¿Damos un paseito por Manzanares?

¡Bienvenido/a a este blog!

¡Bienvenido a este 'blog'!
Todo cuanto vas a encontrar en él, es una muestra de cariño y admiración a un padre, MELCHOR DÍAZ-PINÉS PINÉS, uno de esos tantos padres del mundo que creen en la familia y luchan por ella, que aman a su tierra, que la trabajan y reivindican con constancia. Es posible que los manzanareños más jóvenes pudieran encontrar en el blog algunos hechos, sucesos, curiosidades, costumbres que ya han desaparecido, que quizás hayan escuchado de sus antecesores o, simplemente, que no conocen y puedan resultarles de interés.

¡Nada más, amigo/a! Gracias por estar con nosotros, con su familia y su sempiterno recuerdo.

HERMANADAS.

HERMANADAS.

M A N Z A N A R E S, en La Mancha.

miércoles, 3 de julio de 2019

218). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: EL MARQUESADO…CONTRA EL CONDADO.

Mi querido amigo, comienza D. Cosme el relato, pareciera que cada comienzo de siglo fuesen característicos de Manzanares algunos conflictos locales de gran enjundia, que quedarían inscritos para siempre en la magnífica historia de este pueblo. Así, continua, hemos conocido ya las cuitas y juicios habidos en torno a regantes y molineros a principios del Siglo XVII; como también, por aquellos primeros años de esa centuria, los conflictos y juicios entre el concejo y la Iglesia, contra los entalladores del retablo mayor de la Catedral y los obreros que habían de construir ese magnífico faro de la Mancha que es, hoy día, la Torre de nuestra Iglesia; y los que se tuvieron en torno a la fiesta de la Zuiza del año 1600…

Pero es que, en los inicios del siglo XVIII, también hubo un enorme conflicto, suscitado entre los vecinos de la villa y su Alcalde Mayor, a cuenta del reclutamiento de algunos paisanos para nutrir a las milicias borbónicas...

Y este siglo decimonónico, a sus inicios, no fue menos en cuanto a conflictos de gran enjundia en la villa de Manzanares, prosigue D. Cosme.. Ya hemos conocido, continua, que, en los dos primeros años de ese siglo, el Pastor de nuestra Iglesia, Frey Sotomayor, pleiteó con el Comendador de Manzanares, Infante Antonio Pascual…y, en este relato, le comentaré otra disputa famosa habida en Manzanares, que se concretó en un juicio desarrollado en el año 1804 entre el Marques de Salinas y el Conde de Casa Valiente. La nobleza de la villa, prosigue D. Cosme, asistió atónita y preocupada a esta disputa, pues se fundamentaba en un acuerdo de permutación patrimonial, que era muy frecuente por entonces en el Reino, y que consistía en ceder la administración de un determinado patrimonio, por parte de un propietario que no vivía en la villa, a otro hacendado de la villa que, viviendo allí, podía hacerse cargo de la administración del citado patrimonio. Como las condiciones de este tipo de acuerdos eran parecidas, es lógico que algunos nobles de Manzanares, que mantenían, entre si, similares acuerdos a los del Marqués de Salinas y el Conde de Casa Valiente, siguieran con cierta inquietud y expectación el desarrollo del pleito, por aquello de la posible jurisprudencia sobrevenida que pudiera afectarles en el futuro a ellos. 

La gente plebeya del pueblo, sin embargo, o bien estaba al margen de lo que sucedía, pues ya tenían más que bastante con sus tareas de sol a sol en el campo, con sus trabajos artesanales, o con sus labores en el incipiente entramado industrial de la villa…o, a lo más, los que tenían alguna relación con cualquiera de las casas en conflicto, aparte de ese desdén común por los intríngulis de lo que pasaba durante el juicio, no estaban exentos de cierta incomodidad y desasosiego, ante la posibilidad que el resultado del proceso, terminase afectando negativamente a sus empleos, si es que su patrono salía perjudicado del mismo en su pecunio patrimonial. Todo lo que daría origen a este juicio, había comenzado, sigue D. Cosme, en el siglo anterior, corriendo el año de 1765, cuando el entonces propietario del Marquesado de Salinas, D. Thomás Chacón de Narvaez, se presentó ante el escribano de Madrid, Don Manuel Gómez Guerrero, y tras identificarse como vecino de la ciudad de Palermo en Sicilia, … “declarándose poseedor legítimo de los patronatos, vínculos y mayorazgos, fundados por los Salinas y Chacones de Manzanares, por falta de herederos de mayor derecho, y valiéndose de su amistad con D. Pedro-Josef Pérez Valiente, cedió para siempre jamás a dicho D. Pedro Josef y sus sucesores los derechos expresados a cambio de la renta de 22.588 reales de vellón al año”. 

Plaza de la Constitución, 1916.

Años después, sigue D. Cosme, a fecha de 31 de Julio de 1783, y ante el mismo escribano, D. Manúel Gómez Guerrero, D. Pedro Josef Pérez Valiente, intentó apuntalar lo máximo posible el acuerdo inicial con una nueva escritura en la que certificaba la entrega de 550.000 reales de vellón al patrimonio siciliano del Marques de Salinas, a cambio de retener para si las propiedades del marquesado en Manzanares, que, en todo caso, quedaba usufructuada al citado marqués de Salinas, quien seguía residiendo en Sicilia. Tras esta nueva escritura, prosigue D. Cosme, y consecuente a ella, comenzó la historia de la familia del condado Valiente en Manzanares.. El hijo de D. Pedro-Josef, que a la sazón respondía al nombre de Pedro Ignacio Pérez Valiente, y que había contraído matrimonio en La Solana con Doña Catalina Antolinez, obtuvo de su padre el título de Conde de “Casa Valiente” en 1789, y se trasladaría desde el domicilio familiar de La Solana a Manzanares, yendo a vivir a la mansión del marquesado de Salinas de la Calle del Carmen., para administrar todo el gran patrimonio del citado marquesado en la villa de Manzanares…patrimonio que se concretaba en;… “Más de dos mil fanegas de tierra, varias casas, quiñones, huertas, viñas, quinterías y molinos; tres fincas de olivos; un pozo de nieve; una tahona y un polear, incluyendo, además, un capital de censo contra los propios de la villa y los patronatos de algunas capellanías, así como, la capilla mayor del convento de Carmelitas Descalzos y la de Santa Teresa en la Catedral de Manzanares”…

En la nueva escritura, dice D. Cosme, se comentaba que la entrega dineraria se hacía:. “para que los respectivos primogénitos de ambas familias les quede un monumento fijo de constante correspondencia”,.. y también se especificaba que la familia Pérez Valiente venía obligada a pagar a la familia Salinas…. “la cantidad de 1.200 reales de vellón en fechas de San Juan y de Navidad de cada año, a partir de la fecha del acuerdo”,... añadiéndose que se hacía así:…“para seguridad, quietud y perpetua armonía de ambas familias, siguiendo en la constante amistad con que empezaron y continúan”… y que se confiaba en:.. “la buena unión que se debe esperar de ´personas tan condecoradas y caracterizadas”… 
Casa Marqueses de Salinas.

Pero claro, amigo cronista, continua D. Cosme, la conciencia de lo propio es muy muy poderosa en la humana naturaleza y, a pesar de tanta precaución y providencia, lo cierto es que ambas escrituras, como era habitual en esos trueques de patrimonios nobiliarios, contenían siempre unas claúsulas que permitían el cese o la ruptura del pacto, en aras a mantener incólume y posible la precitada conciencia de lo propio, concluye su reflexión, entre sarcástico y solemne, D. Cosme…En esas claúsulas referentes al pacto entre los Salinas se venía a decir que el acuerdo se mantendría… “mientras algún sucesor de la línea de Sicilia no reclamase para si el Patrimonio del Marquesado de Manzanares” …añadiéndose que, si eso sucediese, si se rescindiese el pacto por la voluntad del Marquesado de Salinas… ”fuese electivo para los de Pérez Valiente tomar la imposición de Sicilia u otra equivalente a 550.000 reales en España” .
Y como quiera que eso, la rescisión del pacto, fue justamente lo que sucedió -continua su diserto D. Cosme-, a muy primeros de ese Siglo decimonónico, concretamente en el año 1804, cuando el Marques de Salinas de entonces, decidió de motu propio hacer uso legítimo de la claúsula que le permitía recuperar su patrimonio manzagato, pues a la ya viuda y heredera de D. Pedro Josef Pérez Valiente, a la sazón, Doña Francisca Brost y Varona, no le quedó otra que acordar con el Marques de Salinas la devolución del patrimonio que hasta esa fecha había administrado la familia Pérez Valiente en la villa de Manzanares de La Mancha...En tanto que ella, la viuda, deshecha la citada permuta, recuperaba para sí, y con el destino que darle quisiera, los reales de vellón que, por el susomentado acuerdo, rellenaban las arcas sicilianas de los Salinas, concluye jocoso D. Cosme. 

