Meses antes que
estallase la guerra de la Independencia, conflicto que, ya le adelanto, dará
pie a bastantes relatos que por aquí han de sucederse, por la gran relevancia
que tuvo Manzanares durante su desarrollo, inicia así D. Cosme esta crónica,
los “tambores de guerra” ya se advertían en nuestro pueblo, y de eso, de ese
tiempo de primeros del año 1808, versará el relato que ya le propongo...
Además, sigue, aun siendo normal que los franceses, por cuestiones operativas y de idioma, transitaran por el terruño hispano muy al margen de la gente común,… y que, más o menos, la población española había sido informada que esos militares eran aliados de España, resultaba palmario que los soldados galos hacían ostentación de una sospechosa e improcedente hosquedad y altanería ante los que eran sus aliados y anfitriones españoles, bien fuesen civiles o militares… Por eso, y aunque muchos atribuían esa actitud al supuesto carácter antipático de los franceses,. el recelo y la desconfianza era creciente entre los españoles, tanto en el ámbito civil como en el militar. Los rumores y suposiciones al respecto, también en Manzanares, se hicieron cada vez más frecuentes en corrillos, tertulias caseras y reboticas del pueblo, pero es que también, los muy numerosos militares españoles que, como sabemos por anteriores relatos, eran muy frecuentes en nuestro pueblo, cada vez recelaban más de lo que se traía entre manos el ejército francés…y, en más de una ocasión, comentaron en distintos ambientes del pueblo, que su comportamiento se asemejaba mucho más al de unas fuerzas de ocupación que a lo que se esperaría de una fuerza aliada…
La información compartida era escasa o nula, y las relaciones entre ellos cada vez más tensa, algo que desde ese ámbito militar, se iba trasladando al ámbito civil, pudiendo decirse que, en Manzanares, a fechas de Marzo de 1808, los paisanos de todo tipo y condición, no las tenían nada consigo en relación a los visitantes que nos llegaban de las galias, ironiza D. Cosme... De hecho, cada vez más gente en España, según pasaba el tiempo, comenzaba a barruntarse que estos “aliados galos” estaban tendiéndonos una trampa, y que, a lo peor, en lugar de transitar por nuestro solar, estaban haciendo lo necesario para “quedarse en él una temporada larga” concluye, con sorna D. Cosme...
Aparte el trajín incesante de soldados, continua, otros hechos "hablaban" en Manzanares de una clara inquietud ante lo que pasaba... Por ejemplo, la comunicación directa con Madrid y Aranjuez, por el camino de Andalucía, hizo que muchos viajantes y carreros de los que pasaban por aquí, informaran de los constantes rumores que existían en los primeros meses de 1808 en la Corte Real, acerca del pacto desconocido con Francia... y de las disensiones en el propio seno de la Corte, pues era sabido que bastante gente del entorno del Rey desconfiaba de los galos.. y que, muchos otros, estaban también en desacuerdo en todo eso con el propio Carlos IV y, más aún, con su "brazo político", el muy controvertido, Godoy...
Aparte de esos rumores que llegaban del norte, Manzanares era, por su enclave viario, un centro importante de correos y postas, estando catalogado nuestro pueblo, Administración Principal de Correos,... Como, en aquellos tiempos, el correo era casi la única forma de transmitir con cierta rapidez muchas de las informaciones de la Corte a los alcaldes mayores de las villas, pueblos y ciudades importantes, así como también a las autoridades de las, aún vigentes, Ordenes Religiosas y a las comandancias militares, pues se explica muy bien que, en esa época, este tipo de mensajes se incrementasen muchísimo y que, en el entorno de la Plazuela del Rosado, donde las postas tenían su sede central en Manzanares, sigue D. Cosme, la actividad se tornase progresivamente incesante, lo que fue motivo de más suposiciones, extrañezas, recelos, rumores y comentarios en nuestro pueblo, sobre lo que podía estar gestándose en los aledaños del poder central...
