Acabo de contarle,
querido amigo, como fue la actividad del único hospital que tenía Manzanares en
el Siglo XVIII… y ya sabemos que era, más que un verdadero hospital, (tal como
lo conocemos hoy) un asilo de pobres y transeúntes, afirmación sustentada en
los datos contables que hemos conocido, y que quedaron escritos y archivados,
acerca de su actividad por aquel tiempo…pero también por otros hechos
circunstanciales, como los que se sabe ocurrieron en algunas grandes y graves
epidemias sufridas por nuestros paisanos en la centuria ilustrada; donde, a
pesar de la cantidad de ellos que enfermaron, pocos ingresaron en el hospital..
o al menos pocas citas hay de eso, excepto las referidas a algún que otro
transeúnte…y, como la cosa viene a cuento, por todo lo antedicho, me propongo
hablarle, ahora, de esas epidemias, por la trascendencia e importancia que tuvieron
en nuestro pueblo, y porque se pudo documentar bastante bien su incidencia, en
base a las altas tasas de mortalidad, certificadas en los archivos
parroquiales, durante los años en que tuvieron lugar esos episodios epidémicos…
Verá usted, prosigue D. Cosme, “entrando ya en harina”, dentro de las epidemias
que afectaban periódicamente a las sufridas poblaciones humanas, de todo sitio
o lugar, en aquellos tiempos… destacó, en la región manchega, y en el siglo
XVIII, las debidas a: malaria, paludismo, o “tercianas”, (que de las tres
maneras se conoce a esa enfermedad parasitaria)... Este mal, como va dicho,
sigue D. Cosme, parece causado por un parásito, que es transmitido a los
humanos por un mosquito, algo que la ciencia médica acaba de descubrir hace muy
pocos años, al termino del reciente, y ya pasado, siglo XIX…
La infestación palúdica se había instalado endémicamente en España, desde los
comienzos de la Edad Moderna, pero presentó sus mayores estragos, en epidemias
de 3 o 4 años de duración, en varias épocas del Siglo de las Luces…Por eso, me
parece oportuno titularle el relato que ahora le disertare, con ese encabezado
agridulce de más arriba.. y que viene a indicarle, a ud y a sus lectores, que
no todo fueron “luces” en el Siglo XVIII, también hubo “sombras” y calamidades,
destacando, entre ellas, la citada malaría..
En España, los datos existentes sobre los enfermos de malaria en el S,.XVIII,
muestran que las zonas más afectadas fueron: el levante, La Alcarria y el Campo
de Calatrava; por eso mismo, en Manzanares, la enfermedad nos golpeó de lleno y
de manera intensa.
Es verdad, y ya lo sabemos, sigue D. Cosme, que la vida de nuestros paisanos,
con respecto al trágico final del siglo XVII, había mejorado bastante a
comienzos de la nueva “centuria de las luces”, pero eso no disminuyó la
incidencia de algunos males, como el que ahora consideramos, que incluso
aumentaron en forma de epidemias puntuales…y es que, las causas del mal, y de
los elementos que podían favorecer el desarrollo de epidemias, aún no eran
conocidas entonces…Hoy, ya sabemos, sigue D. Cosme, que las causas que
recrudecen ese mal endémico, se relacionan con hechos que facilitan el aumento
de la población del mosquito que transporta el parásito de humano a humano, y
esto se da, sobre todo, en áreas con aguas estancadas, sucias y contaminadas.
