El 4 de Septiembre de 1956, Melchor Díaz-Pinés Pinés, envía el siguiente reportaje a la Agencia Cifra.
Desde hace varios años, concretamente desde que comenzara el período de sequías que España ha padecido, se viene observando en una amplia zona de La Mancha, conocida como " El Campillo ", que las aguas subterráneas van descendiendo rapidísimamente y que todos los años, al iniciarse las faenas de regadío de cereales ó de huertas, es imprescindible hacer uso de los poceros para que profundizando en los fondos de las norias, se recupere el caudal de aguas necesario para acometer estas faenas.
Esta subzona manchega del Campillo, enclavada entre los términos municipales de Villarrubia de los Ojos, Daimiel, Almagro, Moral y Bolaños de Calatrava, Valdepeñas, Membrilla y Manzanares fue siempre muy abundante en aguas subterráneas, tanto en calidad como en cantidad y en algunos parajes, aparecía casi a flor de tierra. En la actualidad, estas aguas han experimentado descensos tan extraordinarios que su nivel llegó a bajar hasta quince y veinte metros, originando el consiguiente trastorno económico a los usuarios y llegando a constituir una permanente obsesión a los regantes.
Estos pasados días, la casualidad ha venido a demostrar que las corrientes subterráneas existen en realidad, a pesar de que su localización llegue a adquirir profundidades hasta ahora desconocida en estas latitudes de la Meseta Central.
En unos trabajos de profundización en un pozo de huerta, en el paraje conocido por los Baños de las Nieves, en el término municipal de Bolaños de Calatrava, se ha puesto de manifiesto la abundancia de estos ríos subterráneos. Haciendo uso de las populares barrenas automáticas, accionadas desde la superficie y cuando ya la perforación alcanzaba los treinta metros, rompió la barrena y se notaron indicios de existencia de agua. Por ser la hora de comer se pararon los trabajos y el personal marchó a la casa. Después de la 'siesta', una vez incorporados al trabajo, todos quedaron maravillosamente sorprendidos, no dando crédito a lo que veían. Las incipientes aguas que al marcharse a comer percibieran, se habían convertido en un gran torrente de agua y con ruidos extraños, el agua subía a gran velocidad, recuperando en unos minutos el nivel de años atrás, incluso temiendo que el agua pudiera rebosar y salirse de la noria. Inmediatamente pusieron el motor en marcha y aprovecharon para regar en abundancia, hasta saturar de agua toda la huerta.
Los huertanos del lugar, que son muy numerosos, aún sabiendo la irregularidad de este tipo de corrientes, van a realizar prospecciones en busca de más agua y tienen fundadas esperanzas de encontrarla. Esperan tener la misma suerte que su vecino y conseguir el preciado líquido, porque el agua para ellos es el futuro de sus plantaciones y el sustento de sus familias.
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