Todo esto quedó plasmado en una nueva escritura, de fecha 5 de diciembre de 1804, ante el corregidor de la villa y corte de Madrid, D. Torcuato Antonio Collado, por la que el Marquesado de Salinas retomó la posesión de todo su patrimonio manzagato, algo que supuso un grave quebranto económico a la familia Pérez Valiente de la villa de Manzanares, agravado por un subsecuente pleito familiar, cuando la viuda de D. Pedro Josef, la ya citada D. Francisca Brost, negó a su hijo, D. Pedro Ignacio Pérez Valiente, los valores “reimportados” de Sicilia, lo que fue causa y razón de un nuevo y aspero proceso judicial entre la viuda y su hijo… aunque hay que saber, comenta un D. Cosme irónico y jocoso, que fue la nuera, y no el hijo, quien llevo la voz cantante en el pleito con la viuda, ya que el hijo y heredero, D. Pedro Ignacio, prefirió tomar distancia, y enfermo y meláncolico, se trasladó a vivir a Madrid, donde terminó falleciendo, en su casa de la calle Leganitos, el día dos de julio de 1807. Lo cierto fue que los 550.000 reales de vellón, recuperados de Sicilia, permanecieron en poder de la viuda, quedando la nuera “con dos palmos de narices” y sin un solo maravedie de los que se pleitearon.

Y puede usted, mi querido cronista, dar el fin a la presente, que fue por de más y de bastante, para dejar constancia de otro episodio histórico más, aunque de disputa se tratase, de los muchos que se vivieron, y aún todavía quedan por contar, en el siglo decimonónico, y en la nunca bien ponderada villa manchega de Manzanares.



lunes, 1 de julio de 2019

217). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: EL AYUNTAMIENTO AL INICIO DEL SIGLO XIX.



Estamos conociendo el Manzanares de la primera década del Siglo XIX, inicia D. Cosme, así, la presente crónica… y me parece oportuno contarle, querido reportero, algunas cosas de cómo era en aquel tiempo, anterior a la Guerra de la Independencia, nuestro Ayuntamiento; quienes eran sus principales actores,.. y cuales sus atribuciones, posesiones y funciones en aquellos inicios del siglo decimonónico.. 

Y lo primero que he de decirle, mi querido amigo, para entender muchas cosas al respecto, sigue D. Cosme, es que la Casa Real, mediado el Siglo XVIII, llevó a cabo en todo el Reino un proceso de recentralización del poder jurídico-civil de las regiones, ciudades y villas de España, con el objetivo de recuperar el control directo de ese poder que, hasta la llegada de la dinastía borbónica, ostentaban en gran medida las distintas Ordenes religioso-militares protagonistas de la Reconquista cristiana. En la línea de recuperación de poder, y lograr el máximo de control político-social, la administración de los Borbones, ideó para las ciudades y villas más importantes del Reino, como Manzanares, la figura del “Alcalde Mayor” que, a diferencia de los actuales alcaldes, era designado directamente por el Rey, de entre los abogados de los “Reales Consejos”… el elegido, debía ser… “Persona de inteligencia, práctica y experiencia”…y que, durante el tiempo que durase su cargo, tenía que residir en el lugar del que era alcalde “sin hacer más ausencia que por ley se le permite….y no entrar en mi corte sin licencia mía o del presidente o del gobernador de mi Consejo de las Ordenes y que cumpla y guarde puntualmente el tenor de los capítulos de la instrucción inserta en la real cédula de 15 de Mayo de 1788”….

Para garantizar mejor su imparcialidad, y una mayor libertad de acción en el desempeño del cargo, el electo no podía ser vecino o paisano de la ciudad o la villa, El cargo era fijado en un plazo de seis años, al término de los cuales, automáticamente cesaba.. y, como curiosidad, quedaba sometido a lo que se conocía como “juicio de residencia”, tiempo en que cualquier vecino de la villa podía reclamarle o darle quejas, a las que el cesante estaba obligado a responder. Para garantizar respuesta satisfactoria a cualquiera de esas quejas, al momento de iniciar su alcaldía, el elegido depositaba una fianza (“en metálico o en hipoteca o especia de lo propio”, que fuese bastante en opinión del concejo)... Si no existían quejas, o cuando quedaban resueltas a satisfacción, el cese se hacía efectivo y, si se estimaba, se le trasladaba a otra villa, en las mismas condiciones... 

El Alcalde Mayor, aparte esa forma directa de nombramiento, tenía definidas funciones distintas a las de los alcaldes que hoy conocemos, continua D. Cosme. En lo principal, ostentaba la funciones de: … “los oficios de alcaydia y alguacilazgo… oír, librar y determinar los pleitos, causas civiles y criminales…, haciendo a las partes justicia”… Es decir, sigue D. Cosme, para terminar su aclaración, el Alcalde Mayor tenía más las funciones de un juez, que las de un alcalde, tal como hoy día entendemos ese papel. Ejercía, además, una función de controlador social de las cosas y problemas de las villa, de las que informaba directamente al Rey, a modo de lo que hoy es el gobernador civil. Un enlace directo con el Rey que, muchas veces, suscitaba recelos entre los regidores del concejo y personas influyentes de la villa, que se sentían controlados, precisamente lo pretendido por la realeza. 

Y es que, me dice D. Cosme, hasta esta nueva estructura del poder local, los concejos de la villa eran controlados, en sus relaciones con los Consejos de las Ordenes, en un ámbito más local o regional, y con responsables más próximos y reconocibles, algunos de ellos parientes o vecinos de la propia villa... Esta fórmula era una forma de administración de las cosas más próxima e inmediata, pero con más posibilidades de nepotismo o enchufismos, además de ser mucho más opaca a la administración real... algo que la monarquía quería cambiar para aumentar sus réditos… sin duda, el principal objetivo del Reino de España, cuando decidió crear la figura de los Alcaldes Mayores”. 

En Manzanares, a primeros años del siglo XIX, el Alcalde Mayor era D. Josef Jorge del Molino y Torres, quien había accedido al cargo en Octubre de 1799, solo meses después de la llegada a la villa de Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor… y ya se barruntará ud, me dice un socarrón D. Cosme, que alguna cosa se le ocurriría, a nuestro inteligente párroco, al respecto del nuevo Alcalde Mayor de Manzanares, para utilizarla a favor de sus argumentos, tanto en lo que tuvo que ver con su estrategia para asentarse en la villa de Manzanares, como en el litigio que mantuvo con el Comendador, a cuenta de las congruas parroquiales. En ese sentido, Sotomayor, se encargó enseguida de establecer una muy buena y constante relación de complicidad con el nuevo Alcalde, lo que el párroco justificó en su entorno próximo como algo muy razonable entre dos autoridades recién llegadas a la villa, con muy escaso conocimiento de sus cosas y costumbres…. 


Pero Sotomayor, como todo el que tuviese algo de perspicacia, sigue D. Cosme, sabía que los Alcaldes Mayores ejercían de “controladores” del poder local en cualquier villa o ciudad que estuvieran; y, eso, en Manzanares, equivalía al control de la Encomienda; desde el Comendador, hasta cualquiera de sus peones o valedores, lo que incluía a gran parte de los ediles del Concejo de la villa… y no ajeno, ni mucho menos, a esa realidad político-social del momento, nuestro inteligente pastor la utilizó para sus fines. El nuevo Alcalde Mayor, seducido por Sotomayor, le tomó un gran afecto personal, y capitaneó con su firma la carta en que se hacia la petición al Rey para que D. Pedro, cuando fue nombrado Rector del Colegio Mayor de la Orden Calatrava en Salamanca, al poco de su llegada a nuestra villa, permaneciese en Manzanares. 

