Me estaba
relatando en el Ayuntamiento de Manzanares, su alcalde, Don Antonio Rubio, toda
la prolija historia de las disputas del Consistorio con la Iglesia y la
oligarquía locales, acerca de los cementerios de Manzanares, cuando, a petición
mía, agotada mi capacidad de tomar notas por el verbo fluido y vehemente del Alcalde, hacemos un receso para estirar las piernas y pasear un rato por la
Plaza…
Al llegar a la confluencia de la calle Empedrada con la Plaza Mayor, Don
Antonio me sonrió pícaramente, y me dijo:…“Pues mire usted, “su gozo en un
pozo”, amigo cronista; desenvaine la pluma y abra de nuevo la libreta, que voy
hacer que su mente se despeje y entretenga con cosas diferentes, muy, muy
diferentes y mucho más atractivas que los muertos y sus cementerios”,… “Le voy
a contar la pequeña historia de este entorno que, en un solo día, se convirtió
en otro de los hitos que adornarán para siempre la historia de este pueblo”...
Algo sorprendido, observé en el brillo de la mirada del Sr. Rubio, el orgullo
de ser el alcalde de Manzanares, y poder tener tantas cosas increíbles para
contar de su pueblo….Naturalmente, mi instinto de reportero “apareció” de súbito,
y la curiosidad eliminó cualquier rastro de cansancio, pues nos esperaba el
conocimiento de un nuevo gran episodio de este gran Manzanares…
Nos adentramos ligeramente en la calle Empedrad y Don Antonio, señalando la
esquina de la primera bocacalle a nuestra derecha, que formaban la calle
Empedrada con la llamada calle del Pósito, me dice, señalando el primer balcón
del piso superior de la casa esquinera, situado encima de una confiteria…
“Ve usted ese balcón… pues ahí fue donde se leyó por primera vez, el 7 de julio
de 1854, el famoso Manifiesto liberal del General O´Dónnell, quien había
recalado en Manzanares, en su huida hacia el sur de España, tras el fracaso de
su primera intentona de rebelión, que al tener lugar en la localidad madrileña de
Vicálvaro, fue después conocido como la “Vicalvarada”…
“Lo cierto, es que eligió este pueblo, por razones que usted va a saber
enseguida, para proclamar por primera vez su Manifiesto, que luego daría
comienzo a una transformación política en toda España, que, como usted bien
sabrá, se cita en los libros de historia, con el nombre de “bienio liberal”…
”Desde ese momento, a ese Manifiesto, también se le conoce en toda España, y
así lo preferimos, desde luego, todos los manzanareños, por lo que nos toca de protagonismo
en ello, como “El Manifiesto de Manzanares”…
Y, continuó Don Antonio,… “El cómo se pergeñó y desarrolló toda la historia de
ese día, no solo tiene que ver con ese balcón, si no con todo este pequeño
entorno del comienzo de la calle Empedrada, donde estamos ahora….y me
explico”:… “Esta casa pertenecía a uno de mis antecesores en la Alcaldia de
Manzanares, Don Pablo González-Calero y Ruíz-Escribano, quien cedió allí
alojamiento a uno de los “rebeldes” que acompañaban a O’Dónnell en su aventura…
Me refiero, ni más ni menos, que a Don Antonio Canovas del Castillo, joven y
poco conocido político entonces, aunque luego llegase a ser Presidente del
Gobierno”…
General O`Donnell |
“Brillante y elocuente, Cánovas fue el artífice fundamental de la proclama,
redactando su contenido en la habitación de ese mismo balcón, desde donde la
leyó, esa misma tarde-noche del 7 de Julio de 1854, a todo el pueblo de
Manzanares”….
“Pero es que, a nuestra espalda, (y nos giramos 180 grados) tiene usted, en la
primera esquina de la izquierda, entre Empedrada y la callejuela de la Iglesia,
la casa de uno de los más insignes paisanos en toda la historia de Manzanares,
ni más ni menos que Don Francisco González-Elipe y Camacho, ilustre político
local, además de diputado, escritor y gentilhombre de la Reina… y, lo más
importante para toda esta historia, gran amigo y correligionario político en
esa época del rebelde y fugitivo General O'Dónnell”…
“Por esa razón, continuo el Sr. Rubio, Don Francisco González-Elipe, estaba,
muy posiblemente, “en el ajo” de la huida de O`Donnell hacia el sur”… “y seguramente, al tener conocimiento de la misma, se ofreció al General como su
anfitrión en Manzanares”…
“Don Francisco González-Elipe, muy amigo del entonces alcalde de Manzanares,
Don Pablo González-Calero, le pidió a éste que ayudase al General O’Dónnell y a
su séquito, ofreciéndoles descanso y alojamiento transitorio en Manzanares, por
donde habrían, necesariamente, de pasar muy pronto en su trayecto por el camino
de Andalucía”…
“Con un riesgo real para si mismo y para todo el pueblo, el alcalde, Don Pablo,
tan liberal convencido como yo mismo, aceptó de buen grado la idea y rápidamente y de alguna manera, D. Francisco González-Elipe, hizo llegar ese
mensaje a O’Dónnell, quien estaba la mañana de ese 7 de Julio de 1854, en las
proximidades de Arenas de San Juan”…
“En su situación de fugitivo, y con el ejercito leal persiguiéndole de cerca,
O’Dónnell, aceptó enseguida de muy buen grado el ofrecimiento, ya que no estaba
siendo muy bien acogido que se diga (al fin y al cabo era un rebelde) en
ninguno de los pueblos por donde transitaba, donde sólo advertía indiferencia o
recelo,….y era consciente que él y sus tropas necesitaban un momento de
resuello y descanso”….
“Don Antonio Rubio, que no para de hablar, y tiene al reportero con menos
resuello que el que podía tener O’Dónnell cuando llegó a Manzanares, observando
como me afanaba en no perder ripio de lo que él me contaba, y que estaba
garrapateando, cada vez con más dificultad, todos los ingentes detalles y citas
de su disertación callejera, me miró sonriente, como cuando comenzó su relato,
pero, esta vez, con cierta conmiseración hacia mi persona… hizo una pausa, para
decirme, algo así “bueno, le dejo descansar un momento, mientras tomamos un
cafetito, ya tiene usted material para una de sus crónicas y dejamos, para
después del café, el relato de todo lo que ocurrió cuando toda esa comitiva del
General O´Dónnell llegó por fin a Manzanares….y así fue que esta crónica
terminó… dando paso a la siguiente, unos minutos después...
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