Como acaba usted
de conocer, comienza, así, D. Cosme este nuevo relato, tuvimos en este pueblo
un gran experto en las artes del “tarantismo” o, para mejor entendedera, en
todo lo que concernía, en aquel final del siglo ilustrado, a las tarántulas,
los efectos de su picadura y su tratamiento mediante la música y el baile...y
ese fue, ni más ni menos, que el cirujano titular de la Villa de Manzanares de
La Mancha, Don Vicente Aguilera..
Pero, sigue D. Cosme, no solo él destacó en
Manzanares en esas lides y conocimientos, pues, en 1766, hay constancia escrita
del primer caso tratado con éxito de un enfermo de picadura por tarántula en
Manzanares…y, en aquella ocasión, parece que intervino un paisano, ya anciano
por ese tiempo, llamado José Pérez Lorenzo, que era la referencia natural que
existía en la Villa para ese menester…Nada más hemos sabido, continua D. Cosme,
sobre sus dotes, ni sus logros posteriores, porque nada quedó escrito, pero es
seguro que enseñó a tocar la tarantela a otro afamado paisano, D. Vicente
Clemente,… quien, este sí, como pronto veremos, se convirtió en la referencia
máxima en nuestro pueblo, y en todo el Campo de Calatrava, en las técnicas de
tratamiento musical y de baile a los “picados” por las tarántulas…
D. Vicente,
Clemente, al igual que otro paisano del que sabemos se llamaba “Tomás” tocaban
la tarantela a cualquiera que fuese picado en la villa, observando sus
reacciones…. Clemente, escribió que:.. “había tocado a todos los picados”….y en
sus comentarios hace esta curiosa descripción de la danza de los enfermos, al
son de la tarantela: ..”sin levantarse de la cama, los enfermos movían primero
los dedos de las manos, después los pies, y finalmente todo el cuerpo”…, “que
parezia, que les mobia Cosa Sobre natural”…De sus observaciones, Vicente
Clemente, dice que: “el baile más largo había durado cinco días, y el más corto
“sólo” dos…
Es oportuno, ahora, que yo le recuerde, querido cronista -prosigue
D. Cosme- que todas estas historias suceden al final del Siglo Ilustrado, justo
cuando el raciocinio humano se asentaba como principal instrumento de la
ciencia…Por tanto, todo esto de los bailes y los sones de tarantelas, era
fuertemente cuestionado por muchos, que lo consideraban pura superchería,
atribuyendo los síntomas de los pacientes a reacciones de histerismo ante lo
que les podría ocurrir al ser picados, más que a los efectos del veneno
tarantular, ..y que las supuestas curaciones que les proporcionaba el baile, no
eran otra cosa que el poder de la sugestión de los distintos “chamanes” que
tocaban las tarantelas...
Viuda negra europea. |
De hecho, sigue D. Cosme, hoy, en 1912, sabemos que
el veneno de tarántula no es especialmente morboso para el ser humano, y solo
ocasiona síntomas locales leves… Aunque, desde luego, continúa, nadie puede
asegurar que las cepas de tarántula de aquel tiempo fuesen más venenosas.. o
que, algunos de los picados, lo fueran por otro arácnido más pequeño y típico
de la cuenca mediterránea, la llamada “viuda negra europea”, que si que tiene
un potente veneno que ataca el sistema nervioso. El veneno de este arácnido
ocasiona síntomas generales muy importantes; incluso con resultado de muerte en
alguno de los afectados; ….que comienzan a presentar, desde la zona de la
picadura, dolores que se extienden a todo el cuerpo, apareciendo temblores
musculares de las extremidades, sudores, escalofríos, intranquilidad, mareos,
hipotermia, convulsiones, alucinaciones, etc.. que recuerdan muy mucho a los
síntomas observados en los tarantulados..
Sea como fuera, los expertos en
“tarantismo”, en sintonía con el carácter ilustrado de la centuria, sostenían
la tesis, (para ellos tan científica como la que más) que por la acción de la
música y el baile intenso del picado, se motivaba un gran sudor y
transpiración, que contribuía a acelerar la eliminación del veneno.., a la vez que
el movimiento del bailarín, contrarrestaba el bloqueo muscular que provoca el
tóxico, evitando, por ej, parálisis respiratorias en los picados… Por eso, los
expertos de Manzanares, sigue D. Cosme, daban mucho más valor a la intensidad
del baile que a la cualidad del són… y tocaban siempre una misma tarantela de
ritmo muy rápido y vibrante, mientras que, en otros lugares, se tocaban
distintos sones de esa música, según el tipo de tarántula que hubiera picado.
Los mejores resultados de Manzanares en el tratamiento de los picados, en
relación a villas próximas, sigue D. Cosme, hablarían a favor de la hipótesis
en que basaban el tratamiento nuestros expertos: la intensidad del baile, y sus
efectos en la eliminación del veneno...