Por otro lado, en el juicio de Frey Sotomayor contra el Comendador, Infante D. Antonio Pascual, a cuenta de las congruas parroquiales, se produjo lo que pretendía Sotomayor, el Alcalde Mayor de Manzanares, D. Jorge del Molino, declaró a su favor; en tanto, y como era de esperar también, varios de los ediles o Regidores, con intereses comunes a la Encomienda e, incluso, alguno de ellos, “colocado” en el Ayuntamiento por el propio Comendador, declararon a favor de éste… y, por tanto, en contra de su propio Alcalde Mayor… algo que, desde luego, no pasó inadvertido al Tribunal, sino que, muy probablemente, fue trascendente en la toma de decisión final, ya que el Alcalde Mayor era en las villas de entonces, como sabemos -continua D. Cosme- una especie de regente para el control socio-jurídico de las cosas y las causas que hubieran en cualquiera de los lugares del Reino donde ejercían su labor… y, por tanto, si en un juicio se decantaban hacia uno de los contendientes, las posibilidades de esté se incrementaban muchísimo… Siguiendo con el conocimiento de las personas que formaban por entonces, a comienzos del XIX, un Ayuntamiento…en Manzanares, como en cualquier otra villa, los édiles actuales se llamaban Regidores; éstos sí, elegidos por, y entre, los paisanos, pero divididos en dos grupos de electores… unos eran representantes del “estado noble”; y otros del “estado plebeyo”. 

A finales de 1800, en Manzanares era Regidor decano perpetuo y Regente de la Real Jurisdicción, Don Luis Díaz Pallarés, quien sustituía al Alcalde Mayor en sus funciones, cuando estaba ausente …Otros Regidores de entonces en Manzanares, sigue D. Cosme, eran: D. Juan Fernández Caballero, D. Rafael Antonio Ximeno, D. Julian de Sandoval, D. Josef Vázquez Serrano y D. Matías González Elipe Las funciones del Ayuntamiento en 1800 se limitaban a la administración de las tasas y los impuestos. En aquel tiempo el Concejo no intervenía en cosas poco desarrolladas en la práctica por entonces; como: alumbrado, limpieza, pavimentación, control de aguas potables, sanidad, cultura, etc…. Sin embargo, los Ayuntamientos, antes del proceso desamortizador de Mendizabal, eran propietarios de bastantes “bienes propios”. Por ej, sigue D. Come, en Manzanares, y de tipo inmobiliario, esos “bienes propios”, incluían la Casa Consistorial, la cárcel (en la calle de igual nombre), las casas de la “Carnicería, del Peso y Reventa” en la Plaza Pública; el Pósito (en la calle de ese nombre) y el “Corral del Concejo”, un inmueble que estaba ubicado al final de la calle Ancha. 


En el término municipal, el Ayuntamiento, además, era propietario de las tierras del llamado “Monte viejo”, cuyos réditos de producción recalaban en el Pósito; también la dehesa de Matamediana, utilizada por el Ayuntamiento, en arrendamiento, para “invernadero” del ganado; el “Monte de La Mancha” cuyos pastos eran destinados para ganado de abasto público, y unas 12 majadas: laborables o de pastos...

Como otras curiosidades, dignas de conocerse, me comenta sonriente D. Cosme, el Ayuntamiento tenía a su cargo, en los primeros años del siglo XIX, los gastos de las fiestas de San León y de la Candelaria, así como el mantenimiento y reparos de la ermita de San Antón, que eran de propiedad pública y no eclesial… También, quedaban a su cargo cosas tan pintorescas y diferentes, como: los sueldos del maestro del coro de la Parroquia, del “predicador de cuaresma”, del “sermón de la santa bula”, las rogativas, limosnas para los “pobres de solemnidad, cristianos nuevos y los santos lugares de Jerusalen”… y, en un ámbito más “civil”:.. el mantenimiento de las veredas y el del propio Consistorio y demás inmuebles propios, así como los gastos del “amojonamiento” del término municipal; los pagos del papel sellado y del correo del Ayuntamiento; un agente comercial destacado en Madrid para seguir el curso de los negocios propios; otro asesor-administrador de negocios propios, destacado en la villa; los gastos de la Audiencia dedicada a la Mesta, un pregonero y un escribano, que a la sazón, en 1800, era D. Bartolome Gómez Pardo. 

 Y puede usted ya, mi querido plumilla, apostilla D. Cosme, dar por concluida esta crónica, que sirvió para dar cuenta de cosas y personas relevantes del Ayuntamiento de la insigne villa de Manzanares, allá por los albores del siglo decimonónico.


domingo, 9 de junio de 2019

216).RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: LOS PRIMEROS CARNAVALES DEL SIGLO XIX.



Le voy a contar en esta crónica, querido reportero, me dice D. Cosme, como eran las cosas acerca de las fiestas de carnaval en nuestra villa a primeros del siglo XIX….. Y procede hacerlo porque, en aquellos años, justo desde la llegada a Manzanares de Sotomayor, estas fiestas alcanzaron gran auge en la villa. Por eso, y para que pueda contarle a sus lectores como eran le citaré unas cuantas cosas acerca de aquellas fiestas de carnaval en Manzanares, al inicio del Siglo decimonónico…y, además, antes que usted me lo pregunte, le explicaré también las razones de ese auge.. 

Seguro que usted, continua, habrá barruntado ya que el pastor de la villa, el inefable y omnipresente Frey Sotomayor, algo tendría que ver en todo eso, ya que casi nada de lo que ocurría por aquí escapaba a su influencia. Pero claro, en principio, sigue D. Cosme con retranca, resulta extraño que un pastor de la Iglesia, en aquel tiempo, cuando el control eclesial de ritos, fiestas y costumbres era máximo, en lo que concernía a sus aspectos mundanos, se dedicase a potenciar a “Don Carnal” en sus disputas anuales con “Doña Cuaresma”. Ciertamente, no era así, continua D. Cosme, se trataba de una estratagema más del listísimo Sotomayor para lograr el máximo de sus objetivos, y es que, en 1800, en un contexto social absolutamente integrado con lo religioso en el Reino de España, muy alejado todavía de los cambios socio.culturales de la Ilustración, que ya se percibían en Europa, donde el predominio de la individualidad en las cosas del mundo, preconizados por la Ilustración, explotaba en esos festejos de carnaval, exaltando lo más profano del ser humano, en rebeldía frente a las jerarquías religiosas o políticas del marco social, en España era impensable.. pues, ahora,, como entonces, - prosigue D. Cosme su ilustrada disertación- las "carnestolendas", que era como se conocían a las fiestas de carnaval, aun cuando también simbolizaban el aspecto más profano de la vida de las gentes, no dejaban de estar insertas en el particular calendario litúrgico que caracteriza la vida y costumbrismos de sus pueblos y, por tanto, también de Manzanares. 

Las carnestolendas, fueron muy populares en la villa durante la comendaturía del Señor de los Cameros y Conde de Agular, D. Iñigo de la Cruz, muy promotor de las fiestas populares;.. y, al final del siglo XVIII, por el trasiego de gentes que supuso para la villa el Camino Real de Andalucía, nuestro carnaval fue citado en sus notas por alguno de los múltiples viajeros que nos visitaron…Hay que decir que, a criterio de las autoridades eclesiales de cada localidad, en algunos sitios, y también en Manzanares, en ocasiones los carnavales se prohibían y en cualquier caso, con más o menos tolerancia, si se autorizaban, siempre era imprescindible que la fiesta llevase unidos aspectos religiosos; pues, al fin y al cabo, esas fiestas expresaban el grito de lo profano, que daba paso al predominio natural de lo espiritual en el inmediato tiempo de la Cuaresma.. En La Mancha, y en Manzanares, ese nexo de unión del carnaval con la religión estaba representada por limosnas o dádivas a las “ánimas benditas del purgatorio”, algo que, como veremos, no pasó inadvertido a los ojos y perspicacia de nuestro insigne, agudo e inteligente párroco, Frey Sotomayor . A pesar de esa impregnación religiosa, continua D. Cosme, el carnaval manzagato no dejaba de ser una fiesta popular... 


La Plaza y calles adyacentes se llenaban de las gentes del pueblo, siendo costumbre que desfilasen agrupadas las distintas cofradías gremiales existentes en la villa,,. Eran famosas la de los pastores, la de los labradores, la de los hortelanos y la de los herreros... Los desfilantes iban bien pertrechados y ataviados con las banderas y hábitos propios de su gremio, acompañados del sonido de los tambores, fanfarrias y músicas, en un espectáculo festivo, luminoso, vital, variopinto y multicolor.. Y junto a eso, dice irónico D. Cosme, la “tolerancia eclesial” , se justificaba en una recaudación limosnera, que, como ya sabemos, iba destinada a las "benditas ánimas del purgatorio”; limosnas que, sigue en su ironía D. Cosme, como era difícil hacerlas llegar al purgatorio, terminaban nutriendo las arcas eclesiales, como una alternativa adicional a las exiguas congruas que donaba la encomienda a la parroquia…

Precisamente, en febrero de 1800, el año de los primeros carnavales de ese siglo, y también el año de los primeros carnavales de Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor en Manzanares, se anunció la formación de dos nuevas congregaciones gremiales que iban a participar en las carnestolendas: la de labradores y la de los herreros, que por la propia naturaleza de la villa, iban a suponer un número considerable de nuevos protagonistas en la fiesta...Y parece que Sotomayor no fue ajeno a ello, ni tampoco a los preparativos que hicieron que ese carnaval de 1800 resultase particularmente brillante y concurrido. Las chanzas, las fanfarrias, los uniformes, las banderas, las tamborradas y, en fin, todos los elementos comunes a la fiesta de carnaval, se dieron cita, como nunca hasta entonces, ante la inusitada expectación de los paisanos, que, en un momento u otro de los días que duró, prácticamente ninguno dejó de pasar por la Plaza, donde el carnaval callejero tenía su punto central.. Allí, sigue su diserto D. Cosme, era el lugar tradicional de comienzo y final de los desfiles gremiales, que tenían diferentes trayectos por las calles de la villa, de modo que era casi imposible que algún vecino no se enterase que el pueblo entero vivía el tiempo de carnestolendas. 

