El 8 de Julio de 1957, Melchor Díaz-Pinés Pinés, envió al diario de noticias madrileño 'YA', el siguiente reportaje periodístico:
Al efectuar las obras para la instalación de un modernísimo cinematógrafo de verano, junto a los Paseos del Río, en la Avenida de Cristóbal Colón de esta ciudad de Manzanares, han quedado al descubierto unos interesantes escudos nobiliarios, que ya han sido restaurados y formarán parte de la decoración de este local. Se tiene la certeza de que este grandioso caserón, fue una de las más antiguas Casas de Postas de la Península, ya que allá por el siglo XV, esta Oficina postal de Manzanares fue Casa de Postas de Primera Clase, dada su estratégica situación, a caballo de los Caminos Reales Norte-Sur y Este-Oeste.
Estos artísticos y bien conservados escudos, que varias capas de cal los preservaron de su total demolición en períodos de revueltas políticas, pertenecieron a la casa solariega marquesal de los Salinas, cuyos descendientes directos son hoy, los Srs. de González de Jonte. Estaban ligados estrechamente a la Historia de Manzanares, como colindantes al Castillo, cuyo verdadero y legítimo título es el de Pilas-Horras y cuyas generaciones fueran esforzados paladines, empeñados en la defensa de este baluarte que se levantara en medio de estas planicies de la Mancha, para contener las incursiones de las fuerzas sarracenas que prodigaban con asiduidad estas tierras.
La grandiosa edificación que en otros tiempos fuera Casa de Postas Reales, ha pasado a ser en la actualidad un elegantísimo Teatro-Cine, decorado con todo el arte, con hermosas zonas de jardinería y dos fuentes laterales, terrazas y un moderno bar americano, cuyo conjunto arquitectónico restaurado, le acredita como una de las más atrevidas obras de esta estilo, gozando de un ambiente relajado y agradable.
Esta Casa de Postas que albergara a Reyes y Dignidades españolas y extranjeras y cuya afluencia de diligencias debió ser muy considerable hasta 1850, en que se creó el actual Correos, estuvo también habilitada como Posada o Parador, para lo que contaba con amplias dependencias.
La tradición, conserva la creencia de que este lugar fue el que acogió el cadáver de la Reina Católica Isabel, cuya comitiva transportó el féretro hasta la ciudad de Granada, donde definitivamente reposaron sus restos mortales.
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