Después de haber
conocido el Mayorazgo Quesada, símbolo de la opulencia en el Manzanares del
Siglo de las luces, inicia, así, D. Cosme este relato, es oportuno contar algo
de los más humildes de la villa… y lo cierto es que la dinastía borbónica
cuantificó cosas acerca de ellos en registros, censos y catastros. Se sabía que
ciertas formas de mendicidad no eran tales, pues escondían verdaderos expertos
en el timo y el dinero fácil, como por ej, los que repartían estampitas o
imágenes de bulto por las casas de familias pudientes, logrando pingues e
insospechados beneficios...
Por eso, decidieron identificar la falsa mendicidad,
para tener tasada la indigencia real, a la vez que intentar incorporar a los
mendigos espureos a trabajos productivos. Nadie vio nada mal que se ocuparan
como “mano de obra” o soldados, en tiempo de frecuentes guerras y cambios
continuos en villas y regiones, Como,
además, pobreza y peligro social van de la mano, comprenderá ud., sigue D.
Cosme, el interés de los gobiernos en tener controlada a la población
indigente.. A esos fines, Manzanares, al final del Siglo XVIII, tenía una
especie de aduana, en el “Puente de los pobres”, donde los guardias identificaban
a los transeúntes y, si se advertía que alguno era indigente, se le prohibía
entrar a la villa…
También supimos, por el Catastro de Ensenada. sigue D.
Cosme, que existían unos 300 indigentes que supervivían por la caridad del
prójimo, aunque, como dijimos en su momento, quizá esa cifra estaba inflada por
los paisanos que dieron los datos al catastro, a fin de liberar de impuestos a
los más menesterosos, pero conviene recordar que muchos jornaleros de la villa,
sobre todo los “temporeros”, estaban en situación muchas veces cercana a la
indigencia; asi como era verdad también, que algún vecino tenía tan escaso
patrimonio, que si las cosas venían mal, podía verse en situación menesterosa…
Y, continua D. Cosme, por no hablar de las “viudas pobres” de la villa, que no
aparecen tipificadas en el catastro, pero que eran unas 30 a 35, de las que, solamente
9, vivian con algún hijo. Como otros hechos destacables de los registros, sigue
D. Cosme, en aquella mitad del Siglo XVIII, las tasas de natalidad en Manzanares
eran altas, pero también las de mortalidad, que aumentaban en años de
epidemias, .La mortalidad de mujeres en el momento del parto, o la de recién
nacidos, era similar a la de otras villas, pero algo más elevada entre los más
humildes, relacionado con el nulo control médico de ese grupo. La decadencia
física de los manzagatos, prosigue D. Cosme, se advertía, más o menos, a partir
de los 45 años, y solo un 13% de hombres y el 11.5% de mujeres, sobrepasaba los
50 año, siendo tan escasos como el 2,9% de hombres y el 2% de mujeres, quienes
cumplían los 65 años…Como más longevos de Manzanares destacaban Elvira Martínez
de 98 años y Miguel López de Pablo de 96; cifras, sin duda alguna, desorbitadas
para la época..