En la Plaza pública, aparte de los propios desfiles, y animadas por bandas de músicos, también se hacían, chanzas, chirigotas y comedias al aire libre, que acumulaban muchos espectadores, y ese solía ser uno de los momentos, aprovechados tradicionalmente por algunos monaguillos de la parroquia, para animar a la gente a entregar sus limosnas a las “animas benditas”…Y es ahí, querido cronista, sigue D. Cosme, en esa costumbre del momento y manera tradicional de obtener las limosnas, donde la práctica y natural inteligencia del párroco puso el “punto de mira” , con el fin último de incrementar la cuantía total de lo obtenido por ellas; algo que era muy necesario y perentorio para la parroquia en aquel inicio del Siglo XIX cuando, como sabemos por anteriores crónicas, Sotomayor estaba en conflicto judicial contra el Comendador de la villa, con el claro propósito de lograr un incremento en las congruas parroquiales que la encomienda destinaba a la Iglesia, manifiestamente insuficientes, para atender las necesidades más perentorias de los numerosos pobres de solemnidad existentes en Manzanares entonces.

Retablo y cúpula de la Capilla Mayor de la Asunción.

Y llegado el inicio de aquellos carnavales de 1800, sigue D. Cosme, las gentes de Manzanares entendieron por qué su párroco se había implicado tanto en sus homilías de enero, y en diferentes paseos y contactos por la villa, para que aquellos carnavales de 1800 resultasen tan brillantes y concurridos… Es bien cierto, que Sotomayor, desde su llegada a Manzanares, siempre mostró una gran determinación en sus medidas de ayuda a los pobres, algo, para él, obligatorio para quien se catalogaba de cristianos, y por tanto no extrañó a nadie que pidiese a su pueblo en las homilías particular generosidad en las limosnas asociadas a la fiesta; pero, en todo caso, con más o menos intensidad, era lo que los paisanos habían oído en años previos al anterior párroco, D. Manuel de Oviedo y sus tenientes, cuando llegaban las carnestolendas... Pero claro está, a la hora de la fiesta, resultaba una cuestión sencilla para cualquier paisano escaquearse e ignorar a los monaguillos cuando se acercaban a pedir con sus cestos, no obteniéndose demasiado dinero de esas limosnas.. Pero, ese año 1800, las cosas iban a cambiar a ese respecto en la villa de Manzanares, ¡¡vaya que si!!, exclama D. Cosme…Sotomayor, sabedor de todo eso cambio la forma de limosnear en la Plaza, sin que nadie sospechase nada de sus intenciones en los días previos…Lo cierto fue que Sotomayor, ante la sorpresa de propios y extraños, en la primera oportunidad que tuvo, cestilla en mano, y acompañado en ese menester limosnero por un distinguido y potentado feligrés, D. Manuel Carrillo Dávila, muy relacionado con la nobleza de la villa, apareció en la Plaza, mezclándose entre los estupefactos paisanos que la abarrotaban, que se vieron sorprendidos con semejante escenario que para nada esperaban, donde su admirado y respetado párroco y un rico feligrés, estaban, personalmente, pidiendo limosnas para las ánimas benditas. 

La presencia de Sotomayor en esa tarea, entusiasmó a mucha gente, que se animó de inmediato a donar buenos óbolos en la cestilla del párroco. Por otro lado, aunque solo fuese por vergüenza de no dar nada al párroco en persona, muchos que habitualmente se escaqueaban, se “rascaron el bolsillo” muy a su pesar, (rie D. Cosme)…. Por su parte, D. Manuel Carrillo, muy bien aleccionado por D. Pedro, se acercaba a cualquiera de los congéneres que reconocía como de la alta sociedad local que por allí pululaban, y que, si bien, años antes, podían tratar con desdén a los monaguillos, sin darles nada y sin llamar mucho la atención… ahora, aunque solo fuera por eso tan propio de nuestra villa como “el que dirán”, más bien se pusieron a competir en generosidad sobrevenida, por la sorpresiva situación, comenta jocoso D. Cosme... Lo cierto es que, las donaciones fueron de tal magnitud, y la recaudación tan brillante que, después del ofertorio de fin de fiestas, "al hacer cuentas", y ante el asombro general, se advirtió que alcanzaba la desmesurada cantidad de 7000 reales en maravedís....lo que provocó el recelo de la autoridad civil, representada en aquel momento, en ausencia del alcalde mayor, por el regente de la Real Jurisdicción, Don Luís Díaz Pallarés, regidor perpetuo y decano del Ayuntamiento de la villa de Manzanares; lo que dio lugar a otra disputa más del ilustre Sotomayor con las autoridades civiles.. El munícipe llegó al extremo de dar la orden de depositar la cantidad recaudada a custodia de otro "vecino de distinción", muy “experto en cuentas”, don Pedro Alvarez, reputado y rico paisano, a más de excelente cristiano, que vivía en la casa esquinera entre Ancha y San Antón, lo que le citó aquí, porque años después, bien pasada la mitad de ese Siglo XIX, su casa familiar serviría para aumentar el tamaño de la ermita de la Vera Cruz; dándole, además, entrada por la calle Ancha, tal como la conocemos hoy....Bueno, sigue D. Cosme, continuando con lo que estábamos, con evidente sorpresa y disgusto por las dudas de las autoridades civiles, Sotomayor aceptó la revisión de cuentas…y, aclarada su legítima procedencia en la actividad limosnera, y puesto que era difícil hacerlas llegar al purgatorio, se invirtieron en “misas a favor de las citadas ánimas benditas”, repartiendo el dinero, escrupulosamente, entre los sacerdotes naturales de la villa, con lo que, dice jocoso D. Cosme, las “ánimas del clero viviente”, vieron aliviada su pésima situación financiera, por la muy escasa congrua que les daba el “bendito Comendador”….

Con ello, puede, querido plumilla, dar por concluida esta crónica acerca de las “carnestolendas” de primeros del Siglo XIX…y de cómo las aprovechó nuestro “ilustrado” párroco Frey Sotomayor…



215). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: SOTOMAYOR….. RECREANDO SU CURATO.


He querido encabezar esta crónica, querido reportero –me dice D. Cosme- con el término “curato”, porque, en nuestros tiempos se usa poco, y muchos desconocen su auténtica significación… que, como vera usted enseguida, le va como “anillo al dedo” a todo de lo que quiero contarle en ella… 


Ese término, “curato”, usado mucho en aquella época de principios del XIX, aludía a la parroquia de una villa, en referencia al propio párroco y a su clero…y, ciertamente, como ya sabemos, Frey D. Pedro, tuvo que recrear su curato, tanto en lo que iban a ser sus propias funciones como Párroco, como las del clero que quedaba a su cargo. Y es que, Sotomayor, como también sabemos, describió, nada más llegar a Manzanares , esa situación de la siguiente, y preocupante, manera: “El pueblo de Manzanares, al menos de diez años a esta parte, en lo formal no ha tenido párroco, pues el antecesor, por sus achaques y avanzada edad, todo lo fiaba a los tenientes.., el exponente lo encontró todo en el mayor desorden; desde su ingreso en el curato ha procurado a costa del mayor trabajo poner en orden aquella feligresía como es notorio, aunque no completamente por ser obra de más tiempo” … 


En 1800, Frey Sotomayor, al comienzo de su ejercicio como Párroco, o cura rector de la villa de Manzanares, sustituía en el cargo al ya anciano D. Manuel de Oviedo, que había ejercido de párroco bastantes años del final del siglo anterior, A ese tiempo de la llegada de Sotomayor a la villa, D. Manuel, ciego y enfermo, había dejado muy desatendidas, y sin dirección, muchas cosas , lo que había motivado un desastroso estado de cosas en las labores parroquiales que, de una parte, no se llevaban a la práctica conforme a lo que era debido y, por otro lado, tanto el Concejo como la Encomienda, advirtiendo esa dejadez, incumplían sus obligaciones con la Parroquia e, incluso, se entrometían en lo que eran competencias claramente eclesiales. 

