Habíamos dejado el
relato con las “espadas eclesiales” desenvainadas…y a D. Antonio Rubio, alcalde
de Manzanares, reflexionando la estrategía a seguir….que, más o menos, tal cual
contó a este reportero, iba a ser la que ahora les expongo…
“A la vista de la exabrupta reacción de D. Dimas, con clara intención de
atemorizarme y sin ser yo un experto en técnicas militares, pensé que la
respuesta debía mostrarle al vicario de Manzanares, que el resultado de su órdago
conseguía todo lo contrario”… “Como quiera que me gusta, y nunca rehuyo una
polémica o una buena “taba” (me explica lo que significa “taba”) yo me
determiné todavía más en seguir llevando la iniciativa del tema, pues a
cabezota tampoco me gana a mí nadie”…
“Esperé, pues, a que el vicario, D. Dimas, acabara la misa, y reenvié a la
sacristía al bueno de Pozo, para que dijera al “cura mayor” de Manzanares que
estaba dispuesto a recibirle en mi despacho cuando a él le pareciera bien,
incluso, si lo quería y gustaba, en ese mismo momento… Y siguió el alcalde:… “Don Dimas, no se si sorprendido por mi rápida
respuesta, pero, al menos, tan decidido como yo mismo, “aceptó el guante”, y a
los pocos minutos, observo, desde una de las ventanas del Consistorio, cómo
salen juntos de la Iglesia Parroquial, el vicario de Manzanares, D. Dimas López
y el Sr. D. Eugenio Pozo, Secretario del Ayuntamiento… cruzan la Plaza, y se
dirigen al Consistorio…
Entiendo que “la suerte esta echada”… y que se iba a producir un encuentro
decisivo para el desarrollo de esta “guerra de los cementerios”…
“Minutos después, entra Pozo a mi despacho, con su ceremonial de siempre, y me
dice, con gesto cómplice, lo que yo ya se… “Don Antonio, afuera está Don Dimas,
esperando ser recibido por ussia”…. “Le digo a Pozo, con un ademán de la mano,
que le haga pasar inmediatamente, para seguir dando impresión al “contrario” de
control de la situación,…y allí, frente a mi, aparece y tengo a D.Dimas, con
un gesto tan adusto como indicativo de su predisposición poco amistosa”… “Las
espadas están a lo alto y el duelo comienza”….
“Yo, avanzó unos pasos, y le saludo cortesmente,… para ver si le “ablando” algo
el gesto, pero, enseguida, se hace cada vez más evidente que el “horno de D.
Dimás no está para bollos” y que, de momento, la cosa está por ver…. pues, me
responde con una mirada de esas que no dejan dudas, y comprendo,
definitivamente, que debo prepararme para recibir y aguantar una filípica de
campeonato”, termina comentándome, con ese deje jocoso tan característico en
él, D. Antonio…
…”Y, efectivamente, (prosigue el alcalde su relato)… “Don Dimas, serio, y
empleando un lenguaje admonitorio, comienza diciéndome, con mucha acritud y
contundencia, que… “nunca pudo imaginar que un Ayuntamiento de su pueblo, y
particularmente un alcalde católico, como usted mismo se proclama, pudiera
tener una actitud tan anticlerical, irrespetuosa y contraria a los principios
cristianos, promoviendo la creación de un centro de diversiones en el recinto
de un camposanto”…. “Se me queja, que en Manzanares, desde el triste episodio
de los Maristas, parece haber una persecución religiosa contra la Iglesia de
Cristo… y me lanza una soflama en la que dice, poco más o menos … que él, como
es su obligación, no se va arredrar en la defensa del dogma y los principios
cristianos”.
“Intento intervenir para aclarar algo las cosas, y pedirle que no mezclé temas
(hago este paréntesis, para decirles, que D. Antonio, hace aquí una pausa en su
relato, y comenta sonriéndome, que lo de los maristas me da para alguna crónica
más)…”El caso es que D. Dimas no me deja “meter baza”, diciéndome, cortante,
que… “Alcalde, solo venia a decirle que el rechazo y desaprobación eclesial a
construir un Teatro sobre un antiguo cementerio es total”… Advirtiéndome,
además, que había recibido quejas de muchos feligreses, y que bastantes de
ellos estaban dispuestos a cualquier cosa que sirviera para impedir ese
horrendo e irrespetuoso proyecto, incluso, a realizar una colecta para
facilitar su construcción al Ayuntamiento en otro lugar, evitando con ello la
profanación de un terreno consagrado”...
…”En ese momento, apostilla el Sr Rubio,… “me dí perfecta cuenta que D. Dimas
me estaba sondeando con una alternativa, lo que yo percibí, por primera vez en
ese encuentro, como un rasgo de cierta debilidad en el “argumentario guerrero”
del vicario de Cristo en Manzanares”….“Determinado como estaba, me dispuse a ganar la primera batalla…y “me tiré a
degüello” en ese punto… “Fingí estar ofendido, por un argumento así, con
ciertos aires de “compra de voluntades”… y le dije a Don Dimas, en el tono más
severo que pude, que el Ayuntamiento estaba actuando en pleno uso de sus
derechos, mostrándole, en ese preciso momento, los acuerdos que se hicieron en
1880, Parroquia-Ayuntamiento,... “arma” que yo había dejado convenientemente
“cargada” en el cajón superior de mi mesa de trabajo”...
“Don Dimas, inicialmente, con un gesto de su mano, pareció querer indicarme que
no le interesaba nada de lo que allí se dijera…”pero, como si no fuera conmigo,
con un movimiento rápido, coloqué el documento de los acuerdos en sus “santas
aldas”… y él, en su segundo error del día, lo comenzó a leer... fue entonces
cuando, yo, que le observaba fijamente, intentando adivinar en sus gestos lo
que pasaba por su cabeza y su ánimo, me dí cuenta que “le estaba haciendo
mella” la claridad con que se precisaban allí las cosas, y la legitimidad que
conferían a las actuaciones que había iniciado el Ayuntamiento en la Plaza
Virgen de Gracia, para construir el Gran Teatro… ”Sutilmente, le deje caer una
frase,más o menos así”…”Comprobará usted, Don Dimas, que queda muy claro que
los terrenos son ahora del Ayuntamiento, y que no se dice nada sobre el tipo de
obra que allí se fuese hacer, y lo más importante, que ya era posible
hacerlo”….”y, como vi en D. Dimas, en ese momento, un pequeño atisbo de
reaccionar,…. esta vez fui yo quien no le dio resuello, cortando su intento de
intervenir, y le dije con algo de jocosidad, que era él, Don Dimas, quien
estaba contradiciendo al antiguo párroco, mientras que, por mi parte, nada
tenía que decir del alcalde que lo firmó, por estar de acuerdo con él….
"Para desmoralizarle un poco más, le comenté que el Ayuntamiento había
recibido bastantes más adhesiones de nuestros paisanos a la idea de edificar un
Gran Teatro, que las quejas que él decía tener"….
Finalmente, se levanta… y me dice, finalizando la “conversación armada”, que…
“él, como mandatario de la Iglesia de Manzanares, había cumplido con su deber,
transmitiéndome el sentir de su feligresía, y lo que el respeto y las normas de
buena conciencia imponían, a su juicio, en este caso”…
“Por el tono con el que entró y, sobre todo, con el que salió, termina D.
Antonio, con gesto satisfecho, comprendí que la primera batalla de esta “guerra
de los cementerios” la había ganado yo… el Gran Teatro se iba a construir ... y
donde se había previsto”….
Igual que esta primera batalla… el relato también acaba aquí… pero la guerra
sigue
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