Mi querido amigo, estamos considerando las
cosas más importantes de la villa de Manzanares en el Siglo de las Luces
–comienza D. Cosme el relato- y hay que hacer mención a su Plaza Mayor, núcleo
vital y espiritual de la villa, desde que se construyó en su contorno norte la
imponente Catedral de Manzanares, y se trasladó allí el Concejo, ubicado hasta entonces
en la Plaza de la Santa Cruz o del Matadero, (que de las dos maneras se conoce
a esa Plazuela). Pero, ud sabe muy bien que todo eso aconteció en la primera
mitad del Siglo XVI; y se preguntará, ¿por que hablar de la Plaza, en relatos
del Siglo de las luces?.. la respuesta es sencilla…
Durante casi todo el siglo
XVI, la Plaza Mayor de Manzanares estuvo en construcción. La Catedral se abrió
al culto en 1521, pero hubo de reformarse y agrandarse en su crucero unos 30
años después, y volvió a necesitar obras tras el voraz incendio que arrasó su
Altar Mayor el día del Corpus de 1571… Por su parte, la edificación del nuevo
concejo y los edificios que, en aquellos tiempos, iban anejos al mismo, como
por ej: el Pósito, los juzgados, la carnecería o la cárcel, cuya actividad y
funciones dependían de los gobiernos locales, también se prolongó durante toda
esa centuria, casi sin solución de continuidad; de modo y manera que, sigue D.
Cosme, la Plaza estuvo en obras casi todo el siglo XVI y, aunque fue una brillantísima
centuria en la historia de Manzanares, ciertamente, como Plaza, no pudo brillar
al nivel de bullicio y vida que tuvo una vez asentados sus principales
elementos...
Llegó el Siglo XVII -prosigue D. Cosme- y la Catedral continuaba
en obras, por dentro y por fuera, se tallaba el retablo mayor, y se estaba
elevando su techumbre, al tiempo que se iniciaba la construcción de la nueva
Torre... Además, pronto se vio que la Plaza recién nacida, quedaba pequeña para
una villa en demografía creciente como la nuestra. De nuevo, hubo que hacer
obras para agrandarla, y todo eso en un siglo de penurias, como fue el XVII;
por eso, las tareas se prolongaron bastante, de forma que no fue hasta la
segunda mitad de esa centuria, cuando quedó definitivamente configurada como
una bonita plaza castellana, abierta y diáfana, con casas soportadas o
volanderas en sus contornos, una amplia galería al frente del Concejo y los
distintos inmuebles anejos a su actividad.
Poco pudo lucir la Plaza en
aquellos tiempos miseros, -sigue D. Cosme- pues la segunda mitad del Siglo XVII
fue la peor época del Reino, después de la unificación de su territorio tras la
Reconquista; Epidemias, sequías y otras calamidades, parecieron conjurarse en
una crisis general, que empobreció España.. Sin duda, fueron los peores
momentos de la historia de Manzanares, que perdió una gran parte de su
población, Al fin, llegó el Siglo XVIII. el llamado Siglo Ilustrado o de las
luces… y fue entonces cuando, sigue diciéndome un enfático D. Cosme, el título
del relato cobra sentido…”la Plaza Mayor de La villa de Manzanares de la Mancha
lució como nunca en el Siglo de las luces”,,, y lo hizo, desde los comienzos de
esa centuria, por el impulso que le dio de último Comendador Calatravo de la
villa, Don Iñigo de la Cruz, Señor de los Cameros; personaje emprendedor y
festivo, muy aficionado a los juegos taurinos y al teatro, de los que organizó
muchos en la Plaza Mayor…
Fue por aquella época cuando más “balconcillos”
existían en la fachada principal de la Parroquial, a la izquierda de su
frontispicio, donde se sentaban el Comendador, el clero y las diferentes
personalidades invitadas a los distintos eventos... El Señor de los Cameros fue
un gran promotor de todos esos aspectos festivos, y a él se debe la
constitución de las ferias y fiestas de Manzanares de Agosto, siendo 1723 el
primer año en que se celebraron, en una época de prosperidad y desarrollo de
nuestra villa, por su pujante viticultura y una potente industria ferretera….