Coche de Postal, siglo XIX. |
Hay que entender que, si bien ahora, el ferrocarril es quien transporta todas esas misivas y correos, y la cuantía y actividad de las mismas pasa inadvertida, en aquellos primeros años del siglo XIX, el correo se portaba a caballo, desde Manzanares a su destino final en la provincia, .y claro, toda la gente del pueblo, advirtió ese gran incremento de actividad postal, por el bullicio y ruido de las caballerías que llegaban y salían de nuestra Administración Central de Postas. En este tema del correo y postas de Manzanares; y por poner nombre a quienes eran sus protagonistas principales en aquel año de 1808, le comentaré para el contenido del relato, sigue D. Cosme, que el máximo responsable, y Administrador Principal de Manzanares, era D. Manuel María González, quien distribuía los correos y postas, según el destino que fuese a tener, a diferentes paisanos contratados para ese menester… quienes, también de acuerdo a un protocolo previamente establecido, lo acercaban a sus respectivos destinos.. Por ejemplo, sigue, el contratista de postas y correos entre Manzanares y Daimíel, respondía al nombre de D. Pedro Capilla, y parece que vivía en la "casa de la Melocha" de la calle del Mayorazgo, Este señor, comentaba por entonces, a sus más allegados que, en aquel primer tiempo de 1808, le era bastante difícil transportar a Daimiel todo el correo que le correspondía repartir, en los dos días de cada semana que tenía asignados para esa tarea, por lo que a veces tenía que utilizar más días.
Este trasporte de las valijas de correos, lo realizaba con caballería propia, tardando, más o menos, una hora por legua de camino recorrido, que era también lo pactado en su contrato con la Administración de correos. D, Pedro. Capilla y los otros contratistas de Manzanares, entre los que citaré a: D. Josef Carrión, que vivía en Empedrada, y que tenía a su cargo el transporte del correo a Almodovar del Campo, Almagro y Ciudad Real…, y a D. Pedro Noblejas, que se encargaba del reparto de postas a Villanueva de los Infantes;… acudían, siempre puntuales, a las siete de la mañana, de los días de la semana que tenían asignado reparto, a la Administración Principal de Manzanares, para hacerse cargo de sus respectivas valijas y transportarlas a caballo, según lo convenido, (todos en las mismas o similares condiciones a las de D. Pedro Capilla)...
Lo cierto es que, a efectos de lo aquí tratado, sigue D. Cosme, también estos últimos contratistas, y en similares términos que el Sr, Capilla, comentaban en el pueblo que algo raro estaba pasando, no solo por la gran y creciente actividad a que se veían abocados, sino por el número cada vez mayor de correos destinados a las comandancias militares y a las autoridades civiles, por no contar la impaciencia de algunos receptores al no llegarles determinadas misivas; y las caras que a veces ponían otros, al recibir algunos de los correos y postas que ellos portaban en sus valijas... Otro hecho, al que quizá no se relacionó en su momento con este problema, pero que posiblemente si que lo estuvo, y por tanto no resultó coincidente, prosigue D. Cosme, fue el retorno de Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor a Manzanares en los días previos al inicio de la guerra… Sabemos que desde cuatro años antes, 1804, D. Pedro estuvo en Salamanca, ocupándose del Rectorado del Colegio que allí tenía la Orden de Calatrava, y no hay ninguna referencia de estancias u ocupaciones de Sotomayor en Manzanares, durante los siguientes cuatro años, hasta el 20 de Marzo de 1808, cuando sabemos que participa en una reunión de nuestro cabildo eclesiástico en la iglesia parroquial de Manzanares. No sería nada extraño que, conociendo el liderazgo que ejercía Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor en el pueblo, tanto en lo civil como en lo religioso, alguna de esas dos autoridades, o quizá las dos, le reclamase a la villa, atisbando como inminentes, los difíciles tiempos que estaban por llegar…
Desde luego, y como tendremos reiteradas ocasiones de comprobar, ninguna decisión se nos ocurre más acertada que esa para el devenir y el destino de Manzanares en la guerra que estaba por comenzar, donde nuestro párroco, Frey Sotomayor, en la mejor disposición de las posibles para su pueblo, puso en evidencia su gran inteligencia estratégica en la toma continua de decisiones para los muy diversos y difíciles problemas que tuvo que abordar en esos años. Se podría afirmar, casi sin temor a equivocarse, que acertó de pleno en todas y cada una de sus intervenciones para afrontar cada cuestión de las que tuvo a su cargo, utilizando su brillante pensamiento… y adornando cualquiera de sus actuaciones con sus enormes virtudes humanas y pastorales… Tendremos, mi querido reportero, muchas muestras de esto que le comento sobre las actuaciones de D. Pedro Alvarez de Sotomayor, en casi todos los episodios importantes que se vivieron en Manzanares durante esa guerra de la independencia contra los invasores galos..
Y
ahora, y así, puede usted dar por concluido este relato, que habrá servido para
mostrar a sus lectores, como se vivieron, y sintieron, en la insigne villa de
Manzanares de La Mancha, los “tambores de guerra”… de la Guerra de la
Independencia..