El 17 de Abril de 1960, Melchor Díaz-Pinés Pinés, envío la siguiente información al diario madrileño de noticias, " YA ".
Una de las fiestas profanas que aún perviven en muchos pueblos manchegos, precisamente por su popularidad y simpatías, es la de los Judas cuyas fiestas siguen arraigadas entre las clases modestas, sobre todo por parte del los jóvenes.
En muchas casas manchegas, se realizan grandes muñecos o peleles del tamaño de un hombre, a los que se intenta imprimir el mayor realismo y naturalidad de ademanes y tipo y una vez confeccionados y colocados detrás de las puertas de las casas, se invita con cualquier pretexto a los vecinos próximos y a los parientes y demás conocidos para que les visiten. Los recién llegados, llevan el consiguiente susto al ver tan extraña figura, aunque es inmediata la reacción festiva que trasciende a manifestaciones humorísticas y a celebrarlo con buen vino y cochura del horno.
En algunos lugares y desde los balcones, se arrojan a la calle - generalmente llena de gentes - tiras de aleluyas y caramelos, entre el regocijo de la muchachada.
Esta antiquísima costumbre, según el decir de los más viejos del lugar, era sostenida porque a la figura del Judas, se le quería vejar y escarnecer por la traición que hizo a Jesucristo, vendiéndole por treinta denarios. En tiempos anteriores a la Guerra Civil española, prácticamente todas las casas hacían sus peleles y existía competencia y buen gusto a la hora de confeccionarlos, compitiendo en buena lid por el mejor muñeco. Se colocaban en las puertas de las casas y en los balcones.
De esta forma, siguiendo la tradición de estos pueblos creyentes, se interpretaba el escarnio a que Judas se hizo acreedor, por su mala acción contra su Maestro.
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