Quiero contarle en esta crónica, mi
dilecto reportero, me dice D. Cosme, un curioso episodio, que me he permitido
titular con el encabezamiento que le sugiero, y que fue vivido por el clero de
Manzanares, en ausencia de su cabeza pastoral, Frey D, Pedro Alvarez de
Sotomayor, corriendo el año de 1804….
Empezaré por recordarle, que Frey
Sotomayor había sido nombrado, a mediados de 1799, y al poco de su llegada a
Manzanares, Rector del Colegio de Calatrava en Salamanca...Ya sabemos también
que, en estrategia conjunta de las autoridades civiles de Manzanares, las eclesiales,
la gente del pueblo y el propio Sotomayor, se suplicó al Consejo de la Orden
Calatrava para que mantuviera a D. Pedro en Manzanares, por la gran tarea
eclesial y social que precisaba nuestra villa. La Orden de Calatrava, sigue D.
Cosme, accedió a la petición, permitiendo a Sotomayor permanecer en el pueblo..
Pero las cosas en el rectorado del Colegio de la Orden Calatrava en Salamanca,
no debieron ir demasiado bien, y la Orden Calatrava, una vez que Frey Sotomayor
había encarrilado en la buena dirección a la Iglesia y a la Parroquia
manzagata, instó a D. Pedro a que, sin dejar de ser el párroco de Manzanares,
tomase posesión de la rectoría del citado colegio salmantino.
Aunque es seguro
que esta decisión de la Orden Calatrava no fue del agrado de D. Pedro, y mucho
menos de su fielato, a Sotomayor no le quedó, esta vez, ni excusa ni remedio,
en tener que acatarla, pues, precisamente por su grandísima capacidad, ya había
logrado, en solo cuatro años, controlar el estado desastroso en que encontró la
parroquia a su llegada, cambiando la situación, “como si le hubiera dado la
vuelta a un calcetín”, comenta D. Cosme, muy gráficamente. De forma y manera
que Sotomayor ya estaba en Salamanca en el mes de junio de 1804, habiendo
cedido sus competencias pastorales en nuestra villa al ya anciano sacerdote, D.
Francisco Martín Calero, quien, por entonces, ostentaba el título de “Comisario
del Santo Oficio en la villa de Manzanares”… La enorme personalidad y eficacia
de Sotomayor,-continua D. Cosme- le había erigido en el líder incuestionable de
la Iglesia Manzagata, pero también había logrado, en el poco tiempo que llevaba
de párroco, hacer desaparecieran los cabildeos habituales de nuestro clero
local, antes de su llegada, pues todo el mundo respetaba su indiscutible
autoridad, y los egos de cada cual permanecían adormecidos…Pero claro, ausente
el gran pastor, renacieron los recelos y los desafectos entre los
“pastorcillos”… que, “alborotados”, mostraban sus pequeños y nimios
desacuerdos, cada vez que tenían ocasión de hacerlo en conversaciones entre
ellos o, lo que es peor, extramuros de la Iglesia, con el vecindario. Para más
inri, les dio por trasladar sus pequeñas cuitas y rencillas personales al
Consejo de las Ordenes, sin comentar nada al Arzobispado, lo que dio lugar a un
curioso y divertido “carteo” entre nuestro cabildo y el Arzobispado, que merece
la pena traer al relato…
Pues bien, todo este alboroto clerical, comenzó con la
decisión de Sotomayor de ceder sus competencias al cura Martín Calero, hecho
que fue bastante mal visto por algunos clérigos de la villa, empezando por los
propios tenientes de Sotomayor, sus auténticos “segundos” en el día a día de la
vida parroquial, que quizá esperaban que D. Pedro se hubiera fijado en alguno
de ellos para sustituirlo… Pero, conociendo a Sotomayor, sigue D. Cosme, lo más
seguro es que prefiriera la opción del anciano Martin Calero… al que por rango y
antigüedad, en realidad le correspondía…y, por tanto, se le podía nombrar sin
generar problema competencial con cualquier otro clérigo de la villa,..Como ya
