¿Damos un paseito por Manzanares?

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Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

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M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

jueves, 22 de abril de 2021

294). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: VIVENCIAS COMUNES…DE LOS “COMUNES”.

 El aldeano común de Manzanares –me comenta D. Cosme- al iniciar la crónica… era, antes de la guerra, y como corresponde a una villa fundamentalmente agrícola, casi siempre un labrador por cuenta ajena, aunque es verdad que, por la prosperidad de los terrenos de nuestra encomienda, y el tradicional carácter emprendedor de nuestro paisanaje, había más autónomos que en otras villas de la región. 

Estos labradores locales, pasaban casi todo el día en los campos, saliendo del pueblo al alba y volviendo al anochecer, aunque muchas veces pernoctaban largas temporadas en las quinterías y los caseríos, sobre todo en los tiempos más significados, del sembrado o las cosechas... Aparte esos comunes mayoritarios, continua D. Cosme, también había en Manzanares, bastantes paisanos que desarrollaban sus trabajos en el interior de la villa: Tenderos, panaderos, artesanos, albañiles, carpinteros, herreros, posaderos, molineros, etc… algunos eran dependientes, pero también había muchos autónomos con negocios propios, generalmente, de ámbito familiar… 

Además, por la importancia que había adquirido en ese tiempo Manzanares, existían bastantes empleados públicos de rango secundario (ujieres, mandaderos, etc..)… que desarrollaban sus trabajos en el Concejo, Encomienda, Pósíto, Postas, juzgados y otras diferentes instituciones de la villa. Pero todo cambió, sigue D. Cosme, con la invasión francesa de La Mancha, pues fueron muchos los “comunes” jóvenes de Manzanares, que abandonaron sus labores en el campo o en la villa, para integrarse en la guerrilla o en el reorganizado ejército regular.. quizá más en este último, por la estrecha relación que la Junta Local de Manzanares, estableció en años previos con el anterior intendente general de La Mancha, Don Juan de Modenés .. 

Esta diáspora de gentes jóvenes, sigue D. Cosme, y también la de familias completas, que marcharon de Manzanares para irse a vivir a sitios más tranquilos, alejados del Camino Real de Andalucía, (en general, otras villas manchegas o ciudades donde tenían familia que las podía acoger), redujo la población de los “comunes” de Manzanares, más o menos, a la mitad de la que tenía antes de empezar la guerra, en 1808; a costa de un envejecimiento significativo de la población que quedó en la villa…La escasez consecuente de mano de obra joven, sigue D. Cosme, hizo que se vieran muy alterados y disminuidos los laboreos y también las exiguas rentas, haciendas y patrimonios de las familias que se habían visto mermadas de sus elementos más jóvenes y activos… 

La actividad laboral menguó también muchísimo, al quedar en manos de la gente más mayor y trabajada…que, además, tenía miedo de salir fuera de las lindes del pueblo, temiendo ser abordada o atacada por alguna patrulla francesa…y es que, dentro de Manzanares, se notaban más seguros, sintiendo de cerca el tutelaje y la protección del Pastor de la villa, Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor. Por todos esas razones, la guerra, y la ocupación del pueblo por los galos, cambió mucho el día a día de las gentes comunes de Manzanares y, también, sus vivencias cotidianas, que se tornaron de gran penosidad, penurías y, a veces, de total y absoluta miseria, por el gran decaimiento de sus actividades laborales y, en consecuencia, de sus economías … Esas vidas y vivencias de nuestros “comunes”, se desarrollaban, además, en el entorno ruinoso que mostraba nuestra villa en 1811, sobre todo en el de sus propia casas, las más humildes del pueblo, muchas de ellas semiderruidas y agujereadas… y, por tanto, expuestas a las inclemencias del tiempo, tal como describí, sigue D. Cosme, en el relato anterior;…y, para más “inri”, había que añadirles algo que no vivían los comunes de otras aldeas vecinas, la sensación de opresión asfixiante que condicionaba en Manzanares la continua presencia de militares galos y de “afrancesados forasteros”, que, haciendo ostentación de su dominio y poder sobre cosas y personas, en sus edictos y pregones amenazadores e intimidatorios… y siempre “mirándoles de arriba abajo”, con desdén y distanciamiento, cuando se cruzaban por la calle; motivaron en nuestras gentes sencillas, una mezcla de sentimientos, todos ellos negativos, de: temor, ansiedad, desasosiego, hartazgo y desgana de vivir lo que estaban viviendo. 


Vieja imagen del Patrón de Manzanares, Nuestro Padre Jesús del Perdón.

