¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

HERMANADAS.

M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

martes, 29 de diciembre de 2015

6). RELATOS DE PEDRO VILLARROEL: MANZANARES, 1912: CALLE ANCHA…y GRANDE HISTORIA

Como aquel que dice, el día solo acababa de comenzar y, antes incluso de recoger datos de la primera industria que íbamos a visitar, ya había dado pie a una crónica mundana de las cosas y las gentes de Manzanares, solo con el recorrido de la “calle del hospital” y el de su “calle Ancha”, pero no hay nada de que extrañarse,… estamos en un pueblo llamado Manzanares, que se empeña en ofrecer historia en cada soportal de sus edificios y tiene la propensión de sus gentes a contarlas…
Pero es que, además, el comienzo y el final de una segunda entrega acerca de cosas, casas y cosas mundanas, de este inimaginable pueblo se iba a desarrollar en la misma calle Ancha, poco antes de abocar a su Plaza Mayor…. 

Nos estábamos aproximando a la Plaza, cuando Don Bernardino llamó mi atención sobre el sólido edificio que hacía esquina entre la citada calle Ancha y la llamada “Del Mayorazgo”, nombre que, como supe después, hacía alusión al citado inmueble. Me explica el galeno y amigo Torres, haciendo uso del conocimiento que atesora sobre las cosas de su pueblo, que se trata de la casa familiar de los Quesada, lo que atestigua el escudo de la familia, inserto en su fachada.



Esta familia Quesada, de rancio abolengo castellano, tenía atribuciones de Mayorazgo (de ahí el nombre de la calle esquinera) y, evidentemente, había sido una de las más importantes y relevantes del pueblo en la historia de sus dos últimas centurias, por su gran acervo patrimonial y su relevancia en la política local y regional…. El Mayorazgo, me explicó el Sr Torres, era una institución del antiguo derecho castellano que permitía mantener a sus titulares un conjunto de bienes interrelacionados, de una manera indisoluble. Los bienes vinculados pasaban, en su totalidad, al heredero, normalmente el hijo mayor, evitando que el patrimonio de la familia se diseminara. Me contó, entonces la historia del miembro más importante de esa saga, D. Francisco Treviño, hijo de don Luís Treviño y de doña Marta de Quesada Céspedes. que fue en el Siglo XVIII un acaudalado terrateniente de la entonces villa de Manzanares; además de presbítero y Comisario titular del Santo Oficio, pero, sobre todo, uno de esos personajes insignes que han jalonado la historia de este pueblo manchego por razón de su bonhomía, caballerosidad e hidalguía …. Poseía un enorme patrimonio,… entre otras tierras, el paraje denominado Treviño, al oeste de la villa. Era dueño de seis casas del pueblo, en las calles Mata, Río, Toledo, Estación (donde residía), Trompas y San Sebastián y, además, de un molino de aceite en la calle de la Prensa y una posada a la entrada de la villa…, Pero sobre todo era “dueño” de su carácter benefactor, y, así, socorrió a la villa, desinteresadamente, en situaciones de extrema necesidad, cuando tiempos de plagas, enfermedades y malas cosechas, siempre con cuantiosas cantidades de dinero y grano. El Concejo de Manzanares sabía muy bien lo lo asequible que resultaba el Sr Treviño..y le solicitó muchas veces prestamos, para adquirir suficiente grano forastero y garantizar así el abastecimiento de la población hasta la siguiente cosecha, razones por las que era muy apreciado en todo el pueblo…Se cuenta, como algo casi legendario, su intervención en el año 1737… Aquel año, el trigo recolectado fue muy escaso, en el mes de septiembre, el Concejo solo había almacenado cinco mil fanegas, cuando las necesidades eran de más de nueve mil. El Sr. Treviño, haciéndose cargo de la delicada situación y la amenaza de despoblamiento de la villa, accedió, como había hecho en otras ocasiones, a atender las necesidades generales de la población con una cantidad que rondó los cien mil reales, enorme dispendio, incluso para su hacienda… y, el mismo, estableció que el préstamo se hacía: “sin más interés que la recuperación de su dinero cuando se pudiera, y sin premio de un maravedí”… El ejemplar altruismo y generosidad de aquel religioso, le valió entonces para ser considerado “padre y bienhechor de Manzanares”, por su presta actitud y disposición desinteresada en ayudar a sus convecinos… 


Don Francisco, murió en Manzanares el día 30 de junio de 1759, dejando en testamento 200 reales para decorar la capilla de Jesús Nazareno y otra suma igual para la de Nuestra Señora de Gracia, así como diversas cantidades para fundación de mayorazgos y capellanías…

Legó su inmensa fortuna a dos sobrinos D. Francisco de Quesada Treviño y D. Joseph Bruno Treviño Vélez. El primero, hijo de Francisco y Águeda, sería durante muchos años regidor perpetuo de la villa. 

Tras contarme todo esto, que casi servía para completar una nueva crónica, Don Bernardino se acercó a la casa de los Quesada, para saludar a un hombre de porte mucho más humilde, que estaba apostado en una de las puertas de una tienda que ocupaba toda la esquina de la planta baja del edificio, charló un momento con él,.. y me lo presentó como Don Joaquin Lillo, uno de los “hermanos Lillo” (el otro, Jacinto, estaba en el interior de la tienda despachando). Aunque no estaba en mi programa de visitas, la magnitud del establecimiento y el bullicio de gente que entraba y salía, llamó a mi curiosidad y le pedí a Don Joaquín me mostrase su negocio. Este accedió con agrado, y entramos a su gran tienda, “donde se vendía de todo”, en un alarde de modernidad comercial, desconocido para la época.

Allí, existían secciones de juguetería, loza, cristal, ferretería, mercería, bisutería y comestibles, en un “aparente desorden, bien ordenado”, donde solo con observar la profesionalidad, rigurosidad y solvencia de “los Lillos” con su clientela, auguraban larga vida a su negocio. A este reporter le quedó como seguro que, si alguien tiene acceso a esta lectura dentro de 50 años, confirmaría totalmente esa suposición…la visita fue muy amena por la personalidad y afabilidad de estos hermanos Lillo que, a pesar de ello, no eran de Manzanares, pues sus orígenes se radicaron en Quintanar de la Orden, desde donde habían recalado en Manzanares en 1902, es decir 10 años antes, para establecer su populoso y exitoso comercio. Ciertamente, no eran de Manzanares, pero, como ellos mismos me comentaron, “mucho se les había pegado”…”y, ya se sentían del pueblo”... Asi fue, que dando por concluida la amena conversación, salimos hacia la Plaza sabiendo suficientes y nuevas cosas, de casas y gentes de Manzanares como para completar el tamaño conveniente de una nueva crónica social de este pueblo extraordinario, en la cantidad y calidad de esas dichas cosas, casas y gentes,…..y, es que....seguimos en Manzanares!!!.

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