En la calle Pasaje de este barrio, una señora nacida en Manzanares, colocó en un vistoso marco de madera, una ampliación a gran tamaño, del Cristo arrodillado que se venera en la ermita de la Vera Cruz de esta localidad y lo situó en la entrada de su casa. La noticia cundió rapidísimamente entre los incontables paisanos que por el éxodo de estos últimos años, en busca de trabajo, abandonaron la patria chica en busca de zonas industriales.
Todos los viernes del año, los manzanareños residentes en esta barriada y otros de las cercanías de Barcelona capital, visitan el piso de su paisana y rinden culto a la representación gráfica de su Patrón, al que tanto añoran. Rezan sus preces y besan su pie, pidiéndole interceda por sus necesidades.
Cada semana es mayor el número de asistentes a esta concentración de manzanareños en la Ciudad Condal y entre alegrías y sollozos, añoran a su Jesús del Perdón del pueblo que les vio nacer, renovando cada semana su recuerdo.
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