La mala alimentación de las gentes más pobres, y las malas acondiciones de sus
casas, terminaban de cerrar el círculo trágico que originaba epidemias de la
enfermedad …Resulta fácil suponer, continua D. Cosme, que la gente más pobre de
Manzanares, sobre todo la que vivía en peores condiciones en el entorno del
Azuer y de su vega, era la más proclive a padecer el mal, del que se
registraron en el pueblo muchos casos a lo largo del Siglo XVIII, aunque
destacaron dos momentos epidémicos concretos, en que se multiplicaron los
enfermos….uno a primeros de la centuria, (1706-1712)..y otro a su final
(1786-787)…. En el primero de los ciclos, sabemos que, durante esos años, y en
los inviernos, hubo temporales con bastante precipitación e, incluso,
inundaciones en muchas villas manchegas, provocando estancamientos de agua en
diferentes lugares y zonas que, claro está, en Manzanares, se situaban próximas
a la vega del Azuer… Esas aguas, estancadas y putrefactas, se constituían,
sigue D. Cosme, en un foco de atracción y crecimiento de los mosquitos en los
meses de estío…lo que, periódicamente, tenía como consecuencia que se elevara
mucho el número de casos de malaría, durante el verano y otoño, con el
consecuente aumento del número de fallecidos en el pueblo…
Altar Mayor Parroquia Asunción. |
Y, continua D. Cosme,…en Manzanares, y traducido a cifras, la primera epidemia
de tercianas del Siglo de las luces, se comenzó a notar en 1706, donde la
“•parca” se llevó a 99 paisanos…pero la cosa fue empeorando de año en
año...Así, en 1707, la cifra alcanzó los 113, subiendo a 152, en 1708; y a 160,
en 1709, el año de mayor mortandad… En 1710, la cifra comenzó a bajar, siendo
de 122.. y, al año siguiente, 1711, ya estuvo por debajo de los 100,
concretamente, 95..dandose por concluida la epidemia. Naturalmente, sigue D.
Cosme, no todos estos paisanos que “dejaron la pelleja” en aquellos años, se
fueron de este mundo a causa del paludismo, pero lo cierto es que las 425
muertes que se certificaron en la villa de Manzanares, durante el trienio
1707-1709, representó un incremento del 58% en la tasa de letalidad, con
respecto a la contabilizada en el trienio precedente, de 1703-1705…algo
parecido a lo que sucedió en villas próximas, con las mismas circunstancias epidemiológicas
que Manzanares…por lo que, sin duda, ese incremento de muertes fue debido,
sobre todo, a los muchos casos de malaria que hubo. En años posteriores,
siguieron ocurriendo casos esporádicos, pero en el bienio 1768-69 con motivo de
nuevas inundaciones, llegó otra epidemia de malaria a la Mancha, que, en
Manzanares fue especialmente trágica en 1769…La mortandad total de 1768, fue de
98,.. pero, en 1769, se elevó de manera casi increíble, a 337, de los que 239
eran niños muy pequeños… muchos quedaros registrados sin nombre en el Archivo
Parroquial, al no haber recibido todavía el bautismo, al momento de perder sus
vidas, casi sin vivirla. Aquel terrible otoño de Manzanares, las campanas de la
Iglesia no dejaron de tocar a gloria todos los días…comenta, emocionado, D.
Cosme …
Y, prosigue, tras una pausa breve: “las aguas, nunca mejor dicho,
volvieron a sus cauces”, disminuyendo bastante, en los años siguientes, los decesos por malaria…pero esa tregua solo
duró 15 años… la durísima invernada de 1785, con heladas muy frecuentas y
lluvias intensas, anegaron la vega del Azuer, haciendo presagiar más
calamidades que, inexorablemente, llegaron… conformando un nuevo bienio trágico
de epidemia palúdica, en 1786 y 1787. Escaldados y avisados por los previos
episodios, sigue D. Cosme, los presagios que traía el invierno de 1785,
motivaron a los más pudientes de la villa, en un alarde de generosidad propio
de la nobleza natural que siempre caracterizó a nuestro paisanaje, a recaudar
fondos, para los muchos pobres de la villa y sus más humildes jornaleros, que,
previsiblemente, iban a ser los más afectados… Lamentablemente, lo recaudado no evitó el
sobrecrecimiento de los mosquitos, y el recrudecimiento consiguiente de la
malaria.. Esa gente pobre y mal alimentada, fue presa fácil de los mosquitos..
y, como quedó escrito por algún clérigo de entonces…”veian desde el verano de
1785 cebarse y 'embejecerse' las enfermedades en ellos y espezialmente la de
tercianas”… “que los encontró sin ningún abrigo de cama ni quarto para descanso”…..
