Iniciaré los relatos acerca del Siglo XVIII, querido
reportero -me dice Don Cosme- refiriéndome a las características…o, más
exactamente, al carácter y esencia de las gentes de Manzanares a comienzos de
esa centuria.. y de como habían evolucionado la personalidad y valores de
nuestros ancestros de entonces, al albur de toda la historia vivida por las
generaciones previas de paisanos, desde el “nacimiento” de Manzanares..
Y es
apropiado conocer como eramos, en esos inicios del “Siglo Ilustrado”, para
poder comprender mejor el “choque” que supuso, en aquellos paisanos nuestros,
la llegada a sus vidas de los nuevos tiempos y conceptos, sociales y políticos,
emanados del Enciclopedismo y de la Revolución francesa, a finales del citado
Siglo XVIII… Pero, antes, y para poder entender lo que quiero argumentarle
sobre esto -continua Don Cosme-, hay que remontarse mucho tiempo atrás… a lo
que ya hemos conocido del carácter de nuestras más primitivas gentes...
recordando que, en los tiempos medievales, aun considerando que la población
inicial del Lugar fue una mezcla de tres tipos de gente de muy diversa
procedencia:
Primero, los fundadores calatravos llegados del Norte de España;
en segundo término, el grupo humano que bien podíamos considerar “autóctono o
indígena”, [que había quedado en nuestros lares como población residual a la
expulsión de los almorávides de La Mancha, tras la batalla de la Navas de
Tolosa, en las regiones limítrofes con La Membrilla (“Cerro del Moro” y Molino
de Santa Ana), y en el entorno del antiguo poblado de Moratalaz]; y, por
último, un número considerable de inmigrantes, (“bajados” al Lugar de
Manzanares, al poco de su fundación, desde Toledo y áreas aledañas),…eso no fue
óbice, para que pronto toda esa mezcolanza humana, adquiriera un hábito y
manera de ser bastante común, caracterizada por una gran capacidad individual y
colectiva para el trabajo y el emprendimiento, basada en un sentimiento
generalizado de autosuficiencia personal, pero también, y aunque parezca
contradictorio, de una marcada solidaridad entre todos los habitantes de la
aldea,.. algo que acabó constituyéndose, en muy poco tiempo, como un rasgo
distintivo de la población del Lugar de Manzanares, con respecto a otros
lugares y villas cercanas. Y eso -sigue D. Cosme- probablemente sucedió así, en
gran medida, por la “inteligente conjunción de intereses particulares” que esas
tres poblaciones iniciáticas tuvieron la habilidad de “poner sobre el tapete”
del desarrollo social y económico de Manzanares.. De una parte, los Calatravos
supieron atraerse a la población autóctona, para que colaborase con ellos en la
construcción del Castillo, a cambio de ofrecerles protección y cobijo… En
contrapartida, esas gentes autóctonas, que pudieron, por esa protección,
desarrollar a plenitud, y con más tranquilidad que nunca, el aprovechamiento de
las aguas del Azuer para la agricultura y la ganadería local..., ofrecieron a
los calatravos compartir los ricos productos de su renacida actividad, como
sustento alimentario y financiero de las dos poblaciones,… mientras, entre
ambas, construían el Castillo… Esa simbiosis inicial, prosigue D. Cosme, tan
inmediatamente desarrollada en su vida diaria, hizo que, muy pronto, las dos
poblaciones confiaran entre sí, y se sintieran protagonistas de un mismo
proyecto colectivo llamado Manzanares,… que empezó solo como Castillo, pero que
devino en pueblo…Pueblo que, en su incipiente y brillante desarrollo, atrajo a
ese tercer grupo de inmigrantes, que asentó, e hizo crecer el núcleo urbano
inicial del Lugar de Manzanares,…
Son reconocibles, por tanto, continua D. Cosme- los primeros especímenes
humanos de Manzanares, como unos personajes emprendedores, con un alto concepto
de si mismos, pero, a la vez, con una gran confianza interétnica; asimilable a
lo que, hoy, hemos dado en llamar, solidaridad… y, unidas a esas virtudes, una
muy buena predisposición al trabajo individual y colectivo, que, enseguida, les
confirió un sentimiento identitario como pueblo. No extraña nada, por tanto,
que, también pronto, todos sus pobladores se imbuyeran de los valores
doctrinarios del grupo dominante, los Calatravos,..que, mitad monje-mitad
soldados, no dejaban atisbar, por entonces, diferencias importantes entre
política y religión, a la hora del gobierno de las cosas y de las vidas,...