Y para terminar, me dice D, Cosme, le citaré a una serie de
disminuidos físicos a causa de accidentes: ceguera, etc.. que, por su
situación, se podían considerar indigentes o muy cercanos a eso.. Todos, eran
muy conocidos en la villa, por esa su condición, por ej, un hijo de Juan
Izquierdo Peñuelas y otro de Andrés, el "Basca", (ambos jornaleros);
José Antonio Alegre, que era, además, viudo, sin profesión conocida y Manuel
Navarro, casado, pero conceptuado como pobre de solemnidad, y también sin
profesión, a quien servía de lazarillo un sobrino suyo, conocido como
Francisco, el "Coco", de 10 años. Como otras curiosidades, se citaba
como mancos a Alfonso Rodríguez Serrano, casado, y a Pablo Caravantes, soltero,
de 70 años, Se tipifica de “baldado” a Tomás de Resa, de 78 años…y se cita a un
huérfano de 14 años, llamado José Antonio Capilla, del que se comenta “dedicaba
el tiempo a estudiar”, no sabemos si por la caridad de alguien…
Y de eso, de la
caridad benefactora de mucha gente de Manzanares, le hablaré también es este
relato, me dice D. Cosme… Como en otras etapas de la historia de este increíble
pueblo, en el Siglo XVIII, Manzanares destacó con ejemplos de ayuda solidaria
entre vecinos.. En el día a día, era común la donación o el compartimiento de
alimentos entre las casas, cuando se conocía que alguna pasaba por mal
momento,... resultaba admirable la resolución solidaria y desprendida del común
de las gentes de la villa... Esa actitud, compresible entre la gente de similar
estrato social, sigue D. Cosme, también aparecía desde gente pudiente, hacia
los menesterosos. Ya le comenté, que los próceres de la villa, al elaborar el
catastro, intentaron obtener el máximo beneficio para la gente humilde,
“inflando” su mala realidad, para que fueran mejor tratados en los impuestos. .
Pero alguno de esos hidalgos destacó por su actitud benefactora, en momentos
muy difíciles para sus paisanos, como le contaré enseguida para la conclusión
de este relato.
Puente de los Pobres, en la entada a Manzanares por la carretera de Andalucía. |
Corría el año de 1734, y acababa de iniciarse la primera comendaturía borbónica
de Manzanares, que, ciertamente, no comenzó nada bien; la cosecha de cereales se
perdió por falta absoluta de lluvia. La cosa fue de tal enjundia, que los
campesinos de la villa lo bautizaron como el “año de la nanita”, (por no
haberse cosechado “nada de nada”). La situación era mala en todo el Reino, pues
en la primavera de ese año el grano se agotó en muchos lugares, ya que las
cosechas previas tampoco habían sido buenas. El trigo y los cereales, eran
imprescindibles para la subsistencia de humanos y animales; y no se trataba de
la simple ruina económica, era la supervivencia vital la que estaba en juego.
Además, el desabastecimiento disparó la demanda, con la consecuente
especulación y la subida del pan. En Manzanares, ante la nula cosecha, los
campesinos no pudieron llevar nada a un pósito que ya estaba prácticamente
vacío. La situación era desesperada, y con el abastecimiento amenazado, el
alcalde mayor intervino para frenar la especulación, prohibiendo la compra del
grano que quedaba en la villa.. Muchos comerciantes se quejaron al Gobernador
del Consejo de Castilla, quien, en una carta que se hizo famosa, increpó
admonitoriamente al alcalde mayor, de esta guisa:
“Con motivo de haber llegado algunos arrieros a comprar granos a esa villa y
habérseles embarazado se me ha dado cuenta de que vuesa merced à prohibido el
libre comercio dellos en contravención de lo acordado por el Consejo, que
debiera tener presente, lo que prevengo a vuesa merced para que con ningún
motivo embarace que libremente se trafiquen y comercien los granos de unas
partes a otras pues de lo contrario se tomara providencia que le deje
condignamente corregido”…
El alcalde mayor, sigue D. Cosme, tuvo que levantar la
prohibición, y los especuladores, envalentonados, acabaron con el grano que
restaba en la villa, que quedó en un estado de indigencia; tanto que, tras la
protesta de varios regidores del Concejo de la villa al Consejo de Castilla,
éste rectificó su anterior orden, enviando una misiva a nuestras autoridades, a
las que aconsejaba proceder así:…“permitiendo la saca, después de reservar el
