¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

viernes, 12 de febrero de 2010

Juegos Florales de Zaragoza, La ciega de Manzanares.


En Enero de 1956, Melchor Díaz-Pinés Pinés, a petición de una revista literaria, reproduce una poesía de la " Ciega de Manzanares ".


Como rico florón manchego y para deleite de los amantes de sus glorias pretéritas regionales, nos cabe hoy el honor de insertar la prometida poesía con la que la eximia figura poética del sigo XIX, María Francisco Díaz-Carralero y Rodelgo, conocida como " la Ciega de Manzanares ", consiguiera el máximo galardón en los Juegos Florales de Zaragoza, 1874. Henos aquí, pues, con la versión original de su recuerdo poético, que dice así:

A los pies, Madre mía, de tus altares,
llega humilde la Ciega de Manzanares.
Ciega y postrada
tu grandeza presiente, mas no ve nada.

No veo de tu templo las muchas naves,
tu bendita capilla, sus frescos suaves.
Con mi amargura,
no alcanzo a ver, Señora, tu imagen pura.

Sepulta, noche eterna, mi vida en llanto,
y hoy a tus pies rendida gozosa canto,
que en mi deseo,
con los ojos del alma todo lo veo.

Yo siento en mi entusiasmo, regocijada,
la inmensa concurrencia tan animada,
que cada día,
a tu templo se acoge, Virgen María.

Yo escucho como laten los corazones
al dirigirte todos sus oraciones.
¡ Qué dulce encanto
es oír como besan tu Pilar santo !.

Riega constantemente tu escalinata
una lluvia dulcísima de cobre y plata.
Yo, Madre mía,
sólo puedo ofrecerte mi poesía.

Yo de remotas tierras aquí he venido
a cumplirte, Señora, lo prometido;
y en dulce calma,
un suspiro te dejo con toda el alma.

Préstame, Madre mía, gracia y aliento
para que siempre cante con dulce acento
gratas memorias,
mis penas y tristezas y a más, tus glorias.

Libra a tus nobles hijos de peste y guerra
y torna en paraíso su fértil tierra,
pues tú, Señora,
eres de todo el mundo mi protectora.

Adiós, Virgen bendita, Reina del Cielo,
de los zaragozanos gloria y consuelo.
Que a tus altares,
pueda volver la Ciega de Manzanares.




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