Ya supimos, en relatos previos, prosigue D. Cosme, como esa situación, provocó en nuestro recién estrenado párroco un estado de desasosiego y enfermedad, que estuvo a punto de abortar su labor de Pastor espiritual de Manzanares, durante el primer año en el ejercicio de su cargo, pero superados esos problemas, D. Pedro, entre las múltiples cosas que hizo en sus dos primeros años de rector, fue reordenar la actividad parroquial, según él la entendía…y con el sentido práctico e inteligente que le caracterizaba, aprovechó el pleito que mantuvo con el Comendador (que ya conocimos en el anterior relato) para llevar a efecto una gran parte de esa tarea organizadora. Al momento del nombramiento de Sotomayor como párroco, -sigue D. Cosme- y a pesar del numeroso clero existente en la villa, a la orden directa de la parroquia solo estaban, el propio D. Pedro, como párroco, y dos “tenientes” del párroco, o coadjutores, que a la sazón, respondían a los nombres de D: Manuel Ruiz Constantino y D: Antonio de Lara, quienes ejercían ya esas mismas funciones, bajo el anterior Prior, D. Manuel de Oviedo…. 


Además de los dos “tenientes”, tenían actividad plena en la Iglesia Parroquial, un “sacristán mayor” y un “maestro de coro”, ambos presbíteros.. Tal como encontró las cosas en la Parroquia, Sotomayor, usando su derecho potestativo, nombró a un tercer teniente, en la persona de D:Tomás Ruiz de Alarcón, argumentando que las labores parroquiales a desarrollar no podían solventarse con solo dos tenientes…El problema estribaba en que, si bien el nombramiento dependía del párroco, los estipendios de sus tenientes los sufragaba la encomienda; las famosas “congruas parroquiales”, de las que ya hablamos también en la crónica que antecedió a esta, comenta D. Cosme. 

Al igual que ocurrió con todas las cuestiones tratadas en aquel pleito, los representantes de Sotomayor lograron del Tribunal, no solo el incremento sustancial de las congruas para la parroquia y sus tenientes, (que en tiempo de D. Manuel de Oviedo, cobraban, cada uno de ellos, entre 600 y 800 reales)… sino que también ratificaron a ese tercer teniente nombrado por Sotomayor, viendo todos ellos incrementada su congrua particular al doble de la que recibían antes del pleito, quedando cifrada en unos 1500 reales para cada uno de los tres tenientes…y eso, a pesar que la encomienda defendió su posición negativa, tanto respecto al incremento de la congrua, como al del número de tenientes, con el sólido argumento que los dos tenientes que ya tenía la parroquia “eran presbíteros suficiente instruidos y acreditados en las materias morales y en el público , de una edad proporcionada s las tareas de la Iglesia, de agilidad y robustez, sin que se les haya advertido cualidades de enfermizos y achacosos”..,, y seguían comentando los abogados de la encomienda, que se conocía la existencia de más de cuarenta clérigos en la villa de Manzanares sin funciones definidas, algo que era muy cierto, pero de lo que Sotomayor se defendió durante el pleito, a través de sus representantes, con su habitual habilidad... Sotomayor, alegó que era de su exclusiva potestad el nombramiento de los tenientes, pero que no tenía inconveniente en explicar al Tribunal la necesidad de nombrar un tercer teniente para la parroquia, en base a la cantidad de tareas acumuladas en ella... 

Como, además, D. Pedro conocía perfectamente a todos y cada uno de los miembros del clero y del cabildo eclesiástico, (del que él formaba parte esencial desde mediados de 1799), argumentó con datos contundentes que muchos de ellos tenían ya labores cotidianas propias ajenas a las tareas parroquiales e, incluso, a las eclesiales, lo que les impedía tener una actividad regular en la parroquia.. algunos otros tenían ocupaciones en las ermitas de la villa, o bien en el convento de los carmelitas, o en el de las Monjas Franciscas de clausura.. Los representantes de Sotomayor, concluían que, de todo ese clero , solo 4 o 5 curas ancianos y achacosos, usaban los confesionarios de la Iglesia con cierta regularidad, no estando capacitados para otro tipo de actividad de las muchas que eran precisas en la parroquia. Con todo ese argumentario, el Tribunal del Consejo de Ordenes, como le comenté antes, sigue D Cosme, falló, una vez más, a favor de las tesis de Sotomayor, ratificando el nombramiento de D. Tomás Ruiz de Alarcón… 

Nuestro inteligentísimo Pastor, aprovechó también el pleito para delimitar claramente las competencias clericales de la Parroquia, con las que tenían adquiridas por costumbre o rutina, antes de su llegada a Manzanares, los monjes del convento carmelitano… A ojos de Sotomayor, muy celoso siempre del control y el orden de su parroquia, los monjes del Carmelo, aprovechando la decrepitud de su antecesor, D. Manuel de Oviedo, interferían demasiado en actividades que caían de lleno en la responsabilidad parroquial …y teniendo muy claro que el rumbo de la misma lo marcaba solo él, aprovechó los alegatos de los representantes de la encomienda en contra del nombramiento del tercer teniente (cuando decían que los monjes del Carmelo ayudaban y participaban en las actividades eclesiales de la parroquia, tanto en la Iglesia como fuera de ella) para dejar las cosas competenciales meridianamente claras. 

Los representantes de Sotomayor en el pleito adujeron lo siguiente; “que es muy distinta la disciplina de los conventos de la de las parroquias; cada una tiene sus funciones, que no es dado confundir, cada una tiene distintos objetos, que los que cuidan de la una no son a propósito para cuidar de la otra.. que el instituto monástico requiere recogimiento, cuando la parroquia exige actividad constante de trabajo y asistencia y conocimiento de mundo que facilita la oportuna aplicación de remedios a sus dolencias… no dejaría de ser peligroso comprometerlos en un ministerio de actividad capaz de disponerlos a la disipación del espíritu” …pues… ”son muy otras las relaciones contemplativas de los claustros que los de la vida activa de las parroquias…es muy difícil que los regulares salgan de lo que les corresponde sin correr riego de dar en distracciones frecuentes.. siendo buenos para los conventos no lo serán jamás en toda su extensión para vivir en las sociedades civiles…”… 


Fuera de lo que se dijo en este pleito, Sotomayor no gustaba de las prédicas de los carmelitas…cuando comentaba en su entono próximo que: ”predican los carmelitas y nada dicen…por la hinchazón de estilo de sus sermones”.. …Lo cierto fue, que los resultados del pleito, comprometieron aún más, al ya muy comprometido Sotomayor con Manzanares…D. Pedro, continua D. Cosme, ,se entregó en cuerpo y alma a su parroquia y a su fielato, desde el primer año de ese Siglo XIX,… pasando muchas horas en la Iglesia, ocupado en procurar todo tipo de culto a su feligresía; pero, también se le veía por el pueblo cada día, de casa en casa, a conocer de primera mano al vecindario y sus cuitas particulares, elaborando, personalmente, un censo parroquial completo en los primeros meses de su ejercicio en la villa... Era estricto y puntual en la planificación de los actos religiosos, como misas y oficios, estableciendo rutinas y horarios reconocibles, hasta entonces poco organizados en la parroquia...

En ese sentido, reorganizó todo lo que tenía que ver con los ritos y eventos propios de la cuaresma y la semana santa, por ej, cambió, de jueves a viernes santo, el día en que procesionaba la imagen de Nuestro Padre Jesús del Perdón, por la que Frey Sotomayor (al recordarle a su admirado Cristo de Lucena), sentía especial veneración… y aunque en las múltiples cosas nuevas que se hicieron requirió la colaboración estrecha de sus tenientes, él fue protagonista de la mayor parte de toda esa actividad; particularmente la que tenía que ver con la atención a los más menesterosos, pues para Sotomayor, como recordaba machaconamente en sus homilías, la caridad, más que una virtud, era un deber de cualquier buen cristiano.. Era proverbial la prontitud con que, personalmente, acudía a administrar la santa unción a los moribundos de la villa, tarea que solía reservar para sí, cuando era posible, antes que dejarla en manos de algún teniente. Esa actitud, le llevó a enfermar de gravedad en el verano de 1800, posiblemente tras el contagio por un enfermo de una infección, tras asistirlo durante sus últimas horas… Por suerte, para Manzanares, sigue D. Cosme, Sotomayor superó el problema…. De la misma manera, continua, se tomó como algo muy personal, la instrucción y educación de los más jóvenes, y de los niños, en la doctrina católica, organizando catequesis, hasta entonces inexistentes...