no estaba para innovaciones, casi seguro que D. Pedro le propuso, antes de
marchar, para que no cambiase nada de su línea de actuación, de manera que el
anciano sacerdote no se complicase la vida...y, así, de paso, no encontrársela
él (Sotomayor) complicada a su vuelta, concluye D. Cosme sonriente…
Lo cierto es
que nadie dijo nada mientras Sotomayor preparaba su marcha de Manzanares… pero,
nada más hacerlo, se iniciaron las hostilidades entre el clero, reaparecieron
viejas rencillas y desencuentros personales, siendo la espoleta del conflicto
una cosa tan pueril como la preparación y el protocolo de una procesión. En
efecto, el 17 de junio de 1804, se celebraba en la villa la procesión de
Minerva… y, a su inicio, el pertiguero instó a D. Francisco Martín Calero a
portar una de las varas del palio… éste se negó, displicente, alegando que un
párroco no tenía que hacer eso, a la vez que exigía el asiento del párroco; lo
que molestó al cabildo, quien se reunió el día siguiente para reprochar a
Martín Calero su actitud; escribiendo lo que sigue, para que el secretario del
cabildo lo entregase D. Francisco:… “que por razón de primer teniente no tiene
excepción alguna en los cargos de esta comunidad, como no la ha tenido jamás,
ni hay memoria de ello ningún teniente, y por lo que respecta al asiento
preeminente que parece querer tener, según ayer executó y sufrió el cabildo
para no dar escándalo, se le haga saber que solo en el caso de que se halle
oficio oficiando ocupara la silla preeminente del párroco” …
La templanza no
pareció ser una virtud de nuestro clero, dice sonriendo D. Cosme, y los ánimos
del curato manzagato para nada se apaciguaron en los días siguiente…De hecho,
el cabildo informó al Consejo de Ordenes de estas pequeñas disputas locales,
cuestionando el nombramiento de Sotomayor y las perrogativas que Martin Calero
pretendía ostentar. Naturalmente, el Consejo ratificó el nombramiento,
rechazando por nimias las alegaciones…Pero el cabildo, obcecado con la idea de
“quitarse de enmedio” a Martín Calero, no cejó.., remitiendo similar alegato al
Arzobispado de Toledo… quien les respondió con una carta-orden en la que, tras
considerar los antecedentes, ratificó el nombramiento de Martín Calero, al
tiempo que les reprochaba haberse dirigido en primera instancia al Consejo de
la Orden, en algo competencia del Arzobispado...“se han sometido ustedes al
Consejo de las Ordenes sin haber acudido con su instancia a la sagrada persona
de su eminencia, como su lexitimo prelado, en tiempo conveniente para
providenciar lo que exigían las circunstancias, sin complicación de otro
tribunal; ha resuelto Su Eminencia se conformen ustedes con la expresada
elección en la forma que se ha practicado actualmente, permitiendo la presencia
del teniente D. Francisco Martín Calero como se ha verificado ya en otros
nombramientos de igual naturaleza”….y terminaba amonestándoles: … “no procedan
con tanta ligereza en lo sucesivo, con perjuicio de su legítima jurisdicción” .Pocas dudas dejaba la carta-orden arzobispal, que fue recibida en nuestro
cabildo como lo que era, sigue D. Cosme, ni más ni menos que una regañina sin
paliativos de la autoridad arzobispal, que se sentía ninguneaba en sus
competencias. Sin embargo, en una mezcla de sumisión y bacineo, muy propia de
nuestra idiosincrasia manzagata, el cabildo pergeñó esta rebuscada
contestación al arzobispado:… “…que en manera alguna sean presentado al Consejo
de las Ordenes con perjuicio de Su Eminencia, a quien reconocen por su
dignísimo prelado y protector”…. “que han limitado sus funciones a meras y
simples contestaciones que exigía el citado Real Consejo, sin trascendencia a
prestarle jurisdicción contenciosa ni gubernativa”...
