Y, si, querido reportero, comienza D.
Cosme el relato, ahora le hablaré de la que sin duda era, y con gran
diferencia, la mejor y más rica encomienda de la región manchega a primeros del
siglo XIX… y esa Encomienda, usted lo habrá supuesto ya, no era otra que la
nuestra, la de Manzanares; y le digo, “que era”, porque dejó de serlo en ese
mismo siglo, al desaparecer, como cualquier otra encomienda del Reino, tras el
proceso desamortizador de Mendizabal que, mediado ese siglo, acabó,
definitivamente, con todo el patrimonio de las Ordenes religioso-militares que,
desde la Edad Media, habían sido entes muy principales de lo político, lo
social, lo económico, lo militar y lo religioso en el Reino de España...
Toda
esa etapa histórica, y su consecuencia en transformaciones profundos de las
relaciones de poder y también en cambios de propiedad o pérdidas patrimoniales,
se sucedieron en toda España a partir de aquel proceso desamortizador, iniciado
en 1836, y en su momento hablaremos más de ello en relatos venideros, pero,
ahora, en éste, toca centrarse en como era, y estaba, en elementos
patrimoniales y estado financiero la encomienda de Manzanares allá por los
inicios del siglo decimonónico.
La encomienda de Manzanares, sigue D. Cosme,
tenía en el año 1800 varios inmuebles propios; a saber: el Castillo o casa de
la encomienda que, aparte tener funciones de cuartel de carabineros en aquel
primer tiempo del siglo XIX, estaba dedicado mucho más a labores propias de
casa de encomienda, es decir, almacenaje de productos en especie, provenientes
de los diezmos, en cualquiera de los cuartos, silos y bodegas, destinados a ese
fín en su interior… Como eso, dada la riqueza de nuestra encomienda y, por tanto
las grandes cantidades de producción a controlar todos los años, era imposible
hacerlo solo en las dependencias del Castillo, este se ayudaba de la llamada
“Casa del Bosque”, pegada a sus muros del saliente, que poseía almacenes,
graneros, cuadras y alguna bodega que complementaba la cabida del castillo.
Además, sigue D. Cosme, a cien pasos del lado saliente del Castillo, la
encomienda tenía desde el siglo XVI una gran casa de labor, conocida como “Casa
de la Tercia”, construida por el Marqués de Priego, que podía contener en sus
almacenes y bodegas hasta treinta y cinco mil fanegas de trigo y cereales y más
de diez mil arrobas de vino, también obtenidas de los diezmos que venían
obligados a dar los propietarios, o los arrendadores de terrenos propios de
Manzanares y de su encomienda.
También, como inmueble propiedad de la
encomienda estaba el castillo de Moratalaz, en cuyo paraje el Conde de Aguilar,
se construyó una casa, donde vivía largas temporadas, que se conoció desde
entonces en el pueblo, por esa razón, como la “casa del Conde”. La encomienda
también poseía una edificación en la Mesnera y varias casas en la dehesa y
monte de Siles con portales, cocinas, cámaras; caballerizas;. Corralillos;
garañoneras;.pajares; destetes, cercados, toriles, zaurdon y la antigua casa
del alcaide con un palomar.
Ermita de Sta. Elena, Siles. |
La ermita de la Magdalena, quedaba frente a esas
casas, a quinientos pasos, tal como se va a la fuente, y a mano izquierda de
ella. La dehesa de Siles, a primeros del XIX, aunque privativa del infante
D.Antonio Pascual estaba arrendada a un tal Domingo Posadillo en 30.000 reales,
a los que había que añadir, en el montante total que recibía la encomienda unos
15.000 reales al año en la producción de los álamos, la leña, etc… La dehesa de
Madara, también estaba arrendada a varios vecinos de Daimiel, obligados a pagar
diezmos a nuestra encomienda, cifrados en unos 4.000 reales al año. Aparte los
inmuebles referidos antes, sigue D. Cosme, la Encomienda de Manzanares, podía
definirse como un territorio que incluía los aledaños de la villa más el
término del poblado de Moratalaz… Quedaba abarcada, continua D. Cosme, en un
gran semicírculo desde el Quejiar, el Barraco y la Madara por el Norte, hasta
los parajes de Cuarto Alto y Salinero, siguiendo luego por la linde con el
término de Daimiel y después llegaba a Ureña, siguiendo hasta la venta de
Borondo;.. todo ello comunicado por la vereda de Moratalaz,….
