El 12 de Octubre de 1957, Melchor Díaz-Pinés Pinés, elaboró la siguiente información periodística para la Agencia Nacional de noticias, Cifra.
Estos documentos a que se hace alusión se deben a Don Natalio Rivas y realzan la justa fama que gozaba María Francisca en el siglo XIX.
Han sido hallados recientemente en la ciudad de Manzanares unos documentos inéditos y originales de Don Natalio Rivas Santiago, de la Real Academia de la Historia, en los que se ponen de manifiesto detalles históricos que enaltecen y realzan la vida literaria de María Francisca Díaz-Carralero y Rodelgo.
" La Ciega de Manzanares ", inspirada poetisa del siglo XIX, de humilde condición, se vio falta de familiares que atendieran su orfandad por lo que hubo de pedir limosnas en mesones y posadas y más tarde, en su mayoría de edad, salir a las paradas de los trenes acompañada de un lazarillo.
Repentizaba inspiradas piezas poéticas dedicadas a los viajeros, los cuales correspondían con largueza ante arte tan inspirado. La tradición conserva lo sucedido con un jocoso viajero que al pedirle María Francisca pie para un verso, alargó su lujoso zapato y ella, ante este hecho, improvisó rápidamente la siguiente cuarteta:
" En tan extraña postura,
creer se puede, señor
que yo soy el herrador,
y vos la cabalgadura ".
Tan grande fue su fama, después de conseguir la " Flor natural " en los Juegos florales de Zaragoza de 1874, que el marqués de Molíns la invitó a una reunión en la que se congregaba lo más selecto del gran mundillo literario y político madrileño, cuyos personajes ardían en deseos de conocerla. Se encontraban en esta reunión Bravo Murillo, Gil de Zárate, Bretón de los Herreros, Rodriguez Rubio, Donoso Cortés, Amador de los Ríos, el Duque de Rivas, Nicasio Gallego, Fernández Guerra y otras personalidades de las Artes y las Letras españolas del momento.
Recorte muy deteriorado de la publicación de la información de 1957, en la que también puede leerse la noticia de un descarrilamiento en Marañón, fechado en Manzanares para la Agencia Cifra. |
En aquella reunión alcanzó su consagración literaria definitiva la llamada " Ciega de Manzanares ", que es como se la conocía en el mundillo literario español y murió pobre como fue su vida, perpetuando hoy su nombre la calle de Manzanares en la que falleció.
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