El 24 de Diciembre de 1956, Melchor Díaz-Pinés Pinés, enviaba a Cifra la siguiente noticia.
Cuando unos labradores se dedicaban a las faenas de labranza en unas tierras próximas al paso a nivel, conocido por 'Casilla del Charco', a poco más de un kilómetro de la población de Manzanares y en el triángulo que comprende la carretera Madrid-Cádiz, el Parador de Turismo y el ferrocarril Madrid-Sevilla, el terreno donde labraban empezó a ceder bajo sus pies, pero tan lentamente, que dio tiempo a gañanes y caballerías a ponerse a salvo, eludiendo el peligro de ser arrastrados al fondo de la caverna, que quedó abierta momentos después.
El suceso no tuvo gran importancia para ellos pero no ha podido pasar desapercibido en algunos sectores jóvenes y de iniciativas, que han intentado descender a la gruta que el hundimiento ha dejado al descubierto, resultando sus esfuerzos infructuosos, por la ingente cantidad de tierras depositadas a la entrada del orificio, lo que dificulta el deslizamiento al interior. No obstante, con ayuda de una potente linterna y en posición dificilísima se ha conseguido iluminar el interior, en el que se descubre la iniciación de una galería que se encuentra obstruida por rehundimientos de diversas épocas, entre cuyas tierras petrificadas pueden observarse pequeñas estalactitas, producto de filtraciones superficiales a poco más de un metro del nivel del suelo.
Por estar situada esta gruta en las proximidades de una serie de cotas que circundan por el sur a esta villa de Manzanares y precisamente en dirección Este, hacia el Castillo del Tocón en Membrilla y Oeste, hacia la histórica fortaleza de Moratalaz, ambos baluartes defensivos hoy en ruinas, que pertenecieron a la Orden de Santiago y la de Calatrava, respectivamente, construídos a instancia del rey D. Sancho III el Deseado, a mediados del siglo XII, hace concebir entre los aficionados a la historia, la existencia en el subsuelo de largos pasadizos o cuevas de longitudes superiores a los 5 ó 6 kilómetros, que establecían comunicación entre ambas fortalezas y por donde recibían ayuda los defensores, cuando estaban sitiados por fuerzas musulmanas.
Personas ancianas, tanto de Manzanares como de Membrilla, aseguran haber traspasado umbrales de cuevas en los parajes antes mencionados y han escuchado de sus mayores historias sobre estos pasadizos, incluso uno de corto trayecto, inmediato al Castillo de Pilas Horras, de Manzanares. Si personal especializado dedicara un estudio a estos hallazgos, quizás podría dilucidarse de una vez por todas, si efectivamente esos pasadizos fueron realidad en tiempos ya pasados o se trata, simplemente, de leyendas de la más pura tradición, que se van transmitiendo como legado de generación en generación.
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