El siglo decimonónico, mi querido
cronista, como ya hemos advertido en relatos previos, fue un siglo cambiante en
muchas cosas y hábitos de las gentes manzagatas. Cambios que se apreciaron,
sobre todo, en la segunda mitad de esa centuria, con el desarrollo industrial y
con un incipiente asentamiento de la ilustración, como elementos regidores del
costumbrismo político y social: En los albores del siglo decimonónico, la
divulgación y práctica de juegos y diversiones populares eran de gran enjundia
para los promotores del movimiento ilustrado, en su idea de cambio hacia una
sociedad alegre y, activa, volcada en lograr participación ciudadana en las
múltiples actividades sociales.
Manzanares siempre tuvo una tradición de gente alegre
y festiva, con frecuentes eventos culturales y taurinos en su Plaza pública,
desde hacía un siglo, impulsados por el último comendador calatravo, Conde de
Aguilar y Señor de los Cameros. Es cierto, sigue D. Cosme, que España, por la
influencia de la religión en los poderes políticos y en los hábitos sociales,
tardaría mucho en incorporarse a ese movimiento de la ilustración, basado en el
raciocinio, para el desarrollo de las ciencias, la política, la sociedad y las
propias personas.
De hecho, hoy, a primeros del siglo XX, aunque ya es notoria
su influencia, los españoles tenemos un atraso secular con respecto a nuestros
congéneres europeos. Por eso, lo que vamos a considerar en esta crónica,
continúa D. Cosme, acerca del costumbrismo social en Manzanares a inicios del
siglo XIX, antes de la Guerra de la Independencia, nos mostrará que la
influencia de la ilustración era casi irrelevante, pues no hacía nada que se
dejaba notar en los países europeos donde surgió el movimiento después de la
Revolución Francesa….Pero, en nuestra villa, siempre algo adelantada a su
tiempo en La Mancha, empezábamos a participar de algunas costumbres asociadas a
lo que se produjo en toda Europa por ese movimiento de la Ilustración, que
todavía eran inexistentes en otras aldeas cercanas. Y, quizá, sigue D, Cosme,
lo primero que se comenzó a notar en las costumbres del paisanaje de
Manzanares, a inicios del siglo XIX, sobre todo en la gente con posición social
más desahogada, eran los atisbos de algo desconocido hasta entonces, lo que
podiamos identificar como una tendencia asociativa entre personas.
Plaza de Toros de Manzanares, |
Es verdad,
continua D. Cosme, que la mayoría del vecindario se dedicaba al campo, y que
sus faenas y labores en huertas, eras, viñedos, olivares y campos de cultivo,
les ocupaba casi todo su tiempo, sin margen para ninguna otra actividad,..
Pero, sigue D. Cosme, la gente aristocrática, la aparición de los primeros
“nuevos ricos”, derivados de la incipiente industrialización de la villa; el
cada día mayor número de profesionales liberales (médicos, boticarios,
abogados, comerciantes) y un número muy significativo de funcionarios,
escribanos, etc.. desarrollaban sus vidas y tareas en el pueblo y, por su tipo
de trabajo, comenzaron a tener cada vez más espacios de tiempo libre… con ello,
surgió y, “abrió paso”, el concepto de ocio o tiempo libre que, a su vez,
motivó el inicio de costumbres locales para llenar esos espacios de tiempo,
algo casi impensable e inexistente en las sociedades de siglos pasados… Las
tertulias y reuniones vespertinas o nocturnas en los patios de las casas
solariegas de Manzanares y otro tipo incipiente de tertulias, como las
reuniones de “rebotica” entre farmacéuticos, médicos y alguna gente más de
otras profesiones liberales, fueron en aquel tiempo primero del siglo decimonónico,
heraldo de los futuros centros cívicos de ocio, que cristalizaron en muchos
pueblos y ciudades, y también en Manzanares, ya avanzada la segunda mitad del
siglo XIX, en casinos, ateneos y foros de intercambio social y cultural, que
irían dando lugar a diferentes formas de asociacionismo, pero eso, sigue D.
Cosme, aún estaba por llegar…
Ermita de Altagracia. |
Ya hemos visto también, en la anterior crónica, la
influencia de los militares en tránsito sobre el Manzanares de primeros del
siglo XIX. Sabemos por anteriores crónicas de los festejos de carnaval, en
honor y sustento de las ánimas benditas del purgatorio, con el colorido, el
bullicio, las fanfarrías y chanfletas de los distintos gremios del paisanaje
manzagato, en la Plaza Pública de la villa y calles aledañas. La romería por la
fiesta de San Marcos, desde la ermita de la Virgen de Gracia a la ya entonces
ruinosa ermita de San Marcos, con sus carros y caballos ajaezados, y los
romeros perfectamente ataviados, eran una parte muy colorista y propia de aquel
costumbrismo local de primeros del XIX. También los juegos taurinos y las
representaciones teatrales formaban parte de las diversiones y costumbre de los
manzagatos, en la Plaza, en el curso de las ferias y fiestas anuales de
Agosto.…
Aunque es cierto que, en aquella primera época del XIX, y por
influencia de las corrientes ilustradas de Europa, comenzó la polémica que,
desde entonces, acompaña a los festejos taurinos;… estos fueron muy
cuestionados en la Corte del Reino por los personajes más ilustrados de la misma.
