¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

domingo, 15 de noviembre de 2020

278). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: UNA PRIMAVERA DE RUINA Y DESTRUCCION A LA VISTA.

 Mi querido plumilla, el título que quiero darle a esta crónica, me dice D. Cosme, creo que refleja bastante bien la primavera que se “veía” en este pueblo de Manzanares en el año 1810. Ya sabemos de los buenos oficios del Pastor y párroco de la villa, Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor, para mantener la indemnidad vital de la gente de Manzanares,.. pero no sucedió lo mismo con las propiedades, viviendas y enseres de buena parte del vecindario.. 

 

Y, continúa D. Cosme… en ese tiempo de dominio absoluto francés de la villa y de La Mancha. en que los galos solamente se veían hostigados por la actuación creciente de las guerrillas, hay pocas referencias escritas, acerca de lo que sucedía en Manzanares al respecto de sus patrimonios… pero algunas cosas si quedaron plasmadas en los Archivos de la Provincia. En estas citas, se hace referencia a los destrozos causados, un año antes, por la división polaca: “los enemigos batieron la población… causaron los mayores destrozos, pasto de su ferocidad y barbarie... infinitas ruinas y estragos en los edificios de esta villa, el enemigo ha llevado en pos de si la desolación y el exterminio”. 

No muy distintas de algunas referencias contenidas en escritos extranjeros de aquel año,… como los del general ingles Blayney, hecho prisionero en Málaga por Sebastiani y que, en su traslado al norte, escribió muchas notas de lo observado al paso, diciendo sobre La Mancha y Manzanares lo siguiente: “Toda esta hermosa región no es más que un desierto… lugarejos reducidos a cenizas que habían visto huir o degollar a sus habitantes y solo presentan el aspecto de una guerra exterminadora. Como en toda la Mancha, las casas de Manzanares son pesadas y sombrías, edificadas de adobe y ladrillo oscuro por faltar piedra sillar. Antes de llegar a Manzanares encontramos algunos pueblos completamente destruidos…Al aproximarnos a este pueblo varios oficiales polacos y algunos habitantes salieron a nuestro encuentro...

La traducción visual de todo ello, prosigue D. Cosme, resultaba, por tanto, desoladora a los ojos del vecindario y de todo el que pasaba por Manzanares en aquella primavera de 1810. Aunque Manzanares fuese por entonces capital de La Mancha, eso no motivó a los galos que nos ocupaban, y nos habían conferido tal “honor y condición”, a reconstruir la ruina en que habían convertido a nuestro pueblo sus propias tropas.. Por ej, al final de la calle Toledo, en su esquina con la callejuela de los Serranos, en el contorno norte de la villa. la que había sido magnífica posada de Treviño, y el molino de aceite contiguo, mostraban un completo estado de ruina, tras haber sido derruidos por las ordas polacas del ignominioso príncipe Sokouski… y se escribió, de todo esto, así, en los archivos provinciales… “en términos que quedaron reducidos a solares con algunas paredes próximas a arruinarse, cuio estado causa una deformidad muy grande mui notable en la población, el molino lo hecharon por el suelo”

Por otras zonas de la villa, sigue D. Cosme, se advertían iguales o parecidos destrozos, que conferían al entorno un aspecto triste de destrucción y derrumbe, como el que presentaba la calle de la Cárcel en varias de sus posadas…que, según quedó escrito:…“fueron destruidas y arrasadas”…La calle Empedrada, ya por entonces artería comercial y administrativa de Manzanares... también ofrecía a la vista destrozos en las fachadas de muchos de sus establecimientos, denotando saqueo y esquilmamiento de sus interiores. Bastante más desoladora, continua D. Cosme, resultaba la imagen del Paseo del Rio con muchas de sus casas semidestruidas y arrasadas… El aspecto ruinoso de todas las fachadas de las casas de aquel Paseo del Rio, “arruinaba”, a su vez, el ánimo de quien lo contemplaba. La arboleda contigua, que se extendía a lo largo de la “madre nueva” del rio Azuer, fue talada en gran parte, afeando el pintoresco y agradable entorno que, hasta ese momento, ofrecía el conjunto del Paseo,… mal aspecto que se extendía a toda la alameda que daba inició a la ruta fluvial de los molinos, cuyos edificios, utensilios y enseres también sufrieron muchos daños, que quedaban a la vista de quien por allí transitaba…

Y, lo peor de todo, sigue D. Cosme, se advertía en el otro extremo del Paseo del Rio, a su final, y en su confluencia con la entrada al pueblo del Camino Real de Andalucía… Allí, sobre el terreno, solo se apreciaban, en un montón de escombros, los restos de la Ermita de San Isidro, preciosa y magnífica en su género y muy devocionada y frecuentada por el campesinado de Manzanares. Nadie puede imaginar bien hoy, continua D. Cosme, la infinita tristeza que embargaba a nuestros paisanos de hace un siglo, cuando contemplaban las ruinas de la que fue una de sus ermitas más icónicas y frecuentadas, erigida en esa entrada sur del pueblo en 1613, casi dos siglos antes de su destrucción. La desgarradora imagen de los escombros de la Ermita se consolidaba, a peor, con el destrozado y asolado aspecto del antes coqueto Parterre de San Isidro que la rodeaba, también pasto del fuego y la barbarie destructiva de los polacos…Un poco más allá, en el área de la Plaza del Castillo, esos mismos destructores de la división polaca, en este caso, por orden de su superioridad militar, habían derruido también el antiquísimo hospital de Altagracia, construido al final del Siglo XV, la ermita del Santo Sepulcro, ubicada en el centro de la Plazuela, y el enorme Convento de los Carmelitas, situado enfrente de la fortaleza, al inicio de la Calle del Carmen … reutilizando parte de sus materiales, como ya sabemos, para parapetar y fortalecer el castillo. 