El espíritu noble y generoso de los manzanareños, -continua, enfático y triste, D. Cosme- sentía con estupor y extrañeza, el yugo opresivo de “gentes forasteras” sobre sus vidas, haciendas y circunstancia, algo que no habían supuesto les llegaría a suceder jamás…y que les afligía y entristecía profundamente, como nunca habrían imaginado. La sensación de pérdida de libertad sobre sus cosas cotidianas, fue muy difícil de llevar para nuestros comunes de aquel tiempo, lo que se tradujo, no solo en una tristeza y melancolía generalizada, si no, también, en un incremento de depresiones y suicidios. Evidentemente, lo descrito, venía de la mano de todas esas enormes dificultades para subsistir, que fueron constantes, y cada vez más importantes e intensas, en esos años de guerra, para cualquiera de los “comunes” de La Mancha, viviese donde viviese.. El ejército francés, continua D. Cosme, pretendió, desde el minuto cero de la ocupación, hacerse con toda la producción agrícola de la región. Los embargos de cereales, ganado, animales de labor, enseres e, incluso, utensilios de todo tipo.. fueron continuos durante toda la guerra, afectando tanto a los “comunes”, como a los “nobles” de las villas… pues, ambas estirpes, estuvieron venidas muy a menos en aquel tiempo, donde no se libró casi nadie de padecer estrecheces, incluidas las aristocracias locales. La situación de los comunes que tenían sus laboreos en el pueblo era muy parecida a la del campesinado… sus vidas, tareas, producciones y vivencias estaban subsidiadas a lo francés;…y, en vez de sentir que trabajaban para el progreso de su familia, tenían la percepción, ciertamente real, de estar “dando” el producto de sus trabajos respectivos al invasor galo, con el duro sentimiento de pérdida de sus proyectos personales y de vida. 

Las contribuciones que los vecinos tenían que hacer a los franceses, afectaban a una treintena de elementos, entre los que destacaban: Trigo, cebada, pan, harina, legumbres, uva, vino, queso, aceite, paja, mulas, mantas, carruajes, y otros múltiples utensilios. La presión de esas contribuciones era enorme para las exiguas posibilidades de los “comunes” de cualquier aldea manchega, y esto motivo la rebeldía de los vecinos de algunas villas norteñas a Manzanares, como Herencia y Alcazar de San Juan, que sufrieron por ello, atroces represalias de los franceses…Si a esto se añaden los embargos forzosos que los galos hacían cuando la escasez de sus propios víveres era más manifiesta, como ocurrió durante la primavera y verano de 1811, en que el General Lorge se lamentaba en sus partes a Madrid de la falta de subsistencias …”por falta de cebada, tengo a los caballos a media ración….no puedo enviar pienso a Madrid ni tampoco las cien reses vacunas que se me piden, porque desde hace tiempo solo comían carne de cabra y carnero, saqueos, incendios de tierras de labor,” … usted y sus lectores, sigue D. Cosme, podrán hacerse una idea de lo que significó aquel tiempo en las vivencias de los “comunes” de Manzanares. 

Además, esas circunstancias, eran continuamente agravadas por la aparición de epidemias de disentería por razón de alimentos y aguas en mal estado… y , también, plagas de parásitos y hongos de distinto tipo que terminaban de esquilmar las menguadas cosechas de los escasos terrenos en cultivo activo. Las contribuciones de los vecinos para el abastecimiento del ejército y autoridades francesas de Manzanares, en esas circunstancias de penosidad y escasez, nunca eran consideradas suficientes por el gran elenco y necesidades de los invasores que teníamos asentados en nuestro suelo, desde luego, en un número significativamente mayor que en otras villas de la región… por lo que, a nuestro Concejo, por imposición y orden de los franceses que nos dominaban y oprimían, no le quedaba otro remedio que solicitar, frecuentemente, ayuda a Concejos de otras villas próximas, como Membrilla, La Solana, Tomelloso, Valdepeñas o Infantes….Si por entonces ya teníamos injusta fama de “afrancesados”, ahora se añadía la de “pedigüeños”, comenta irónico D. Cosme…Ni que decir tiene que eso trajo conflictos continuos entre los pueblos, que nunca recibían las compensaciones prometidas por el ejército y autoridades galas a sus contribuciones, por lo que, a lo de “afrancesados” y “pedigüeños”, en él concepto absurdo y equivocado que tenían de nosotros algunos pueblos vecinos, se añadía, ahora, lo de “esquilmadores” y “ladrones” para definirnos, como si tuvieran culpa los “comunes” de Manzanares de ser los más sufridores por la opresión gala, comenta, entre jocoso y malhumorado, D. Cosme… y, sigue… de nada servía en el ánimo y percepción de las aldeas vecinas hacía los manzagatos, que cualquiera de ellas fuera quien solicitase ayuda a Manzanares, (lo que también sucedió, alguna vez durante la guerra), ellos interpretaban la petición a nuestro pueblo, como la injusta y necesaria humillación por la subsistencia, que tenían que hacer a una villa de privilegiados como era Manzanares. Como ya he reiterado hasta la saciedad, dice D. Cosme, esa percepción no solo era injusta, era absolutamente incierta.. y totalmente alejada de la realidad de Manzanares.

Con lo por mi relatado, y por usted escrito, creo ha ido de bastante para esbozar como era el día a día y las vivencias de los “comunes” de Manzanares, ciertamente no muy agradable…. pero, he de decirle, antes de concluir, que esas vivencias cotidianas de los “comunes” manzagatos, durante los peores momentos de la guerra de independencia, en 1811…aún siendo malas, fueron bastante mejores que las que soportaron las gentes de otras villas manchegas…Ya imaginarán sus lectores quien fue el máximo responsable de esa mejor calidad comparativa de vida; que incluyó la indemnidad, casi total, de todos los vecinos (algo que no consiguió ninguna otra aldea manchega)…pues si, una vez más, el Pastor y líder de la villa, Frey Don Pedro Alvarez de Sotomayor. La estrategia inteligentísima que siguió Sotomayor en aquel tiempo, para aliviar, en lo posible, las penurias de los comunes de Manzanares de La Mancha, merece, sin duda, un capítulo aparte en estos relatos…el siguiente que sus lectores tendrán a la vista.

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