Dehesa de Siles. |
Desde la villa,
como ahora, se podía llegar hasta el Monte de Siles y su entorno por el camino
del Moral, que dejaba a ambos lados los terrenos de la dehesa de
Matamediana:..Siles era lo más rico de la Encomienda; una frondosa dehesa,
dividida en ocho cuartos: Sierrezuela, Grande, Carcetera, Chico, Magdalena,
Fuente, Castillo y Fuente de Viveros. Sus montes carrasqueros contenían una
gran arboleda de encinas, chaparrales, álamos, olmos, árboles frutales y zonas
de huerta. Todo posiblitado, por el agua de su fuente,.. Hacia el Sureste, por
el deslinde con Membrilla, se llegaba a San Marcos y El Seminario, para, desde
allí, enlazar con los parajes de La Bachillera y Herrera; quedando en el centro
de ese área, hasta la cañada del Guadiana, la dehesa de la Mancha, extendida
por la altura de la casa del alcaide Don Juan, hasta la Venta de Quesada, donde
finalmente se encontraba otra vez con la cañada de Moratalaz y el Quejiar,
cerrando el círculo de la Encomienda de Manzanares.
Así las cosas, sigue D.
Cosme, en el año 1801, se hizo en España una relación del valor liquidativo de
las Encomiendas de las cuatro Ordenes religioso militares, resultando ser la
nuestra de Manzanares la que obtuvo mayor valoración; estimándose su
rentabilidad líquida en 192.607 reales anuales, más de 25.000 reales/año que la
segunda en renta, la conocida como “Claveria”; y entre 2 a 8 veces mayor que otras
encomiendas regionales, como: Socuellamos, La Solana, Almodovar, Valdepeñas o
Membrilla. No es raro, por ello, que nuestra Encomienda estuviese regentada,
desde que reinaban los borbones, por infantes de la Casa Real, de manera que,
los susodichos infantes, se garantizaban unos pingues ingresos para su
pecunio…, termina, con ironía, D. Cosme, su razonamiento.
A comienzos de Siglo,
el Comendador de Manzanares era el infante D: Antonio Pascual de Borbón, que
extendió su mandato desde su nombramiento en 1771, hasta su muerte en 1817,
poco después de acabada la Guerra de la Independencia, convirtiéndose en uno de
los Comendadores más duraderos de nuestra encomienda manzagata… Encomienda que,
como entidad jurídico-adminsitrativa, dejó de existir tras la Desamortización de
Mendizabal, que liquidó las posesiones de las Ordenes militares del Reino.de
España, aunque de eso no le comentaré ahora, pues dará enjundia y contenido a
otros relatos..
Casa de la Tercia. |
D. Antonio Pascual, sigue D. Cosme, tenía 45 años al iniciarse
el siglo XIX, y parece ser que, a ojos de quien le conoció, era una persona
afable y bondadosa, aficionado a la caza y la ebanistería, y aunque, quizá, no
poseía muchas luces, eso no impidió que el Rey Carlos IV le concediese, a
primeros del siglo XIX, el título de Generalísimo de sus ejércitos. Era, desde
luego, noble en espíritu y trato personal. El Párroco de Manzanares, D Pedro
Alvarez de Sotomayor, que “se las tuvo tiesas” con él por aquel tiempo, como
tendremos ocasión de saber en algún relato próximo; sin embargo, en marzo de
1801, decía de D. Antonio, que: “miraba a los vecinos con particular amor y
caridad”, añadiendo…. “las virtudes de liberalidad y munificencia que se
advierten en su Alteza”. De todos modos, continua D. Cosme, el infante D.
