Como quedó apuntado en anterior crónica,
mi querido reportero, inicia D. Cosme ésta, al principio del otoño de 1808, los
movimientos militares en Francia y España, hablaban de la inminencia de una
nueva invasión francesa de la península ibérica. El desasosiego, el temor y los
recelos, comenzaron a cundir otra vez en la población, y aunque muchos
españoles aun estaban muy galvanizados por la victoria de Bailen, y dispuestos
a enfrentarse a todo lo que viniera, lo cierto es que, en el ambiente, comenzó
a dominar la perspectiva de los males de la guerra, de los terribles momentos
vividos recientemente, antes de esa emblemática batalla...
Reaparecieron por
doquier y, poco a poco, continua D. Cosme, en aquel otoño de malos presagios,
según se aproximaba la guerra, los recelos y pequeños o grandes ajustes de
cuentas, verbales y jurídicos, entre las villas y las gentes comunes, algo, por
desgracia, muy propio de la miseria humana, en la peor versión de su
naturaleza, que suele mostrarse en momentos difíciles. En ocasiones, se
recelaba o directamente se atacaba a algunos por su posible
"afrancesamiento"... y, otras veces, eso sucedía por el simple oportunismo
ventajista de otros, que intentaban sacar partido de causas concretas de
"debilidad" social en algunos ciudadanos, por mor de su etnía o de
sus circunstancias inmediatas, de lo que, en Manzanares también tuvimos algunos
ejemplos, como veremos más adelante en esta crónica, concluye D. Cosme esta
introducción a ella....
Y es que, querido reportero, estaba llegando el reinicio
de las hostilidades y de la guerra.... El 4 de Noviembre de 1808, prosigue D.
Cosme, entran en España ocho cuerpos de ejército francés, enormemente
pertrechados, y dispuestos a conquistar de inmediato toda España. Ante esa
avalancha gala, la Junta Central Gubernativa del Reino de España, ordenó la
movilización de todo el ejército español y, el 14 de Noviembre de 1808, en un manifiesto
encendido, expresó, entre otras cosas, estas: . "No hay un español que no
haya jurado en su corazón vencer o morir por su Patria, debe continuarse por
mar y por tierra, mientras no se restituya el trono a Fernando VII y se
estipule la absoluta integridad de España y de sus Americas, sin la
desmembración de la más pequeña aldea"...
Y, desde luego, querido
cronista, no quiero pasar la oportunidad de manifestarle aquí, que Manzanares y
su gente, en ese tiempo de preparación para la inminente reanudación de las
hostilidades, siguió dando muestras de su patriotismo, alejando, una vez más,
los infundios de afrancesamiento que algunos se empeñaban en mantener...
Manzanares, fue uno de los pueblos de la Provincia de La Mancha que más
contribuyó en finanzas y personal en esas preparaciones bélicas, mostrando una
actitud mucho más clara al respecto que otras villas vecinas... En esa línea que
le argumento, sigue D. Cosme, resulta bien conocido, por que quedó registrado
en la Junta de Ciudad Real, el 28 de Agosto de 1808, que Manzanares aportó
114.984,26 reales y una recluta de 128 mozos para el ejército de Andalucía;
mientras que otros pueblos como: Valdepeñas, Daimiel, Almagro y Ciudad Real,
aportaban solo 2/3, o la mitad de esa cantidad, y muchos menos soldados... que
además se le negaron al ejército de Andalucía, aduciendo que se quedaban en
milicias manchegas, para estar cercanos a sus casas...
