIX hasta la Desamortización de Mendizábal, le comentare algo de cómo eran a principios del siglo decimonónico los impuestos que recibía la Iglesia, de parte de los sufridos y paganos paisanos de Manzanares,…y a fé…y nunca mejor dicho, al tratarse de “impuestos espirituales”, ríe D. Cosme, que aquellos paisanos de primeros del XIX, cotizaban diezmos, pero a base de bien, acordes con el título que teníamos de más rica encomienda de la Mancha… Como sabe usted, por anteriores relatos, la recaudación de estos diezmos, (en especie y en dinero contante y sonante), venía derivada del rendimiento de las tierras y de otras actividades productivas de la encomienda, y su contribución se llevaba a efecto en la “Casa de la Tercia”,… lo obtenido de cada paisano se dividía en tres partes iguales (de ahí lo de “tercias”),.de las que una eran para el Arzobispado de Toledo y las otras dos para la encomienda de Manzanares

Pagaban diezmo: cereales. frutas, hortalizas, olivas, legumbres, azafrán, vino, queso, corderos, lana, teja, cal, ladrillo…y algunos productos más, estando obligados también a este pago, las soldadas de los criados. Para asegurar la recaudación, la encomienda arrendaba por un año cada producto a una o más personas concretas, por lo que ya se puede imaginar usted la cantidad de gente de la villa que vivía de eso, pues ya se ocupaban muy bien cada uno de cobrar lo que había que cobrar, ríe D. Cosme… En fin, esta historia de los recaudadores, nos ha servido, para poner nombre a paisanos de aquella época dedicados a esa tarea…Por ej, el diezmo de la alfarería estaba arrendado en 1802 a un vecino de la calle de la cárcel, D. José Guijarro, y a D. Alfonso Jaramillo y D. Juan Díaz Madroñero, por 7875 reales y año; el del queso, en 1803, estaba a nombre de D. Josef Rodriguez, vecino de Empedrada; el de los corderos, chotos y lana, estaba arrendado en 1803 a D. Juan Josef Camacho y D. Benito Fernández, con una renta ajustada, por ravera y especie, de 61 reales, y la arroba de lana a 78 reales… El diezmo de “géneros extranjeros”, quedó, en 1806 en manos de Antonio López Camacho y Antonio Sánchez Blanco, vecino de la calle Toledo, esquina a Lope, en 15.000 reales por año…y así podría citarse alguno más, pero no lo hare…. .
….porque,, mi querido cronista, por hoy fue ya suficiente para que usted garrapatee una pequeña crónica, que habrá servido a sus lectores para saber de un aspecto tan manido y y universal, como la carestía de la vida,.. pero que, claro está, como muchas otras cosas, en el Manzanares decimonónico del primer tiempo, tuvo bastante enjundia en cuestiones de bolsillo para el común de los manzagatos de entonces, concluye sonriendo D. Cosme

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