El ferial, ocupó toda la Plaza Mayor y sus aledaños, lo que se repetiría,
ininterrumpidamente, en años sucesivos, del 10 al 17 de Agosto, para hacer
coincidir la Feria con el día de la Virgen de la Altagracia y de la Asunción,
Patrona, entonces, de la villa.
Tuvieron siempre gran solemnidad y pompa,
haciéndose famosas y reconocidas en todas las villas vecinas y atrayendo a
muchísima gente a la villa y a la Plaza, que se hizo, por ello, muy popular y
reconocida en toda la región manchega”…. Durante todo el mandato de D. Iñigo de
la Cruz, sigue D. Cosme, Manzanares era la villa de Calatrava que más festejos
organizaba en su Plaza Mayor:.. piezas teatrales y, sobre todo, juegos
taurinos. Esto contribuyó, aún más, a la popularidad de nuestra Plaza Mayor,
que atraía a numerosos forasteros a los festejos que en ella se celebraban, con
el consiguiente beneficio para el Concejo de la villa, pues, en general, el
dinero que llegaba a Manzanares en cada fiesta, superaba al que salía...
Quizá,
fuera eso lo que motivó un famoso incidente entre el Concejo de la villa y la
Parroquia, que ahora paso a contarle por su curiosidad, me dice D. Cosme… Este
episodio, comenzó por una petición, el 16 de octubre de 1727, de fray Blas de
Santisteban, prior de los padres carmelitas de Manzanares, al Consejo de las
Ordenes, con el objeto de celebrar en la Plaza Mayor, la canonización de San
Juan de la Cruz, decretada por Benedicto XIII, en diciembre de 1726… Se
planteaban, para el acto, organizar diversas obras teatrales y una corrida de
toros... El Consejo de las Ordenes lo autorizó,... ¨a condición que no fuera a
expensas de los bienes propios, ni del pósito”...Se fijó el 20 de octubre de
1727 para los festejos, que se preveían multitudinarios, por la gran cantidad
de forasteros que se veían por la villa desde varios días antes… Celoso de no
sacar suficiente partido dinerario, comenta un jocoso D. Cosme, el cura párroco
de la Catedral de Manzanares, D. Eusebio Zamorano, se opuso a la “función de
toros”, alegando que el reparto de los posibles beneficios era injusto para la
Iglesia, y que, además, ese año, la cosa no estaba para fiestas en la villa,
pues había bastante gente hambrienta por las malas cosechas y una plaga de
langosta...
D, Eusebio, veía suficientes motivos para suspender el festejo, a
fin de cuentas, seguía argumentando, era un espectáculo profano y peligroso,
que en otras villas que también tenían carmelitas, y celebraron la
canonización, como Ciudad Real y Daimiel, se habían prohibido… Pero cuando el
párroco se dirigió al Consejo de las Ordenes, y supo que la fiesta estaba
autorizada, defendió, ya sin ambages, lo que realmente quería, que la Iglesia
se beneficiase mucho más del alquiler de lo propio, (atrio y balconcillos) que
hasta entonces nutría, casi en exclusiva, las arcas del Concejo.. El Consejo de
las Ordenes, si fue sensible a estas demandas del párroco, ordenando la
suspensión temporal del festejo, que, según cuentan, se celebró meses después
en condiciones económicas más favorables a la Iglesia sobre esos
alquileres... Además de las fiestas, en aquellas tres primeras décadas del XVIII,
con un Manzanares económicamente mejor que otras villas cercanas, en lo
cotidiano de todos los días, la Plaza concentró, más que nunca, la actividad
del mercadeo local y forastero, dispersa hasta entonces en diferentes plazuelas
de la villa, lo que la reforzó, definitivamente, como núcleo y centro vital de
Manzanares.