dirigidas en exclusiva por esas ideas, sin dar pábulo a ninguna otra forma de
pensamiento...algo que intentaron transmitir a ellos mismos, y al resto de los
aldeanos, a través de los mejores valores cristianos y castrenses, concretados
en un espíritu y forma de vivir: solidaria, colectiva, ordenada, austera y
jerarquizada,… que se ajustaba, “como anillo a dedo”, al mismo “sentido común”
de integrar el propio interés en el del colectivo, que esos tres tipos de
población inicial de Manzanares habían mostrado, desde que se “encontraron” en
el sitio de “Pilas Bonas”, para dedicarse a la exitosa tarea de construir
Manzanares.. Le apuntaré ya -querido cronista- que, a pesar de la disciplina y
la jerarquía, emanadas de la propia doctrina calatrava, e integradas, por ello,
en el espíritu de la gente, existió siempre, también inmersa en ese mismo
carácter, una marcada autosuficiencia, que hizo protagonizar a muchos
manzagatos, bastantes episodios de rebeldía frente a la autoridad constituida,
como ya hemos ido conociendo en relatos precedentes..y para ilustrar esto que
le estoy contando,, sigue Don Cosme, baste recordar, por ej, los
enfrentamientos habidos entre los primeros jerarcas calatravos de Manzanares,
con su propio Concejo, y con el Arzobispado de Toledo, a cuenta del control,
dominio y ubicación de la primera Hermandad que tuvo el Lugar de Manzanares, y
de su patrona, La Virgen de Gracia,…
Durante los Siglos XIV y XV, este espíritu
manzagato se fue consolidando, en el contexto de una estructura social propia
de los tiempos, básicamente dividida en una clase noble y otra plebeya,
representadas en el Concejo común del Lugar, tras elección democrática de los
paisanos de cada uno de esos dos colectivos…Este Concejo, durante esos dos
siglos,.. reflejando con claridad el emprendimiento, la capacidad de trabajo y
la autosuficiencia de los aldeanos, mostró una capacidad inusitada, para los
tiempos que corrían,,, y fue especialmente activo, resultando fundamental su
impulso, para lograr Manzanares su autonomía jurídico-administrativa al final
del Siglo XV.. y, después, en la centuria siguiente del XVI, llegar a ser la
Encomienda más rica de las de Calatrava, desarrollando técnicas pioneras en la
zona, acerca del aprovechamiento de sus tierras y de las aguas de su rio Azuer…
Siendo en el discurrir de los brillantes años posteriores del “Siglo de Oro” de
Manzanares… y en las penurias que caracterizaron a la centuria
siguiente.-continua D. Cosme-, cuando ese carácter genuino del paisanaje
manzagato, fue desarrollando en su espíritu otra de las virtudes genéricas del
prototipo humano español de aquellos tiempos: la Hidalguía,… entendida como una
“manera de ser específica”.. “buena por naturaleza” y poseedora de un sentido
muy acendrado de la justicia, el libre albedrío y el “honor”; cualidad, ésta,
perfectamente descrita por Miguel de Cervantes, en su obra maestra: “El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, y que define muy bien al paisano
de Manzanares, que para algo fue la primera villa en donde pernoctó Alonso
Quijano, en la primera de sus correrías por la estepa manchega. Ese espíritu y
carácter que, con otros matices, referentes al honor, la lealtad, la justicia y
la solidaridad, también plasmó con gran expresividad y brillantez, Lope de
Vega, en algunas de sus obras, como “Fuenteovejuna” o “El mejor alcalde, el
Rey”…o también Calderón de la Barca, en su conocida obra teatral “El alcalde de
Zalamea”…
Pero, por la misma deriva espiritual de nuestro modo de ser, se
acrecentó en las almas de aquellos paisanos del final de la Edad Moderna, esa
particular autosuficiencia que nos caracterizó desde nuestros orígenes,
anidando en las almas de nuestras gentes, decididas a gobernar sus propios
destinos, un cierto grado de altivez y desconfianza a lo que llegaba de otros
mundos y culturas,.. lo que motivaría, en el futuro inmediato, al final del
Siglo XVIII, algo que, a estas alturas del tiempo, ya en el Siglo XX, todavía
arrastramos, lamentablemente, los indómitos habitantes de Iberia…un retraso
secular en incorporarnos a las indudables aportaciones al desarrollo de la
humanidad, en ciencias, arte y cultura, traídas al planeta Tierra por el nuevo
pensamiento enciclopédico, basado en el predominio de la razón humana sobre la
idea, para desarrollar el gobierno de las cosas terrenales,… algo totalmente
contrario y ajeno a nuestro modo de ser y pensar de entonces…y, por desgracia,
bastante alejado también ahora, en pleno Siglo XX, cuando muchos otros países
de Europa y América han sabido compaginar perfectamente ideas y razón…Las
“ideas” como impulsoras…. y la razón como instrumento, del desarrollo humano…..
y no como todavía piensan muchos individuos carpetovetónicos, que siguen
actuando, fanáticamente, en función exclusiva de su idea, despreciando o
impidiendo las de cualquier otra que no sea la suya, concluye Don Cosme, con
cierta tristeza....
Y es momento ya, querido cronista, para dar fin a este primer apunte de lo que
era el espíritu de nuestra gente al comienzo de ese Siglo XVIII, anunciando a
sus lectores que, para mejor ilustrar ese carácter y esencia manzanareña de
aquella época, nos fijaremos, dentro de poco, como ejemplo, en un suceso
concreto de 1703, donde Manzanares vivió su particular Fuenteovejuna.
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