Y creo, querido amigo, y reportero de estas cosas de mi amado Manzanares, concluye D. Cosme, que ha ido ya de bastante la crónica que muestra bien a las claras. como Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor, recreó el curato de la nunca bien ponderada villa de Manzanares de la Mancha a su imagen y semejanza….


miércoles, 1 de mayo de 2019

214). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: SOTOMAYOR….MANDO EN PLAZA.



Hemos conocido en relatos previos, inicia D. Cosme éste, como en 1799, en el año que llegó a Manzanares, Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor, que habría de ser máximo protagonista en la vida de nuestra villa, tuvo un comienzo complicado en su periplo como Párroco de Manzanares... El 29 de Diciembre de aquel 1799, Frey Don Pedro, quedaba reconfirmado oficialmente como primer pastor espiritual de Manzanares y, desde ese momento, se aplicó todavía más en el ejercicio de sus funciones, como tendremos ocasión de conocer en esta crónica que le estoy proponiendo. 

Ya supimos, sigue D. Cosme, que cuando Frey Sotomayor, durante su primer año en Manzanares, entendió nuestro carácter, utilizó su inteligencia natural y su determinación en lo que creía debía ser su acción pastoral, para conseguir lo máximo posible de sus objetivos y demandas, siempre bien fundamentadas en las leyes eclesiales y civiles. Su brillante y convincente discurso, articulado por él a lo que pedía nuestra psicología, le llevó a presentarse ante ese pueblo que le escuchaba, la feligresía, como el pastor de todos ellos, convenciéndoles que debían seguirle, por algo tan sencillo como que era la obligación de cualquier cristiano con su referente espiritual, la Santa Madre Iglesia, representada en su Parroquia, y en él como párroco. Este mensaje fue continuamente transmitido por Sotomayor en sus homilías y en toda conversación que hubiese lugar con cualquier paisano, incluidos dirigentes de la villa, tanto del Concejo como de la Encomienda,.. y, cuando comenzaba el siglo, en 1800, sigue D. Cosme, Sotomayor era ya el principal y auténtico líder de la villa de Manzanares.. pues había conseguido convencer a sus clases dirigentes de la supremacía de lo religioso sobre lo civil, en una sociedad cristiana. 

En definitiva, y como reza el encabezado que quiero darle a la crónica, continua D. Cosme, Sotomayor ejerció con “mando en Plaza” en Manzanares, durante toda su trayectoria vital en la villa, hasta que falleció, y no porque la Parroquia estuviese en la Plaza, que también, sino porque ese “arrastre” hacia su prédica, de feligresía y dirigencia, su determinación y porte eran los de un gran líder, algo necesario, además de útil para nuestra villa, en los convulsos momentos que iban a vivirse muy pronto al final de la primera década del siglo XIX tras la invasión francesa. 

Altar parroquial de la Asunción, siglo XIX.

También conocemos ya, continua D. Cosme, que Sotomayor se implicó, especialmente, en la atención y ayuda a los más menesterosos de Manzanares, y en relación con todo esto, se manifestó en aquel primer tiempo del Siglo XIX, el citado liderazgo y “mando en plaza” de Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor de manera palmaria, y de lo que es un buen ejemplo lo que ahora voy a contarle. querido plumilla. 

Ya hemos sabido, en relatos precedentes, como D. Pedro consiguió que el Comendador de Manzanares, el Infante D. Antonio Pascual, incrementase en forma muy considerable las congruas que, a esos fines de ayuda a la mendicidad, destinaba la Encomienda a la Parroquía; del mismo modo que consiguió del Comendador aumentos significativos de las donaciones directas de la Encomienda a los más pobres… Aun así, las cantidades otorgadas a la parroquia, y ese aumento en las donaciones directas de la encomienda, eran, a ojos de Sotomayor, y de la realidad de los numerosos pobres de solemnidad existentes en Manzanares, manifiestamente insuficiente para cubrir las necesidades de una indigencia creciente en la villa por aquel tiempo, que se producía no porque nos estuviéramos empobreciendo como pueblo, sino todo lo contrario, eso sucedía, a causa de ser Manzanares un lugar de transito de caminos y, además, poseer ricos terrenos en su encomienda, lo que otorgaba, al que llegaba, una visión atractiva de nuestra villa, en la que veían mejores perspectivas que en ningún otro lugar próximo. De hecho, de los más de 300 pobres de solemnidad contabilizados en el pueblo por aquellas fechas, un número significativo eran forasteros que habían logrado burlar la aduana artificial que las autoridades de la villa habían establecido en el “puente de los pobres”, para evitar en lo posible ese incremento de indigentes. 

En este estado de la cuestión, continua D. Cosme, nuestro Pastor no quedó conforme con el Comendador, a pesar del incremento que había concedido a congruas parroquiales y donaciones directas a los pobres…. y, ni corto ni perezoso, y con la determinación que le caracterizaba, Frey Sotomayor, nada más empezar el Siglo XIX, a fecha de 14 de Enero de 1800, demandó judicialmente ante el Consejo de las Ordenes, al Comendador de Manzanares,, Infante D. Antonio Pascual quien, a la sazón, y procede no olvidarlo, era hermano del Rey. Cabe imaginar, ahora, prosigue D. Cosme, como quedaría de atónito y perplejo nuestro pueblo, y sus autoridades en particular, ante semejante decisión… ¡ni más ni menos que el Párroco contra el Comendador!; ciertamente una situación insólita para los tiempos, que debió caer como una bomba en Manzanares y, seguramente, en la Orden y en todo el Reino de España…
Nuestro Patrón, Nuestro Padre Jesús del Perdón, siglo XIX.

Frey Sotomayor, nombró abogado para el pleito en la persona de D. Manuel de Santurio y Garcia Sala, y como Procurador a D. Jose María Sanz, aunque fue visible en todo el proceso que, en la estrategia judicial, el pensamiento y argumentos de Sotomoyar estaban presentes, apostilla D: Cosme... Sus representantes legales, en las propuestas de inicio, argumentaron las tesis de Don Pedro, en base a lo numeroso y creciente del vecindario de la villa; en gran medida, a causa de gentes forasteras, que en muchas ocasiones, tenían muy pocos recursos o, simplemente, ninguno; lo que había determinado un número muy importante de indigentes, muchos de ellos sin techo bajo el que cobijarse. En este punto concreto, abogado y procurador, estuvieron muy hábiles, pues, utilizando los números y cifras que les había cedido Frey Sotomayor, era palmario y evidente que las nuevas congruas parroquiales, y también el incremento de donaciones directas de la encomienda a los pobres, resultaba de todo punto insuficiente … 

Los representantes de Sotomayor, continua Don Cosme, hablaron también de la carestía de los productos básicos de consumo, bastante mayor que en villas y lugares próximos, al ser Manzanares un lugar de transito muy populoso en la región, con una actividad comercial muy importante. Además de todo lo que eso conllevaba para el montante total de gastos, los representantes de Frey Sotomayor alegaron que la parroquia debía atender a frecuentes gastos directos de alimento y hospedaje a personajes eclesiásticos de la Orden de Calatrava, de otras Ordenes militares, del arzobispado, del clero de villas cercanas.. o bien de personalidades civiles que, por una u otra razón, transitasen por la villa de Manzanares, y tuviesen algún encuentro o trato con la parroquia. Por último, solicitaban un dinero adicional para que la Parroquia tuviese una:… “decente librería, compuesta de tratados de Teología Moral y dogmática” …que les permitiera consultar para ciertas cuestiones que planteaba la feligresía, además de poder impartir la doctrina cristiana con mayor fundamento…

Concluían, termina D. Cosme, solicitando al Tribunal que la congrua de 3.800 reales, se aumentase 12.000 reales más, y que se diesen otros 600 ducados, a repartir entre los tres tenientes de la parroquia, apostillando de manera convincente que no eran cantidades excesivas para la encomienda más rica de la zona, con una producción estimada de más de 40.000 ducados líquidos al año. El Tribunal, prosigue D. Cosme, compuesto por los magistrados Villagómez, Lerín y Pontero, admitió la demanda, y emplazó a personarse al apoderado general de la encomienda, D. Ignacio de Béjar, quien nombró procurador a D. Francisco Cipriano Ortega y abogado de su causa a D. Josef Baradat, quien sería sustituido enseguida por un famoso leguleyo de entonces, D. Antonio Cano Manuel… Estos representantes del Comendador, Infante D. Antonio Pascual, aportaron con prontitud certificaciones y supuestas pruebas, para intentar refutar los argumentos de Sotomayor, alegando que las rentas de la encomienda no eran tan elevadas como decía la representación del Párroco… y, en base al censo municipal, que la población de Manzanares no era tan grande como la que referían sus abogados, negando también la supuesta carestía en la villa de los productos básicos de consumo. Recordaron al Tribunal la buena vivienda que poseía el clero parroquial en la calle de las Trompas, precisando que, en lo tocante a la biblioteca solicitada, tampoco era necesaria, pues más allá de considerar suficiente la que en ese momento disponía la parroquia; ésta podía hacer uso de la biblioteca del Convento de los Padres Carmelitas. La respuesta de la representación legal de Sotomayor, fue contundente, expresiva y sin casi posibilidad de respuesta… De una parte, D. Manuel de Santurio, ofertó al tribunal los datos contables de la Orden Calatrava sobre nuestra encomienda, que la conferían el rango de más rica de la zona, en las cifras que Sotomayor había aportado al Tribunal. Además aportó datos comparativos de los precios de bienes de consumo, en Manzanares y villas próximas, que ratificaban la carestía de nuestra villa, respecto a otras cercanas... 