Antonio, como sus predecesores de la Casa de Borbón, parece ser que solo visitó
Manzanares y nuestra encomienda en alguna ocasión, de hecho solo se sabe de su
presencia segura en Manzanares en el año de 1796, con motivo de un viaje de
toda la familia real para visitar una serie de nuevas villas en Sierra Morena.
Por tanto, el verdadero muñidor de la encomienda, prosigue Don Cosme, era su
Administrador principal que, a primeros del XIX, se llamaba Don Martín Urquiaga
y Aguirre, que vivía en el Castillo y controlaba con gran eficacia las
finanzas, ayudado por un Contador, Francisco García Márquez, y un escribano,
Don Ramón Ibañez. Los tres funcionarios, por mor de sus cargos, eran a su vez
los claveros del archivo de la encomienda y debían estar los tres presentes,
con sus correspondientes llaves, para extraer, consultar, y volver a guardar,
los documentos de la encomienda en su cofre, cada vez que resultaba necesario,
siguiendo un procedimiento ancestral que se perdía en la noche de los
tiempos…
En 1800, las cuentas correspondientes al último quinquenio del siglo
XVIII, mostraban que las rentas de la encomienda, arrojaban un montante anual
medio líquido, de 402.010 reales de vellón, que equivalía entonces a algo más
de 40.000 ducados, lo que ratificaba el título de encomienda más importante de
la región a la de Manzanares, en aquellos primeros albores del siglo
decimonónico... Una de las obligaciones curiosas de las encomiendas, sigue D.
Cosme, eran las llamadas congruas, un dinero que se otorgaba a las parroquias
para que, éstas, pudieran hacer frente a las necesidades más perentorias de los
menesterosos y pobres de solemnidad.
También, de manera habitual, sigue D.
Cosme, la encomienda otorgaba, directamente, a las puertas del castillo, en un
acto ritual propio de aquel tiempo, limosnas en especie a los pobres. En
nuestra villa, a inicios del Siglo XIX, estas dos obligaciones fueron uno de
los primeros “caballos de batalla” de Sotomayor durante sus dos primeros años
de ejercicio en Manzanares. Don Pedro, consideraba absolutamente escandaloso que
la encomienda más rica del territorio fuese tan rácana con los más necesitados
y con quien más los ayudaba que era su parroquia. Este estado de cosas, llevó a
Sotomayor a enfrentarse con determinación a los responsables de la encomienda,
algo que iremos conociendo en sucesivas crónicas. Por ahora, prosigue D. Cosme,
le diré que, en lo que hace referencia a la congrua parroquial, antes de la
llegada de Sotomayor a Manzanares, era de 8.000 reales, a repartir entre el
párroco y sus dos tenientes, Después de todas las peticiones y litigios que
Sotomayor mantuvo con la encomienda, esa citada congrua fue considerablemente
aumentada, quedando establecida en la cifra de 18.000 reales…
En cuanto a
limosnas directas de la encomienda a los pobres, la llegada de Sotomayor a
Manzanares, también cambió las cosas de manera radical. Para ilustrar esto,
baste decir que hasta 1799 se daba a los pobres pan cocido a la puerta del
Castillo, por un servidor de la Orden, llamado Antonio Manzanares; y tras la
llegada de Frey D. Pedro, se cambió la limosna a la cantidad de 350 fanegas de
trigo y 50 de centeno, que se repartían a los menesterosos por los
administradores y el párroco, conjuntamente…estaba claro que Sotomayor no se
fiaba demasiados de ellos, aclara irónico D. Cosme…El caso fue que, como
ejemplo, en 1798, antes de Sotomayor, el valor de lo entregado era de unos 1300
reales, mientras que en 1800, primer año completo de Sotomayor en Manzanares,
lo entregado por la encomienda, superó los 12.000 reales…
Y ya puede usted
dar fin al relato, que creo sirvió para bosquejar las cosas más importante de
la mejor encomienda de la Mancha a inicios del Siglo deciminónico
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