En Octubre de 1957, Melchor Díaz-Pinés Pinés, elaboró este reportaje, destinado a la Revista Vinícola y de Agricultura, de ZARAGOZA.
En nuestra incansable tarea informativa y de propaganda patriótica por el fomento de la industria y la productividad vinícola manchega, nuevamente recalamos en este centro de producción que es Manzanares, para reseñar monográficamente una industria de elevado rango nacional e internacional, de espíritu esclarecido y emprendedor y que merced a su continuado esfuerzo, ha logrado sobrepasar la zona de las incertidumbres, creando una industria tipo, en claro avance dentro del sector.
Como siempre y a modo de introducción en el reportaje biográfico industrial, aportamos datos sobre esta ciudad de Manzanares, que en tiempos remotos empezó a conocerse como un 'lugarejo', allá por el año 1147 de nuestra Era. Existían en el lugar varones de recio temple, de aguda observación, de alma inquieta, de férreas voluntades, en fin; un todo recio y fuerte como las murallas que circundaban esta naciente villa y su ya entonces célebre en la historia, Orden de Calatrava y su castillo de Pilas Horras, que ya en el siglo XIII se le dotara de un amplio fuerte y las defensas inherentes a la estrategia y ciencia militar de aquellos tiempos.
La Mancha estaba definida y la muy Leal villa de Manzanares, destacaba por la defensa de los derechos de su Rey cuando el levantamiento de los Comuneros y desde entonces, que contaba con novecientos vecinos, hasta estas fechas, aportó esta villa a la nación española muy relevantes hombres como el teólogo Díaz de Mayorga, el Catedrático y Ministro Pérez Valiente; D. Francisco Ruiz Morote, reformador de nuestra Ortografía; el primer Marqués de la Concepción, D. Vicente Enriquez de Salamanca; el filósofo Garcia Vao; el Obispo y gran teólogo Pedro J. Carrascosa; los poetas Sánchez Cantalejo y Maria Francisca Díaz Corralero, que ciegos ambos gozaron de celebridad; el fundador del Líceo Artístico y Literario de Madrid, Doctor en Leyes, Gentilhombre, diputado y Comendador, D. Francisco González Elipe, los Garcia Noblejas, Quevedo, Jaraba y tantos otros que dieron esplendor y fama a su tierra natal, ya con la pluma, la espada o con iniciativas y aportaciones monetarias, para fortalecer la industria patria.
Rincón típico manchego de bodega en los años 50 del pasado siglo. Foto M. Díaz-Pinés. |
No es tarea fácil querer definir en tan pocas líneas la vitalidad de una industria de este género. Se opone con toda resolución su proverbial modestia y sensibilidad pero, aunque solo sea a la ligera, trataremos de trazar, a modo de biografía industrial las líneas maestras de una empresa vinícola que aportó a la Mancha un tono de industrialización de los productos que el campo nos ofrece. Haciendo historia, habremos de retrotraernos a principios del siglo y hacer recuerdo grato del fundador de esta dinastía vinícola, el nunca bien llorado D. José María Espinar Díaz-Pinés, que en aquellas épocas estableciera un negocio de exportación de vinos comunes muy estimados y que extendió su actividad comercial hasta la arquitectónica Ubeda, la jienense, donde instaló sucursales con bodegas y destilerías de alcoholes y anisados, aún hoy explotados por sus hijas. Su triste fin, asesinado durante la Guerra civil, dio al traste con una vida laboriosa, que aportó cosas nuevas a esta región manchega.
En 1925, las Industrias Espinar, de Manzanares, crecen arrolladoras y amplian negocio a la fabricación en gran escala de vinos especiales, siendo el vermut ESPINAR su principal objetivo. Su calidad, conquista España, la aceptación es definitiva y se impone a la competencia pero, como en tantos otros casos, la Guerra y sus consecuencias, desbaratan tan floreciente industria al ser incautada la empresa, sumiéndose en un letargo de cuatro años, hasta retomar las riendas de la industria, D. Félix Espinar Alises, renaciendo con vitalidad el negocio que con tanto cariño fundara su padre.
Este hombre joven, emprendedor, de exactitud escrupulosa de científico moderno, mitad filósofo y grandemente humano, decide ampliar sus actividades, atacando la fabricación de dulces y mistelas directas, que por ese especial don de la más severa pulcritud en la elaboración de sus fabricados, gozan de general aceptación en los mercados interior y exterior, mereciendo la supremacía sus ya célebres MISTELAS disulfitadas, que mediante el empleo de un original aparato de destilación continua, de su invención, obtiene mistelas directas, con las propiedades, sabor y buqué del fruto de la uva y sin los inconvenientes propios del arrope, tan de suyo imprescindible por otros procedimientos.
Escena típica de la vendimia en Manzanares, año 1956. Foto M. Díaz-Pinés |
Y entre sus solicitadas creaciones de Soleras Pálido Oro y los dulces, vermúts, y quinados ESPINAR, merece especialísima atención su creación más reciente y que es el " FINO SAN FÉLIX ", seco viejísimo, de su mejor soleraje, especialmente indicado para chatear y para una mesa bien servida.
Este es el broche de oro - como sus soleras - que cierra una etapa triunfal de la industria FÉLIX ESPINAR ALISES, como galardón para La Mancha y orgullo de España.
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