Manzanares, el más bonito lugar de los lugares manchegos, está situado en el centro de una dilatada altiplanicie en el cuadrante sureste de la meseta castellana. En lugar apacible y a seiscientos noventa y cinco metros sobre el nivel del mar en Alicante, su clima es eminentemente sano y totalmente antipalúdico, pues precisamente por su configuración, no se producen estancamientos de aguas pluviales.
Desde hace más de un siglo, está ciudad goza de renombre y fama en los aspectos de urbanización, saneamiento, limpieza pública y adecentamiento en general. Sus calles son amplias y bien pavimentadas; su edificación, armoniosa en su conjunto y los habitantes, precisamente por concurrir en ellos la poderosa circunstancia de su situación geográfica, son el tipo genuino del manchego hidalgo, pundonoroso, ilustrado y bonachón. Es algo así como el resultado de la fusión de las dos tendencias que preconizara Miguel de Cervantes en su inmortal Don Quijote. El carácter de los nativos es ese: mitad Quijotes, mitad Sanchos, en una dosificación muy equilibrada.
Los datos históricos que de Manzanares han podido lograrse a través de los siglos, aparecen envueltos en una densa niebla que el tiempo no ha podido disipar a pesar del empeño de algunos de sus hijos, que pusieron en estas incansables gestiones el mejor de sus ideales.
Mercadillo en la puerta de la Asunción. Foto de 1900. |
Los historiadores - llenos como es lógico de la mejor voluntad - señalan datos que nos conducen por dos caminos muy diferentes pero al final, llegan a converger. Uno de ellos, que se remonta a los siglos X y XI, dejan entrever la posibilidad de que el actual Manzanares pudiera llamarse en aquellos entonces Argamasilla de Pilas Horras. Estos, aducen que precisamente en unos deslindes llevados a cabo al instituirse las Órdenes de Calatrava y Santiago, aparecía una aldea o lugarcillo ganadero, a algo menos de una legua de la actual Membrilla pero ya en terrenos de Calatrava, poblado este pequeño lugar por gentes trashumantes ya estabilizadas, que pastoreaban por estas llanuras. De esta legendaria aldea, según los defensores de esta tesis, quedan vestigios aún y son los pozos que alimentaban los abrevaderos para el ganado que transitaba por las Cañadas Reales que entroncaba esta demarcación pues ya la historia romana, nos cuenta, que en su invasión, encontraron en España una muy bien organizada red de caminos pastoriles o vías pecuarias. Estos pozos no se han secado a pesar de sufrir esta zona de manzanares grandes estíos. Son ellos el pozo que existe en los soportales de la Plaza de Las Palomas, junto a la entrada de la Biblioteca Lope de Vega y el aún existente, en el corralillo de la Parroquia de la Asunción. Hasta aquí la versión vanguardista pero, atención a la denominación "PIlas Horras", que aparecerá en la versión que seguidamente relatamos.
La opinión más generalizada es la que sigue: Manzanares empezó a poblarse a finales del siglo XII bajo el mando del Maestre de Calatrava D. Martín Martínez, que ya había mandado edificar su célebre castillo al que le llamó Castillo de Pilas Horras. ¿A qué se debe, pues, este título?...¿ No encuentra el lector cierta relación con la pista reseñada en primer lugar?.
Vista general de Manzanares, año 1950. |
En marcha la historia, la ciudad de Manzanares, cuyo nombre se debe a los fundadores o colonizadores caballeros de Sagasti - o Manzanares - oriundos del Valle de San Millán, en tierras vascas, creció muy rápidamente merced al influjo y seguridades de su castillo. Ya no volvió a pisar el musulmán estas tierras manzanareñas, a pesar de las incursiones y tentativas que organizaban con frecuencia. Manzanares, con el lema de su escudo "No temo, que más puedo", fue invulnerable y permaneció fiel a sus Reyes, aún produciéndose convulsiones como la de los Comuneros de Castilla, Padilla, Bravo y Maldonado. Estos insubordinados, intentaron apoderarse del castillo pero sus defensores, aliados con las fuerzas de Villarubia y Daimiel, lograron alejar, no sin pérdidas, a sus atacantes.
Manzanares creció con los ininterrumpidos aluviones de trabajadores de todas las latitudes. Trabajó con denuedo en su campo y forjó un tipo inconfundible de hombre. Surgió de esa amalgama de razas, a semejanza de las grandes empresas colonizadoras, el manzanareño duro y sobrio de costumbres; el trabajador sin tacha y el hidalgo más señero, tanto, que en el discurrir de los siglos, Manzanares llegaría a ostentar en su escudo el "muy noble, muy leal y fidelísima ciudad de Manzanares".
Muchas casonas,a pesar de la destrucción implacable del tiempo, ostentan blasones. La nobleza, hoy virtualmente desaparecida, dejó constancia de ello a la Historia con esa dignidad innata del gran señor. Los Sagasti, Pérez Valiente, Merino, Jaraba, García Noblejas, González Elipe, Manzanares, Ochoa, Tello, Rabadán, Salinas, Caballero, Peñuelas, Carrascosa, Enriquez de Salamanca, Cantalejo, García Vao ...y tantos otros títulos nobiliarios, engrandecieron el pasado y presente mediante una total entrega de honrar los lares patrios, en aquellas fechas del pretérito del "nunca tiempo pasado fue peor".
(Continuará) ...