Por otro lado, el censo parroquial, que Sotomayor había elaborado personalmente visitando, una por una, todas las casas del Municipio, contabilizando. con el sumatorio de convivientes de cada una de ellas, la totalidad de los habitantes de la villa, de una manera mucho más completa y exacta, que la obtenida con el método que usaba el concejo para cuantificar su censo municipal, resultó a ojos del Tribunal mucho más convincente y verosímil. Además, sigue D. Cosme, Sotomayor pudo ofrecer al Tribunal la cifra real y exacta de indigentes, que conocía muy bien, y de primera mano, y que casi duplicaba la aportada por el Sr. Cano Manuel. 

En definitiva, según el exhaustivo censo parroquial, y el número de indigentes, la cifra total de habitantes de Manzanares era algo mayor de 8000, lo que contrastaba de manera significativa con los algo más de 6.000 que contabilizaba el Concejo. Ciertamente, 2000 habitantes de diferencia eran muchos…y cuando el Tribunal valoró la minuciosidad expresiva de los datos del Censo Parroquial, y el número significativamente grande de mendigos a atender por la parroquia, su opinión empezó a decantarse a favor de las tesis de Sotomayor en cuanto a la precisión de aumentar las congruas, a pesar de los numerosos testimonios de diferentes personalidades del Ayuntamiento y de la encomienda, que avalaron de manera mucho menos clara y concluyente los argumentos del Comendador,

Así las cosas, y la cuestión, el 19 de Mayo de 1801, el Procurador General del Consejo de las Ordenes, informó a favor de la demanda de Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor. Declarando el anteriormente citado Procurador General que:….“es bueno que el Párroco este congruentemente pagado”… y admitiendo, luego, la casi totalidad de lo solicitado por D. Pedro, dejando establecida la congrua parroquial de la encomienda en 15.000 reales.. El fiscal aceptó esta propuesta y, de esa manera, el Consejo de Ordenes, a fecha de 22 de Junio de 1801, dictó sentencia de conformidad a la propuesta antedicha, declarando, el 11 de Julio de 1801, el pleito como “cosa juzgada”

Y deje aquí concluida, mi querido plumilla, la presente crónica, comenta Don Cosme,.. qué habrá servido a sus lectores, y al mundo entero, para apreciar como se las gastaba y como ejercía “mando en plaza” en Manzanares, su insigne Párroco, Frey D. Pedro Alvarez de Sotomayor, quien fue capaz de hacer frente, y ganarle la partida, a todo un Comendador, que para más datos, era hermano del Rey de España…Aquella frase calderoniana…”del Rey abajo, ninguno”, se hizo realidad, una vez más, en la magnífica y nunca bien ponderada villa de Manzanares de la Mancha, por mor de su no menos admirable y determinado párroco D: Pedro Alvarez de Sotomayor…



213). RELATOS PEDRO VILLARROEL. MANZANARES 1912: UN CASTILLO CAMBIANTE... POR UN SIGLO TRANSFORMADOR.

“El Castillo de Manzanares, de terraplén las murallas, de dos varas y media de grueso; con foso alrededor, cerca y barbacana, dos cubos en las esquinas del Septentrión y Poniente, y una torre del Homenaje al medio día en sitio eminente”…

Así, tal como lo había descrito el cura Francisco Camacho y Zarrascón para las “Descripciones del Cardenal Lorenzana” en 1789; comienza D. Cosme el relato, era como estaba el Castillo de Manzanares, y como lo veían, nuestros paisanos de aquellos primeros años del siglo XIX, solo once años después de esa descripción…. y por eso hablamos de él ahora, aunque decimos en el enunciado de la crónica, sigue D. Cosme, que el castllo fue cambiante en ese siglo, porque sin duda, a lo largo de esa centuria, cambió de aspecto y funciones más que nunca, y de manera sucesiva, de lo que lo había hecho en sus seis siglos de historia... 

Sin embargo, prosigue D. Cosme, al principio de ese siglo XIX que comenzaba, no había cambiado prácticamente nada desde hacia mucho tiempo; de tal manera, que el castillo, así descrito por el cura Camacho, lucia en su configuración externa casi igual que cuando fue construido, por lo que mantenía ese imponente aspecto que dominaba la vega del Azuer en la proximidad de Manzanares. Y ese hermoso castillo, sigue lírico y grandilocuente D. Cosme, en toda la España entera, era por aquel entonces la única fortaleza medieval en pie, hecha a base de Terraplén, mostrando una vez más la exclusividad de este pueblo exclusivo.: De tal forma es la cosa, sigue D. Cosme, que en las paredes de nuestra fortaleza, como en cualquier otra pared hecha de terraplén, se perciben en su superficie las líneas de adosamiento de los tapiales… que se fabricaban, y aun se fabrican, siguiendo un procedimiento ancestral, a base de tierra arcillosa húmeda, compactaba a golpes de un elemento, conocido como pisón, en un encofrado de madera, que concedía al tapial resultante su forma rectangular, al espesor predeterminado por el molde de madera… 

Estos moldes, sigue D. Cosme, se colocaban uno al lado del otro, en horizontal y, cuando alcanzaban la largura deseada para la pared, se continuaba la siguiente fila, encima de la recién concluida, hasta completar en altura la edificación.. El barro compactado secaba al sol, y una vez que la muralla quedaba levantada, sus puertas, ventanas, almenado, etc, se abrían y moldeaban a cincel…Los tapiales de nuestro castillo quedaron cimentados sobre un zócalo de cal y canto.. Y esa fortaleza, sigue D. Cosme, aunque evolucionada, hacía tiempo, como va de sabido, a funciones de Casa de Encomienda; es decir, almacenaje de productos de los diezmos y trabajos administrativos para su control financiero, estando, por eso mismo, la mayoría de sus estancias, cuartos y bodegas, (destacando una que llegó a tener ciento treinta y seis tinajas con capacidad para 7.000 arrobas de vino), .dedicadas a esas tareas, todavía conservaba alguna función militar a comienzos del Siglo XIX, concretamente la de cuartel de un regimiento del cuerpo real de carabineros; que compartían vida y estancia, allí, en el castillo, a comienzos del XIX, con dirigentes de la encomienda, como el Administrador y sus colaboradores… 

El castillo, tal como se veía en 1912.