Ntra. Sra. de la Asunción. |
Tras esta declaración de
sumisión al arzobispo, y una explicación no muy convincente del porque un
alegato previo al Consejo de Ordenes, continúan con una serie de
justificaciones alambicadas de su oposición al nombramiento de Martín Calero,
intentando “volver con la burra al trigo”, como decimos por Manzanares,
mostrándose empalagosos y zalameros, a la vez que, insistentes y bacines,
mantienen su argumentario contra el cura Martín Calero… . .. “por lo que, sin
oponerse a las determinaciones del Arzobispo decretaron que sin perjuicio del
cumplimiento que se debe prestar a la citada Orden, en su tiempo y caso se
reitere nueva representación o recurso al eminentísimo señor cardenal, la más
sumisa y respetuosa, dirigida a hacer ver al dignísimo prelado que este cuerpo,
lejos de presentarse en manera alguna a la jurisdicción del Real Consejo de las
Ordenes, blasona de sostener sus privilegios bajo los auspicios de su benévolo
protector, pero esta policía no embaraza a la policía que le es propia en
absolver los informes que se le impetren por cualquiera otro tribunal
superior…y que en el interin y entretanto Su Eminencia resuelve con mejor
conocimiento de causa, no se haga novedad alguna en las cosas, quedando en el
ser y estado que ocupan… terminaba el cabildo, diciendo que encargaba a los
letrados, Paz y Torres, nuevo recurso...
A esta carta, con un lenguaje cordial,
pero firme, y en igual linea, el arzobispado contestó con otra carta-orden,
firmada por su secretario D. Rafael Antón:…. “el cardenal-arzobispo, mi señor,
ha recibido la representación que ustedes le han dirigido…con inclusión del certificado
de diligencias que obran en poder de ese cabildo sobre el nombramiento de
Sotomayor y demás concurrencias en el asunto. Y enterado de todo Su Eminencia,
me manda decir a ustedes que queda muy satisfecho de la sumisión que le
manifiestan, pero que no conviniendo en el día entrar en contestación sobre el
punto indicado y que ustedes reproducen en dicha su representación, les
aconseja que se conformen y toleren lo prevenido por el Real Consejo de las
Ordenes, siendo avisados en lo sucesivo para avisar antes de todo a su prelado
en los casos que conviniere y sea debido. Lo comunico a ustedes de su orden, y
ruego a Dios les conceda muchos años. Toledo 12 de Marzo de 1805”….
Curiosa, y
cerrilmente, el cabildo se quedó con el carácter conciliador de la nota y no
con su firmeza en ratificar la autoridad de Sotomayos, que, de una u otra
manera, el cabildo estaba cuestionando..Lo cierto es que, tras leer esa nueva y
taxativa carta-orden, se plantearon un nuevo recurso, aduciendo que… “no puede
hacerse compatible el conceder la presidencia a D. Francisco Calero sin que
obtenga igualmente las demás exenciones que como cura ecónomo debía
disfrutar… pues a este y a sus antecesores se las ha dispensado el cabildo por
un derecho personalísimo que no puede transferir a otro y sin que sea visto
manifestar desatención a los honrados consejos que le transmite Su Eminencia..y
si una procuración de su justa y natural defensa con respecto a los grandes
perjuicios…en tolerar al primer teniente Calero la excusación de los cargos que
le competen”… “suplicándo se reforme en la parte que Su Eminencia tenga a bien
la citada orden”…
Sin embargo, sigue D. Cosme, el recurso no se produjo, pues el
Real Consejo de Ordenes, a la vista del reiterado erre que erre del cabildo,
cuando tuvo conocimiento de esta su nueva carta, harto de la situación, se
dispuso a establecer medidas bastante mas taxativas y directas contra el
cabildeo del cabildo…Enterados este de lo que se le venía encima por su
tozudez, en un ejercicio de “recogida de velas”, también muy propio de nuestra
gente, escribió lo siguiente: “Vista nuevamente la carta-orden de Su
Eminencia….con la madurez que exige, dijeron que por ahora y sin perjuicio de
en lo sucesivo, se aposente en la silla del cura párroco el presbítero D. Francisco
Calero; esto en obsequio de los saludables consejos de dicho excelentísimo
señor, tomándolos por verdaderos preceptos, con arreglo en todo a la citada
carta-orden…” y dieron parte al Arzobispo del cumplimiento de todo lo
aconsejado…
Así, concluye D.
Cosme, terminó este curioso episodio de “resistencia a la autoridad”,
perpretado por el cabildo de la villa de Manzanares, al más puro estilo
manzagato, por lo que le ruego que haga usted lo mismo y concluya también la
crónica, que ya fue de sobra para esa pretensión…
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