El 24 de septiembre de 1957, Melchor Díaz-Pinés Pinés, escribía el siguiente artículo para Cifra.
Es muy comentado por el vecindario de esta villa de Manzanares, el sorprendente caso de domesticidad de un tordo, al que llaman 'Periquito', que no sólamente perdió su carácter huidizo sino que se ha logrado de él su integración en una familia manzanareña.
En la Conserjería del Matadero Municipal de Manzanares, Francisco Merino Ocaña, estudiante, e hijo del titular de este organismo local, recogió a este tordo cuando cayó de su nido, lo cuidó y mimó y hoy tiene en este pájaro negruzo el más fiel compañero y lazarillo, sin que muestre la menor intención de evadirse puesto que goza de total libertad y las ventanas y puertas siempre están abiertas.
No necesita jaula pues duerme sobre la almohada de Francisco. Come en la mesa familiar con su vaso y plato especiales. Recorre todas las dependencias y abre puertas con el pico. Toda la familia le quiere y sube indistintamente a los hombros de cualquier integrante de la familia, donde permanece tranquilo.
En horas en que la familia se ausenta del local, el tordo sobrevuela tejados y alterna con los de su especie pero al momento que algún familiar ha regresado, baja planeando con rapidez y se coloca en el hombro del amigo.
En un gran entusiasta de la radio y acompaña con trinos las melodías que escucha, siempre observando con gestos y atención los sonidos que proceden del aparato. Cuenta la familia que nunca entra en la cocina para comer algún alimento y sólo se aproxima cuando la mesa ha sido puesta. No paran, en fin, de relatarme infinidad de anécdotas relacionados con Periquito, algunas de ellas increíbles.
Cuatro meses de edad tiene el tordo y la familia le considera como suyo, después de criarlo y cuidarlo con tanto cariño y esmero.
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