En los primeros días de
Noviembre, comenta D. Cosme, parecía que las previsiones francesas de un
triunfo contundente y rápido sobre los españoles se iban a cumplir, con
victorias en Espinosa de los Monteros, Gamonal, Burgos, Tudela...; el ejercito
francés avanzaba veloz y sin freno. Llegó el 30 de Noviembre,y las tropas
francesas alcanzaron Somosierra, y solo unos días después, el 4 de Diciembre de
1808, el general Morla capitula Madrid. El 7 de Diciembre cae Aranjuez, y esa
misma tarde los franceses entran en Ocaña. A ese tiempo, sigue D. Cosme, la
Junta Central Gubernativa del Reino había trasladado su sede a Sevilla y, desde
entonces, se asistió, en aquellos días de final de 1808, a la triste visión de
un pueblo español fugitivo hacía el sur, y no solo de sus gentes civiles,
también de sus militares.... Resultó, por ej, muy llamativo y significativo en
nuestro pueblo que, a las dos horas de haber recibido orden de retirada a
Despeñaperros, la compañía de voluntarios extranjeros, y el resto de militares
que había en Manzanares, desaparecieron como por ensalmo, haciendo
contundéntemente real la poca confianza que la población tenía en ellos... Desde
luego, prosigue D. Cosme, en Manzanares, como en cualquier pueblo más al sur de
Madrid, se vivió, en aquel noviembre de 1808, con especial desasosiego y temor
todo lo que anunciaba ese éxodo de gentes que cada día transitaba al sur por el
camino de Andalucía; a los que, unas veces, se les consideraba traidores a la
causa española; otras, cobardes e incapaces de enfrentarse a los franceses; y,
solo aquellos que tenían un juicio mejor y más tranquilo, pensaban en las
razones que, realmente, motivaban el éxodo de la gran mayoría, el instinto de
pura supervivencia, lo cual no dejaba tampoco de ser desasosegante y de mal
presagio, remata D. Cosme...
En relación a este éxodo, mucha gente de la que
transitaba hacía parada y fonda en el pueblo... y, entre ellos, algún personaje
de relieve, como fue el caso de D. Antonio Alcala Galiano que, años después,
sería uno de los políticos liberales importantes en la España de postguerra;
aunque, en aquel tiempo, solo era un joven de 19 años que huía de Madrid con su
mujer y su madre. Sabemos de su estancia en Manzanares, porque lo escribió en
sus Memorias, y le propongo, querido plumilla, que transcriba en su crónica,
algunos párrafos de lo que D. Antonio percibió en nuestro pueblo, que reflejan
bien los recelos que motivaba ese éxodo fugitivo en mucha gente de las villas
por las que transitaban los que huían... Aquí le dejo ya, para su crónica, los
párrafos prometidos: "Habíamos llegado a Manzanares, donde teníamos que
hacer noche. Recién establecidos en nuestro cuarto en la posada, se entró en él
un criado de la misma, mocetón alto y fornido y no de la mejor traza, El hecho
mismo de su entrada, y su gesto,...nos pusieron en cuidado...."
..."la cara del que había entrado...nada bueno prometía. Callados
nosotros, el rompió el silencio diciéndonos: Aquí tienen ustedes el hombre que
ha muerto más franceses en La Mancha" (refiriéndose a la matanza del
hospital de sangre, donde, según él decía, había participado).. y sigue
escribiendo Alcala Galiano.. "pero el que se había entrado en nuestro
cuarto venía a algo más que referirnos sus proezas" ..."Y aquí tienen
ustedes al que ha de rematar a todos los traidores"... "Esto último
venía más claro... no teníamos motivos para estar tranquilos"...
Respondímosle, pues, en coro: "Bien hecho, porque los traidores son peores
que los franceses"...
Creyó él o que no le entendíamos o que no le
queríamos entender y que le convenía declarar sin rodeos su pensamiento, y
así...nos dijo: "Dicen que todos los que vienen de Madrid son
traidores".... "Ya, pues, no quedaba lugar al disimulo, siendo
inminente nuestro peligro. No sabiendo que hacer, le pregunte yo: "¿Y por
qué han de ser traidores?. "Porque -me respondió- se vienen huyendo de
resistir a los franceses"...Tuve yo entonces, por mi fortuna, una de esas
ocurrencias de aquellas que suelen sacar bien de trances apurados...
"¿Como de los franceses? -le pregunté- . Pues qué, ¿"no se saben aquí
las últimas noticias"?. Los franceses han llevado una derrota y ya apenas
queda uno en España, de modo que no hay de quien venir huyendo"...y sigue,
D. Antonio.."A hombres de aquella especie eran muy gratas semejantes
patrañas, las cuales corrían entonces como verdades a cada paso.
