Estamos todavía en la Casa del Pueblo, y la casualidad
del momento iba a propiciar la crónica que pergeño sobre la marcha para todos
ustedes, mis queridos lectores…
Cuando nos disponíamos a salir del edificio,
terminada su visita, el conserje, se acerca de nuevo a donde estamos Don
Bernardino y el reportero que les escribe, para decirnos que terminan de llegar
los familiares de un conocido dirigente obrero, que acaba de fallecer en la tarde
de ayer, solicitando organizar aquí un acto de despedida al difunto… Don
Bernardino, que conocía al muerto, por ser paciente suyo, y haber certificado
su defunción la tarde anterior, en el domicilio familiar del finado, les hace
pasar al salón de actos, donde nos encontramos…les reitera su pésame, y les
dice que, por supuesto, la Casa esta a su disposición, para que puedan despedir
aquí el cadáver, y que los que quieran puedan rendirle aquí homenaje y
despedida, antes de su entierro civil.
Marchan agradecidos a tramitar con el conserje los pasos oportunos para traer
hasta aquí el cadáver desde su domicilio….y, Don Bernardino, me dice que se
trataba de un buen hombre, siempre preocupado de buscar lo mejor para su
familia y para el mundo obrero, del que era un dirigente muy apreciado en
Manzanares…Me dice entonces que, aunque no lo habíamos comentado hasta ahora,
esta es una de las utilidades que esta Casa del Pueblo ya tiene y seguirá teniendo en el futuro… y sigue diciéndome….
“Mucha gente no creyente, hasta hace poco, aparte del doloroso trance de la
muerte de un ser querido, tenían que pasar por un ritualismo en el que no se
reconocían y, encima, aguantar la admonición del cura de turno que, solía decir
a los familiares, “que esperaba que Dios acogiera en su gloria al difunto, a
pesar de su vida incrédula”….. “Personalmente, continua diciéndome, esta
posibilidad de usar la Casa del Pueblo para este tipo de homenajes póstumos es
una de las cosas que más me satisfacen, pues además de que casi todos habrán
sido pacientes míos, como médico que soy de todos los de esta Casa, los que no
son creyentes, para sentirse cómodos y confortados por los que piensan igual
que ellos, tienen aquí su “iglesia”, … “y, los que son creyentes, tienen aquí
al lado, bien cerquita, la Ermita de la Virgen de Gracia, donde es costumbre
del pueblo hacer los funerales católicos”…
“asi todos cómodos y acorde a sus
deseos… y eso sólo se puede hacer así desde que se abrió esta Casa hace dos
meses…pocos pueblos de España, tienen esta posibilidad”… y, continúa, “yo me
siento muy orgulloso de haber contribuido a elevar la sociedad civil de
Manzanares al suficiente nivel, para que nadie sienta el predominio de ninguna
creencia, religión o ideología por encima de su voluntad”…
El cronista debe reconocer que quedó impresionado unos segundos, tras escuchar
este último aserto de D. Bernardino, pues lo dijo con tal convencimiento,
sentimiento y solemnidad, que “pondría los pelos de punta” a cualquiera que,
como el reportero, lo hubiera oído… Era también evidente, una vez más, que el
reportero tenía enfrente a una personalidad adelantada a su tiempo, y con esa
hidalguía quijotesca propia de mucha gente de este Manzanares que,
continuamente, me muestra grandes cosas y, sobre todo, grandes gentes… Le hago
ver que me ha impresionado su última reflexión, pero le digo que gente como él
es muy escasa en España, incluso en las grandes ciudades… Don Bernardino, se
quita importancia, y me dice que no me ande con zalamerías, que lo que él
piensa es algo muy normal… y termina su disertación diciendo algo que todavía
me subyuga más...”Que más normal que, en una situación tan triste como una
muerte, la familia y allegados se sientan cómodos, unos con otros, para poder
dar un último homenaje al ser querido”…”si donde los deudos quieren es en esta
Casa… ¡pues aquí se hace!…y si quieren en una Iglesia, pues en una Iglesia… los
amigos y allegados, el clero y los no creyentes, deberían respetar la decisión
del finado y su familia y, en lugar de criticarla, aprovechar estos casos para
hermanarse, mostrando respeto a la creencia del otro por encima de la de
uno”...
Le hago ver, otra vez, a Don Bernardino, que me siento admirado por su forma de
pensar, pero le reitero que, lamentablemente, es muy poco común en este País...
y él me dice que no es así, que conoce a mucha gente que piensa como él…
Me sonrió, y le digo yo, que eso debe ser por que estamos en un sitio especial
que se llama Manzanares!!!…y entonces, por primera, logró arrancar una
carcajada a Don Bernardino Torres… que cambia su discurso... y me dice…”De todos
modos, puede que usted tenga algo de razón, y, además, ya ha tenido estos días
ocasión de conocer parte de la historia”,… “en Manzanares el clero y los
civiles no nos llevamos muy bien últimamente, y no solo por el terrible y
deleznable caso del Colegio de los Maristas,… esto solo ha hecho emponzoñar el
grave conflicto previo, relacionado, precisamente, y en gran parte con este
tema de la muerte….. “estamos inmersos en una guerra de creencias y de cementerios”,
que no se sabe donde va a terminar”… “pero, amigo, eso le da a usted para otras
crónicas muy jugosas de este pueblo”…
D. Dimas López González-Calero, cura ecónomo de la Parroquia de la Asunción. |
“Le diré a muestro alcalde que le cuente
al detalle la historia de esta guerra de cementerios, pues él la conoce como
nadie, por estar viviéndola en primera “línea de combate”… y, si su paciencia y
espíritu periodístico, se lo consiente y pide, contrastar su versión con la del
Vicario D. Dimas”. Hay tiene usted un buen material, acaba diciéndome… Me parece
tan interesante que le tomo, inmediatamente, la palabra…y quedamos en concretar
el encuentro con el Sr. Alcalde, D. Antonio Rubio…. pero eso será motivo y razón
de otros episodios.
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