De hecho, prosigue D. Cosme, Godoy prohibió las fiestas de toros en el Reino de
España en el año 1805 y, quizá, si no hubiera llegado la Guerra de la
Independencia, que supuso un paréntesis absoluto en la vida social de España,
esos festejos taurinos hubieran dejado de existir en aquel primer inicio del
XIX.-. Sin embargo, continua D. Cosme, en la postguerra inmediata, hubo una
reacción general contra todo lo que provenía de Francia, incluidos muchos
aspectos simbólicos que se asociaban al movimiento de la Ilustración,
recuperando las nuevas autoridades españolas, hábitos y costumbres propias,
como los festejos taurinos, que comenzaron de nuevo a tomar un gran auge en el
Reino de España y en Manzanares…
Todo ello formaría parte de aquellos primeros
años del XIX en Manzanares, e influiría en nuestro costumbrismo cotidiano en un
sentido o en otro, termina D. Cosme. Pero, junto a todo eso, la juventud más
pudiente del pueblo, también empezó a tener afición a determinados juegos,
antes no conocidos o practicados por muy pocos, Los niños y jovencitos,
empezaron a divertirse con diferentes juegos de “pelota”, los niños, o de
“corros” en las niñas,… “el juego del escondite” “la bocha”, “el truco”, “las
tabas”, “la rayuela”, “las canicas” “la peonza o trompo” y el muy popular entre
los chicos, desde que llego al costumbrismo de nuestra villa, “juego del salto
a la pídola”, que Goya plasmaría con gran brillantez…
Como un hecho puramente
local, los hombres mozos,… y no tan mozos,.. cuando tenían tiempo libre, se
afanaban en el juego de los bolos o en el de tanganas, bien en las eras de los
márgenes de la villa, o bien en alguna de sus plazuelas; especialmente en la de
la Virgen de Gracia, al norte de la población, algo que resultó bastante
polémico en el Manzanares de ese tiempo, pues mucha gente consideraba
irrespetuoso hacer juegos cerca del humilladero y las tapias del cementerio.
Por su parte, las chicas de familia bien, se reunían en alguna de las casas
solariegas de sus padres, para jugar a las prendas, y a diferentes juegos de
“corros”, loteria, chaquete o damas… Como curiosidad, sigue D. Cosme, la afición
a la lectura se generalizó entonces en esas jovencitas de la aristocracia
manzagata,.. eso sí,, cambiando los cuentos de hadas y las revistas de moda,
por novelas de amor, a veces algo procaces para aquella época, que las
chiquillas se intercambiaban a escondidas de sus padres...
'El Calicanto'. |
Para la juventud y
la gente mayor, sigue D. Cosme, que en eso no había distingos, empezaron a ser
cada vez más comunes y cotidianos, cuando llegaba el buen tiempo, los paseos a
la tarde desde el Calicanto, caminando al lado de la madre nueva del Azuer, por
el Paseo del Rio, hasta llegar a las alamedas cercanas al molino grande y a el
de Don Blas… trayecto que, a primeros del XIX, no estaba cortado por las vías
del ferrocarril, que aún no había llegado a nuestras vidas. Al llegar a la
alameda, en la ribera del río, la gente hacía meriendas y no faltaban las
tertulias y las largas tabas, al socaire de la frescura del agua de río
próximo, y a la sombra del arbolado.
Ciertamente, eran entornos idílicos, muy
bonitos y apetecibles, que empezaron a ser, desde entonces, una parte cotidiana
del hábito y costumbrismo local, algo que hoy se mantiene, un siglo después,
consolidado entre las gentes del pueblo, que van y viene hasta allí,
recorriendo de arriba abajo los paseos del rio y sus alamedas, en un ritual
siempre algo diferente, según sea el tipo de paseante, jóvenes, ancianos,
familias o grupos de amigos, pero que han dado color y vida propia a nuestra
local historia intima, desde aquellos tiempos iniciales del Siglo XIX, hasta
nuestros días…y que lo seguirán haciendo, con toda seguridad, sigue D. Cosme,
lírico y vehemente, una vez que desde hace una año, en 1911, y como usted ya
sabe, son pieza básica de las fiestas de Agosto, ya que su ferial, puestos y
chiringuitos de berenjenas, zurra y otras chucherías, se disponen a lo largo de
esos paseos tan nuestros, dando inicio con ello a otro entorno nuevo y a otro
costumbrismo. Y D. Cosme me dice que ya fue de bastante, como el gusta para
concluir estas crónicas, para hablar un poco de esos costumbrismo decimonónicos
de comienzo en Manzanares,..
Y, para terminar,
jocoso como es él, D. Cosme me deja la siguiente reflexión…quizá pronto,
nuestra juventud busque otras diversiones que ahora comienzan a verse, como ese
juego del balompíe, llegado de la pérfida Albion, en el que uno y otro equipo
de jugadores contendientes. corren alocadamente detrás de una pelota de cuero,
con insensato interés en patalearla e introducirla entre tres palos de madera,
juego este que, de manera sorprendente, al menos para quien le habla, está
tomando un gran auge en las capitales de España y de Europa…En fin, tiempos y
costumbres, concluye D. Cosme..
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