Batalla de Valdepeñas, 6 de Junio 1808. |
Quitósele,
pues, la furia con la alegría de la supuesta victoria y nos dejó en paz, aunque
deseosos de vernos lejos de tal monstruo, que por desgracia tenía muchos
partidarios. A la mañana siguiente continuamos nuestro viaje" ... Otras
cuitas de aquel tiempo de malos presagios, continua D, Cosme, eran las que se
vivían en los pueblos y villas entre sus propia gente, a cuenta de cuentas
pendientes entre vecinos, que motivaban malentendidos, infundios interesados o
acusaciones, más o menos verídicas de afrancesamiento, espionaje o
colaboracionismo con el enemigo...
En Manzanares, y en referencia a todo esto,
sucedió de todo un poco, sigue D. Cosme su relato,... ocurrieron cosas lógicas,
como la incautación de todas las propiedades y patrimonio del histórico
Marquesado de Salinas, cuando su cabeza visible de entonces, D. Agatino, casi
único afrancesado bien declarado en el Manzanares de la época, decidió unir su
suerte y destino, al Rey impuesto, Jose I, huyendo con él, y toda su corte, a
Francia, tras la derrota de Bailen... Sin embargo, hubo situaciones injustas y difíciles
para otras gentes del pueblo como, por ejemplo, aquellos paisanos que tenían la
desgracia momentanea de ser de origen francés... y tal fueron los casos,
continua D. Cosme, de dos comerciantes arraigados en Manzanares, desde mucho
tiempo antes, y muy bien reputados en el pueblo, que incluso actuaron durante
el verano, y a petición de nuestra Junta Local de Gobierno, como interpretes de
los franceses que pasaban por Manzanares. Me refiero a D. Pedro Ferrandis y a
D. Juan Condé... que, a la vista de lo que sucedía, se personaron, el 30 de
Noviembre de 1808 ante el escribano local Juan Antonio de Ressa, manifestándole
que... habiendo ya solicitado, previamente, se les admitiera como españoles,
por su largo tiempo de convivencia entre nosotros, querían elevar su petición a
la "Sala de Alcaldes de Casa y Corte", para que esta aprobase su
juramento como españoles...pero, en aquel tiempo de recelos, la respuesta no
fue la que esperaban...recibiendo el Ayuntamiento de Manzanares orden tajante
de traslado de ambos a El Escorial, donde las autoridades centrales del Reino
estaban concentrando a todos los originarios de Francia, residentes en
España... De tal forma que tuvieron que abandonar sus casas, tiendas y
propiedades, y nombrar a D Manuel Díaz de Lope Díaz, apoderado de todo lo que
poseían en Manzanares, Membrilla y La Solana.
Otras cosas de rango menor que se
dieron el pueblo en aquel tiempo que prometía una nueva llegada de los
franceses, fueron las múltiples reclamaciones que se hicieron por muchos vecinos
de patrimonios y enseres que les habían sido incautados por los franceses en
los meses de verano, se reclamaron, carros, mulas, víveres, y un largo etcétera,
con los nulos resultados que usted supondrá. Especialmente ingenua fue la
reclamación de la abadesa del Convento de Franciscas, D. Rosa del Espíritu
Santo, a cuenta de cobrar el "impuesto de los juros", que el Convento
había dejado de percibir aquel verano.
Y, así las cosas,
mi querido reportero, es un buen momento para concluir esta crónica, que creo
habrá servido de bastante, para plasmar el escenario receloso que se vivió al
final del otoño de 1808 en toda España y, también, por supuesto, en la muy
relevante villa de Manzanares de la Mancha, sobre todo, según se iba
aproximando a ella el nuevo frente de guerra...la suerte estaba echada de nuevo
para Manzanares... Y de lo que sucedería muy pronto...que, ya le adelanto,
engrandecería todavía más, si es que cabe, (y ya verá usted que cabe) la
legendaria leyenda de este pueblo magnífico, hablaremos, que también hay mucho,
y muy enjundioso, de lo que hablar, en sucesivas crónicas..
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