A esta observación, el mismo, u otro escribiente, añadió:… que aquella
epidemia, “que degeneraba en fiebres perniciosas”,… “entraba en las casas de
los infelices, del "gremio de los pobres", y respetaba a los
pudientes”…. Mi querido amigo plumilla, como ya ve usted, siempre la peor parte
para los pobres, me comenta, lacónico, el bueno de D. Cosme…Y asi fue, que los
195 muertos de 1785, (cifra que, aunque algo mayor de años previos, para la
población total de la villa, todavía podría ser considerada normal) se
incrementaron a 275 en 1786 (40,4% más de tasa de mortalidad comparativa),
incremento de muerte que se mantuvo, a la baja, 205 fallecidos, en el año 1787
(30,12% más de tasa de mortalidad comparativa).
En cuanto a la dureza de la
epidemia, baste decir que el incremento de muertes registrado a partir de
arreciar el calor en 1786, remitió algo, pero poco, con la llegada del
invierno…y no disminuyó hasta pasado el verano de 1787, año que, quiso el
destino, despidiera trágicamente la epidemia, fulminando a numerosos niños
menores de 7 años…, la malaria se cebó con nuestra infancia, volviendo las
campanas de nuestra parroquia a tañir a gloria, casi todo los días del trágico
otoño de 1787… Y, si bien, le reseñé antes la generosidad de algunos “paisanos
con posibles”, hacia los menesterosos de la villa, me dice D. Cosme,.. no debo
eludirle que, también, se dieron casos mucho menos edificantes de
segregación…pues, la indudable pobreza de la mayoría de los muertos, motivó el
recelo de algunos de los más pudientes hacia esos desvalidos…a quienes
señalaban como propagadores de la enfermedad, ya que entonces no se sabía que
los insignificantes mosquitos eran los responsables de tan funesta
propagación…. Numerosas referencias, llegadas de aquel trágico bienio, sigue D.
Cosme, puedo todavía añadirle para el relato…, como por ej: las que citan… “el
súbito agravamiento de las personas, que les impedía recibir la eucaristía,
unas por sufrir vómitos y otras por quedar "sincopizadas". Se
agonizaba en cualquier descampado, tal cual se describió: ..“dos hombres en las
eras llamadas del castillo, otros dos en un majuelo de Nava Seca y a este lado
de Ureña mirando al sol poniente término que llaman de las siete villas y uno
más, forastero sin identificar, a quien los que le acompañaron hasta expirar
describieron como de "estatura mediana, rostro y nariz larga, y vestimenta
como de serrano".. Los síntomas de descomposición, a veces, precípitaban
los entierros:... “en cuatro ocasiones, en el verano de 1786, sin que el cadáver
pudiera pasar de cuerpo presente las 24 horas obligatorias”...."viendo
precedido el parecer de los médicos por averse principiado a corromper.. o
estar corrompido"….
Terminaré este relato, tan triste como necesario, para dar cabida completa a la
realidad del Siglo de las luces en Manzanares, con sus cosas buenas y malas,
dice D. Cosme, .. comentándole, querido amigo, una última curiosidad…que no se
realizó ningún entierro en la parroquia desde el 28 de abril al 3 de noviembre
de 1786… "por no poderse",.. tal como, sucinta, pero ajustadamente,
quedó en los Archivos como única justificación;… y es que, aunque la mayoría de
cadáveres manzagatos de la época se enterraban en el atrio de la Catedral, la
falta de espacio, motivó la necesidad de fosas alternativas en otros
cementerios de la villa… Esas inhumaciones quedaron registradas,
escrupulosamente, de la siguiente manera:..40 se hicieron en el Convento de
Carmelitas Descalzos, (última morada habitual de las familias pudientes); 27 en
los aledaños de la Ermita de la Virgen de Gracia, (que solía acoger allí a sus
cofrades),..otros tantos en la Ermita de San Juan, e igual número en la de la
Veracruz,..11 se llevaron a cabo en la vecina San Anton; 2 en la de Santa
Quiteria… y, un último más, del que no se especifica donde fue enterrado…
aunque, quizá, eso sea debido a que, por la fecha, con tiempo ya algo más
fresco, se reanudasen los entierros en la Parroquia y, ese infeliz, fuese el
primero de los cadáveres que volvían a su espacio habitual… El camposanto del hospital,
como de costumbre, fue último refugio de los infortunados transeúntes pobres
que morían allí...
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