trigo necesario para el sustento del vecindario en cada pueblo y que así lo
debieron vuesas mercedes ejecutar y no exponer a los vecinos a la angustia que
representa”…Pero era tarde, no quedaba nada en el Pósito,, y el Concejo tuvo
que solicitar al Rey que vendiese a la villa todo el grano que, en forma de
diezmos, los vecinos había aportado a la Encomienda.. El Rey, a través de su
hijo, el infante Felipe, recién nombrado Comendador de Manzanares, accedió a
ello ante la dramática situación, vendiendo todo el grano almacenado en el
Castillo y en la Casa de la Tercia, al precio de su tasación.. La verdad es que
esta decisión del infante Felipe sobre Manzanares, una de las primeras que tuvo
que tomar, fue muy bien acogida por las gentes de la villa, que se sintieron
aliviadas del desasosiego en que vivian… no pensaron, ni por un momento, en lo
que iba a venir enseguida… Como el precio que el Concejo pagó por el trigo fue
muy asequible, el precio del pan resultante era bastante más bajo que el de
villas cercanas.. y, enseguida, Manzanares se llenó de comerciantes
especuladores, que compraron grandes cantidades de pan para revenderlo en otras
villas mucho más caro. Esto provocó muy pronto escasez importante de cereal en
el Pósito, lo que obligó al Concejo a establecer un punto de venta exclusivo
para forasteros, donde el pan se vendía a precio más alto que el que pagaban
los paisanos. Pero la medida llegó tarde, y el grano se agotó antes de la
siguiente cosecha. Los más pobres pasaron hambre, y se constató un aumento de
mortandad en los dos años siguientes. Para más inri, sigue D. Cosme, las
cosechas de esos dos años (1735 y 1736), fueron malas, manteniéndose el Pôsito
en niveles bajos… y, para poner triste guinda a esa crisis, la gran seguía del
año 1737, obligó a consumir la mayor parte del escaso almacenaje del Posito
que, a fechas de Septiembre de ese año, solo contenía unas 5.000 fanegas de
trigo, 4.000 menos de las precisas para cubrir las necesidades de la villa
hasta la siguiente cosecha; en momento, además, en que sus gentes no tenían
suficiente dinero para comprar trigo en otras villas, por los altos precios a
los que se cotizaba… De nuevo, la situación se hizo desesperada, por lo que,
sigue D. Cosme, el Justicia Mayor de la villa, Ldo D. Balthasar.Quilez Ibañez,
recurrió a un prohombre de Manzanares, el Presbitero y Comisario local del
Santo Oficio D. Francisco Treviño Quesada, que era tío de quien hemos conocido
fue máximo exponente del Mayorazgo Quesada, D. Francisco Quesada Treviño.
Escudo de los Quesada-Treviño. |
Pues
bien, el tío, un hombre austero y bondadoso, poseía una de las mayores fortunas
de la villa, era propietario de 6 casas y de bastantes tierras y quiñones, a la
vez que dueño de un molino de aceite y una posada.. pero, sobre todo, y por eso
acudieron a él, era poseedor de bonhomia, de una actitud benefactora y
solidaria, reconocida en la villa por todo el mundo .Siempre que conocía
alguien en dificultad le solía ayudar y, de hecho, en muchas ocasiones antes de
esta, había socorrido a la villa con dinero, grano o aceite.. Se diría, sigue
D. Cosme, salvando distancias y sin llegar a tanto, que su benefactora actitud,
recordaba a ese otro gran hombre de Manzanares del Siglo XVI, D. Sebastian
Gómez de Rabadán…
El caso fue que, el Justicia Mayor, comisionó al Ldo.
Francisco Cuenca Manzanares y al Procurador Síndico de la villa, D. Juan de
Cabreros Merino para que fuesen a hablar con el Sr. Treviño y pedirle ayuda.
Este, haciendo gala otra vez de su proverbial altruismo, y conociendo muy bien
la desesperada situación de la villa, sin casi dejarles hablar, les donó cien
mil reales, una cantidad exorbitante para la época y el momento, que alivió de
forma considerable la agobiante situa
ción de la villa. Se cuenta que no
estableció interés alguno para la devolución del dinero, con las siguientes
palabras “….cuando se pudiera y sin premio de un maravedí”…
Y concluya, así, mi querido amigo, esta crónica,… que dio cuenta de algo común,
la pobreza… y de algo no tan frecuente, pero emblemático de este gran pueblo que
es Manzanares de La Mancha, la generosidad y el altruismo de sus gentes…
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