Para acabar el relato, y dar fe de nuevo a sus lectores, de la jerarquía de
Manzanares y, en concreto, de D. Vicente Clemente, en cuestiones de tarantismo,
quiero que usted añada, al mismo, uno de los casos más referidos y comentados
de aquella época en La Mancha, seguramente por que afectó a un hombre de cierta
relevancia en Daimiel.. Esto es lo que quedó escrito al respecto del dicho caso
en varias citas de ese tiempo:
“El 4 de agosto de 1784, Manuel Córdoba, habitante de la localidad de Daimiel
(La Mancha), sintió entre sueños, a eso de la una de la noche, una picadura a
la cual en un principio no prestó atención. Sin embargo, poco después comenzó a
experimentar un dolor que se iba extendiendo desde el cuello hacia el estómago,
y que le dejaba los miembros entumecidos. Los dolores se iban apoderando de su
cuerpo, y eran tan penetrantes que tenía la impresión de que una serpiente se
le había ceñido alrededor y se introducía en su interior. Le dijo a su mujer
que se estaba muriendo. Se avisó al médico local, el licenciado Don Mariano Candela,
quien habiendo oído las informaciones sobre el estado agónico del paciente,
aconsejó en un primer momento que el enfermo se confesara, algo que éste hizo
con sus últimas fuerzas. Sin embargo, tras analizar al paciente cambió su
decisión, y ordenó que se le administrara una lavativa y se le dieran bebidas
calientes. Este tratamiento no sólo no ayudó, sino que el estado del enfermo
empeoró: empezó a tener convulsiones y a cubrirse de sudor frío. Se mandó traer
los santos óleos. Fue entonces cuando uno de los vecinos dijo: “no sea que le
haia picado la tarantéla, y si fuese asi mui pronto estará bueno, pues
Fulgencio Martin Negrillo sabe tocar el son conqe se curan todos, y acaban de
hacerlo en Manzanares dos picados y otro en Almagro”.
Tarantela siciliana. |
Se encontró pues al
citado Fulgencio, quien dejando la comida que en ese momento estaba
consumiendo, cogió su guitarra y se dirigió a casa del enfermo, donde comenzó a
tocar. Según los testigos, la música reconfortó de tal manera al moribundo
Córdoba que empezó a moverse; se levantó sin dejar de moverse al ritmo de la
música y se puso a bailar, sudando tanto que allí donde pisaba dejaba una
huella mojada. Bailó durante aproximadamente dos horas y después cayó rendido;
pero como quiera que seguía oyendo los sonidos, tras unos momentos se lanzó
otra vez a danzar. De esta forma, descansando cada cierto tiempo, estuvo
bailando y sudando durante 24 horas, tomando únicamente caldo y agua. Después
sanó por completo”…
Como se dice en ese escrito, comenta D. Cosme, en esa curación tuvo gran
relevancia Manzanares.. y es que -sigue- la casualidad había hecho que, unos
días antes, Fulgencio Martín Negrillo, estando de visita en nuestro pueblo,
tuviese la ocasión de observar las técnicas de Vicente Clemente, al que pidió
le enseñase a tocar a la guitarra la tarantela. Este episodio de la estancia de
Martín Negrillo en Manzanares, sigue D. Cosme, quedó escrito y referido en el
expediente del caso de D. Manuel Cordoba, de esta manera:
“Con este panorama, resulta muy interesante la narración hecha por el pintor y
músico local Fulgencio Martín Negrillo, a quien se pidió ayuda cuando la
situación se hizo crítica. Según cuenta, “hallandose en la villa de Manzanares
el día de la Virgen del Carmen del presente año observó a una multitud de
Gentes, que iban azia el Hospital y preguntado la Causa, le expresaron, que a
un Segador forastero le havia picado la tarantula, e hiva a vailar”. Se unió al
gentío y fue testigo de cómo un hombre ya moribundo, bajo el influjo de una
música llamada tarantela e interpretada a la guitarra por un tal Vicente,
empezó primero moviendo los dedos, luego los brazos y las piernas, y finalmente
se ponía a bailar. Después se sintió mejor. Por esos días algo idéntico le
sucedió a otro habitante de Manzanares. Fulgencio le pidió a Vicente que le
enseñara a tocar esa música. Tomó unas lecciones, y al volver a Daimiel contó a
sus amigos lo que había ocurrido. Al parecer, una de las personas que oyó lo
relatado, al darse cuenta que los síntomas se parecían a los del señor Cordoba,
se lo dijo a Fulgencio, quien dejó a medias la comida, cogió su guitarra y se
dirigió a casa del afectado. Por el camino se encontró a los familiares del
señor Córdoba, que corrían a buscar al doctor, ya que el estado del enfermo era
cada vez peor. El músico los hizo volver atrás, pues en su opinión primero se
debía comprobar si se trataba de una picadura de tarántula. En efecto, resultó
que cuando comenzó a tocar en casa del señor Córdoba éste se recuperó, por lo
cual se consideró que el diagnóstico era correcto, y en consecuencia se siguió
aplicando esta terapia….”
Así pues, querido relator, dicho todo esto, puede usted dar fín a estas
curiosas crónicas sobre tarántulas y tarantelas, pues ya han sido suficiente
para que quede reconocida, una vez más, la relevancia que el pueblo de
Manzanares de La Mancha, debido casi siempre a la capacidad de su paisanaje, ha
tenido a lo largo de su brillante historia en temas de muy diversa enjundia…
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