Boceto de la Ermita de San Isidro.

En Febrero de 1810, Darmagnac, como Gobernador de la villa, dio la órden de demoler completamente las ruinas del hospital de Altagracia,… “tan absolutamente que el que no lo sepa no puede conocer donde estuvo”…tal como quedó transcrito en los “archivos históricos de la Provincia”….Otro edificio emblemático de Manzanares, el Convento de Franciscas, continua D. Cosme, también cambio su faz en 1809… sufrió menos que otros inmuebles, pero al ser reconvertido en hospital militar, según escritos de la época “quedó enteramente estropeado y cuasi ruinoso…y la comunidad reducida a un estado de pobreza que le hera imposible rehabilitarlo”…

 
La Catedral de Manzanares, durante el periodo de ocupación gala, sin embargo, sufrió muy pocos daños, si se compara con los que padecieron otras parroquiales de villas cercanas… Sin duda, la influencia ante las autoridades francesas de Frey Sotomayor, y su intervención al respecto de la indemnidad de nuestra Parroquial, explican los escasos cambios que la guerra condicionó en ella…Era bien conocida la voracidad del nuevo Gobernador Darmagnac hacía los patrimonios religiosos, que había motivado el esquilmamiento de muchas Iglesias de la zona, bastantes de cuyas obras e imágenes se enviaban, por urden suya. a un museo de Madrid.. En el caso de Manzanares, Sotomayor preservó, hábilmente, la riqueza artística de nuestra Catedral… las imágenes de su Altar Mayor y de sus capillas laterales, se mantuvieron incólumes, solo se le quitaron las gruesas planchas de plomo que cubrían y protegían las vigas de madera se su estructura contra la lluvia y la intemperie, para utilizar su gran cantidad de plomo en la fabricación de balas… Sotomayor, eso sí, para conseguir atemperar al gobernador Darmagnac, debió emplear toda su gran sutileza argumental, para que no tocase nada de nuestro Patrimonio, seguramente aludió para ello, más de una vez, al compromiso existente con su antecesor en el cargo, General Sebastiani, para atemorizar al gobernador con la idea que podía contradecirlo... y aludiendo, zalameramente, al propio interés artístico de Darmagnac… quizá le comentase que, si enviaba a Madrid parte de nuestro Patrimonio, no podría disfrutarlo personalmente, cuando se le antojase. Una doble e inteligente manera de doblegar la voluntad de Darmagnac (por temor… y por conveniencia personal) muy al estilo de nuestro insigne y gran Pastor…

Ntro. Padre Jesús del Perdón.

Lo cierto fue, que nuestro rico patrimonio eclesial, excepto lo ya mencionado de las ermitas de San Isidro y del Santo Sepulcro, no sufrió excesivos daños, ni hubo robos o esquilmamientos por parte de la soldadesca francesa. Los archivos parroquiales, las joyas artísticas de la Catedral, y las de las otras ermitas del pueblo, se mantuvieron tal cual estaban, antes de la llegada y ocupación de Manzanares por los galos. Lo único que utilizaron los ocupantes en la parroquial, fue su Torre, usada como atalaya y observatorio militar privilegiado de la gran llanura manchega,.. que instalaron en el campanario de la torre, donde siempre tenían algún militar de guardia.. 

Y fuera del pueblo, sigue D. Cosme, en lo que fue el territorio de la encomienda de Manzanares, también se advertían, en aquella triste primavera de 1810, los efectos devastadores del paso de los galos por nuestra tierra. El abandono de muchas de las feraces quintas de la ribera del Azuer manzagato era evidente, y el del resto de las ricas tierras de nuestra encomienda también era palmario y bien visible… Algunos de esos campos, antes abundantes en sus producciones, llevaban casi dos años sin ser pisados por un ser humano. Muchos caseríos y casas de quintería quedaban, a la vista, semiderruidos… unas veces por el efecto de las rapiñas y los robos que, en ellos, habían perpetrados los galos... y, otras veces, por los orificios de bala o los daños observados en sus paredes, que denotaban enfrentamientos previos entre tropas francesas y guerrilleros manchegos allí guarecidos. A ese tiempo, las cabezas de ganado y el número de mulas y otros équidos del pueblo, habían disminuido de manera considerable, detraídos a sus dueños como parte de los botines afanados por los franceses.

Y, en fín, mi querido reportero, podríamos continuar con el recuento de los inventarios en negativo, para los intereses manzanareños, de otras muchas cosas de menor enjundia, en aquella triste primavera de 1810… pero sería prolijo y muy largo de enumerar, sin que cambiase nada sustancial de lo que he pretendido refleje este relato. Por eso, creo apropiado que cierre tintero y pluma, y concluya esta crónica de ruinas y destrucciones en la insigne y, por entonces, castigada y dolorida villa de Manzanares de La Mancha.

 

 

 

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