El Castillo de Manzanares, ya lo sabemos de sobra!!, dice D. Cosme, es una magnífica fortaleza calatrava, a cánones del estilo de construcción cisterciense, en casi todos sus espacios y estancias, donde son apreciables, espléndidas arcadas ojivales y perfectas crucerías góticas, propias de las construcciones antedichas. Hasta la guerra de la Independencia, pues, el castillo calatravo de la villa de Manzanares, en esos primeros años del XIX, enseñoreaba el pequeño altozano de Pîlas Horras, al sur de la villa, como lo había hecho desde su construcción, y básicamente sin cambios en su aspecto exterior, destacando en el horizonte su magnífica Torre del Homenaje…

 Su puerta principal, en la fachada norte y mirando al centro urbano de la villa, era descrita como: “de clavazón copeado, con un postigo pequeño”… "un puente de piedra, permitía cruzar el foso hasta el citado portón”… y es que, efectivamente, sigue D.. Cosme, la fortaleza estaba, todavía, en esos comienzos del XIX, circundada en todo su perímetro por un foso inundable; que separaba la Plaza del Castillo de las murallas externas del mismo.. unas murallas de dos metros y medio de espesor y de unos 6 m de alto. que son descritas también a primeros del siglo XIX, como: “barrera de tapiales asaetados, con sus pretiles y almenas” ... de inequívoco carácter militar, que estaban coronadas por un “paso de ronda”, que permitía a la guardia tener a la vista todo el entorno próximo en las rondas de vigilancia”…”En la parte externa y superior del citado paso de ronda, como le he dicho, sigue D. Cosme, se “abrían” un total de treinta y seis almenas, con sus correspondientes saeteras… 

Esta primera defensa adelantada o barbacana, daba acceso a un segundo recinto interior, de planta cuadrada, de mayor altura y dividido en tres patios., conocidos como: primero, segundo y el de la transpuerta, aludiendo a que este último, tenía otra puerta en la muralla meridional del castillo, que daba a una era de las que circundaban el castillo en esa fachada sur. Los patios del castillo, continua D. Cosme, tenían en aquel primer tiempo del Siglo XIX, corredores altos y bajos columnados.. El primer patio, tenía un sótano, seguramente usado como almacén o bodega, y estaban habilitadas en él cuatro garitas…Adyacente a su pared poniente se erguía la Torre del Homenaje del castillo, que quedaba frente a la puerta principal… Esta Torre del Homenaje tenía una escalera interior al muro, que recorría sus paredes hasta alcanzar la parte más alta de la misma, donde se constituía una terraza o “patio de armas”... 

Esquema general del Castillo de Manzanares

Los departamentos y estancias de la Torre eran de carácter militar…. Tras el primer patio, se accedía al núcleo central del encastamiento, configurado en torno a un segundo gran patio, el principal del castillo, que tenía un amurallamiento propio y una escalera que ascendía hasta su “paso de ronda”, que permitía a los guardias recorrer y vigilar todo su contorno. En este patio principal, sigue D. Cosme, existía un horno de pan y un pozo con brocal, para el suministro básico de comida y agua a los moradores de la Fortaleza....En su suelo tenía unas compuertas de acceso a una mazmorra subterránea, que volvería a ser muy utilizada, tristemente, en tiempos de la Guerra de la Independencia, como cárcel de patriotas que, por desgracia para ellos, eran casi siempre ajusticiados por ahorcamiento o garrote vil en el mismo patio central del Castillo... Alrededor de este patio, y separados de su centro por sendos corredores, superior e inferior, se encontraban dispuestas las zonas vivideras de los habitantes de la fortaleza... En el piso alto, sigue D. Cosme, quedaba una capilla con techo de media naranja, y en el piso bajo había caballerizas, graneros, despensas y pajares. “Por último, existía un tercer patio, en torno al que se constituía un grupo de estancias dedicadas al almacenaje y elaboración de productos de la agricultura, cuartos de estabulamiento y de intendencia, conteniendo, en concreto, una casa bodega, que llegó a tener ciento treinta y seis tinajas con capacidad para 7.000 arrobas de vino, dos lagares, dos establos o caballerizas y otro pozo, dedicado al servicio de estas dependencias... 


Pero ese aspecto del Castillo y sus funciones, sigue D. Cosme, cambiarían bruscamente, antes que se cumpliese la primera década de ese siglo XIX, al momento de la invasión francesa y la subsecuente guerra de la independencia, pues la ciudad de Manzanares se convirtió en la capital de la provincia de La Mancha, bajo el gobierno de José Bonaparte I, el inefable “Pepe Botella”, hermano del Emperador francés Napoleón...e, inevitablemente, sigue D. Cosme, y dado que en el castillo se estableció la sede del Gobierno militar de la región, los cambios fueron intensos y muy manifiestos en la fortaleza, que retomó el carácter casi totalmente militar de sus orígenes más remotos. Durante esa guerra de la independencia, como luego veremos en relatos sucesivos, el castillo fue fortificado por los galos, que utilizaron materiales de inmuebles cercanos. A lo largo de la citada contienda, el castillo vivió en su interior un constante paso de tropas de uno y otro bando, dando lugar a numerosos episodios dignos de ser contados en crónicas que habrán de llegar, querido reportero, para trabajo de su pluma, y contento de sus lectores, apostilla D.Cosme… 

Acabó la guerra contra el francés, y de las escasas cosas que no cambiaron en relación al castillo se Manzanares, una fue la de nuestro Comendador, el Infante D Antonio Pascual de Borbón, que se mantuvo en el puesto hasta 1817 en que falleció. Después, en los tiempos convulsos que vivió la política española, inmersa en guerras en y disputas entre distintas maneras de gobernarnos como pueblo, el Castillo y su encomienda, quedarían a cargo directo de Fernando VII y luego de la Regente María Cristina, que quiso dejarlo para el patrimonio personal de su hija, Isabel II, aunque esto ya no llegó a materializarse... Lo que si se mantuvo en el tiempo posterior a la salida de los galos del territorio hispánico, sigue grandilocuente D. Cosme, fue el carácter militar de nuestro castillo, pues, como va de dicho, pasada la guerra de independencia, llegarían guerras civiles entre liberales y carlistas. En ese estado de cosas, continua D. Cosme, y en la que fue la primera de estas guerras, la fortaleza de Manzanares fue Cuartel del ejercito liberal (Cristino o isabelino, que de los dos modos se le conocía). Existió un momento crítico en que los carlistas se aproximaron a Manzanares, pero cuando ya se atisbaba el conflicto armado en la villa y en el castillo, el ejercito carlista cambió su rumbo, sin pasar por Manzanares.. quizá, fabula D. Cosme, recordando aquel episodio histórico del siglo XVI que nos valió el titulo de “leal villa”, cuando los Comuneros quedaron intimidados por la majestuosa presencia de nuestra fortaleza, huyendo despavoridos…Sea como fuese, lo cierto es que ese fue el último episodio, más o menos épico, atribuible a la historia de este castillo único de Manzanares, pues luego los conflictos entre liberales y carlistas, no afectaron a nuestro castillo de manera significativa, que más allá de los cambios en sus pobladores, mantuvo el carácter militar, con escasa actividad de las que son propias de Casa de Encomienda. 

Al terminar aquel conflicto civil, el Gobierno español, confirió al primigenio inmueble de Manzanares, sigue D. Cosme, la naturaleza de cuartel local de la recién creada Guardia Civil, De tal modo que, el Castillo, se constituyó, así, en el primer cuartel del benemérito Instituto en Manzanares, algo que se mantuvo durante los veinte años siguientes, entre 1844 y 1864. Un año antes, continua D. Cosme, en 1863, se eliminaron las almenas que coronaban sus murallas, lo que le comento, por que, sin gran importancia histórica, si que le quitó al castillo mucho de su imponente aspecto militar, siendo el heraldo de una nueva y drástica transformación del aspecto, carácter y funciones del Castillo de Manzanares Y es que, continua D. Cosme, por entonces ya llegó para nuestro castillo de Manzanares el momento de serle aplicado, en toda su magnitud y consecuencias, la desamortización de Mendizabal, proceso que resultó trágico para muchas cosas del Patrimonio histórico de España,.. algo que, sin duda, también es aplicable a nuestro castillo, pues, ciertamente, las consecuencias de ese proceso resultaron ser trágicas para nuestro primer inmueble… 

El castillo, como elemento patrimonial previo de la Orden Religioso-Militar de Calatrava, fue subastado, y dejó de ser morada de la Guardia Civil, siendo repartidos sus terrenos, entre dos familias principales del pueblo, los Mulleras y los Garcia Noblejas, que habían resultado ganadores en la puja de la citada subasta. Una vez más, el Castillo y su entorno, se transforman de nuevo, perdiendo su carácter militar y administrativo, y convirtiéndose en una serie de elementos domésticos, casas de labor y de particulares, que taparon sus murallas, dejando engullida, y fuera de vista, la espléndida imagen que desde siempre había enseñoreado ese altozano histórico de Pilas Horras, donde se originó la enorme y gran historia de este magnífico pueblo de Manzanares.. Solo la emergente imagen de la Torre del Homenaje, se lamenta D. Cosme, deja huella, hoy, en este 1912, de aquella gran fortaleza que nos dio origen como pueblo, 

De usted, por tanto, mi querido reportero, fin a este relato, que ha servido para dar cuenta a sus lectores, de cómo era nuestro castillo a primeros del Siglo XIX, y de los cambios sucesivos que fue sufriendo a lo largo de ese siglo decimonónico, transformador de tantas y tantas cosas…Esperemos, que el sentido común e histórico, genere algún día un nuevo cambio de rumbo, en este siglo XX en el que ya estamos inmersos, y que ese cambio sea capaz de lograr que este pueblo recupere para siempre el Castillo que le dio nombre y origen, concluye D. Cosme, enfático, la crónica….