Todos los días, el bullicio del mercadeo en la Plaza era creciente
desde el amanecer, … los tenderos llegaban con sus carros y , luego, desplegaban
sus talabartes, disponían las mesas de ventas y colocaban en ellas el tipo de
producto que ofrecían a las gentes del pueblo que, poco a poco, llegaban hasta
la Plaza para el “ateo” diario, También, ya por aquellas fechas, era en la
Plaza Mayor, bajo los soportales, y cerca de la calle Empedrada, donde los
“temporeros” y otros jornaleros tenían su lugar y punto de encuentro con los
caporales o mayorales de las haciendas de la villa para pactar las condiciones
horarias y retributivas del laboreo, en otra de las escenografías típicas de
Manzanares y de su Plaza, que todavía se mantiene en 1912. Y a todo ese gran
bullicio de la Plaza Mayor de Manzanares en el Siglo de las Luces, también
contribuyó la actividad del Concejo y edificios anejos, cruciales y muy activos
en la vida diaria de cualquiera de los pueblos del reino borbónico, donde todo
estaba muy centralizado, tanto en la Corte, como en las villas; en estas
últimas, el Alcalde Mayor era una especie de virrey...que, en torno a su
figura, concentraba toda la actividad jurídico-administrativa local y la de los
inmuebles donde se desarrollaban… Por ej, sigue D. Cosme, el Concejo estaba en
el mismo lugar que hoy, pero sus departamentos eran diferentes a los actuales.
En el siglo XVIII, y según escritos, sigue D. Cosme, el inmueble tenía un
frente de 16 varas y un fondo de 5. En su planta baja estaba la Audiencia
Pública y en la superior los despachos del Concejo. La Sala de Juntas. tenía
tres escaños de madera, uno para el alcalde y dos a los lados para los
regidores; también había un archivo, cerrado con tres llaves, repartidas entre
tres oficiales, que debían estar presentes para abrirlo, cuando se precisara,
Por una puerta se accedía a un corredor que salía a la Plaza, utilizado para
contemplar espectáculos.o notificar edictos a los vecinos . En la Audiencia se
resolvían los pleitos surgidos en la villa. Una reja de madera dividía la pieza
en: Audiencia propiamente dicha, y un espacio para los escribanos. La sala
contaba con una alacena donde se guardaban los papeles, legajos y actas. Una
escalera de madera comunicaba Audiencia y Concejo…bajo ella, se dispuso un
pequeño almacén de pan; con dos puertas, una por donde se introducía el pan, y
otra, que daba a la plaza, por la que se repartía a los paisanos más
necesitados Otra casa de la Plaza Mayor, aneja al Concejo, -continua. D. Cosme-
era un edificio de 27 varas de frente y 19 de fondo, con el Pósito (en su pìso
superior) y la carnecería (en el inferior). La Carnicería tenía una sala con
mesas donde se ponían las carnes; otra sala interior donde se sacrificaban y
cuarteaban los animales y un cuarto para repesar los despieces. El Pósito
público disponía de dos almacenes para el cereal y una oficina… Otro inmueble
de la Plaza, dependiente del Concejo, era la “Casa del Peso”, donde se pesaban
y tasaban los “productos forasteros” que llegaban a la villa de Manzanares..
Por último, dice D. Cosme, el Concejo contaba con una cárcel pública, en la
calle de ese nombre, con seis calabozos (tres por planta), un oratorio, un
patio y una cocina...
Pero para que
usted concluya este relato con brillantez, le cuento ahora lo que más lustre
dio a esa Plaza de Manzanares, en ese Siglo de luces,. -dice enfático D.
Cosme-Fue en un día no datado en la historia escrita, pero si en el alma de
nuestro pueblo.. aquel en que unos obreros colocaron la bola y la cruz metálica
que corona el chapitel nazarénico de la Torre de la Catedral, terminando, así,
su construcción,… La visión de conjunto de la Plaza se engrandeció de nuevo,
inconmensurable, despegando hacia el firmamento azul de Manzanares. La
esbeltísima silueta de esa aguja sin par, la Torre de la Iglesia o Faro de La
Mancha, cambió para siempre la perspectiva de la Catedral, completando esa
bellísima estampa que cualquier lugareño puede admirar desde el centro de la
Plaza, o desde la embocadura a la misma de la calle del Carmen…Ese maravilloso
frontispicio barroco-renacentista de la fachada sur de la Catedral que,
continuado a los cielos por esa grácil Torre, impregnó las retinas de nuestros
ancestros de una imagen característica de nuestro pueblo, que quedaría ya
insertada en su alma y en su memoria… en las de las siguientes generaciones …y
en las que estén por venir….
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